miércoles, 2 de diciembre de 2009

Giordano Bruno

EPÍLOGO -I- Poema de Giordano Bruno a sus verdugos

Decid, ¿cuál fue mi crimen? ¿Lo sospecháis siquiera? Y me acusáis, !sabiendo que nunca delinquí! Quemadme, que mañana donde encendéis la hoguera Levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma, ¿Por qué? .. Porque las luces busqué de la verdad, No es vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma Con dogmas y con mitos robados a otra edad, Sino en el libro eterno del universo mundo Que encierra entre sus folios de inmensa duración; Los gérmenes benditos de un porvenir fecundo Basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien; sabéis que el hombre, si busca en su conciencia La causa de las causas, el último por qué Ha de trocar muy pronto, la Biblia por la ciencia; Los templos por la escuela, la razón por la fe, Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo Los grande y quisierais poderme desmentir, Más aún vuestras conciencias hundidas en el lodo De un servilismo que hace de lástima gemir...
Aún ella, en el fondo, bien saben que la idea Es intangible, Eterna, divina, inmaterial, Que no es ella el Dios y la religión vuestra, Sino la que forma, con sus cambios, la historia universal, Que es ella la que saca la vida del osario; La que convierte al hombre de polvo en creador, La que escribió con sangre la escena del Calvario, Después de haber escrito; con luz la del Tabor.
Mas sois siempre los mismo, los viejos fariseos, Los que oran y se postran donde los pueden ver, Fingiendo fe, sois falsos, llamando a Dios, ateos; !Chacales que un cadáver buscáis para roer!... ¿Que es vuestra doctrina? Tejido de patrañas. Vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un Rey, Leyenda vuestra historia, fantástica y extraña, Vuestra razón la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles, Tenéis las bacanales, su pérfida maldad; Con ellos sois farsantes, hipócritas y viles Queréis, como quisieron, matar a la verdad; Más... !Vano vuestro empeño!... Si en esto vence alguno; Soy yo, porque la historia dirá en lo porvenir; "Respeto a los que mueren como muriera Bruno" Y en cambio vuestros nombres, ¿ quién los podrá decir?
!Ah!, prefiero mil veces mi suerte a vuestra suerte; Morir como yo muero, no es muerte, no; Morir así , es la vida; vuestro vivir, la muerte, Por eso, habrá quien triunfe, y no es Roma. ! Triunfo yo! Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño, Cual mueren los que marchan del porvenir en pos, Decidle que a la muerte me entrego como a un sueño, Porque es la muerte un sueño que nos conduce a Dios; Más no a ese Dios siniestro, con vicios y pasiones Que al hombre da la vida y al par su maldición, Sino a ese Dios-idea, que en mil evoluciones Da a la materia forma y vida a la creación.
No al Dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento, Al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mi, Al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento, Al Dios de las bondades, no al Dios de iras sin fin, Decidle que diez años, con fiebre, con delirio, Con hambre... no pudieron mi voluntad quebrar Que niegue Pedro al Maestro Jesús. Que a mi ante el martirio De la verdad que sepa, no me haréis apostatar.
Mas basta ... ! Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra. !Cobardes! ¿Qué os detiene? ... ¿Teméis al porvenir?.. !Ah! ... Tembláis..Es porque os falta la fe que a mi me sobra. Miradme, yo no tiemblo...! Y soy quien va a morir!