martes, 20 de noviembre de 2012

Al menos va haber fin de las harpías, libros que se atraviesan, las poetas.




Elizabeth Torres, la poeta neoyorkina con Gajaka, en su Maratón Cultural, 2012; a su lado la sombra del ayer y del mañana. Foto de Cristancho.

La crisis del estilo

Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

Quiero escribir sobre una poeta, si es que hay una como Alejandra Pizarnik (Árbol de Diana”), la locura y la sombra, como aquella obra de teatro que agregaba humo a la sombra, en fin que por el machismo y por el machismo gay se olvidan a no ser que insistan como Marosa di Giorgio, Dulce María Loynaz, y Carilda Oliveros, en fin que de la Pizarnik se lo que saben sus seguidores místicos, y la lectura rica de su imagen.

Mi pobreza acerca de ellas es  tan demasiado que los perros comen muerde de rabia sin el bosque florido tierra aire para el trueque. Disperso en ese viento quemado de partículas atómicas abrazadoras perdidas entre las sombras cadenciosas de la casa fiel.
Rosario Castellanos alguna vez te envolvió contra los otros agarres, Octavio Paz no es más grande que Marta Trava, y ese señorcito barbajovista se tira de para atrás mientras yo levanto el libro de la difunta al viento colmado del modernismo.

Sonríe el tartarista coronado de estrellas, celda 82, Marcos índice, el artista ovni, de lo anterior, pero Reyes y Paz contra Traba y Rama, tentativas inmunes al cabo de la vida tártara.
El último libro de Mercedes Roffé me obligue a seguirla sin el fantasma de la ópera. Pero Silvia Plath es la mejor. Siglos van y siglos vienen con Emily Dickinson y su entrada al cannon occidental.

La acostumbrada muerte de los guerreros con sus autos de fé, y la quietud del mundo, tiesa y vacía, a la terrible lección de la balaustrada de Praga.

“La muralla China” nos ha hecho vivir a todos nuestras décadas prodigiosas como la del cine francés, más que todo la descripción exacta de la oración por la que siguen los amantes. Lo peor con el epitafio: “deseo estar con las cenizas de Clarice Lispector”.
Si una mujer te regala una cerveza, de ahí a la eternidad (¿necesitará entre comillas?). Dos más, vamos en línea recta, la cura del eclipse de sol, el fin de una monada.

Colombia tiene poetas en las provincias, olvidadizas: Margarita Cardona, Marta Quinónez, Lucía Estrada. Dice el académico ensayista, Jorge Alberto Naranjo, que en 1905, habían en Colombia  800 poetas entre hombres y mujeres. Y solo 12 fueron reconocidos.

Lo que necesita el ensayista es salirse rápido de la poesía, le importa chana que juana. Recurrir al doctor y pedirle explicación, la muerte es el comienzo del paraíso.
The end edén perdido. 

En la foto Gabriela Mistral y Victoria Ocampo.
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La metáfora ha muerto. 

Mercedes Roffé
Nada se parece a nada. 


La más mínima fracción de cada átomo absorbida en 



la tarea de cumplir su ínfimo mandamiento. 



Sostenerse en el ser, cada mañana, no importa qué. 



La anatomía exhausta del ciprés... La terquedad 



crispada de los pinos... El blanco inocuo del hielo en el 



dintel. 



El orín del perro del vecino traza un surco en la nieve. 

Minúsculo. No menos 

que todo lo demás. No menos 

que esta arrebatada voluntad, la inanidad segura de 

este intento. 

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De "El Coloso", 1960, de Silvia Plath

Versiones de Jesús Pardo

Canción putesca
La blanca helada se acabó,
los sueños verdes nada valen,
tras un mal día de trabajo
llega el momento de la sucia puta:
su simple fama llena nuestra calle.
Todos los hombres:
blancos, rubicundos, negros
derivan hacia su forma desmañanada.

Fijaos, os pido, en esa boca
hecha para bofetadas
en ese rostro costuroso
sesgado a fuerza de pintarrajos, hondones, marcas,
violado por cada hosco año.
Ningún hombre se le acerca
que sea capaz de concentrar aliento
con que corcusir fuego de amor en tan fétida mueca
como apuntan
mis castísimos ojos
saliendo de charco, zanja, trago.

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CUARTO SOLO 

Alejandra Pizarnik


Si te atreves a sorprender 
la verdad de esta vieja pared; 
y sus fisuras, desgarraduras, 
formando rostros, esfinges, 
manos, clepsidras, 
seguramente vendrá 
una presencia para tu sed, 
probablemente partirá 
esta ausencia que te bebe. 

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Marta Quiñónez

LXXVIII (de "No, libro de Haripalas")

No es tu sombra
la que guarda los afanes

ni tu cuerpo
el que hace el arco de la alianza
para protegerme

Es el abandono
del círculo sagrado

Es la mañana
desencadenando
los delirios
las batallas
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Lucía Estrada


Abro la noche para recibirte. En cada palabra
mis manos inician un largo recorrido hacia la sombra,
hacia lo que no es posible abarcar. Y sin embargo,
helo ahí como si quisiera traernos un pedazo de nosotros mismos,
un fragmento de luz, una sílaba cerrada en su misterio.

Nombrarte es el comienzo del exilio. Y permanecer en ti
una constante despedida. Ofrezco mis ojos a lo que se diluye bajo tu lámpara.
A la eternidad que se desteje minuto a minuto para que yo pueda entrar en ella.
Sin cortejos. Sin una guía para mis pasos.

Escribo en el polvo este no saber hacia dónde,
a qué distancia se oculta la rosa.
Nuestro diálogo es el inicio del viaje, su silencio el camino de retorno.

Es necesario permanecer a la intemperie.
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Támara Kamenszain

Soy la okupa de mi propia casa
desde que la propiedad se fue de mí
ya no tengo escritura y como en los sueños
la puerta de entrada me espera afuera
para que todo empiece de nuevo
atravieso de canto esa hospitalidad
atrás de los cuadros debajo de los muebles
se aquerencia un techo nuevo
donde hubo hogar quedan fotogramas
vos tu él el hombre con cama doble
mudado por el cuarto a la deriva paso a paso
los libros del living lo siguen arrastrados
en un maletín que se desfonda y es en el baño
donde la mochila ruge por última vez.
Hablo de un inodoro que nos traga lejos
hasta otras casas.

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Margarita Cardona Villa (“Cita del mediodía”, 2005)

Vida

Perdí un día el miedo de sufrirte
descubriendo el libro bebedor del destino
frente a la naturaleza
de aguas y tejidos
mis ojos inflamados no lloraron frente
al cadáver de la realidad
todo era un sueño y ya faltaba poco para terminar
tal vez ya habíamos pasado la mejor parte del camino
y ahora no éramos sino excavadores malditos de la tierra.



Vallejo

Hoy no ha venido nadie
qué poco he muerto
la carta resbalada en la ventana
se quedó con tus manos
se verifica en la soledad
una presencia como una deidad
oscuro es una palabra
que nadie se atreve a forjar
el miedo paraliza toda la mano


Fútbol

Ellos jugando al fútbol
yo desechando toda dialéctica
las palomas pasaban
tendría que irme para otra parte
los solitarios siempre somos sospechosos
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Anne Sexton


El asesino

La muerte correcta está escrita.
Colmaré la necesidad.
Mi arco está tenso.
Mi arco está listo.
Soy la bala y el garfio.
Estoy armada y lista
Desde mi mira, lo tallo
como un escultor. Moldeo
su última mirada a todos.
Cambio sus ojos y su cráneo
constantemente de posición.
Conozco su sexo de macho
y lo recorro con mi dedo índice.
Su boca y su ano son uno.
Estoy en el centro de la sensación.
Un tren subterráneo
viaja a través de mi ballesta.
Tengo un cerrojo de sangre
y lo he hecho mío.
Con este hombre tomo en mis manos
su destino y con este revólver
tomo en mis manos el periódico y
con mi ardor tomaré posesión de él.
Se inclinará ante mí 
y sus venas saldrán en desorden
como niños… Dame
su bandera y sus ojos.
Dame su duro caparazón y su labio. 
Él es mi mal y mi manzana y
lo acompañaré a casa.
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Eugenia Sánchez Nieto


FILIACIÓN DESCONOCIDA

Me perdí en el piso trece de un edificio de Manhattan
mujeres sin rostro dan la bienvenida
un coro hermoso sobrecoge mi ser
una flauta un piano me induce por un largo camino
olor a palo santo embriaga la atmósfera
bellos hombres muestran sus cuerpos.

La noche besa mi mejilla
en el largo corredor figuras escurridizas
se mueven ágilmente
¿A dónde me conduce este camino?
un concierto de murmullos tensiona mi espera
la tristeza construye un rostro bello pero extraño
sombras huidizas tocan mi espalda
un hombre negro sonríe y muestra sus blancos dientes.

El viento sopla por un balcón
las cortinas se mecen provocando una danza
reiterada y extraña
un bello hombre observa un lugar perdido
en su imaginación ama, penetra, se extasía
mujeres pequeñas sonríen desde diversas puertas
hombres generosos ofrecen su desnudez
la noche para el encuentro, la danza talentosa,
el piso trece, Manhattan sin miedo.
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Teresa María Gallón, la reina de los poetas neoyorkinos, IN MEMORIAM, en el apartacho de la historiadora e ilustradora de "Realidad aparte", Vicky Paz, en el East Village, Manhattan, junto  al recién llegado, Peter Diffin. 1989. Foto de Manolo Tamayo. Archivo de Gajaka.