viernes, 30 de octubre de 2015

Aniversario de Teresa María Gallón, musa de poetas en los años venideros del siglo XX cambalache..


Homenaje al cumpleaños 105 de Teresa María Gallón (31 de octubre de 1910)



Teresa María Gallón, 1910-2012. Tampoco también todavía, llamada Teresa Lexama. Foto de Luz Angela Rendón.


Antonio Curis*

Habla la Muerte

No mires
no me mires

Parecerá que me rompen el cuerpo
parecerá que coagulan
parecerá de cristales mis huesos

No me mires a los ojos
se regodean con la superficie

La seda del jazmín
no fuera de nada
sin su raíz debajo
y la raíz no conoce el perfume
que ruboriza a los enamorados.

No mires
solo quiero tu risa
volando entre los árboles
en las alas de tus dientes
grandes e imperfectos
en las alas de ese niño

Y esa niña
que viajan en su barca
el río de tu sangre.

*Leído en el funeral de Teresa María.

Teresa María Gallón murió en la media noche del 14 al 15 de agosto del 2012. 

*Había sido enviado el poema por el correo electrónico, ese mismo día, copiado en una hojita de rayas, próximo a salir a la misa de las cenizas. Y recuerdo que el correo era de Antonio Curis (poeta uruguayo, de la primera vida de Realidad Aparte) ; cómo hice, si no soy un sicótico,  haberle escrito por la mañana sobre la infausta noticia, “Morir de amor”. "Habla la muerte", por supuesto.

Pero sucedió, y Curis corrió a escribirlo, y llegó justo antes de, por fin hacerle un homenaje a la muerte de mi madre, el más grande, despedirla con la lectura de un poema. La iglesia quedó helada y petrificada, y eso que el sacerdote era un charlatán, que poco o nada le importaba la muerta de una anciana de102 años, a no ser que tuviera 50 nietos. Mi madre tenía 10. Pobre pensamiento de un cura común y corriente. Casi no me deja leerlo, ni tampoco a mi hermano Raúl, decir unas palabras con bastante humor. Yo impávido.

Antes habían llegado Manolo Tamayo y el poeta Carlos Enrique Ortiz, y nos encerramos en mi cuarto haber que se hace con el triste momento, y saz, nos fumamos un porro, que hermandad, corrí hacia el baño y chapuceado, viví la vida que ella antes me había celebrado. 




Teresa María Gallón junto a sus 5 hijos, Guillermo Caro, Gajaka, Raúl Caro, Hugo Caro, y Emilio Caro, inclinado. New York, en la noche de año viejo de 1983. Tere está embriagada, medio borracha y feliz con todos sus hijos; se había tomado media de guaro por lo menos, como le gustaba el aguardiente sin llegar a ser alcohólica, cada año por la cuaresma tomaba.



Sobre los usos de la marihuana, conservo el cuadernillo de notas científicas de mi abuelo paterno, Emilio Caro Duque (odontólogo), que anestesiaba a sus pacientes con dosis de esta sustancia (“Con pequeñas dosis el paciente perdía el miedo, y se relajaba, algo que no pasaba con otros químicos”), en 1905, y que recomendaba consumirla a las personas que sufrían por la muerte de un ser querido el día del funeral en vez de antidepresivos (como Valium o Diasapan).  Fue prohibido su uso medicinal en 1930, por la fuerte competencia con otros fármacos.  No en vano me tocó seguir sus consejos para noches tristes.

Mi madre componía, es decir sobaba y arreglaba a las personas fracturadas, y nunca falló, hasta los 88 años, que le arregló un dedo fracturado a Mónica Mendez. Tere decía que aprendió de  tías y de su hermana Maruja; charlaba de que la abuela paterna, Roxana, viajaba por toda Colombia y Panamá, solicitada por sus manos milagrosas. El Papa León XIII la condecoró por curar de una fractura de pelvis al obispo de Panamá en 1900.




Teresa María Gallón, modelo del lente del poeta Alonso Mejía, una tarde de verano por el Riverside de Manhattan, a sus 84 años. Manhattan viene de Mahabarata, no cabe la menor duda.

Amparo Vargas, nuestra amiga y yo, rezamos un Padre nuestro y una Ave María. Jesús mio misericordia no faltó, a lo que consideraba ella un llamado del purgatorio, a la que dejamos a solas con su Dios (tan segura de su comunicación) que venía por ella, tan carismática. Tan actriz, ver "La elegía del poeta hermético".

Emilio, Emilio (Emilio, su hijo, su esposo y su padre), era el llamado constante en su larga agonía. Guillermo y Hugo no pudieron llegar al funeral, desde Nueva York. Recuerdo que dijo, saquen los perros del cuarto de baño, y no teníamos perros, no apaguen la luz. La nave con Caronte la esperaba para el cruce por el Leteo.

Raúl se encargó del funeral en Santa Teresita, le pedí música clásica, de cuerdas. El alma de mi mamá empezaba a volar. Mis amigos me acompañaron esa noche (Teresa María fue la reina de los poetas neoyorkinos, la crítica exacerbada de mi poesía). Yo seguía absorto, deseoso de una sacudida, y esa llegó, el poeta Eduardo Peláez me llamaba y me decía, La muerte de la madre es el comienzo de la vejez del hijo.

Al poeta Tartarín Moreira (Libardo Parra Toro, compositor de tangos para Agustín Magaldi, entre otros), le escribió mi madre: Enfermo estoy cuando pienso loco, inmensa agonía sin sentir padezco.


Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

N.Y.C.

Oct. 30/2015



Teresa María Gallón viuda de Caro, con su gran amiga, Amparo Vargas. He aquí las manos maravillosas de mi madre, lúcida imperfecta ver claro tenía por mente, veía más que Borges, que sus hijos y sus damas de compañia. Foto archivo de Gajaka, 2012.





Virgilio Piñera*


De una vez y por todas: ¡a la mierda la muerte!
Mientras más me acerco a ella o ella a mí,
ni yo sé quién soy ni qué soy, le digo,
pero tú tampoco sabes quién ni qué eres.
El hombre te inventó o te dio nombre al menos,
tan sólo eso, que apenas si es algo,
una manera como tantas de infundir terror.
Pero conmigo eso no va, mi hermana.
Y menos, hacerle el juego a tus ritos.
Con los miles de millones de muertos
que conocemos, nuestra visión de ti
tendría que ser más bien risueña
o tan mecánica como la que ponemos
por ejemplo en el papel higiénico.
Si alguien osara en una noche
poblada de relámpagos, ululante el viento,
y todo el decorado de muerte chopiniana,
si alguien osara, digo, en medio de los suspiros,
coger al muerto por los cabellos
igual que a una peluca inservible,
y decir, con voz muy natural:
ya no es como nosotros, y aquí, señores,
no ha pasado nada, ¡y siga la fiesta!
De modo que en vista de la muerte,
de la muerte natural por supuesto,
mucha naturalidad, tanta
que hasta el muerto se vuelva natural,
tan natural que se entierre o se queme
sin derramar una lágrima.
Tenemos que reservarlas
para cuando nos duelan las muelas.
Y si digo la muerte natural
es porque las provocadas
por la mano del hombre contra otro,
no han de ser lloradas por muerte
sino por vida que la vida
no segó a su hora.
No practiquemos el culto de los muertos,
¿acaso podemos pedirles
que practiquen el culto de los vivos?
La comunicación se ha cortado:
ni nos hablan ni nos oyen.
Hablemos pues con los vivos,
hasta que podamos.
1974

*Colaboración del poeta Jesús Blas Comas.

                   



*

Teresa María Gallón, la reina de los poetas, en la noche de la celebración de sus 100 añitos, la noche de brujas del 2010. Nicole Fernández, la nieta de Amparo Vargas, allí presente.

sábado, 24 de octubre de 2015

Roberto Rico, un poeta mexicano de Chiapas, de los poetas Barrosos de la primera década del 2000.


PICASSO

Del poeta Roberto Rico, supe por el poeta Jesús Blas Comas, bastante desconocido el chiapense, ha publicado tres libros en la década del noventa en México: Reloy de Malvarena, La escenográfica virtud del sepia, y Nutrimento de Lázaro. Considerado Neobarroso en el 2000. Ya Nestor Perlongher, el poeta argentino lo había creado en los 80s,\. Encantado de tenerlo entre sus invitados, cualquier día en el Hades de twittero. Publicado en los bloguer de poesía que son poco leídos: Eco Negro, y Crítica.
Salió en la antología de veintitres poetas latinoamericanos de Eduardo Milán (Pulir Huesos, 2007).
Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka).

Algunos poemas, los que parecen completos y los otros instalados, escuchando el cuento de Paracelso.

Roberto Rico, Cintalapa, Chiapas, Mexico, 1960

Hipocampo de Troya
Con un cor­cel marino entre sus páginas
a modo de lec­tura señalada,
el corazón deviene frente a la coz del escocés con soda
que merced a girante,
loco­movi­ble mez­clador de bebidas (emblema
pub­lic­i­tario de la fonda)
agita, esmero y égida, la zurda.
En ocio la con­traria mano
pone en ser­vi­cio al mondadientes,
mala cos­tum­bre sana hoy en desuso.

La tarde, mere­triz entrada en huesos,
arroja su siete de espadas
a la cará­tula romana de un col­iseo en bancarrota.

Sobre­viene la noche. En abandono
de su suerte, el esbelto percherón de vinil celeste
se rinde al trote de ácido der­rotero. Su estampa de hipocampo
galopa nudos incontables.
Calei­doscópi­cas maque­tas de acalo­rado iglú se resquebrajan.

De allí que ostente enjun­dia el pura sangre
sofre­nado en hiali­nos bor­des. Con ello a su jinete
le fuera símil refro­tar el seno caído de amazona
que apoy­ada en escuadra de su codo por­fi­ara grá­fico helenismo
desde el extremo opuesto de la barra.

Ver­te­bran luces diurnas
la ciu­dad poseída, aliterada
troy­ana som­bra que al hundir espuelas
con el agua hasta el cuello cam­bia de yegua a la mitad del río.

 La pensión de Filoctetes

Huéspedes del virtuoso Filoctetes
en nada nos aflige sabernos forasteros.

Opaca nuestras penas el múrice encendido.
El guante bruno y las rosáceas yemas,
la penumbra y el alba, se acumulan
sobre el herido pie.
La cicatriz del sueño, los odios en urdimbre,
nos inspiran confianza para pulsar el arco.

Bajo cobijo de una gruta
aguardamos dictamen del Egeo:
los dioses en asueto,
meridionales liras;
una forma visible, un domicilio y un nombre;

domesticar el canto en las aljabas del eco.



(de Reloj de Malvarena)


NIÑO QUE PIERDE AL ÁNGEL DE SU GUARDA

Rehén de un titubeo
limítrofe al valor,
el infante se esfuma entre la nube
trepidatoria del arado vértigo.

Con él, desaparece
la monarquía del ángel centinela.



[selección de textos]

Episodio al vapor de unos cabellos

Contra el boquete donde aún valdría
llamar espejo al agua dulce varada sobre el óxido,
planta la faz; con ella, su media filiación de hurí
desdeñosa, diríase lejana. Desde los estribos
de la conformidad, el dorso vuelto configura
su vis de potra, erguidos bajo el ventilador los pechos.
Secar la cabellera:
fatiga sólo pensarlo.
Cubriéndose el escote
manos al hombro, deposita
sobre la frente del dormido
barruntos de una fresa macerada.
Termina de vestirse. Salen
sus cabellos mojados a disuadir el orden de las nubes.

El acostado se despeja. Actúa
según la circunstancia de haraganear en torno suyo el estro
semiárido del Camel de reserva.
Rememora,
recibe a flor de labios
la pionera rondana de un pezón:
discernido, coránico trasmundo
del que resiente aún su sedimento
cuando sale del cuarto
y el contrito esmeril de la llovizna
modifica los planes de abandonar ileso el escenario
de lunas embebidas por Khayyam,
acto seguido recicladas
ante la intromisión afable del camarero que consulta
si el señor apetece un entremés
o desde ayer querrá un aperitivo.

domingo, 11 de octubre de 2015

Diego Rivelino, un poeta colombiano, que navega en las aguas neoyorkinas con salivas proteicas.


Prólogo a “Malparidez”de Diego V. Rivelino (Born Colombia, 1977)



“Lo único que no es pequeño es el poema” Alberto Girri.

Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

Lo que si queda claro, es que nuestras conversaciones comienzan en el intertexto, más acá del contexto. Y así la tarea de soñar, reparación del lenguaje, un poema que suene a Bestial, tan exclusivo  de su misma escuela, que la revienta Diego Rivelino en maracanazo poético.  Son las llaves opuestas  lo mismo un tren y una carrilera, y hace un tronar, compartido a la vez con Umbrella House, con Ricardo L.Peña Villa, a quien le decías poeta, y llovieron los manifiestos en “Sinasco” (Tríptico), acuso apoyo de una endecha (“Tres palmadas al amor”) , que no era exactamente como las búsquedas de otros poetas por Ezra Pound y  T.S. Eliot, Lezama, que a pesar de la marcha, en la de antibush salimos a la calle indignados, muy unidas las etapas y los últimos instantes. Éramos  un faro, un roble, el afán sin  afán convertido en espera, Rivelino paradójicamente es un elegido de estas tribus que yo encontré establecido dizque donde el enemigo.

Cómo sacó adelante unas ganas de hacer un libro de poemas, “Malparidez”, Diego ha sido tentado por Hollywood para sus pelis de taco y vieja, compite en teatro con Lawrence Oliver (y valga la exageración), “Aléjate hijo de las iglesias”.  Total, la danza que tienen al fin sus poemas restriegan nausea, un espíritu solidario contra otro destructivo, esta vez por la abundancia que nos permite algunos saltos, un alma que corroe las sepulturas, no cabe duda directamente de aperturas exigidas por nuestro Medioevo sin máquinas.

¿No le faltó en este triki traque, un poema a La Atlándida?, ahí en su textico, por Platón le escribí como mi única herencia. “Catalina la O”, orquestado por el dj del diablo, mezcla no muy mezcla (mix) de Andrés Caicedo y Nadaismo de los 80s, toca sabroso ritmo, mira yes boy neoyorkino. Pelea con el dj, y se armó la gorda, todos viendo el ridículo, desvariadas notas del absurdo, yo soy un absurdo, aunque lo otro sea lo memorable, helos apretaditos en el bucéfalo.

Un mundo, que es submundo (ya nadie cree en el subconsciente, porque nunca aprendimos donde estaba con nuestras manos en el cerebro), y lo interpretábamos todo con el diccionario del Peccus. Es también subsuelo, patético otro, frente al subsuelo de praderas infinitas sin retroceso.

Llevan el ritmo entre los pies, cómo se llama, pregúnteselo al verdadero Rivelino. Quisieras tu tener compinche con el profeta Gonzalo Arango, y si, salirle a uno el pontífice nadaista de New York a la vista de los otros pontífices exnadaistas, una  verdadera irreverencia que se frustró, porque casi no había nada de poesía o difícil parir otro igual, más allá de los manifiestos del Nadaismo (Pontífice, como lo llamó Jota Mario a Ricardo león Peña-Villa); peores son los gritos de los trenes ausentes, y sus dioses de carne y hueso, y este Jazzecito supremo que le sale al paso, con el cumpleaños de Billy Holliday, y de Héctor Lavoe, en el verano de julio.

Malparidez (Cosmoagónico fue su primer intento de bautizarlo), cualquier nombre que le quisieras dar, yo dirÍa CASUAL IMPERFECTA atraviesan las higueras  del viejo Gothan, los sibaritas de los Beatniks boricuas en el Nuyorican Poets Café, revista ilustrada de poesía Realidad Aparte (Segunda Vida), Revista Casa tomada, la muerte de R.l.P.V. (2011), y la irrupción de un volcán de ideas hasta que sus mismos dioses derraman la picardía con la flor negra, hasta el mismo hospital sin par con alteridades provocadoras, dentro tribus, murallas, perfomer de un canto mahometano en el Instituto Cervantes, contralto con Nicolas Linares, Criistian Cuartas, la flor innata de nuestros desordenes , casi siempre segundas partes, y el bueno es el que se marchó: el imigrante hispano. Las ratas del sótano (“Balada de otoño”).



Los poetas, Diego Rivelino, y el poeta peruano, César J. Sánchez, lanzando sus poemarios en Centro Cultural Barco de Papel.


II

Esta vez desde los búfalos, “Hubo una inquietud/ y fue inminente el terror a la soledad”, una desnuda naturaleza, metáforas sinuosas con manto sagrado. un mantra/ pero el animal irreconocible/ se colaba en sus códices,/ en el espacio negativo de sus jeroglíficos,/ en lo deficiente de su erecciones”.

La metáfora lívida, el Colectivo de Poetas de nueva york, la continuación de su “Arte bestial”, la Maratón Cultural, y todavía hay tiempos idos para la sentencia “Oh fabios…”. uno no es más que la cuenta regresiva de sus holocaustos / y la mortaja bajo la redonda sombra de los buitres”. Siguiendo la locura de Leopoldo Panero, el poeta maldito: “El cuerpo, ese impostor en el retrato”.

Ya que puedes eliminar “Memento Mori 2, ahí queda la constancia. Vamos ahora en el tren M, con nuestros apocalipsis que son del todo salvaguardados. Le sugeriría dedicar su poema “Skula puvlica 188” a Silvia Plath o a Virginia Woolf. Periódico La vecindad”, Librería Barco de Papel en Queens, con su gran anfitrión, Ramón Caraballo (librero estrella). Nos conocemos por los micrófonos abiertos de Barco (Por el poeta que da la pincelada, faltándonos el martillo nietzcheano).

Bebo la usurpación de la conciencia en un café negro/ y lo que fue sepia,/ película muda, un pelo, ahora es la taza vacía y se la lleva un mesero”: esto es un verso malo, pero lo salva el piropo al final, y se la lleva un mesero, un estilo para mejorar, acá donde ya no hay pontífices, donde se roba al muerto para que pase una temporada mejor en la memoria.

“Padre tiempo” con el adagio para violín de Albinoni, que no desdeña la completa libertad se deja decir en el poema, cárguesele a la víctima. Y Rivelino baila como el sufí de la Capadocia.

III

Sin estrategias supermodernistas, la curva que cada daimón ejerce con su pudor, la crítica a la poesía del XXI tendrá que ser implacable, huir de su mano destructora o acógela sin temor. Administra los bienes de “Malparidez, un cielo herido, una osa blanca desaparecida, un perro domesticado ahí frente al otro perro nazi, una era de lenguas romances en estrellas u otros soles, integración a luchas solidarias, que el poema sea amuleto, y no solo vino de escasos segundos, como decía Alberto Girri, “lo único que no es pequeño es el poema”.

Este dictum mallarmeano, El mundo entero existe para el libro, y viene a parar en él. Antes bien, el mundo existe para la imagen, y viene a reflejarse en ella”: imago-mundi.

Al chuchaqui tiburón chileno (Gonzalo I. Paredes).



Última presentación de Poetas en el sótano, en septiembre del 2013, en Barco de Papel, con Diego Rivelino, Criistian Cuartas, Pablo Gamez ( el director de la obra), Gajaka, Raúl Martinez y Guido Cabrerizo (Raúl y el boliviano regresaron a su país de origen), Nicolas Linares (Que actuó en la obra), entre otros. Lo que más me gusta de esta foto es el barco en el aire que hacemos con nuestros brazos, Nicolas y yo, el reencuentro, para después recoger ausencias.

Diego Rivelino, Cali, Colombia, 1977.

Poemas de su libro MALPARIDEZ, 2015.

En el Origen

antes que erigieran los grandes templos
cuando la mujer y el hombre eran uno
y frente al fuego desgarrando al búfalo
miraban con júbilo su corazón caliente
aun palpitando entre sus dedos:
se despojaron de su infancia
supieron el secreto
tan profundo como la caverna
donde enterraron al gran padre
y allí, en ese instante
mirando el insondable abismo en su sombra
quedamos todos separados.

La extrañeza

Al principio era un animal innombrable.
Aleteaba entre los hombres,
se zambullía en sus hogueras.
Se desconocía el algoritmo,
el palo justo,
la piedra perfecta,
cualquier cosa que repitiera su belleza.
Hubo una inquietud,
la primera palabra nombrando el primer objeto
y fue inminente el terror a la soledad;
ahora había bocas que alimentar,
territorios por conocer
y ese pedazo de estrella incrustada en la aorta
que llamaron nostalgia.
Unos cuantos hallaron consuelo fijando su mano roja en la roca,
en un garabato eternizaban lo que creyeron era su cuerpo
y postergaban al azar el día de su muerte. 
Era un murmullo a la caída del sol.
Después de largos debates en las plazas de sus tempranas ciudades,
los sabios corrían a sus aposentos
y llorando de miedo inventaban más dioses.
Resolvieron con un velo,
una pirámide,
una clepsidra,
un mantra
pero el animal irreconocible se colaba en sus códices,
en el espacio negativo de sus jeroglíficos,
en lo deficiente de sus erecciones.
Con los siglos, bajo el ojo inmutable de la razón
lo percibieron en la música
pero ésta era una terrible disonancia y los violinistas se quitaban la vida
si no atisbaban a la melodía del innombrable.
Allí está, intúyanlo,
parece acechar pero saca la lengua
y parapetado, hermoso y silencioso
marcando el último punto

 Anatomía

Uno consiste en la diaria entrada y salida de su casa
unos labios partidos
un imparable flujo nasal
la intrínseca división de unas tripas
una erguida postura para las fotos
y la incansable lucha por lo que se carece.
Uno no es más que la cuenta regresiva de sus holocaustos
y la mortaja bajo la redonda sombra de los buitres.
Si uno cuenta con suerte
halla un viejo objeto debajo de su cama
que lo corona con fama, fortuna
y un hocico nuevo que llena de cocaína.
A veces
si continuamente se muda de pieza
y revolotea fogoso de enamoramiento
uno es tan patético
que escribe poesía.



 Diego Rivelino, Poeta, Colombia.




Rivelino, el astro del futbool, Brasil

Nature boy
En este encierro que vive en mi encierro
he jurado ver mis ojos, mis verdaderos ojos.
Máximo Ceniza
Entrar al callejón sólo por el jazz.
A veces un tecato buscando el templo de la jeringa
merodeando el lugar como el irremediable síntoma de un tiempo.
El trompetista Franziquini
que al ganar un juego de dados
consideró la posibilidad de la hazaña.
Franziquini con tumbao de pimienta en la ropa
y soltura de mente entraba al callejón.
Su novia Zambia
con un cigarro encendido entre sus apretados labios
la ambigua disposición de sus tetas caídas
piernas cruzadas, una cicatriz en la rodilla y otra en el mentón
esperaba justo abajo del neón que decía: “jamás”.
Franziquini quería la erección del metal a la noche
de su nota a la nota
tocar la trompeta como Franziquini sabía tocar la trompeta
al máximo brillo del cobre.
¡Toca, toca, toca! gritaba la fauna al unísono
redoble de sus botellas.
Zambia, en su esquina roja, tarareando la muerte
apagando medio cigarrillo en la suela
se acomodaba para el show.
El trompetista con el rostro ardiente
sobresalía ante la llamarada
que crecía en un bote de basura.
Tocó.
Sonó.
demonio en el siglo 20
el Nilo en la noche del éxodo.
catedral derrumbándose
ráfaga gaseosa tras la gacela.
Zambia era un hongo que le salía a una grieta de la noche
y acompañó a Franziquini hasta el último acto.
Horas más tarde
una carne seca
unos nervios raídos
un corazón hervido
se parecen a Franziquini
Junto a él,
bajo el neón que decía “jamás”
su beso,
la morena Zambia
temblándole el cristal en sus ojos
le contaba a los curiosos
de un niño perdido en un bosque lleno de sol


Horapico

La ciudad conspira
y el tráfico es animal
y la propina está incluida
y las meseras malheridas de noches
nunca terminan en besos.
Y la ciudad conspira
desde el ojo del semáforo conspira
y hay dolor al llegar tarde
porque ser antes de la competencia
le sube el precio al sueño
y te hace poderoso para debatir tu propia muerte.
Y así conspira             
con su olor amaestrado de perra vieja
muestra sus colmillos de madrugada
y con sirenas como espuma por la boca
muerde al incauto transeúnte
arrebatándolo por el resto del día.
Conspira
y la carcajada nocturna de los sábados
pasa a la velocidad límite salpicando lágrimas
y la rata que te mira desde la basura se esconde
porque sabe que aún no ha llegado tu hora.
Y conspira
en ese silencio metálico
de palomas rotas en viejos edificios
para rayarte los nervios y respirarte en la nuca
la ciudad conspira.



El poeta colombiano, Diego Rivelino, con el poeta boricua, Papoleto Meléndez, en Centro Cultural Barco de Papel, N.Y.C.

Padre Tiempo

Tú, serpentina voraz del falo espiral macro conocedor de cada pelo
gracias por ir al grano, destructor músculo recreador del universo.
Hoy te ruego antes que nada
seas la fuerza que impulsa mi inflexión en el catre
la culminación de todos los yos en el reciclaje.
Salva a mis amigos malvivientes
que degusten las posibilidades que abren las puertas de los bares
que no todo lo que salga de sus bocas termine en el cenicero, por favor.
Que vayan por ron antes que cierren los espíritus
y abran el coco, lleven la clave
crujan hielo, hagan espuma con la mirada de su trigueña
sirvan trago y en su copa una sombrilla Peña-Villa, por favor.
Padre tiempo dame el invicto, el dígito perfecto
de aquella que se quedó en el vagón y no volví a ver.  
Borra el implacable número que me quiere marcar en la frente
el consumo salvaje desde el caoba de su escritorio.
Padre Tiempo
suena la sordina que usa el alma del negro para propagar la especie
expande monte por tus siglos, mosquitos, jaguares y serpientes.
Padre tiempo, se acaba el tiempo
tú que rompes todas las marcas
tú que burlas el afán
tú que sabes el anterior y posterior de mis pasos cuando huyo
tú que posas al rojo de los semáforos para venderle flores al hambre
no seas sólo un reflejo en la cuchara del pobre
se hambre
y que la banca caiga de una vez por todas
a los pies de un niño a punto de nacer en Uganda.
Padre Tiempo, somos tu segundo.
Deja un hilo blanco tras tu paso por la oscuridad
y que el adagio para violín, cuerdas y órgano en G menor de Albinoni
se repita incesante aun después del sol.
Padre Tiempo, sanador de las bestias más divinas
cuero e’ chivo de este malogrado verso
ayúdame a echarme un pie este fin de semana
y aleja la partida, lo enero que tiene y sus charcos de agua fría.


Materia intacta
El cuerpo, ese impostor en el retrato.
Leopoldo María Panero

A veces cruzan los cuervos sugiriéndome la idea
y se posan en la baranda
me miran a los ojos
son inevitables:
“el cuerpo es una isla infestada de pescado
un rey siglos después del jaque
la madera crujiendo en tu casa abandonada”.


  
Los poetas colombianos, Nicolas Linares, Ricardo León Peña Villa (In memoriam), y Diego Rivelino, con el libro SINASCO (Tríptico de poesía), 2007