martes, 27 de enero de 2015

Winter Sleep, de Nuri Bilge Ceylan, una obra maestra del cine y, poema de María Baranda, poeta mejicana.

OPINIÓN3

“Winter Sleep” de Nuri Bilge Ceylan:  lo mejor del cine en décadas*

Con un retraso de 8 meses llega a las carteleras estadounidenses el filme turco, Winter Sleep, luego de haber ganado la Palma de Oro del festival de Cannes. Su autor, Nuri Bilge Ceylan, ha hecho meritos con esta obra maestra filmada en la región de la Capadoccia (península de laAnatolia), una tierra iluminada por la grandeza de los milenios, Troya (Ilión), los antiguos ilios, convirtiéndola en belleza que brota como de volcanes blancos y de rostros expresivos como no los hay en otros mundos.
Basado el guión en autores rusos como Chejov y Dostoievski, los diálogos extensos, la emoción de una violencia contenida y reflejada en gestos cómicos, que a la postre destruyen cualquier sensibilidad, asistimos a lo que inventó Esquilo, el segundo actor, complementando el biopic de un protagonista, Haluk Bilginer, que antes militó en el teatro de Turquía, y que ahora se dispone a escribir la historia de ese teatro envalentonado frente al teatro clásico griego, en medio del invierno sombrío (reggio), y religioso de la Capadoccia.
Ceylan ya se había apropiado del premio a mejor director de Cannes con su filme Tree Monkeys, 2008.  Todos lo han mirado como un autor influenciado por el cine de occidente, sobre todo de I. Bergman, algo que notamos en Winter Sleep en sus tres horas y pico, llega hasta el delirio de escena, donde todo cambia de repente y desaparece sin poder regresar a los flashback de las grandes historias, pero como esto es teatro en la reverberación de la cinematografía, el oro de los conceptos humanitarios se toca y lo convierte en tragedia.
Raro, el obstáculo que le puso Hollywood al filme turco al no nominarlo para la edición del 14 como mejor filme extranjero, para vengarse ganó Cannes 14. Por lo que logro concluir que los filmes competitivos del Festival del 14 han sido refrescantes para el cine, dado el bajón de los últimos años. 
Allí estuvo Goddard con Adiós al lenguaje, que ganó el premio del jurado. Mr. Turner de Mike Leigh, que ganó al de mejor actor, Timothy Spsall, quitándole esa posibilidad a Haluk Bilginer, con todo el merecimiento artístico, pudo haber sido compartido. Compitió con Leviatan de Rusia, Foxcatcher de Bennet Miller, Maps to the start de Cronenberg, Deux Jours Une Nuit, de los hermanos Dardenne, Birdman de A. G. Iñárritu, La sal de la tierra de Win Wenders (por Francia),
Ya habíamos conocido a Nuri Bilge Ceylan en el Festival de cine de New York, 2003, con su filme Usak (Distant) con la que había ganado Cannes a la actuación masculina, con Muzaffler Ozdemir, a quien entrevistamos para un medio periodístico, con el silencio, la lejanía, el mismo que experimentó en el filme sobre un extraño en Estambul, también en invierno. 
Volviendo al filme (reuniendo todos los ámbitos creados o aparecidos en el foco), no deja de ser particularísimo ver turistas antípodas en los hospedajes, buscando paz o lugares paradisíacos. Pero los habitantes de la región conservan una naturalidad increíble, donde convergen los viejos mitos y las extrañas posesiones diabólicas con la que pernotan como si fuera pan de cada día.
La sensibilidad de la sala de proyección llena de viejitos y viejitas, unos de origen turco, allí sentados incómodamente, es un ejemplo de que el arte del cine no cansa a pesar de las tres horas, mientras yo sacaba el fiambre que llevaba para aguantar, y pensaba en Erland Josephsony Liv Ullman en Escenas de la vida conyugal de I. Bergman, con duración de 155 minutos (y 295 para la televisión).
Es el cine herido por la diversión de los supermáquinas, impidiendo la filtración de este tipo de películas que caen tan bien al cinéfilo desprevenido, a veces, y que vuelvan los filmes sicoanalíticos (odiados), los Pasolinis, y que Ceylan (1959), le queda largo trecho para continuar con sus largos, Once upon a time en Anatolia, 2011, que no hemos visto, parece ser un antídoto al mal cine, y una entrada triunfal del cine de Turquía, por donde vemos pasar a los dioses cansados pero maravillados de su obra. 
Por un chisme interesante me enteré de que el cineasta turco estuvo en Cartagena, para tratar de realizar un filme documental sobre la emigración de turcos a la costa colombiana. Hechos comprobados, y que esperamos sea toda una realidad para el cine, pues la magia de los costeños en parte viene de allá, de Asia Menor.
Bueno, ya tenemos el cine club más armadito, pues no solo de pelis en 3D sino de largos bien largos como Winter Sleep, para que vayan mejorando su concepto de mejores filmes de la historia del cine, comenzando con este, modificando las listas desde ahora. 


  • * Tomado de Viceversa-Magazin. http://www.viceversa-mag.com/

  • ***
  • María Baranda, México, 1962

  • La Santa en penitencia


  • Las bodas de las flores se dan sobre el estigma. El polen se desprende al comenzar la aurora y en un solo momento la vida se redime y entonces se retira.


    La santa en penitencia grita que pueda ser de fuerza su grandeza, bailando en este reino sin escrúpulos. Teresa es soberana en su magnificencia y con su voz de pájaro en su preñez avisa: "Escribo abierta, volando al aire y con jacintos de golpe me doy cuenta que estoy viva." Y de misterios puros se tiñó su lengua, su resplandor fue aquel fecundo encuadre con sus trenzas, sus mejillas ardiendo en jeroglíficos y en éxtasis los ángeles agradecidos lamieron el temor en su flaqueza. "Señor, lo que pasó pasó, ahora muéveme hasta el gozo y con tus alas determina quién será por mí aquel letrado único de corazón ensimismado que de provecho diga en oratorio: Perra, hagamos juntos este mundo."






    Con sólo dos o tres estambres revientan las flores masculinas. Ascienden desde el fondo de sí mismas, candentes y jugosas. A mano suelta se revuelcan, se crían bajo este cielo a medias entre luz y sombra. Afónicas marchitan y lentas agonizan.



    Hubiera yo veloz por él el mundo recorrido en velocípedo. Habría yo cruzado hasta la época clásica en fulgor y extraordinaria sobre todo en el periodo del eclipse cuando el mundo se fundó en una Acrópolis. Habría yo ido hasta la estela inaugurada en su rigor y fundamento y visto azul aquella dulce cortesana que en cuadrángulo esculpida profusamente en su dintel lo aguarda. Habría yo estado en una ciudad de oro o de marfil en armonía trazada con piedra de caliza y un tablero mural de proporciones máximas, piramidal, arquitectónica por él, enfática y cautiva entre las rocas de cantera gigantescas. De Oriente a Occidente en velocípedo habría yo ido hasta ese territorio de aves y serpientes, por edificios y santuarios, por puertas interiores y gradas ordinarias, buscándolo geométrico, animal que embellece a las fachadas. Hubiera yo por él naturalista ido periférica en ese siglo atestiguando el Nuevo Mundo entre dos ruedas, que no al hablar sino al rodar en sus cadenas, me conducen venidera en el aliento de una epopeya que él, con todo atrevimiento, aguarda.




    María Baranda


    Version de Hilario Aquiles Luna.




  • viernes, 23 de enero de 2015

    Si señor, este poema (Canto III) de Carlos Obregón, puede ser el mejor poema místico de la poesía colombiana.


    CANTO III *
    Toda la luz sobra si la fe que nos guía
    no colma nuestro viaje. Más allá de la nieve
    está el fuego que en el fondo crepita, tutelar,
    para los ojos que miran hacia adentro
    con el anhelo de las aves caídas.
    Después de las palabras queda el eco
    de un fervor ignorado que se pierde en la fronda
    que tejen nuestras tardes de contemplar callado
    y hacia donde existimos renace nuestro olvido.
    No un simple paraíso donde el cuerpo fuese
    el dios de sus placeres, sino un estar dentro
    de lo que siempre es río, la delicia misma
    que desde el centro estalla, florece y se despliega.
    No otra cosa perdimos y ahora sólo quedan
    cenizas y ascuas en las manos del ángel
    que desde un nuevo umbral nos invita a gustar del misterio,
    y vivir es avanzar en su reclamo y esperar el retorno
    en las horas desiertas que caen hacia la noche.
    ¡Si siempre nos golpeara el amplio murmullo
    de las alas eternas! Porque no sólo faltan
    palabras de mar, hogueras bajo el viento,
    sino una intensidad más cerca de los labios
    que aún después de que las ascuas los ungieron
    no pueden proclamar lo que han gustado.
    ¿Quién, más allá del rostro que iluminó la Noche,
    se atrevería a avanzar su soledad
    hasta el fondo del vientre y allí rescatar
    todo el olvido? Pero aun si la gran bóveda
    sólo fuese esto: un vientre -hay algo más
    de raíz y de ángel que en la carne progresa
    hacia la plenitud de otro fruto celeste.
    La criatura es pregunta: la espera,
    el vuelo pensativo de alguna hoja que cae
    en la visión dorada, dejando más acá de los ojos
    lo imposible y lo arcano; y que no sea
    la puerta estrecha que se abre y nos despide,
    porque aquí, con la paciencia de la tierra,
    está la misión de nuestras horas.
    Dios cubre de eternidad nuestra pupila
    y su silencio de fuego posee nuestro lenguaje,
    mas el hombre, en tensión rebelde,
    sólo espera que los ojos, cual pájaros de exilio,
    se adentren voraces en la hondura del viento
    tras los astros que queman su plegaria en la noche.
    Hontanar de auroras fue el éxtasis ardiente
    del alma por los poros; luego, el tiempo,
    el nuestro, el que en la carne late,
    hincó de nuevo el ojo en la simiente
    y un insecto solemne agonizó en las grutas
    con las flores marchitas y los frutos sedientos,
    y el río y su transcurso de dios ebrio
    fue de nuevo avidez y lamento. El mundo se apaga,
    huye con el humo y nada queda en las manos
    si lo que ellas palpan no es algo más antiguo
    que el terror o el deseo: incendio estelar
    que a veces nos llega como rito que en el tacto florece,
    gratuito y ungido, desde un fondo remoto.
    Pero nada sabemos: sentir sólo es primicia.

    Carlos Obregón (1929-1965).
    *Tomado de la revista PUNTO SEGUIDO 57, de un articulo de Eduardo Peláez P., que ha hecho una traducción al francés de toda su obra poética (102 poemas), inédita.


    sábado, 3 de enero de 2015

    Mejores poetas de la América Hispana: Juan Ojeda




    Poema de Juan Ojeda (1944-1974)*

    SOLILOQUIO

    Para el que ha contemplado la duración
    lo real es horrenda fábula. Solo los desesperados,
    esos que soportan una implacable soledad
    horadando las cosas, podrían
    develar nuestra torpe carencia,
    la vana sobriedad del espíritu
    cuando nos asalta el temor
    de un mundo ajeno a los sentidos.

    ¿Qué esperarías, agotado de ti
    o una estéril música,
    cuyo resplandor al abismarse te anonadaría?
    Pero tú  yaces oculto o simulas alejarte
    De lo que, en verdad, es tu único misterio:
    en la innoble morada de la realidad
    nutres un sentido más hondo,
    del que ya ha cesado todo vestigio humano.
                                                                           Y destruyes
    El reino de lo innombrable, que en ti mismo habita.
    ¿Qué esperarías? ¿Sólo madurar?, descendiendo,
    en una materia más huraña que el polvo?
    Nada hay en los dominios frescos
    del sueño o la vigilia.
                                                   Así
    he considerado con indiferencia mi vida

    y debemos marcharnos.

    *Poema extractado del libro ASYMETRIES, Anthology Of Peruvian Poetry. Cardboard House Press, 2014.


    Post Scriptum al poema


    I

    Todavía me piden prólogos, y los escribo, sobre todo a jóvenes poetas, quizás eso los impulse, y lo mejor sería caerse al abismo del burro o el burro en el abismo de Lezama Lima, o no caerán, y se irán por las ramas de los árboles gritando por una energía que no supieron aprovechar.

    Pero este poema del poeta peruano Juan Ojeda te deja frió la primera vez que lo lees, pues es, como, un Manifiesto de la poesía de los sesentas en el Perú, llámese (Trascendental) o como se llame. Y ha sabido aparecer de la mano de los editores de Asymmetries (2014), y uno más de mis decenas de antologías del Piru, no solo para la cena, siguiendo la flauta encantada de la vida por los montes de Chimbote.

    Allí está Luis Hernández Camarero, el poeta con más fans que yo haya conocido, claro, sin contar los de Vallejo, y Borges. Tratas de dejarlo, y volver rápido a tu libro de cabecera de algún poeta polaco, trata de ejercer brujería, o mejor espanto de conceptos que afortunadamente compartimos ahora, José Watanabe, Javier Heraud, Rodolfo Hinostrosa, ufff, se queda pegado a la silla, se despereza como el gato peludo.

    Yo diría que algo de Lezama, de sus Aventuras Sigilosas. Otro más que dijo adios, a lo Oquendo de Amat, Varallanos, para nunca regresar, celebro el regreso de Juan en esta antología  de la poesía de una República cualesquiera, quiera o no el que galicado calcinado.


    II

    El terreno es conflictivo, escribir un ensayo académico sobre un autor por un poema de 12 o 13 lineas, soneto en vela, las teorías del verso libre, esa es la antología que deseamos de los poetas hispanos, la tejedora siniestra que ve pasar el tsunami. Ojeda, Rámirez, Belli, Hernández, Hinostroza, Verástegui, Vallejo (full cancionero de sopa disputada por dos naciones: la inca y la maya).

    El Perú que se dejó morir de embeleco, la toldilla de los cazadores de ambos bandos (la banda borracha), La teta asustada, este pedazo de miedo innombrable, borriquillo a tanta amnesia:



    "Pero si oscuro va el bosque,


    lo que ocultas (aquí está) va más oscuro todavía:

    ¡remolino de hechos que vomita

    un incendio antropomórfico, mi cuerpo

    como látigo se agitaba contra mí

    con el peso del ojo en la mirada!" (Juan Rámirez Ruiz).



    Gabriel Jaime Caro (Gajaka)