martes, 23 de junio de 2015

El homenaje a la poesía colonial hispanoamericana.


Todo el siglo 17 en la América Hispana fue parte del Siglo de Oro de la poesía española, gongoristas y quevedistas sobre todo porque novelistas tan grandes como Cervantes, y dramaturgos como Lope de Vega y Calderón, imposible, todavía faltaba la experiencia y la libertad. Pero aquellos religiosos encerrados en sus conventos lo hacían de maravilla, porque tenían donde vivir seguros en medio del horror de la inquisición que ellos mismos controlaban, ay del que no era religioso o de la orden, como Clarinda, Caviedes y Amarilis, morían en el destierro, como después lo sufrieron los jesuítas.
GRANDES como Balbuena, Terrazas, Dominguez Camargo, De Evia y sor Juana Inés. Y esto pasaba en los dos virreinatos, México y Pirú.
Después de estos, nadie se atrevía a escribir poesía en el siglo XVIII porque se sometía al santo Oficio, que todo lo relacionaba con los libros satánicos, y hasta Paraguay iban por el desgraciado.
Gajaka Extramitico

***
Letrilla

A Bernardo de Balbuena y Francisco de Terrazas

Jardín oculto
petrificado que vuelve
enredaderas peras
lluvia noir
cinemascope
refrescas ramas
o las hojitas
blancas.
Qué me puede
importar a mi
tu suerte
en juego
impertinente.
Discurso al fin
con tres
preguntas,
la una simbólica
la otra tragedia
subyace derrame
mocos monos
romance
romancero.
Quintales de río
pato más pato
dos entradas
ministeriándolo?
no supo mas
que decir.
Lágrimas de
cripa, bulle-
renguísimo.
No hay de otra
orilla de
Pretuska sabia
hilera motor
de cuatro patas.
Noticia
acuerdo bundio
las maletas
de seda
pago de
seguimiento
bárbaro.

Mandarín Carroll
***



Marc-Chagall, el sol del verano.


Tres Sonetos De Las Flores - Francisco De Terrazas

I

Dejad las hebras de oro ensortijado
que el ánima me tienen enlazada,
y volved a la nieve no pisada
lo blanco de esas rosas matizado.

Dejad las perlas y el coral preciado
de que esa boca está tan adornada,
y al cielo -de quien sois tan envidiada-
volved los soles que le habéis robado.

La gracia y discreción que muestra ha sido
del gran saber del celestial maestro;
volvédselo a la angélica natura;

y todo aquesto así restituido,
veréis que lo que os queda es propio vuestro:
ser áspera, cruel, ingrata y dura.


II

Royendo están dos cabras de un nudoso
y duro ramo seco en la mimbrera,
pues ya les fue en la verde primavera
dulce, suave, tierno y muy sabroso.

Hallan extraño el gusto y amargoso,
no hallan ramo bueno en la ribera,
que -como su sazón pasada era-
pasó también su gusto deleitoso.

Y tras de este sabor que echaba menos,
de un ramo en otro ramo va mordiendo
y quedan sin comer de porfiadas.

Memorias de mis dulces tiempos buenos,
así voy tras vosotras discurriendo
sin ver sino venturas acabadas!

III

Soñé que de una peña me arrojaba
quien mi querer sujeto me tenía,
y casi ya en la boca me cogía
una fiera que abajo me esperaba.

Yo, con el temor, buscando procuraba
de dónde con las manos me tendría,
y el filo de una espada la una asía
y en una yerbezuela la otra hincaba.

La yerba a más andar la iba arrancando,
la espada a mí la mano deshaciendo,
yo más sus vivos filos apretando...

Oh mísero de mí, qué mal me entiendo,
pues huelgo verme estar despedazando
de miedo de acabar mi mal muriendo!

lunes, 15 de junio de 2015

Tomas Tranströmer, el poeta sueco que todos desearíamos conocer, muy metidito en su obra, poco o nada le interesa Igmar Bergman ahora. Mentira, a lo mejor vio antes de morir "Gritos y Susurros".























Prólogo segundo


La nenita bajando la escalera
Un suave terciopelo, y el corte de tela para el mueble queda muy bien en la escultura desnuda.


Pues si nadie te traduce tu tampoco lo hagas, demasiado odio por su postura estomacal, o demasiados odios, carentes de escuela, el despiste emocional, y ya vienen los florines, con todo y paraíso integral, que importa que se queme viva la libertad en media noche.



Introducción al poeta.






























Prólogo segundo


La nenita bajando la escalera
Un suave terciopelo, y el corte de tela para el mueble queda muy bien en la escultura desnuda.


Pues si nadie te traduce tu tampoco lo hagas, demasiado odio por su postura estomacal, o demasiados odios, carentes de escuela, el despiste emocional, y ya vienen los florines, con todo y paraíso integral, que importa que se queme viva la libertad en media noche.


Gajaka Extramitico

***

Tomas Tranströmer

DE MARZO DEL 79’ (1983)*

Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras, pero no lenguaje
parto hacia la isla cubierta de nieve.
Lo salvaje no tiene palabras.
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!
Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.
Lenguaje, pero no palabras
.


LOS CUATRO TEMPERAMENTOS (1958)

Registrando, el ojo transforma los rayos solares en bastones policiales.
Y de noche: la bulla de una fiesta en el piso de abajo 
sube como flores irreales a través del suelo.
Salgo a la llanura. Oscuridad. El vagón parece no moverse.
Un anti-pájaro graznaba a la ausencia de estrellas.
Arriba el sol albino, lanzando oscuras marejadas.

*
Un hombre como un árbol erguido con hojas crujientes
y un rayo en guardia vio al sol con hedor de bestia
que buscaba entre alas crepitantes sobre la isla de acantilados
del mundo, avanzando tras banderas de espuma por la noche
y el día, con blancos pájaros lacustres y ruidosos
en cubierta, y todos con pasaje hacia el Caos.

*
Basta con cerrar los ojos para oír claramente
el pequeño domingo de las gaviotas sobre la comarca interminable
[del mar.
Una guitarra comienza a abotonar el arbusto y la nube avanza
lentamente, como el trineo verde de la primavera tardía
—con la luz amarrada que relincha—
llega resbalando sobre el hielo.

*
Desperté con los tacones de la amiga golpeteando en el sueño
y, afuera, dos montones de nieve, como olvidados guantes del invierno,
mientras octavillas del sol se desplomaban sobre la ciudad.
El camino nunca tiene fin. El horizonte se apura hacia adelante.
Los pájaros sacuden el árbol. El polvo se marea en torno a las ruedas.
¡Todas las rodantes ruedas que contradicen la muerte!


SOLSTICIO DE INVIERNO (1996)

Mi ropa irradia
un resplandor azul.
Solsticio de invierno.
Tintineantes panderetas de hielo.
Cierro los ojos.
Hay un mundo sordo,
hay una grieta
por la que los muertostraspasan la frontera.

 *Tomados de Revista Arcadia. 




Texto de John Freeman, para conocer al poeta sueco en isla Rumaro*.
Fantástico sentir cómo el poema crece
mientras voy encogiéndome.
Crece, ocupa mi lugar.
Me desplaza.
Me arroja del nido.
El poema está listo.
[Versión de Roberto Mascaró, El cielo a medio hacer, Nórdica, 2010.]
La cercanía que Muldoon y Heaney sienten hacia Tranströmer es una pista sobre por qué un poema como este es tan extraordinario, pero también radical. Tranströmer comenzó a escribir poesía en serio después de la Segunda Guerra Mundial y está vivo a los 83 años al inicio de lo que parece una guerra interminable con el Medio Oriente. En todo ese tiempo, el reto que se ha impuesto fue encontrar un nuevo lenguaje para la intimidad y el compromiso, justo lo que Heaney y Muldoon hicieron dentro de un ambiente políticamente cargado.
“Después de la guerra, muchos poetas suecos comenzaron a pensar en la neutralidad del país –dice Daniel Sandström, especialista y editor en jefe de la editorial Albert Bonniers Förlag–. Era una fuente de vergüenza y de esa vergüenza nació el deseo de pensar de una forma más general y política.”
En la generación intelectual que siguió a Tranströmer, había que ser o marxista o reaccionario. Tranströmer no era ninguna de esas cosas. Viajó y se comprometió políticamente, pero no estaba interesado en el arte como un garrote.
Había otra división que enfrentar. Él había crecido en un ambiente religioso, pero de ninguna forma era un evangelista. En un país que se volvía cada vez más laico, una educación de ese tipo podría ser un problema. “Tú eras libre de todo eso”, dice Monika respecto a la doctrina religiosa, lo que provoca una irónica broma facial del poeta, que parece decirnos: “Gracias a Dios.”
De ese modo, mientras que muchos de sus contemporáneos contemplaban falsas polarizaciones, Tranströmer regresó a la isla donde pasó todos los veranos de su infancia, para convertir los sonidos, las estaciones y los humores de este lugar en la bóveda de su mitología personal.
...
Le tomaría veinte años de trabajo formalizar esta conexión. Al comienzo, su mayor reto fue encontrar una sintaxis para su imaginación. Al igual que todos los poetas nacidos entre las dos guerras mundiales, se guiaba por las luces de la vanguardia y el surrealismo, pero fue una íntima experiencia personal la que provocó en él un cambio drástico.
En el verano antes de cumplir quince años, tuvo lo que él describe en sus memorias como una especie de terror existencial: le temblaban las piernas, se llenó de temor. “En ese momento era escéptico ante cualquier forma de religión”, escribió Tranströmer en “Exorcismo” (1993), donde admite que si el hecho hubiera ocurrido años más tarde probablemente habría sido una revelación.
Después de la crisis, Tranströmer comenzó a tocar el piano con frecuencia, una actividad que aún realiza (cuando hace presentaciones públicas se limita a interpretar piezas para mano izquierda). Hoy día mantiene su apreciación sobre lo ocurrido en ese periodo en que estuvo más cerca de la psicosis que de una experiencia religiosa.
Monika añade: “Creo que lo que dijiste es que, si hubieras llegado a esta clase apacible de fe religiosa o confianza en la fe a la que llegaste años después, habrías sido capaz de lidiar con la crisis de una forma por entero distinta. En cierto sentido simplemente desarrollaste una fe propia en el transcurso de tu adolescencia. Si no me equivoco, lo habrías expresado así.”
–Sí, es correcto –dice Tomas–. Pero...
–Creaste una especie de imagen de Dios para ti mismo.
–Sí...
–Aunque no asociado o relacionado específicamente con lo que se enseñaba en las clases de religión. Un sentimiento de confianza, sin importar de donde viniera. No es un tema sencillo de tratar.
Tranströmer no puede afirmar si fue esa experiencia la que hizo que se interesara por los temas psicológicos. “Creo que hubo una transición de una conciencia religiosa básica a la fe –explica Monika–. Y que tuvo que ver con la música.”
Curiosamente, de todos los poemas de Tranströmer, el que lidia de forma más evidente con la fe habla también acerca de música, “Schubertiana”:
¡Tanto tenemos que confiar para poder vivir nuestro día cotidiano sin hundirnos en la tierra!
[Versión de Roberto Mascaró, Deshielo a mediodía, Nórdica, 2011.]
...
En los años finales de su adolescencia Tranströmer se alejó de la música y se acercó a la poesía y escribía tanto que encontró maneras, como todos los virtuosos, de hacer más difícil la escritura. Comenzó a experimentar con estrofas horacianas (la sáfica y la alcaica), lo que dio como resultado algunas partes de “Archipiélago otoñal” y “Cinco estrofas para Thoreau”, poemas que se publicaron en su primera colección, 17 poemas (1954).
Tranströmer abre uno de sus libros y comienza a identificar, un poema tras otro, la forma de las estrofas. “Aquí, aquí, aquí”, dice. “Supongo que la forma sáfica te dio cierta libertad”, añade Monika. Tranströmer responde “muy bien” y agrega: “una forma para trabajar desde adentro”.
No es la única restricción que se impuso. Los versos en 17 poemas esbozan un ecosistema en el que trabajaría intermitentemente el resto de su vida y que es posible reconocer en esta isla cuando se llega a Runmarö. Su verdor y sus marineros, la manera en que rompen las olas. La huella sonora de la isla se encuentra muy presente en ese primer volumen. He aquí un poeta que “empezó a buscar la herramienta de la atención”, por citar uno de sus primeros textos publicados (“Quien fue despertado por canciones sobre los techos”).
La respuesta en Suecia a este fenómeno de veintitrés años fue instantánea. Como asegura Sandström, “el avance crítico fue inmediato y sostenido. Los primeros años de la década de los cincuenta son la época dorada de la poesía. En ese entonces para ser considerado genial no tenías una banda de rock, sino que organizabas un recital de poesía”.
Tranströmer publicó tres libros más en este vertiginoso periodo y profundizó en cada uno su conexión con el paisaje mientras la economía de la imagen se tornaba más extraña, más inquietante. Cuando el apogeo terminó, el poeta se volvió aún más hacia su interior, y se convirtió, como dice Sandström, en “casi su propio género”.
En esta época Tranströmer comenzó su correspondencia con el poeta, traductor y editor estadounidense Robert Bly. Este nativo de Minnesota tenía una personalidad avasalladora y creó en Estados Unidos una revista literaria que cambiaría de nombre cada década.
En 1964, la publicación se llamaba The Sixties y en marzo de ese año Tranströmer, de 32 años, le escribió al editor, que se encontraba en Madison, Minnesota, para saber cómo podría hacerse de un número. Bly respondió de inmediato que acababa de recorrer todo el estado con el fin de hacerse del libro de Tranströmer El cielo a medio hacer en sueco.
En los siguientes veinticinco años los dos poetas intercambiaron cientos de cartas y así saciaron la sed mutua de chismes literarios a nivel internacional. La historia de esta amistad y su funcionamiento interno aparece de modo transparente en Air mail, un libro tan querido por Tranströmer que, cuando toma el ejemplar que le muestro, lo hace de tal modo que parece poco probable que me lo devuelva.
Al leer este volumen se entiende por qué Tranströmer querría mantenerlo cerca. En sus páginas se encuentra una amistad que creció como una ráfaga literaria y que cambió la vida de ambos hombres. Tranströmer y Bly traducen la obra del otro, se quejan de la política. Los poemas de Bly sobre la guerra de Vietnam no pueden publicarse y los marxistas critican a Tranströmer por mantenerse al margen: “Por lo general, en Suecia –le dice a su amigo al resumir ciertas reseñas despectivas– los jóvenes marxistas manifiestan poca tolerancia hacia la poesía” (carta del 29 de octubre de 1966).

*Colaboración de Jesús Blas Comas

miércoles, 3 de junio de 2015

El Borges de "El Otro, El Mismo", de remasterizado, el origen de su firma, poco valor, menos que el Boom.

EL ALQUIMISTA

Lento en el alba un joven que han gastado
la larga reflexión y las avaras
vigilias considera ensimismado
los insomnes braseros y alquitaras.

Sabe que el oro, ese Proteo, acecha
bajo cualquier azar, como el destino;
sabe que está en el polvo del camino,
en el arco, en el brazo y en la flecha.

En su oscura visión de un ser secreto
que se oculta en el astro y en el lodo,
late aquel otro sueño de que todo
es agua, que vio Tales de Mileto.

Otra visión habrá; la de un eterno
Dios cuya ubicua faz es cada cosa,
que explicará el geométrico Spinoza
en un libro más arduo que el Averno…

En los vastos confines orientales
del azul palidecen los planetas,
el alquimista piensa en las secretas
leyes que unen planetas y metales.

Y mientras cree tocar enardecido
el oro aquel que matará la Muerte,
Dios, que sabe de alquimia, lo convierte
en polvo, en nadie, en nada y en olvido.


autógrafo

Antes del penúltimo, o siguiente poema al Alquimista, el que todos creen y recrean en Alejandría, otros lo ven en las montañas de los Andes, ya no en la Selva Negra, o en Sils María;  hablo de los seguidores de Jorge Luis Borges.

***


Borges escribió, que ahora recuerde, dos poemas con el mismo título, «Límites». En ellos evoca confines, lindes, términos y conclusiones inaplazables de sus horas. En uno de ellos nos cuenta que ese verano le va a traer su quincuagésimo verano. A mí, este, me ha traído mi quincuagésimo primo, y no me he parado a sopesarlo, ni tan siquiera, al pasar a mi lado, he demorado mi paso para echarle un vistazo. En otro lugar, en un soneto, «A quien está leyéndome», dice semejantes cosas, pero a quien lee los versos. Me parecen los tres poemas muy hermosos, y han venido a mi mente a ponerme sobre aviso de que el verano acaba, y que el otoño se parece un poco a la muerte, y que el otoño es bello, dulce y amable como la tenue sombra de un bosque.



Tomado del blog Guerra y paz.



A quien está leyéndome

Eres invulnerable. ¿No te han dado
los números que rigen tu destino
certidumbre de polvo? ¿No es acaso
tu irreversible tiempo el de aquel río

en cuyo espejo Heráclito vio el símbolo
de su fugacidad? Te espera el mármol
que no leerás. En él ya están escritos
la fecha, la ciudad y el epitafio.

Sueños del tiempo son también los otros,
no firme bronce ni acendrado oro;
el universo es, como tú, Proteo.

Sombra, irás a la sombra que te aguarda
fatal en el confín de tu jornada;
piensa que de algún modo ya estás muerto.


Límites

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar.
Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos.,
hay un espejo que me ha visto por última vez,
hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.
Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
hay alguno que ya nunca abriré.
Este verano cumpliré cincuenta años;
la muerte me desgasta, incesante.




Jorge Luis Borges de 21 años.