miércoles, 22 de marzo de 2017

Lezama Lima otra vez, maldita sea. Su gran poema de 1949, en La Fijeza.




La foto es impresionante, parece que no se iluminara,  a pesar del sol tropical; pero ahí están con Lezama en Cuba: Reynaldo González, Reynaldo Arenas, Lezama, y Emmanuel Carballo. En ese momento no valía gran cosa, como para publicarla, hoy sabe uno que no es el corresponsal de Lexama pidiendo altura dado el paraíto de Arenas, un desgraciado (poeta). Te enteraste que El Ché hizo retirar de la embajada cubana en Argelia, o mejor dicho cogió el libro y lo tiro a un rincón, diciendo: coño, quién de ustedes aquí lee a este maricón?; el libro de teatro de Virgilio Piñera (Tengo mucho miedo, había dicho al comienzo de la revolución).

José Lezama Lima

Pensamientos en la Habana


Porque habito un susurro como un velamen, 
una tierra donde el hielo es una reminiscencia, 
el fuego no puede izar un pájaro 
y quemarlo en una conversación de estilo calmo. 
Aunque ese estilo no me dicte un sollozo 
y un brinco tenue me deje vivir malhumorado, 
no he de reconocer la inútil marcha 
de una máscara flotando donde yo no pueda, 
donde yo no pueda transportar el picapedrero o el picaporte 
a los museos donde se empapelan asesinatos 
mientras los visitadores señalan la ardilla 
que con el rabo se ajusta las medias. 
Si un estilo anterior sacude el árbol, 
decide el sollozo de dos cabellos y exclama: 
my soul is not in an ashtray

Cualquier recuerdo que sea transportado, 
recibido como una galantina de los obesos embajadores de antaño, 
no nos hará vivir como la silla rota 
de la existencia solitaria que anota la marea 
y estornuda en otoño. 
Y el tamaño de una carcajada, 
rota por decir que sus recuerdos están recordados, 
y sus estilos los fragmentos de una serpiente 
que queremos soldar 
sin preocuparnos de la intensidad de sus ojos. 
Si alguien nos recuerda que nuestros estilos 
están ya recordados; 
que por nuestras narices no escogita un aire sutil, 
sino que el Eolo de las fuentes elaboradas 
por las que decidieron que el ser 
habitase en el hombre, 
sin que ninguno de nosotros 
dejase caer la saliva de una decisión bailable, 
aunque presumimos como las demás hombres 
que nuestras narices lanzan un aire sutil. 
Como sueñan humillarnos,
repitiendo día y noche con el ritmo de la tortuga 
que oculta el tiempo en su espaldar: 
ustedes no decidieron que el ser habitase en el hombre; 
vuestro Dios es la luna 
contemplando como una balaustrada 
al ser entrando en el hombre. 
Como quieren humillarnos, le decimos
the chief of the tribe descended the staircase.

Ellos tienen unas vitrinas y usan unos zapatos. 
En esas vitrinas alternan el maniquí con el quebrantahuesos disecado, 
y todo lo que ha pasado por la frente del hastío 
del búfalo solitario. 
Si no miramos la vitrinas charlan 
de nuestra insuficiente desnudez que no vale una estatuilla de Nápoles.
Si la atravesamos y no rompemos los cristales, 
no subrayan con gracia que nuestro hastío puede quebrar el fuego 
y nos hablan del modelo viviente y de la parábola del quebrantahuesos.
Ellos que cargan con sus maniquíes a todos los puertos 
y que hunden en sus baúles un chirriar 
de vultúridos disecados. 
Ellos no quieren saber que trepamos por las raíces húmedas del helecho 
–donde hay dos hombres frente a una mesa; a la derecha, la jarra 
y el pan acariciado–, 
y que aunque mastiquemos su estilo, 
we don′t choose our shoes in a show––window.



Chagall


El caballo relincha cuando hay un bulto 
que se interpone como un buey de peluche, 
que impide que el río le pegue en el costado 
y se bese con las espuelas regaladas 
por una sonrosada adúltera neoyorquina. 
El caballo no relincha de noche;
los cristales que exhala por su nariz, 
una escarcha tibia, de papel; 
la digestión de las espuelas 
después de recorrer sus músculos encristalados 
por un sudor de sartén. 
El buey de peluche y el caballo 
oyen el violín, pero el fruto no cae 
reventado en su lomo frotado 
con un almíbar que no es nunca el alquitrán. 
El caballo resbala por el musgo 
donde hay una mesa que exhibe las espuelas, 
pero la oreja erizada de la bestia no descifra.

La calma con música traspiés 
y ebrios caballos de circo enrevesados, 
donde la aguja muerde porque no hay un leopardo 
y la crecida del acordeón 
elabora una malla de tafetán gastado. 
Aunque el hombre no salte, suenan
bultos divididos en cada estación indivisible, 
porque el violín salta como un ojo. 
Las inmóviles jarras remueven un eco cartilaginoso: 
el vientre azul del pastor 
se muestra en una bandeja de ostiones. 
En ese eco del hueso y de la carne, brotan unos bufidos 
cubiertos por un disfraz de telaraña, 
para el deleite al que se le abre una boca, 
como la flauta de bambú elaborada 
por los garzones pedigüeños. 
Piden una cóncava oscuridad 
donde dormir, rajando insensibles 
el estilo del vientre de su madre. 
Pero mientras afilan un suspiro de telaraña 
dentro de una jarra de mano en mano, 
el rasguño en la tiorba no descifra.

Indicaba unas molduras 
que mi carne prefiere a las almendras. 
Unas molduras ricas y agujereadas 
por la mano que las envuelve 
y le riega los insectos que la han de acompañar. 
Y esa espera, esperada en la madera 
por su absorción que no detiene al jinete,
mientras no unas máscaras, los hachazos 
que no llegan a las molduras, 
que no esperan como un hacha, o una máscara, 
sino como el hombre que espera en una casa de hojas.
Pero al trazar las grietas de la moldura 
y al perejil y al canario haciendo gloria, 
l′etranger nous demande le garçon maudit.

El mismo almizclero conocía la entrada, 
el hilo de tres secretos 
se continuaba hasta llegar a la terraza 
sin ver el incendio del palacio grotesco. 
¿Una puerta se derrumba porque el ebrio 
sin las botas puestas le abandona su sueño? 
Un sudor fangoso caía de los fustes
y las columnas se deshacían en un suspiro 
que rodaba sus piedras hasta el arroyo. 
Las azoteas y las barcazas 
resguardan el líquido calmo y el aire escogido; 
las azoteas amigas de los trompos 
y las barcazas que anclan en un monte truncado, 
ruedan confundidas por una galantería disecada que sorprende 
a la hilandería y al reverso del ojo enmascarados tiritando juntos.

Pensar que unos ballesteros 
disparan a una urna cineraria 
y que de la urna saltan 
unos pálidos cantando, 
porque nuestros recuerdos están ya recordados 
y rumiamos con una dignidad muy atolondrada 
unas molduras salidas de la siesta picoteada del cazador. 
Para saber si la canción es nuestra o de la noche, 
quieren darnos un hacha elaborada en las fuentes de Eolo. 
Quieren que saltemos de esa urna 
y quieren también vernos desnudos. 
Quieren que esa muerte que nos han regalado 
sea la fuente de nuestro nacimiento, 
y que nuestro oscuro tejer y deshacerse 
esté recordado por el hilo de la pretendida. 
Sabemos que el canario y el perejil hacen gloria 
y que la primera flauta se hizo de una rama robada.

Nos recorremos 
y ya detenidos señalamos la urna y a las palomas 
grabadas en el aire escogido. 
Nos recorremos 
y la nueva sorpresa nos da los amigos 
y el nacimiento de una dialéctica: 
mientras dos diedros giran mordisqueándose, 
el agua paseando por los canales de los huesos 
lleva nuestro cuerpo hacia el flujo calmoso 
de la tierra que no está navegada,
donde un alga despierta digiere incansablemente a un pájaro dormido. 
Nos da los amigos que una luz redescubre 
y la plaza donde conversan sin ser despertados. 
De aquella urna maliciosamente donada, 
saltaban parejas, contrastes y la fiebre 
injertada en los cuerpos de imán 
del paje loco sutilizando el suplicio lamido. 
Mi vergüenza, los cuernos de imán untados de luna fría, 
pero el desprecio paría una cifra
y ya sin conciencia columpiaba una rama. 
Pero después de ofrecer sus respetos, 
cuando bicéfalos, mañosos correctos 
golpean con martillos algosos el androide tenorino, 
el jefe de la tribu descendió la escalinata.

Los abalorios que nos han regalado 
han fortalecido nuestra propia miseria, 
pero como nos sabemos desnudos 
el ser se posará en nuestros pasos cruzados. 
Y mientras nos pintarrajeaban 
para que saltásemos de la urna cineraria, 
sabíamos que como siempre el viento rizaba las aguas 
y unos pasos seguían con fruición nuestra propia miseria. 
Los pasos huían con las primeras preguntas del sueño. 
Pero el perro mordido por luz y por sombra, 
por rabo y cabeza; 
de luz tenebrosa que no logra grabarlo 
y de sombra apestosa; la luz no lo afina 
ni lo nutre la sombra; y así muerde 
la luz y el fruto, la madera y la sombra, 
la mansión y el hijo, rompiendo el zumbido 
cuando los pasos se alejan y él toca en el pórtico. 
Pobre río bobo que no encuentra salida, 
ni las puertas y hojas hinchando su música. 
Escogió, doble contra sencillo, los terrones malditos, 
pero yo no escojo mis zapatos en una vitrina.

Al perderse el contorno en la hoja 
el gusano revisaba oliscón su vieja morada;
al morder las aguas llegadas al río definido, 
el colibrí tocaba las viejas molduras. 
El violín de hielo amortajado en la reminiscencia. 
El pájaro mosca destrenza una música y ata una música. 
Nuestros bosques no obligan el hombre a perderse, 
el bosque es para nosotros una serafina en la reminiscencia. 
Cada hombre desnudo que viene por el río, 
en la corriente o el huevo hialino, 
nada en el aire si suspende el aliento 
y extiende indefinidamente las piernas. 
La boca de la carne de nuestras maderas 
quema las gotas rizadas. 
El aire escogido es como un hacha 
para la carne de nuestras maderas, 
y el colibrí las traspasa. 
Mi espalda se irrita surcada por las orugas 
que mastican un mimbre trocado en pez centurión, 
pero yo continúo trabajando la madera, 
como una uña despierta, 
como una serafina que ata y destrenza en la reminiscencia. 
El bosque soplado 
desprende el colibrí del instante 
y las viejas molduras. 
Nuestra madera es un buey de peluche; 
el estado ciudad es hoy el estado y un bosque pequeño. 
El huésped sopla el caballo y las lluvias también. 
El caballo pasa su belfo y su cola por la serafina del bosque; 
el hombre desnudo entona su propia miseria, 
el pájaro mosca lo mancha y traspasa. 
Mi alma no está en un cenicero.

28 comentarios:

  1. Mi alma no está en un cenicero, recuerdo que lo leí en el colegio, inaudible, una tremenda estocada del gongorista mal queso, o simplemente Quevedo, simplemente Quevedo. Donde Gracian oficia de cura escondido.

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    1. E a ve maría, te la comiste pues. Hay ;ezamas en todo el continente. Uno por cada universidad que no logran comunicarse.

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  2. El buey de peluche, se robó el poema, algo imperdonable.

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  3. Soy tu otro anónimo, y creo que no entendiste el poema;es como si lo fuera, un oráculo chino, y lo es al final

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  4. Monstruoso, completamente monstruoso, o terrific.

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  5. noticia de última demora:

    con Bod Dylan aún en el esófago, el jurado
    del premio Loewe de poesía premia a un letrista
    de Joaquín Sabina…(José Ramón Ripoll) así anda
    de pija lija la poesía española, sin ventoleras en el frente ni cuescos en la retaguardia…

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  6. Alba Orozco Migue24 de marzo de 2017, 5:47

    Tengo miedo no es el titulo de un libro de cuentos de Virgilio Piñera, hay que corregir porque esa frase la dijo el poeta en una conferencia de Fidel al inicio de la revolución. No me queda claro cuando El Ché hizo esa barbaridad, en dónde puedo consultarlo don Gabriel?

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    1. 63 Escenario: la embajada cubana en Argelia. Protagonistas: el Che Guevara, de cuerpo presente, y Virgilio Piñera, a través de una edición de su Teatro Completo.

      "Che Guevara está allí, de vuelta de un largo viaje a la URSS y Jean Daniel tiene la idea de un magnífico scoop: entrevistarle para L'Express sobre esta nueva y sin duda instructiva experiencia. Telefoneas al embajador "Papito Serguera" y os cita en la embajada la noche misma. Acudirás con puntualidad escarmentada, pero os hará esperar a su vez en una sala de muebles modestos y en una cuya mesa central, de patas bajas, rodeada con un sofá y dos butacas, destaca señera la edición barata de un libro: un volumen de obras teatrales de Virgilio Piñera. Apenas el Che y Serguera aparecen, antes de saludaros y acomodarse en el sofá, aquél repetirá tu ademán de coger el libro y, al punto, el ejemplar del desdichado Virgilio volará por los aires al otro extremo del salón, simultáneamente a la pregunta perentoria, ofuscada dirigida a los allí reunidos: ¿Quién coño lee aquí a ese maricón?"

      Juan Goytisolo, En los reinos de taifa, Barcelona, Seix Barral, 1986

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  7. Cronología









    http://www.fflch.usp.br/sitesint/virgilio/CRON5969.html

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  8. "Nos recorremos
    y ya detenidos señalamos la urna y a las palomas
    grabadas en el aire escogido.
    Nos recorremos
    y la nueva sorpresa nos da los amigos
    y el nacimiento de una dialéctica:
    mientras dos diedros giran mordisqueándose,
    el agua paseando por los canales de los huesos
    lleva nuestro cuerpo hacia el flujo calmoso
    de la tierra que no está navegada,
    donde un alga despierta digiere incansablemente a un pájaro dormido".

    O muy avanzado o muy retrógrado, terrible desenlace.

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  9. Arte Gajakiano, jajajajajajajajajajajaj.

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  10. Arte Beckettiano? un par de angelitos en una pelicula gay por principios. Esa parte cristiana no la sabía de Beckett para su teatro del absurdo.

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  11. 577 lectores de Lezama, desde el 22 de marzo. Un nuevo récord. yuju!!!!!!

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  12. Me gustan las cejas del Mudo. Que perfección! Leo a Lezama en el cañón del Colorado.

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  13. Clara Ponce Mieles1 de abril de 2017, 5:58

    Si José Lezama Lima era tan grande, por qué Octavio Paz y Julio Cortázar no lo metieron al Boom de la literatura latinoamericana?

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  14. Ellos le publicaron su novela Paradiso en México. Paz no fue del Boom, solo los novelistas. La novela de Lezama fue rechazada en Cuba.

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  15. Tocará socializarce con zeta. Envejecer como tu artista preferida... Y, no tirarse al suelo cuando estés borracha de desinterés humano.

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  16. Alejandra Pizarnik, la mejor poeta de América Latina. He dicho.

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Gracias por los comentarios enviados con tu cuenta de Gmail, y por enviar textos para esta secta abierta de la pequeña Andrómeda con cebollas en el mundo celeste. Si no la tienes la puedes sacar inmediatamente. Textos pueden ser enviados a gajaka@hotmail.com. e hilario.aquiles@gmail.com