viernes, 11 de marzo de 2011

"Biutiful", de Alejandro González Iñárritu, un masterpiece a ojos cerrados.


Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

Dibujo de Gajaka aparecido en sus archivos el mismo día del Terremoto del Japón. Tiene algo de japonés este trabajo fijándose bien. Dibujo para carátula del Manifiesto del neoberraco.

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Con más de dos horas de duración el filme "Biutiful" nos saca de enajenaciones imposibles nerviosas y titánicas, como no se suele decir. Nos quedamos disfrutando con la belleza estética del cine, llorando de esa misma emoción, que no es deseo ni tortura, decía yo para mis adentros. Un rompecabezas que apenas comienza con el final entre la vida y la muerte, la orilla, un ciclo de nunca acabar. Una idea de un autor que si es revolucionario (mejor inventorias clásicas) en el arte de presupuestar una pieza maestra y hacer reventar una dimensión que funciona como un sistema de ideas para todo el equipo de filmación. Así suenan las historias de la calle en un larguísimo de temporada.


Nunca nos hemos equivocado al decir que "el negro" Iñárritu (Alejandro González) es el mejor director de cine de América latina ahora, desde "Amores Perros", 1999, se le veía llegar con desparpajo, y hoy Uno de los mejores del orbe ahora partido por eje volcánico. Japón Japón que siempre se relaciona con Terremoto, en donde realizó una de las partes de su penúltimo filme "Babel".



Es con "Biutiful", la te con sonido muy británico, que nos trae con su cuarto filme la obra maestra del negro filmada en Barcelona, 2009, tierra de emigrantes y de poetas y de poderes como Hércules. De catalanes construyendo mapa en este milenio, siempre de la mano del fotógrafo Rodrigo Prieto, con sus magníficas fotografías que te dejan sin aliento (la nieve en el bosque de abedules para un más allá que te da un cierto escozor, porque solo van hacia ese paraíso los seres como el que interpreta el magistral actor español Javier Bardem), mejor dicho se queda uno sin palabrería común y corriente, mejor el big bang para este comienzo del fin. Dicen que Bardem es el mejor actor del mundo (Revista del New Yorker), su esfuerzo es indivisible, pues su voz ya lleva signos concretos.


Pasado el susto de presentar el rompecabezas, cada pieza va quedando bien armada en su larga exposición de motivos para el arte del cinematógrafo y sus congéneres. Pasa de la balada sixtina al piano sin dejar de lado la guitarra y esos sonidos que inventaron para Amores Perros. Nos acostamos con el retrato de una infelicidad y despertamos como todo el mundo a cantar, hasta encontrar la pesadilla que viven los emigrantes chinos y africanos. Dicen que por esto la Academia de Hollywood fue muy reservada y no reconoció sus valores críticos porque estos ya no existen en las potencias; una falsa y permitame decirlo una mentira para maquillar a un crítico autor a un transgresor como lo hicieron con Charles Chaplin y Don Luis Buñuel.

Vi espectadores perdidos en el filme desde el comienzo, quizás por el desconcierto, por lo anticonvencional del producto, o por la simpleza de Bardem en su papel de padre, enfermo de las próstata o simplemente relacionado con los negocios ilícitos de los emigrantes, un Antihéroe al que no estamos acostumbrados.. – Como se gana la vida de fácil, dicen los profesores universitarios, y Bardem con su Oscar obtenido como sicópata en “No country for old men”, 2008, se ríe de ellos. – Hombre, el tipo es de las Canarias y habla muy clarito con el alma, ah que pocos escuchan.

El haber llegado y el "Que hay" en la muerte son dignas de una nueva lectura, así como los contactos que tuvo en Barcelona Iñárritu con los seguidores de Madame Blabasky, el espiritismo Bentha, nos puede seducir si estamos dispuestos a hacerlo con el desinterés completo o cobrar por la necesidad de sobrevivir.

Quién no logré llorar es porque la película no le llega, y se queda a medio camino esperando la conclusión de las dos horas y media con hambre de saber la verdad muy metida en los inconscientes colectivos del autor y sus secuasones, sus amigos en la distancia, y su enloquecido club de fans en Bilbao. Sus actores naturales, los niños la esposa, catapultaron la obra con talento casí sobrenatural.

Me atrevería a decir que "Biutiful" es el mejor filme en habla hispana de los últimos tiempos, y que tiene su origen en Mexico y España, desde cuando Alejandro González y Guillermo Arriaga se atrevieron a inventar un nuevo cine con aquellos guiones revolucionarios, que hoy son de culto y relacionables.