jueves, 10 de agosto de 2017

En "Parque Lezama", de Néstor Perlongher, si se habla de Lezama Lima. Se siente la teletransportación desde La Habana. Les enseñamos un poema magistral del libro (Abisinia Exibar) ...




Néstor Perlongher

ABISINIA  EXIBAR*

Óleo moreno, alza los peces de las ollas.
El que camina sobre el agua, coge la liza en el desliz,
liza amorosa, riza los remolinos del calambre,
rasguña el anillo bañado en oro colomí.

El que lamina las ojotas
trenza al peinado anillo harapos de
gualdez dilapidada, des-
gasta piedras en el cruce, roza
para que le fustiguen al venable
dólar sus cantos numinosos.

Y trementina, de que las unta, fijas
tapices en el clavo de vidrio
donde la piedra ha hecho de estaca
limado relumbror plateado verme
estría de pez palo.

El mercader, Ojos de Lago Negro, tonsa la púa con un
             moño, anzuelos
rayan la licuación, fija la fila que limita.
Ricercare, ruir, rehuir engalanado de medusa
para reaparecer vestido de peltre al otro lado.

No es un cantor original, tiene hijas que le escarban
             los dientes con “verguitas”,
fístula magna sobre el carril del eco un cariocentro blando
-sobre el alba del forro, calcina las gorduras.

Los manatíes merca por anguilas,
se acuclillan de robe los italianos.
Blanca la paja, el torno de ébano triza el esmalte colonial,
monda verrugas el pie plano.

Patinan los sebos marinos
piltrafas de mohín, piolines
blandos y pendurados en el escote de cereza
ligustros con remordimientos de doncella
para blandir con el chirriar del pasaporte la sorpresa del ébano

Tocadores de ancianas fumadoras de polvos impalpables
penetras del jubón tonsado hilo nocturno.
Rimmel cobrizo el perdulario picaflor
vende lo que no pesca en los estrechos resistibles.
Sombra de párpados, vela la higuera el rigor
aplastando contra la ceniza el techo corredizo,
pues no había piraguas que condujesen a la cima
o retrajesen el mercurio a un grado cero del alambre.

El perro morao de Rauschenberger.

Cuando los estallidos del esfínter
de cicatrices hunden el lomo del venado,
venable entorna las vidrieras que dan al fiord dominical
y le pregunta cuánto es.

A los polvos los guarda en un frasquito.
Guarda lo acumulado y lo que se disipa lo descuenta.
Vuelve con unas pipas a vaciar el altazor de peltre,
desenreda el crepé para jalar la caspa.

¡Abisinia Exibar! A los polvos los guarda en un monedero.
¡Abisinia Exibar! Troncha el pámpano el negro de un vergazo.
¡Abisinia Exibar! ¿Acaso no puedo cambiar de marca?
¡………………! Los cubanos en barbas de terciopelo azul

se parapetan tras el baobab
que no puede mosquearse y chilla como un consejo.
Las coles, sus ocelos penetrantes de gato.

Los guardiamarinas, bajo la bandera de medusas.
Sin polvos, la boca se me hace un pomo.
Fumo, exhalo, la encia glacé.
Granada, incendiada por los blancos, zumba, rezumba
la sirena de leche agría en los acorazados italianos.
¡Exibar! No secuestren mis polvos que no voy a dormirme
y soñar con el negro de la adarga enjuta y el sollozo
morado, ni en la recámara de hurones
ni el filo de la bota barrosa y pegoteada.
¿Acaso no puedo cambiar de marca?

Libio, lumina las loas como jabas
Y los cetáceos arponeados
Arropa con lerdos ademanes,
Licúa lacar procesiones de hormigas en la garganta
con la rotundez del arpa,
lira tañida en un viscoso deslizar
eriza y jala, de la olla alza los peces planos.

En el vértice de la caramañola,
hay un jaguar mirando un gato:
en el vuelto tapiz, un búfalo despluma las ovejas
y el sueño plegado frunce la perla.
En la almohada caída, el bufar lame al simio,
caída es,
en el encaje empalagoso barro.
Si pulgas, en las heridas de las plumas.

Ni parpadeo ni colirio, lo velado rocía  (o hace rosa).
Los dedos cremosos enardecen el dildo de la soledad.
Lima y hurgan, purgan, riman
Líquenes líquidos con sostenes sucios,
alcanfor con dolor, martillo y boa.
Si se desliza en el lacar lunado
tiene la delicuescencia de los trépidos
y la franela de los tapires
contra los árboles errantes,
eso que simulaba un bosque
era una piscina de sábanas transparentes,
al zambullirse en el cristal tajado.

Los polvos, los recupera zambullido,
¡Abisinia Exibar! No hay nada mejor en el mercado.
Los bocetos bicolores, con madrigueras para ladillas,
rematan el picor del “hombre drapeado”,
reman en contra de su aire.

¡Exibar! Pechos peludos, espejean tras las botellas.
Uno entra y le pide al tabernero un grifo.
Negros azules trocan sus guajiros.
Aquél le tuerce el cuello al cisne péltrico y un chorro de opalina
masculla las piernas secas como obenques.

En las burbujas del oxigenador, los polvos de la rubia.
La concha, polvos sulfurosos.
El alemán, y otro que acude la superficie metalizada
para ver quién le pone el dedo en el sombrero caracol.
Naufragan los carros de Nereidas, y los matadores de atún
pintan hoyuelos almibarados al dorso de los velámenes.

Velan al “pez gordo de las siete”.
El de la ocho viene servido con pulpo.
Los nueve dedos –uno se lo ha tronchado el manatí-
amaestran moscas de rayón en discos de óxido.

Introspectiva, de Rauschenberger.

Estos discos están rayados, pero su huella les da el tono.
(La hiel, les ha venido de Dinamarca.)
¡Abisinia Exibar! Salta las púa sobre los médanos polvosos
y me faltan los polvos, quiero saber, quién los ha cogido.

Los ha cogido por mí, cuando yo alzaba todas las tapas.
Alza la veste el ruido de los soldados.
Mensajeros, ¡sospecho de todos los chasquis!
El lila no me favorece.

Se le ha dado por cogerlos, no debió haberlo hecho.
Sin los polvos, soy un saurio rosa en el Monumento a la Bandera
La patria tremola en la inmolación de los mancebos
pero yo quiero saber quién ha sido.


*Abisinia Exibar: Marca de polvos usada por Lezama Lima.

***


De Borges: alguien dice que lo llevaba en la mano.

Y después de Abisinia Exibar... que ocurran los desmanes en la calle, y en el desnudo escritorio de voces horrísimas.

I

Algunas notas que formarán un poema en homenaje, a quién cambió la poesía latinoamericana, desde el Cono Sur, que es una estrella sin lugar a dudas creativa, y que decía en lo fundamental, anticorrosivo, que venía del barroco de Lezama Lima (Lexama), al Río de la Plata, Neobarroso, mejor lo diríamos nosotros, que si lo dijo poco le importó, aunque al final de su vida, entre emanaciones del ayahuasca, su salud daba un salto cualitativo a su enfermedad sin cura, y escribía incansablemente desde Sao Paulo, en donde el exilio del poeta argentino, remontó a su rechazo por la dictadura argentina, tan neonazi, tan forradita de formas de represión: Hay cadáveres.

II

Todos sus amigos poetas trataban de adherirse al maestro, que tenía otras preocupaciones como impulsar un Movimiento Gay, con relativa fuerza desde El sur: Roberto Echavarren, que hace poco, 2014, editó y prólogo, toda su poesía, y ensayos sobre su obra en La flauta Mágica,  los editores de la revista y editorial Último Reino (Alambres y, Hule), Tierra Baldía (Austria-Hungría),  Editorial Suramericana (Parque Lezama). A Tamara Kamenszain, Reynaldo Jimenez, Eduardo Milán, y otros. Y en Medusario, antología de la poesía Neobarroca, 1996.

III

Perlongher todo lo mete al barro, que podría ser una palabra del poeta cubano Severo Sarduy, y en ese barroso, navegarán los hundidos ojos de la razón. No le llega al cincho su sociológía, y su troskismo activo, dobla tu izquierda, a la metáfora rabiosa, rompiendo los hábitos de Góngora, que ni falo logró resumir, lo mismo Lezama que la tenía gorda, como se dicen para mosquear las expresiones eróticas con versos que salpicaban la boca, y excomulgaban. El uno apóstata, el otro con prostíbulos de meditación, victimas del cogito en el tóxico fetichista, por no decir sádica de Sade.

IV

Oye tu, marica de nacimiento, dadme tus códices, sacros, y cocidos secretos del velaje, de esos versos largos del Atlántico, cuando le aparece el etrusco de la Habana, y no te queda más que salir corriendo, no vaya a ser que se junten tres locas, y la Seguridad del Estado, de la contravención al juicio apocalíptico.

V


Este poema La gruta, del Parque Lezama es de un erotismo tomboy, de lo mejor de la poesía erótica latinoamericana. Kavafis va y viene, y por supuesto el gitano Don Hacha.

Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka), por fuera de toda culpa. Ya estoy cansado de llevarla.


miércoles, 2 de agosto de 2017

Un poema de Enrique Lihn, con hache muda, Poetcast Pista 78: Porque escribí, que lo deja muy bien parado, a pesar de la aparición desastrosa en el filme Poesía sin fin, de Jodorowsky.



Enrique Lihn



Poetcast Pista 78.

: Porque escribí. 

Descripción:
Porque escribí
.
Ahora que quizás, en un año de calma,
piense: la poesía me sirvió para esto:
no pude ser feliz, ello me fue negado,
pero escribí.
.
Escribí: fui la víctima
de la mendicidad y el orgullo mezclados
y ajusticié también a unos pocos lectores;
tendí la mano en puertas que nunca, nunca he visto;
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies.
.
Pero escribí: tuve esta rara certeza,
la ilusión de tener el mundo entre las manos
-¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco
con toda su crueldad innecesaria-
Escribí, mi escritura fue como la maleza
de flores ácimas pero flores en fin,
el pan de cada día de las tierras eriazas:
una caparazón de espinas y raíces.
De la vida tomé todas estas palabras
como un niño oropel, guijarros junto al río:
las cosas de una magia, perfectamente inútiles
pero que siempre vuelven a renovar su encanto.
.
La especie de locura con que vuela un anciano
detrás de las palomas imitándolas
me fue dada en lugar de servir para algo.
Me condené escribiendo a que todos dudaran
de mi existencia real,
(días de mi escritura, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque escribí
y hacerlo significa trabajar con la muerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos.
En su origen el río es una veta de agua
-allí, por un momento, siquiera, en esa altura-
luego, al final, un mar que nadie ve
de los que están braceándose la vida.
Porque escribí fui un odio vergonzante,
pero el mar forma parte de mi escritura misma:
línea de la rompiente en que un verso se espuma
yo puedo reiterar la poesía.
.
Estuve enfermo, sin lugar a dudas
y no sólo de insomnio,
también de ideas fijas que me hicieron leer
con obscena atención a unos cuantos sicólogos,
pero escribí y el crimen fue menor,
lo pagué verso a verso hasta escribirlo,
porque de la palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.
.
Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.
.
Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.
.
(La musiquilla de las pobres esferas, 1969)

***
Comentario para empezar del poeta Enrique Lihn, con hache muda, y de aproximación al filme Poesía sin fin, de Alejandro Jodorowsky, 2016.


"O, qué puede dar el hombre, a cambio de su alma?
Kertész

Un poema que lo dice todo, que envuelve su aventura por su vida en Chile: Enrique Lihn con hache muda, poeta y artista chileno, 1929 – 1986.
En el mundo del cine  La poesía sin fin (2016), así lo muestra Alejandro Jodorowsky, casi poesía; pero no alcanzamos a verlo todo, solo su parte dionisíaca en su adolescencia pura de los veinte años, y dejemos la película, para seguirlo en su viaje poético, prometido, de una limpieza sicoanalítica, lo traspasa, hasta llegar a este poema. Un desgraciado poema para quien alucina con las severas disciplinas de la poesía.
Un molde, una cortina metálica, lo que venga, a un chileno, muerto por la poesía. Claro que nos sorprendió el actor que lo animaba en escena, y Jodorowsky muerto de la risa, quizás nunca más se volvieron a ver desde aquella despedida para Francia.
Un Premio Casa de las Américas, para un viajero con sus plumas de avestruz, de carboncillo amarillo. Arde ahora en el infierno de su amigo de la adolescencia ( A.J.). Un rizoma metafísico con una corona de laurel. Ardido in imaginario. Tan oculto como Rosamel del Valle. Viajeros por USA, Lihn varios años trabajando en Cuba, en la Revolución, y volvieron a morir como Huidobro a su Chile chilenses.
Gran amigo del poeta cubano, Heberto Padilla, a quien defendió en el famoso Caso Padilla. Quedando así desilusionado del régimen comunista cubano.

Gabriel del Casal