lunes, 26 de febrero de 2018

Presentación nada inmoral, con un libro de otro autor en la mano. José María Arguedas, que nada tiene que ver con el María de Rilke.






El escritor, poeta, José María Arguedas, aparecido de una nada que es na, en otros lugares más al sur. Visión antes que determinismo literario, es que a veces sueno en Quechua.

Por Mandarin Carroll

Éramos, suena muy bacano, para qué, para nada, rasguñando como un león dormido, y saz, me llegó a las manos, compulsivo estado del cuerpo flotante al esfuerzo llegando. Fin de todos los siglos, Erdera (antología), Amor y oxidente, es un cuento de hadas, te lo tropiezas en el librero, y saz vuelve y te tumba. Gerardo Deniz. Con mi aceite de hiervas heleotrópicas.

El voyerismo de los sesentas, amor y otras historias, mira yo de química, la sopita de carne desmechada, al fin jazz, y descansa esa mano que siempre palpita. Bajen toda la Enciclopedia Barsa, que ahora gana. Y esto para una introducción al poeta y escritor peruano, José María Arguedas.

Aquel cuándo, me veías bajar por la Lima fea, no era para más, aquel ciudadano dijo que el Indigenismo había muerto. Qué había perdido identidad, y que lo confirma Deleuze. Vaya dígaselo a Vargas Llosa, no estará en el boom, pum.

Estuvo a punto de ganar el Faulkner con su novela Ríos Profundos. Lo catapultó un Perú enterito. Y se fue para la sierra a buscar tumbas milenarias. Y aquí paro para que lo escuchen cantando, de lo mejorcito de años añejos. 

Cómo no puedo quitarme el sombrero ante tu Ernesto, me quedo (embrollado sin el libro de cocina) con tus poemas que son como rizomas del 68. La pura paja, Mauricio Blanchot.

Y si nos atenemos a las mentiras de Lezama, no hubo tal maravilla de literatura indigenista. Canto y fonograma que esto va a comenzar ligerito, no sabemos si contamos hoy con suerte en la Google, y de la mano, la otra, es con Arguedas, mirando al Cuzco, en donde no alcanzaban a subir las almas muertas de la guerra. Yo una de ellas, ni fu, ni fa.

Notarán que en casi todos los poemas escribe sobre águilas y cóndores, algo que ya casi no existe, hay 100 águilas y 230 cóndores. El extremeño y su canto actoral. Cortapapeles, oculto inverso, en Catedrales sumergidas.

Algunos poemas

Katatay*

Dicen que tiembla la sombra de mi pueblo;
está tembñando porque ha tocado la triste sombra del corazón de las mujeres.
¡No timbles, dolor, dolor!
¡La sombra de los cóndores se acerca!
-¿A qué viene la sombra?
¿Viene en nombre de las montañas sagradas
o a nombre de las sangres de Jesús?
-No tiembles; no este temblando;
no es sangre; no son montañas;
es el resplandor del Sol que llega en las plumas de los Cóndores.
-Tengo miedo, padre mío.
El Sol quema; quem aal ganad, quema las sementeras.
Dicen que en los cerros lejanos
que en los bosques sin fin,
una hambrienta serpiente,
serpiente diosa, hijo del Sol, dorada,
está buscando hombres.
-No es el Sol, es el Corazón del Sol,
su resplandor,
su poderoso, su alegre resplandor,
que viene en la sombra de los ojos de los cóndores.
No es el Sol, es una luz.
¡Levántate, ponte de pie; recibe ese ojo sin limites!
Tiembla con su luz;
sacúdete con los árboles de la gran selva,
empieza a gritar.
Formen una sola sombra, hombres, hombres de mi pueblo;
todos juntos
tiemblén con su luz que llega.
Beban la sangre áurea de la serpiente de dios.

La sangre ardiente llega al ojo de loscóndores, carga los cielos, los hace danzar,
desatarse y parir, crear.
Crea tú, padre mío, vida;
hombre, semejante, mío, querido.

Nota de Arguedas:
(Escribí este himno luego de haber visto bailara a mis hermanos, hijos del pueblo de Ishua residentes en Lima. Bailaron en una pequeña habitación de adobes y techo de totora, en el canchón de la Av. Sucre 1188, Pueblo Libre, el 3 de Setiembre de 1965.)

*Tomado del blog, Educación arte y cultura popular.






HERNAN23 de mayo de 2008 a las 13:05

NUESTROS AMIGOS DE ANDAHUAYLAS, DEBERIAN BUSCARSE OTROS PERSONAJES DE LOS TANTOS QUE HAY, NO HAY MOTIVO PARA LUCIRSE CON LA FIGURA DE UN PERSONAJE MISTICO COMO EL ICONO DE JOSE MARIA ARGUEDAS CUYO APELLIDO MATERNO NO ESTA PLENAMENTE ACREDITADO, A MI MODESTO ENTENDER ARGUEDAS PERTENECE A SAN JOSE DE KARQUEQUI - HUANIPACA- ABANCAY, DEBEINDO SER SU SEGUNDO NOMBRE PATRONIMICO TORRES Y NO ALTAMIRANO COMO EL MUNDO LO CREE.


Fragmento

Kunan punchaymanta
chayqa karaqo tukukapun
tukuyta qonqanayki
Suwa suwarunakuna
Maytaq chakrayku
maytaq uywayku
Suwa allqu mistikuna
kunan makiykupi wañunkichis
Kunan manañan
ñaupañachu kayku
manañan muspaykuchu
ni puñuykuchu
Kunanqa allintam rikchariyku
Karaqo
[…]
Desde el día de hoy
esto carajo se terminó
has de olvidarlo del todo
Ladrón hombres ladrones
Dónde están nuestras chacras
dónde nuestros animales
Ladrones perros mistis
Hoy en nuestras manos van a morir
Hoy no somos ya
como en el tiempo pasado
ya no estamos delirando
ni durmiendo
Hoy pues empezamos a despertar del todo
carajo
Ama wayqey manchankichu
fulano hermano
rumi chiqchi chayaqtinpas
fulano hermano
sara hank’allan ninki
fulano hermano
yawar unu puriqtinpas
fulano hermano
ayrampu unullan ninki
fulano hermano
(Chiaraqe y Toqto, Cusco)
No temas hermano
fulano hermano
y cuando llegue el granizo de piedra
fulano hermano
dirás “es tostado de maíz nomás”
fulano hermano
y cuando corra el río de sangre
fulano hermano


dirás “es agua de ayrampu nomás”



Y un poema de Eguren, que se me atraviesa en el camino.

Los reyes rojos, de Eguren.

Desde la aurora
combaten dos reyes rojos,
con lanza de oro.
            
Por verde bosque
y en los purpurinos cerros
vibra su ceño.
            
Falcones reyes
batallan en lejanías
de oro azulinas.

Por la luz cadmio
airadas se ven pequeñas
sus formas negras.
            
Viene la noche
y firmes combaten foscos
los reyes rojos.




Más poemas de Arguedas

POEMA TEMBLOR 

Dicen que tiembla la sombra de mi pueblo;

está temblando porque ha tocado la triste sombra del corazón
de las mujeres.

¡No tiembles, dolor, dolor¡
¡La sombra de los cóndores se acerca!
—¿A qué viene la sombra?
¿Viene en nombre de las montañas sagradas
o a nombre de la sangre de Jesús?

—No tiembles; no estés temblando;
no es sangre; no son montañas;
es el resplandor del Sol que llega a la pluma de los
Cóndores
—Tengo miedo, padre mío.

El Sol quema; quema al ganado; quema las sementeras.
Dicen que en los cerros lejanos
que en los bosques sin fin,
una hambrienta serpiente,
serpiente diosa, hijo del Sol, dorada,
está buscando hombres.

—No es el Sol, es el corazón del Sol,
su resplandor,
su poderoso su alegre resplandor,
que viene en la sombra de los ojos de los cóndores.
No es el Sol, es una luz.

¡Levántate, ponte de pie; recibe ese ojo sin límites!
Tiembla con su luz;
sacúdete como los árboles de la gran selva,
empieza a gritar.
Formen una sola sombra, hombres, hombres de mi pueblo;
todos juntos
tiemblen con la luz que llega.
Beban la sangre áurea de la serpiente dios.
La sangre ardiente llega al ojo de los cóndores,
carga los cielos, los hace danzar,
desatarse y parir, crear.
Crea tú, padre mío, vida;
hombre, semejante mío, querido.


De este poema, Llamado a algunos doctores, no encontré más que el fragmento, hay si tuviera la Enciclopedia Británica, y el astrónomo poeta del Amor y oxidente, de G.Deniz, ante la duquesa desnuda de la Costa Azul:



Llamado a algunos Doctores*

A Carlos Cueto Fernandini y John V. Murra. 


Dicen que no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor.
Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está lleno de temores, de lágrimas, como el de la calandria, como el de un toro grande al que se degüella, que por eso es impertinente.
Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros, doctores que se reproducen en nuestra misma tierra, que aquí engordan o que se vuelven amarillos.
Que estén hablando, pues: que estén cotorreando, si eso les gusta.
¿De qué están hechos mis sesos? ¿De qué está hecha la carne de mi corazón?
Saca tu larga vista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes.
Quinientas flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el oro, la plata y el día se mezclan. Esas quinientas flores, son mis sesos, mi carne.
¿Por qué se ha detenido un instante el sol, por qué ha desaparecido la sombra en todas partes, doctor?
Pon en marcha tu helicóptero y sube aquí, si puedes. Las plumas de los cóndores, de los pequeños pájaros se han convertido en arco iris y alumbran.
Las cien flores de la quinua que sembré en las cumbres hierven al sol en colores, en flor se ha convertido la negra ala del cóndor uy de las aves pequeñas.
Es el mediodía; estoy junto a las montañas sagradas: la gran nieve con lampos amarillos, con manchas rojizas, lanzan su luz a los cielos.
En esta fría tierra, siembro quinua de cien colores, de cien clases, de semilla poderosa. Los cien colores son también mi alma, mis infaltables ojos.
Yo, aleteando amor, sacaré de tus sesos las piedras idiotas que te han hundido. El sonido de los precipicios que nadie alcanza, la luz de la nieve rojiza, de espantado, brilla en las cumbres. El jugo feliz de los millares de yerba, de millares de raíces que piensan y saben, derramaré tu sangre, en la niña de tus ojos.
El latido de miradas de gusanos que guardan tierra y luz; el vocerío de los insectos voladores, te los enseñaré hermano, haré que los entiendas. Las lagrimas de las aves que cantan, su pecho que acaricia igual que la aurora, haré que las sientas y las oigas.
Ninguna máquina difícil hizo lo que sé, lo que sufro, lo que gozar del mundo gozo. Sobre la tierra, desde la nieve que rompe los huesos hasta el fuego de las quebradas, delante del cielo, con su voluntad y con mis fuerzas hicimos todo eso.
No huyas de mí, doctor, acércate. Mírame bien, reconóceme. ¿Hasta cuándo he de esperarte? Acércate a mí; levántame hasta la cabina de tu helicóptero. Yo te invitaré el licor de mil savias diferentes.
Curaré tu fatiga que a veces te nubla como bala de plomo, te recrearé con la luz de las cien flores de quinua, con la imagen de su danza al soplo de los vientos; con el pequeño corazón de la calandria en que se retrata el mundo, te refrescare con el agua limpia que canta y que yo arranco de la pared de los abismos que templan con su sombra a nuestras criaturas.
¿Trabajaré siglos de años y meses para que alguien que no me conoce y a quien no conozco me corte la cabeza con una máquina pequeña?
No, hermanito mío. No ayudes a afilar esa máquina contra mí, acércate, deja que te conozca, mira detenidamente mi rostro, mis venas, el viento que va de mi tierra a la tuya es el mismo; el mismo viento que respiramos; la tierra en que tus máquinas, tus libros y tus flores cuentas, baja de la mía, mejorada, amansada.
Que afilen cuchillos, que hagan tronar zurriagos; que amasen barro para desfigurar nuestros rostros; que todo eso hagan.
No tememos a la muerte, durante siglos hemos ahogado a la muerte con nuestra sangre, la hemos hecho danzar en caminos conocidos y no conocidos.
Sabemos que pretenden desfigurar nuestros rostros con barro; mostrarnos así, desfigurados, ante nuestros hijos para que ellos nos maten.
O sabemos bien qué ha de suceder. Que camine la muerte hacia nosotros; que vengan esos hombres a quienes no conocemos. Los esperaremos en guardia, somos hijos del padre de todos los ríos, del padre de todas las montañas ¿es que ya no vale nada el mundo, hermanito doctor?
No contestes que no vale. Más grande que mi fuerza en miles de años aprendida; que los músculos de mi cuello en miles de meses; en miles de años fortalecidos, es la vida, la eterna vida mía, el mundo que no descansa, que crea sin fatiga; que pare y forma como el tiempo, sin fin y sin principio.
Mayo 1966.
Arguedas escribió el poema “Llamado a algunos doctores” originalmente en quechua. La versión castellana –del autor mismo- se publicó en El Comercio de Lima, el 10 de julio de 1966. La versión original apareció el 17 de julio de 1966 en el mismo rotativo.
*Tomado del blog de Ricahard Angelo Leonardo Loayza.

miércoles, 21 de febrero de 2018

El escritor y crítico francés, Paul Léautaud (1872-1956), reconocido crítico por su famoso Diario Literario. Gracias a Letras Libres conocemos este corto ensayo sobre el libro y su vida.