sábado, 8 de diciembre de 2012

Gabriel Jaime Caro (Gajaka) y su poema largo "New Tokio", de su libro "La risa de Demóstenes, rara, II", 2009.



Selfie de Gajaka en Medellín, encerrado en una torre de apio y perejil.

Poema "New Tokio" de Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

(new york, verano del 2006)

I

“nuestro yo está hecho de la superposición de nuestros estados sucesivos. pero esta superposición no es inmutable como la estratificación de una montaña. se producen perpetuamente levantamientos que hacen aflorar a la superficie estratos antiguos.”
marcel proust (“la fugitiva”)

ya por la mañana del sábado, la huida del espíritu al sueño, por fin una niponita me mira como adivinando mi idiosincrasia, y estamos en los trenes de new york, sabihondos, trasnochados, hablando boca a boca. la copia del guayabo, la cruda y el pedo. y tú tan bella allí y yo tan flaco acá.

ya porque los días pasan y yo no salgo del asombro, como combinando jazz con cantos flamencos, toda una maravilla de vida con esos bailes pegados a los espejos. y sin maría de madri que en otra parte del mundo construye su nidito de pasiones burlescas.

ya justo en la playa tres de robert moses aparece la familia entera de japoneses. hasta el mas lejano de la familia los contemplaba medio embarazado por el calor y los bañistas en la boca secreta de la ballena. hice el ridículo pero tenía a mi favor el alto de la playa al ladito de la bahía, observando cada movimiento y disfrutando de la inspiración dada y de la zozobra.

pero esto no es cuento con comienzo, es más el recuerdo de un verso anterior, sobre escuelas de arte destruyéndose entre si el día menos pensado. me fascina una mujer mentirosa, arrastrando a las víctimas a un diálogo de bienvenida: mira qué esplendor, qué maravilloso mar!

ya porque los japoneses tienen su estigma de disciplinados como unos monjes ricos, precisamente los que yo necesito, pasan rápidos, pero en los trenes de ese filme japonés/taiwanés con título francés (cafe lumiere). 10 años con la moda de negro y gris: “lo he visto”.
estoy seguro que esa gigante de yokohama fue transportada en un avión especial, nada raro que fuera una nave rudimentaria de dudosa demostración.


ya porque nos son ajenos, cual el brillo de sus ojos inmisericordes. ah, hasta el vietnamita en el tren tuvo celos conmigo. los escogidos por ellas, son gringos de cara bonita y piernas feas.
no todo ha sido en los trenes nuestra cercanía dudosa, en la bodega de chinos, mientras alcanzaba un six pack, ella con sed un profundo deseo, el de turno un muchacho de ojos azules compraba una botella de líquido azul que ella rechazó cuando se la ofrecieron. yo helado por un instante, y eso que no soy, ni woody allen, ni mahatma ghandi. pero si súbdito para el peligro del canto rama.
no solamente esto existe para mi interés casual que ha sumado terapias de visitante calamus. un poema aislado que se le lee a una amiga.



ya porque se visita inesperadamente un lugar. subluminares pasantes se escapan de mi compañía inesperada. bordeo otro encuentro entre multitudes que gritan manu chao, red hot chili peppers, cerati, manuelito y su trabuco, justo con mi danza de tango donde no lo hay, y los pies rockanroleros. para ellas que danzan como nimbando la cebada.
danzas chinas son el olvido, ah, y esa película con el actor japonés, la de los cuchillos (los daggers), quién negaría ese amor militar japonés y acróbata, con mis rublos de remanentes masturbaciones con extranjerías machorras, sin disecciones todavía de...limpiarse la vagina con una bandera como la madonna (chica material) y seguir mamando de todo, mientras llegan para confirmar una tradición invasora. dicen que ahora pacífica y radical.

ya sin una gota guardada en pozos manuales, nos invitan a su sed en el volcán, y a proseguir por fin otros destinos, al menos lo leo ahora que se me escapó la alternativa esa del amor, que me sostiene madurando los incentivos expuestos por gomoso de laboratorio.
reculando en su propia insensatez, lejos ahora los dos uno pierde, por aquello de la chispa atrasada, insertándose por otros caminos, y por fin verlos por grupos ocupando todos los misterios, si al cabo son los que saben ser como los estadinenses, sean paracaidistas (bonguijumpy) en río de janeiro, java, y ahora nueva york de nuevas formulaciones convencionales, porque la modelo se sienta a gusto en los trenes que se elevan sin ningún placer - oki doki –
¿pero la modelo japonesa no ha llegado, pues no está en mis planes de lotería? mas escogencias moratorias, sin que me sienta domesticado con las escenas presentes.


ya porque no sé el nombre de ninguna de ellas (y me los invento todos), a lo que se llega lógicamente mecanografiando el espectro que te mueve los motores claros y ajenos.
necesito verlos más a menudo para contrariarme un poco de todo, de mí.
qué dirán de esto mis budistas zen a los que va dedicado este poema sin recorridos atómicos. pero sí atónitos.
sin la consabida libertad afuera cuando aparecen haciendo turismo completo, hasta un pozo de aguas dulces, por si llegara a ellos.
orfeo en la trama, y qué estúpidas son las murallas, afortunadamente no hay una por estos fondos que escuchan la atlántida. la anciana de ochenta años conversa por fin dentro de la ballena surfista, donde no la hay.

ya consintiéndote, me susurras al oído lo desconocido que soy, lo mal humorado aun en aguas torrentosas, en vigilias dibujadas por una niña constrictor, que parece un pecesito bien arreglado del golfo de sapporo.

y por qué van a dejar el lado del volcán sagrado, las islas ahorcadas por un gigante del norte, acaso un oso arquitecto, y levantas las piernas paranormales, ojalá me coja entonando una canción, que como saben solo recuerdo las primeras líneas. y esto todo sucede en la playa todavía: músculo y látigo interior.


al regreso estaremos sacudiéndonos un poco, dándole al instrumento de maderas exclusivas, para nuestras promesas, nuestras presencias en el escenario, cada uno en su sitial, bajando la cabeza y solo con un índice de síntesis, la lechuga y el arroz chino. ¿por qué de dónde es el arroz japonés que se vuelve duro en la comida suchi?, chino, por supuesto, un odio de 1500 años.
lo veo en los pantalones apretados en medianoche, quizás mintiendo o justificando el redoble de los tambores prohibidos para el pueblo.


ya el olvido de tantas fechas memorables, unidos por una fortuna: el encuentro de dos mundos como dice la fatídica historia americana. untado de sangre amarilla en la palma de la mano, por culpa de una cuchilla reciclada. no huyas de mi yacamoto, muévete y has de mi seguimiento una respuesta a caballo mientras arrojas los prejuicios del amor generacional. uno es verde de emociones al momento de la muerte.

ya porque otro día pasaron de largo entre el exhibicionismo y la privacidad. ahí estaba yo con mi corazón exaltado. lo que harán apretando el espacio con sus carros susuki.
ya de por sí se ve raro el ambiente, que a nadie importa. La toma muda de new york en los últimos veranos. es que son tantos para estar en todas partes: subways, museos, parques, buses, playas, terrazas de brooklyn, todo manhattan, y prestos ahora a long island.


los dejo pasar otra vez, y en el próximo semáforo me retan a que los mire, inútilmente sin ejes que conduzcan a su misticidad moldeada por su libertad religiosa, ahora con sus bellos samurais.
mi pobreza en la comunicación me deja decirles niu tokio!, niu tokio!, niu tokio!... y desaparecer de plano, de la esquina de cuatro lados o la media calle con dos salidas paralelas, que siguen siendo los caminos que planificaron los europeos desde roma.

ya endemoniado estoico subyugado, que no se retira del soho con sus modelitos en el planeta triple equis, donde hubo antes obreros de sol a sol encerrados y sin saber que hacer en la tierra prometida de la simplicidad. uno que otro inmigrante disfrutó del mar con sus arenas blancas, que todo lo pintan, hasta la negra sola que no olvida, regresa, y yo tostando mis huevos con sabor a rodaje, no olvido la iniciación del amor pagano, las caretas momificadas de kabuki (con sus maravillosos actores sobrenaturales).

II

ya en el museo de arte moderno con dadá en escena, todito dadá, zurich, colonia, parís, max ernst, hanah hoch, kurt schwitters, raoul hausmann.
allí la joven japonesita como un mikito, feas pero arregladas. el estar bien vestiditas las hacen ser figuras de una creación que ya cantan a gritos los modistos latinos porque los franceses ya lo cantaron y desde hace mas de 100 años. habían invadido a francia pasito a paso. eran el arte del lejano oriente, en medio de la absenta simbólica y patafísica.

un hombre japonés de 50 años me observa en la estación de tren de la calle 34. no fue sorpresa, me estaba esperando como un extraterrestre disfrazado de inseguro. yo seguro a pesar del calor a holocausto. la imagen frívola, la más completa paz jamás imaginada. digamos, con esa sonrisa cómplice, nos dimos a analizar a los pasajeros con esa perfección de la agonía,  que ya lo había escrito un poeta chileno en new york..


ya por amor de verlas pasar junto a los cuadros de schwitters. copiando, dudando un poco de esta alteridad, que nos ponga de acuerdo en un collage de 1918 que nos deja sin respiración.
ah, cuán grande estaba el cuadro de roberto matta explicado por una japonesa a dos estudiantes de la universidad de princeton. mas relajados los dos (por fuera de) que mirábamos ese objeto que volaba entre un fuerte color amarillo que se derramaba como zeus penetrante. el cuadro de matta seguía desafiante.

ya porque sea cómico, ver aparecer en una esquina de union square a un japonés transportado y arrebatado de su mundo, una calle de tokio, por un juego de ilusionismo, al que estaría acostumbrado todo el mundo. solo para hacerme asustar o para confirmar la regla. yo cruzo la calle hacia el parque y un grupo de cinco chicas japonesas me toman una foto con su cámara polaroid, y luego la introducen en una alcancía que parece un marranito, pero que no lo es.


seré una remembranza de new york, hoy new tokio, new tokio, new tokio. y me quito el t-shirt para recibir en el pecho ácido el sol devorador de las dos de la tarde.

ya porque nos encontramos en medio de una pista de baile con bon jovi, el músico rockero británico. ahí si, japonesita, dé lo que tenga entre músculo amarillo y músculo bronceadito. me alcanzas a decir: 5 minutos en el cairo, 8 en atenas, 1 en berlín, doce en new york, 4 en roma, nada en la habana, 6 en río, y 3 en panamá.
yo quedo solo en este pasaje de la rockeliada y emocionado, porque no sé que me quiso decir la muy chiquita.

ya porque hay una poeta en el metro, que no es japonesa, ríe conmigo porque no he visto todavía la del japón escribiendo poemas, pero si leyendo a mishima. la china  lee muy emocionada con su cara de tabla rasa, las analectas de confucio, que lo aprieta entre su entrepierna mientras agarra los palitos de comida y se lleva un bocadito a la boca, sin importarle nada, para eso estamos, pensara, en un territorio libre.

qué simpatía, cito: “la mujer mira hasta que aparece un rey sentado en su mirada”, lo leo del poeta chileno díaz casanueva. yo también me doy mis orgullitos.


ya porque el taoísta en chinatown me enseña sus espejos simbólicos, para que no mire a tanto japonés millonario, a quien trato de decirle acerca de apariciones momentos antes, y que se marcha con su olor a gato cocinado, con su camisa blanca y su pantalón de lino negro.

alcancé a escucharle que hay un término medio para explicar estas cosas.
¿y por qué el sol todo lo vuelve rubio y negro?

ya que por fin vi la japonesa pobre, que trabaja haciendo deliverys de sandwiches en uno de los parques que alguna vez fue un centro de magia: washington square. viste con sencillez y su altura no pasa del metro y treinta y cinco centímetros. ¿me mira con vergüenza? no, me observa con certeza  en sus ojos pretéritos.

porqué uno se imagina el satori en estas imperfecciones, con una salud a prueba de bomba nuclear. no le importa que las otras que pasan muy cargaditas de regalos y cámaras, sean la perfecta sociedad de consumo; con esos pies pequeñitos y dulces para un maniquí tradicional de sexo en el lejano continente.

mi amiga loli me habla de haber visto a las esquizofrénicas en el tren, y que parecían tener sangre negra cuando se daban a morderse delante de los pasajeros inocentes. Loli dice también que era porque un hombre negro con vestido rojo completo se derramaba por entre los bastidores de su sexo reprimido. pero qué rico ser pasivo.

III

ya porque cuando el silencio tiene un visitante exagerado, el gas permanente invasor, y me siento en el lado izquierdo de la cama a tratar de recobrarte bella japonesita de la muestra de arte dadá.
como no sé tu nombre, talvez vlakita, entiendo el estupor y el posible rechazo; cuando soy 2 y no 1 aquí en new tokio, y 1 allá en la distancia incondicional (el nuevo mundo) con todo ese sacrificio mío. no sé el tuyo.
rodeado de extraños evolucionismos, en donde siempre da miedo vivir para los emperadores, y el asesino múltiple no conoce el peso de la pata de elefante para asuntos de resolución completa (o de aplastamiento).

ya porque son escasos los instantes, y bien caros de complacer, me dirijo hacia la librería buscando otra mitología que nos universalice.
vlakita: yo he parado lluvias dañinas con los dos arco iris confusos. y me acuerdo de ese video porno donde los hombres japoneses de tokio, van al club de masajistas a tener sexo con hombres, mientras sus esposas, paulatinamente, lo prefieren así antes que aceptarlos con otras mujeres.

el mundo es irreal, y sus actos farsas porque están doblados, con aquel paso del tiempo que nos celebra y registra - oblicuamente actuando de maravilla – volvemos a la meditación para replantearnos el ciclo marginal de la sensualidad reprimida.
japón detrás de la puerta, con soles de rayos agrestes, pero delineantes, que no conocemos a fondo todos.


ya porque estoy convencido de nuestros encuentros, sobre todo ese día en el central park de new york, que me tenían cercado por varios flancos del parque, para que me sentara como ahora en la roca pedestre, a observarlos, mientras los tumbos de mi sangre, son una catarsis obligada a resistir, y la secuencia montada por azar es para posibles escritos naturalistas con sangre de sentidos recobrados.
¿volví a verlos, repetir sus rostros, sin que piense mucho en los robots exhibidos por los niños, a 110 metros de mi posible imaginación de plena libertad con los dones recibidos? un ahogo con saliva compartida me lo reitera una vez mas.


ya porque los niños y las niñas, en parejita, son presencias japonesas, para futuros príncipes de la razón, pero de razón suicida.
de la cultura zen sin fanatismos. y recogen y asen del momentico aislado la plena confianza, hacia la madre que también busca la imagen más rápida y placentera del desarrollo embrional posterior de la creatura con sus pasos. para mi inspiración, que no es otro que otro gen crítico, que no abandona este regalo: el niño realizado al que trato de aislarlo en medio de un lago de oportunidades en el almacén de microsoft.

la obra es completa, mi famoso despair baja de tímida interrealidad a otras ciencias, cuando la madre (y el padre descomplicado) se inclina ante mí para conducir al niño a su siguiente juicio.
vuelvo a quedar solo e impenetrable, estático grito que resquebraje a mi ángel, aquel visto y memorable en su sitio de penas. otros me hubieran convertido en un eunuco inservicial. pero no, estamos en la china imperial, aquel negocio antiguo de la suprema autoridad, posiblemente ascendido de la tierra mil veces vituperada por otros planetas.


emigro a un paso del futuro inteligente, donde me esperan, muy lejos de estos encuentros con la “juventud japonesa”, con sus aptitudes irreconocibles, primero mujer o mimosa. tercero bailarín o primero poeta, séptimo masajista y noveno lesbos.

y conste que en la camiseta de la niña constrictor japonesa habían grabados dos unos y un nueve y un seis, seguidos, estos dos últimos pueden leerse al derecho y la revés, y pare esta farándula de ilusiones, baile de ilusiones, que tengo la frente como samuel beckett, y échense a reír.

ya porque el jovencito japonés me regala el tiquete para mi vuelo rápido del lugar, hacia mi metamorfosis, con un fardo de pantalones para vaqueros medievales, ya lo había escrito, neutros en el cristal de roca, que ahora tiene por arte de magia la constelación de cáncer.

posible fin

a loli cienfuegos, jesús blas comas, y a gustavo adolfo garcés.

*


El bello poeta caleño del cine y de la crítica, Andrés Caicedo, en su mejor pose en el Sunset Boulevard, había entrevistado a la hermosa actriz Barbara Steele. Para su revista de cine Ojo al Cine, 1973-76. Foto archivo de Gajaka.



Gajaka en el Fin del Mundo, conserva la imagen de La picota mercenaria y degradada por todos los siglos, "Te habló desde la prisión famosa", antes que nada la bocanada de aire enrarecido para figuraciones posteriores de alucinógenos, genos, senos malditos que se pegan al esternón minutos antes. Foto de Hugo Duque.



A mi me parece que el hombre adquirió el bigotico para hacerlo, pues el amor pendejo!. Si se fijan es el ojo izquierdo, el pecado original, mil veces repetido, y encarnado en símbolos sexuales, más luego el enano ambicioso. — con Hannah Höch y su trabajo Dadá  de la primera postguerra.




"El gallimimo", dibujo poster para la obra poético-musical, "Juana I, la enlagunada", por Gajaka.
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨




"La triste historia de un ranchero enamorado, que fue borracho parrandero y jugador". Loli Cienfuegos y Gajaka, confirmando la regla mística, la hermandad no es de esta galaxia. Foto de Luis Miguel Vélez.

martes, 20 de noviembre de 2012

Al menos va haber fin de las harpías, libros que se atraviesan, las poetas.




Elizabeth Torres, la poeta neoyorkina con Gajaka, en su Maratón Cultural, 2012; a su lado la sombra del ayer y del mañana. Foto de Cristancho.

La crisis del estilo

Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

Quiero escribir sobre una poeta, si es que hay una como Alejandra Pizarnik (Árbol de Diana”), la locura y la sombra, como aquella obra de teatro que agregaba humo a la sombra, en fin que por el machismo y por el machismo gay se olvidan a no ser que insistan como Marosa di Giorgio, Dulce María Loynaz, y Carilda Oliveros, en fin que de la Pizarnik se lo que saben sus seguidores místicos, y la lectura rica de su imagen.

Mi pobreza acerca de ellas es  tan demasiado que los perros comen muerde de rabia sin el bosque florido tierra aire para el trueque. Disperso en ese viento quemado de partículas atómicas abrazadoras perdidas entre las sombras cadenciosas de la casa fiel.
Rosario Castellanos alguna vez te envolvió contra los otros agarres, Octavio Paz no es más grande que Marta Trava, y ese señorcito barbajovista se tira de para atrás mientras yo levanto el libro de la difunta al viento colmado del modernismo.

Sonríe el tartarista coronado de estrellas, celda 82, Marcos índice, el artista ovni, de lo anterior, pero Reyes y Paz contra Traba y Rama, tentativas inmunes al cabo de la vida tártara.
El último libro de Mercedes Roffé me obligue a seguirla sin el fantasma de la ópera. Pero Silvia Plath es la mejor. Siglos van y siglos vienen con Emily Dickinson y su entrada al cannon occidental.

La acostumbrada muerte de los guerreros con sus autos de fé, y la quietud del mundo, tiesa y vacía, a la terrible lección de la balaustrada de Praga.

“La muralla China” nos ha hecho vivir a todos nuestras décadas prodigiosas como la del cine francés, más que todo la descripción exacta de la oración por la que siguen los amantes. Lo peor con el epitafio: “deseo estar con las cenizas de Clarice Lispector”.
Si una mujer te regala una cerveza, de ahí a la eternidad (¿necesitará entre comillas?). Dos más, vamos en línea recta, la cura del eclipse de sol, el fin de una monada.

Colombia tiene poetas en las provincias, olvidadizas: Margarita Cardona, Marta Quinónez, Lucía Estrada. Dice el académico ensayista, Jorge Alberto Naranjo, que en 1905, habían en Colombia  800 poetas entre hombres y mujeres. Y solo 12 fueron reconocidos.

Lo que necesita el ensayista es salirse rápido de la poesía, le importa chana que juana. Recurrir al doctor y pedirle explicación, la muerte es el comienzo del paraíso.
The end edén perdido. 

En la foto Gabriela Mistral y Victoria Ocampo.
___________________________________

La metáfora ha muerto. 

Mercedes Roffé
Nada se parece a nada. 


La más mínima fracción de cada átomo absorbida en 



la tarea de cumplir su ínfimo mandamiento. 



Sostenerse en el ser, cada mañana, no importa qué. 



La anatomía exhausta del ciprés... La terquedad 



crispada de los pinos... El blanco inocuo del hielo en el 



dintel. 



El orín del perro del vecino traza un surco en la nieve. 

Minúsculo. No menos 

que todo lo demás. No menos 

que esta arrebatada voluntad, la inanidad segura de 

este intento. 

__________________________________________

De "El Coloso", 1960, de Silvia Plath

Versiones de Jesús Pardo

Canción putesca
La blanca helada se acabó,
los sueños verdes nada valen,
tras un mal día de trabajo
llega el momento de la sucia puta:
su simple fama llena nuestra calle.
Todos los hombres:
blancos, rubicundos, negros
derivan hacia su forma desmañanada.

Fijaos, os pido, en esa boca
hecha para bofetadas
en ese rostro costuroso
sesgado a fuerza de pintarrajos, hondones, marcas,
violado por cada hosco año.
Ningún hombre se le acerca
que sea capaz de concentrar aliento
con que corcusir fuego de amor en tan fétida mueca
como apuntan
mis castísimos ojos
saliendo de charco, zanja, trago.

______________________________

CUARTO SOLO 

Alejandra Pizarnik


Si te atreves a sorprender 
la verdad de esta vieja pared; 
y sus fisuras, desgarraduras, 
formando rostros, esfinges, 
manos, clepsidras, 
seguramente vendrá 
una presencia para tu sed, 
probablemente partirá 
esta ausencia que te bebe. 

________________________


Marta Quiñónez

LXXVIII (de "No, libro de Haripalas")

No es tu sombra
la que guarda los afanes

ni tu cuerpo
el que hace el arco de la alianza
para protegerme

Es el abandono
del círculo sagrado

Es la mañana
desencadenando
los delirios
las batallas
_______________________________________________

Lucía Estrada


Abro la noche para recibirte. En cada palabra
mis manos inician un largo recorrido hacia la sombra,
hacia lo que no es posible abarcar. Y sin embargo,
helo ahí como si quisiera traernos un pedazo de nosotros mismos,
un fragmento de luz, una sílaba cerrada en su misterio.

Nombrarte es el comienzo del exilio. Y permanecer en ti
una constante despedida. Ofrezco mis ojos a lo que se diluye bajo tu lámpara.
A la eternidad que se desteje minuto a minuto para que yo pueda entrar en ella.
Sin cortejos. Sin una guía para mis pasos.

Escribo en el polvo este no saber hacia dónde,
a qué distancia se oculta la rosa.
Nuestro diálogo es el inicio del viaje, su silencio el camino de retorno.

Es necesario permanecer a la intemperie.
___________________________________



Támara Kamenszain

Soy la okupa de mi propia casa
desde que la propiedad se fue de mí
ya no tengo escritura y como en los sueños
la puerta de entrada me espera afuera
para que todo empiece de nuevo
atravieso de canto esa hospitalidad
atrás de los cuadros debajo de los muebles
se aquerencia un techo nuevo
donde hubo hogar quedan fotogramas
vos tu él el hombre con cama doble
mudado por el cuarto a la deriva paso a paso
los libros del living lo siguen arrastrados
en un maletín que se desfonda y es en el baño
donde la mochila ruge por última vez.
Hablo de un inodoro que nos traga lejos
hasta otras casas.

____________________________________________



Margarita Cardona Villa (“Cita del mediodía”, 2005)

Vida

Perdí un día el miedo de sufrirte
descubriendo el libro bebedor del destino
frente a la naturaleza
de aguas y tejidos
mis ojos inflamados no lloraron frente
al cadáver de la realidad
todo era un sueño y ya faltaba poco para terminar
tal vez ya habíamos pasado la mejor parte del camino
y ahora no éramos sino excavadores malditos de la tierra.



Vallejo

Hoy no ha venido nadie
qué poco he muerto
la carta resbalada en la ventana
se quedó con tus manos
se verifica en la soledad
una presencia como una deidad
oscuro es una palabra
que nadie se atreve a forjar
el miedo paraliza toda la mano


Fútbol

Ellos jugando al fútbol
yo desechando toda dialéctica
las palomas pasaban
tendría que irme para otra parte
los solitarios siempre somos sospechosos
____________________________________________

Anne Sexton


El asesino

La muerte correcta está escrita.
Colmaré la necesidad.
Mi arco está tenso.
Mi arco está listo.
Soy la bala y el garfio.
Estoy armada y lista
Desde mi mira, lo tallo
como un escultor. Moldeo
su última mirada a todos.
Cambio sus ojos y su cráneo
constantemente de posición.
Conozco su sexo de macho
y lo recorro con mi dedo índice.
Su boca y su ano son uno.
Estoy en el centro de la sensación.
Un tren subterráneo
viaja a través de mi ballesta.
Tengo un cerrojo de sangre
y lo he hecho mío.
Con este hombre tomo en mis manos
su destino y con este revólver
tomo en mis manos el periódico y
con mi ardor tomaré posesión de él.
Se inclinará ante mí 
y sus venas saldrán en desorden
como niños… Dame
su bandera y sus ojos.
Dame su duro caparazón y su labio. 
Él es mi mal y mi manzana y
lo acompañaré a casa.
______________________________________________________________________ 

Eugenia Sánchez Nieto


FILIACIÓN DESCONOCIDA

Me perdí en el piso trece de un edificio de Manhattan
mujeres sin rostro dan la bienvenida
un coro hermoso sobrecoge mi ser
una flauta un piano me induce por un largo camino
olor a palo santo embriaga la atmósfera
bellos hombres muestran sus cuerpos.

La noche besa mi mejilla
en el largo corredor figuras escurridizas
se mueven ágilmente
¿A dónde me conduce este camino?
un concierto de murmullos tensiona mi espera
la tristeza construye un rostro bello pero extraño
sombras huidizas tocan mi espalda
un hombre negro sonríe y muestra sus blancos dientes.

El viento sopla por un balcón
las cortinas se mecen provocando una danza
reiterada y extraña
un bello hombre observa un lugar perdido
en su imaginación ama, penetra, se extasía
mujeres pequeñas sonríen desde diversas puertas
hombres generosos ofrecen su desnudez
la noche para el encuentro, la danza talentosa,
el piso trece, Manhattan sin miedo.
____________________________________________________________


Teresa María Gallón, la reina de los poetas neoyorkinos, IN MEMORIAM, en el apartacho de la historiadora e ilustradora de "Realidad aparte", Vicky Paz, en el East Village, Manhattan, junto  al recién llegado, Peter Diffin. 1989. Foto de Manolo Tamayo. Archivo de Gajaka.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Si no lo hizo Pessoa, ni Vallejo, Rodolfo Hinostroza lo hizo, llegó a sus 71 años con su fama corredora, los otros no, a quienes tanto amábamos.




Por sugerencia de dos lectoras de poesía peruana, en el exilio, con ustedes Rodolfo Hinostroza.

Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka extramítico)

Rodolfo Hinostroza, Lima, 27 de octubre, 1941, el último de los mohicanos se dijo después de la muerte reciente del poeta  Antonio Cisneros; que comenzó con su libro de poemas “Consejero del lobo”, 1965, de una generación, la de los 60s, de la larga post guerra europea y americana,  y muy vallejiana, con algún contradictor positivo, contra el odio y el amor, la acostumbrada casi acusación de haber sido elegido por Octavio Paz, para reírse de nuevo. Lo protegen ángeles más acá que la estatua.

“Yo lo vi compadre yo lo vi”, me dice Pedro Granados, yo lo he visto, desde la piedra estelar, de la fe en la naturaleza pero incaica, de una vez por todas, y que se levante Arguedas. 

De esos sesentas cortos, Poetas sicoanalistas, Luis Hernández, más allá del aplacado sol cuando su flauta lo impulsaba a ver allá arriba al Gran señor Uno del cielo a loquiar con fraseo mayor, enlagunado, maestro de muchos, olvido de otros. Rodolfo Hinostroza conserva para mi el otro nombre a seguir de esos poetas,  sus largos poemas te eclipsan, solo Eluard Espina lo sigue con el canto de un fingidor. Solo tu neoberraco. “Batistuta de la poesía”. Máquina de Kozer, “Sangrado” de Lima a Buenos Aires. Falta el de Querétaro.

Tomo mi suspensión de caléndula para el culto y su ñiñiñaque. Por fin alguien más tenaz que el profesor de matemáticas es el tótem plantado y leyendo como poeta Mayor,  o a seguir la poesía peruana, de esta generación  rock and rolera, y expuesta a la dictadura militar.

Luego están Javier Heraud (un ícono, de la poesía de un guerrillero,  asesinado, típico miedo stalinista y fascista. Antonio Cisneros, Juan Ojeda, Winston Orrillo, César Calvo (conozco una secta secreta muy eleusina que lo sigue más allá del sol por el Amazonas). Juan Gonzalo Rose (una banda de suicidas que han abandonado su estoicismo, y así son insoportables), Marco Martos, Ricardo Silva -Santisteban. La lista siempre será larga para el Perú de Miss Perú y su voces hasta “Contranatura”, 1972, donde Hinostroza desembarca con Las soledades de Góngora en incaico. Algo absurdo si hablamos de lengua muerta, sin los cumplimientos de Felipe II, para que conservaran todo, hasta sus lenguas milenarias. Pero nadie le hace caso a un rey enano, a no ser que sea de los enanos de Herzog y Serrat.

Me gustan estos dos poemas que están en la red: “Los hijos de Clausen”, sobre su madre, de “Memorial de casa grande” y a continuación el l poema acerca del padre, mira papá salí de la máscara de hierro del hombre peruano.  Viva el neobarroco de Rodolfo Hinostroza.

Este alumno de Robert Graves en mitología, ha publicado recién: crónicas (Pararrayos de Dios, Tribal, 2012). Antes ,“Tercer Diluvio” en forma electrónica.  Profeta del Fin del mundo.


Fotos de halcones peregrinos de Carlos Enrique Ortiz. Aquaral, oct.29, 2012.


Se buscan tres poetas neoberracos (Jesús Blas Comas, León Félix Batista, Noel Jardines), neoyorkinos, retratados en el Café Español por Loli 100fuegos, antes del huracán Sandy. Entre los tres 300 kilogramos, y llevan todo el curso Délfico lexamista a una galaxia cercana."No soy nada./Nunca seré nada./No puedo querer ser nada./Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo." (Álvaro de Campos).
________________________________________________________________________

Dos poemas de Rodolfo Hinostroza


Dos hijos de Clausen

Mi madre Gloria era
La chica linda del Callejón del Buque,
De Bajoelpuente, en el jirón Trujillo, manyas primo.
Era hija de Clausen, un ingeniero danés chiquito y colorado,
lisuriento, que a veces venía a visitarlos,
a ella y sus dos hermanos,
a Olga, la segunda, y a Rodolfo, el menor.

Eran hijos habidos en Victoria Farfán,
guapa bajopontina de imponente perfil,
y de horrible carácter, tal como lo aprendí
a mis expensas luego. Nadie quería entrarle
aunque era buena hembra, pero con fama de ogro:
Tuvo que ser este gringo despistado, chambero y buenagente,
pero más lisuriento que un capataz de obras
se ve que había aprendido su oficio en el barco
porque instalaba Centrales Hidroeléctricas en provincias
y se quedaba un año dos,
en Camaná por ejemplo, o en Máncora
conviviendo en el campamento
con mujeres del pueblo
a las que les hacía de vez en cuando un hijo.

En consecuencia le hizo
tres hijos a Victoria
De puro macho que era.

Gloria nació, por ejemplo, en el campamento de Ica,
Y Olga en el de Marcará
y el muchacho Rodolfo ya de regreso a Lima
pero hasta ahí nomás llego,
porque luego de algunas peleas memorables con el Ogro
el hombre se esfumó. Ni cojudo,
se fue desapareciendo de a poquitos pretextando trabajo
hasta que no volvió, sino de tarde en tarde
para ver a sus hijos.

Cada vez que el gringo venía a visitarlos,
La cosa terminaba en unas grotescas,
gigantescas puteadas de callejón limeño,
Con mentadas de madre y baldes de meados
Contra el valiente danés y sus torpes carajos,
sus incipientes mierdas, sus amargas derrotas de gringo buenagente
contra la horrenda familia de mi abuela,
un matriarcado chicha
de obreros criollazos y grisetas
que comportaba un tira,
un par de mechadores famosos
una puta solapa
y varios palomillas
que a veces terminaban en la cana.

O sea que mi madre lo veía muy poco
Pero siempre cargado de regalos, como Santa Claus en su trineo:
Muñecas lloronas, ropa importada de Miami, camioncitos a cuerda,
Y sus visitas eran más inolvidables cuanto más esporádicas,
Y siempre en Navidad
Que para los daneses es sagrada
Y nunca les falló en eso al menos.

Los tres hermanos competían desleal y arduamente
por el breve, pequeñísimo tiempo
Que su padre dedicaba a cada uno de ellos:

 "Cómo te va
En el colegio? Qué quieres estudiar cuando seas grande?   (ingeniero)
(maestra) (artista de cine) Te enseñan bien inglés en el colegio?
Saben, yo viví 20 años en los Estados Unidos,
y tengo la nacionalidad americana,  que
automáticamente se transmite a mis hijos,
por ley, a toditos mis hijos,
o sea que ustedes también tienen derecho
al pasaporte americano,
lo sabían?..."

Se les quedaban las palabras de protesta atoradas en la glotis
Y preferían tomarle de la mano, cálida y cariñosa
Que darle motivo de vergüenza
Con preguntas incómodas.
Y cuando el gringo se iba en su Ford polvoriento,
sus 3 hijos en unánime paja
se largaban al techo, a soñar desaforadamente
con los Estados Unidos de América
la tierra de las oportunidades
Time is Money
América tierra del trabajo y del dólar
De la democracia
Y de la igualdad ante la ley
De los hijos bastardos.

Y el culeado danés un día se murió
Sin dejarles un cobre.

Pero tanto fue que sus hijos soñaron,
que sus sueños se hicieron realidad
Al filo de los años.

                             Mi madre, por ejemplo, encontró
a su Príncipe Azul
En Octavio, un poeta venido del Callejón de Huaylas
Hijo de un hacendado en bancarrota,
Que tenía más o menos la edad de su padre.

Cuarentón, romántico y celoso,
Refinado aunque misio,
Con la cabeza llena de sueños
Pues el también sonaba con triunfar en Hollywood
Y acababa de escribir el guión de una película de éxito
"El guapo del pueblo"
Con Jesús Vásquez y Filomeno Ormeño,
Ima Sumac y Moisés Vivanco
Y la Cholita linda del Perú,
Alicia Lizárraga.

Eran tiempos del cine mexicano
Con el charro cantor Jorge Negrete
Y aquí surgía un cine nacional a fines de los '30
Con enorme ilusión
Por eso comparaban la pareja conformada por ellos
con la de María Félix y Agustín Lara,
La bella chica y el feo poeta
A causa de la diferencia de edad, o con Chaplin
Y Paulette Goddard. Era un sueño para ella
Estar en ese ambiente
Y no con los zafios de sus primos.

El poeta se casó pues con ella y se la llevó a Huaraz
Tierra de sus mayores y
Tuvo dos hijos en ella (mi hermana Gloria y yo)
Y fuimos felices y comimos perdices desde 1941 hasta el 49
Que todo se rompió, inexplicablemente,
Como una muñeca de porcelana china
Y ellos se divorciaron.

Pero antes de eso fuimos de verdad felices
En esa hermosa casa de la calle San Martín
Con su  patio y su poyo y su corral de cuyes
Y las gotas de lluvia cristalina
Que tintineaban sobre los charcos
Y el trino del huanchaco pecho colorado
Y el trueno batiendo atabales lejanos.

Nunca supimos verdaderamente por qué se separaron
Ni tampoco tiene sentido esclarecerlo ahora,
después de más de medio siglo.
Pero se separaron a capazos neuróticos,
luego se divorciaron y cambió nuestra vida,
dio un vuelco espantoso, como un accidente de automóvil
y fuimos infelices durante largos años.

Entonces regresamos a Lima, a vivir
Con la feroz familia de mi madre
En la Unidad Vecinal número 3
Unas viviendas para familias pobres.
Mejor no lo recuerdo.

Después mi madre se consiguió un amante
que era también casado como el abuelo Clausen
Y había trabajado también 20 años
In the United States
Y había regresado al Perú para montar
una cafetería en el jirón de la Unión.

Y el tal Alberto le puso Casa Chica a mi madre
como el danés se la puso a su madre,
Siguiéndole el ejemplo
Que ya era una tradición en su familia
Porque la bisabuela Hortensia era la barragana
Del tal Farfán (que era también casado)
Y ya eran tres generaciones de mujeres
Salidas de ese callejón bajopontino
Que eran queridas de gordos ricachones
Fatalmente, como en las tragedias griegas.

Y mi madre volvió a ser ilegitima
Después de haber estado legítimamente casada con mi padre
Porque la fatalidad la llevaba a ser la Otra
La amante, el fruto prohibido,
La mujer que se corta las venas
Y acaba en el hospital, a hurtadillas
Para que sus hijos no se enteren.

Y luego vino Demetrio, otro poeta misio y además casado
Pero al menos poeta, aunque completamente
alcoholizado.
Y luego vino su matrimonio bamba
(en este fui testigo) con un cretino,
que desapareció poco después.
Ya estaba envejecida
y sin mucho glamour, de modo que un buen día,
desistió de buscar la Felicidad
consagrada en la Constitución Americana.

Poco después murió
de un infarto masivo al miocardio,
mientras que se tomaba su último Cuba Libre.

Su hermana Olga
Esa especie de monstruo que nunca tuvo hijos
Y acechaba mi infancia
Para burlarse de mí, para vejarme,
Para espiarme morbosamente por la ventanita del baño
Para golpearme brutalmente con un palo de escoba
Para arrojarme un cuchillo encima de la mesa
Para destrozar mi juego de ajedrez que no entendía
Esa bestia peluda, en fin,
Decidió, ella también, ir a buscar el Sueño Americano
A los 50 años, bastante maleteada por su amante,
Desde luego casado.

Inmigró a los Estados Unidos, con chamba de doméstica,
Aunque no sabía cocinar ni tampoco comer,
Y regresó casada con un octogenario ingeniero checo
Jubilado, enfermo y malhablado
Igualito a su padre
Trayendo unos inmensos muebles americanos
Para que la envidiase su familia
Pero no tuvo tiempo ni de desempacarlos
Porque murió de un cáncer a los huesos
Dopada por el fósforo, deforme, delirando,
Insultada por su madre aún en su lecho de muerte,
Impotente y vejada.

En cuanto a Rodolfo, el benjamín,
El tío buena gente
Que prefería tener alma de negro pobre
Que no de blanco misio
Nunca se fue a los Estados Unidos
Pero fue el único que realizó El Sueño Americano
Pues se hizo rico de la noche a la mañana.

Yo lo hice rico de la noche a la mañana
Gracias a mi laboratorio de química
Enseñándole a extraer oro de unas sales de cianuro
Acumuladas en años de electrólisis
Pues él no sabía qué hacer con ese polvo gris y denso
Que supe convertir en oro de calidad suprema
99.99 de pureza
con un catalizador de hierro
que hizo llover oro en polvo sobre el tío Rodolfo
30 o 40 kilos de oro lloviéndole del cielo.

Y se compró su casa, y puso su negocio
Y no paró hasta hacerse millonario
Pero a mí no me dio, desde luego, un centavo,
Y ni siquiera las gracias.

Y dejó de ser el tío buena gente para ser un señor
Avaro y temeroso de su oro
Con un hijo mongólico
Que ensombreció los días de su vida.

Ahora casi todos han muerto.

Mi  madre se ha ido al alto lirio,
A cantar sus endechas
Mi padre, Tía Lucha, Alberto el comerciante, Demetrio el poeta
todos están juntos en el alto combo.

Mi abuela Victoria se ha reencarnado en una rata,
Y Olga en una repugnante cucaracha
Y se encuentran en las alcantarillas que las vieron nacer
Para seguir peleando.

Y desde luego Clausen, el danés inmigrante,
se ha ido al Otro Barrio
a montar sus Centrales Hidroeléctricas,
y pasa piola
Inmerecidamente, desde luego.
______________________________________

Dos halcones peregrinos, venidos del Capiro a Aquaral. la tarde de domingo 28 de octubre, 2012, cielo despejado y muy azul. Juana de Aquaral metida en su cuento maneja la crema Vogue y se tira por la borda. Foto de Carlos Enrique Ortiz.


El sol que dejó el huracán Sandy para Colombia. Foto de Carlos Enrique Ortiz.

LOS HUESOS DE MI PADRE

Serán éstos los 206 aristocráticos huesos de mi padre?
Todos completos, con su maxilar inferior, su frontal,
sus falangetas, su astrágalo,
su vómer, sus clavículas?
No se habrán confundido
en la Fosa Común
con los de un vagabundo
de esos que abundan en las calles de Lima,
y mueren sin un grito?  Cómo voy a confiar
en que sean éstos los huesos de mi querido padre,
don Octavio, Tachito,
si en la Fosa Común donde lo echaron
puede ocurrirle cualquier cosa
a los huesos de uno?
Su hermano, tío Reynaldo había jurado
encontrar a mi padre, y recorrió toda esta Lima a pie
durante un año, para hallar a mi padre, el poeta,
que se había perdido en la ciudad,
como suele ocurrirles a los ancianos y a los locos.
Todos los días salía, después del desayuno,
a buscar al hermano mayor,
a aquel poeta provinciano,
talentoso, desgraciado y perdido
por los barrios de Lima. Llevaba
una vieja foto de mi padre, amarillenta,
donde aparecía con su pelo ya blanco,
sus ojillos brillantes de inteligencia, sus mejillas fláccidas
labradas por años de inútiles batallas
contra lo que él llamaba su destino adverso
cuando se hallaba de un ánimo blasfemo,
dispuesto a enrostrarle a un Dios
                                 en el que no creía,
sus continuos fracasos.
                                         La boca grande, elocuente.
La frente alta y despejada. Con un terno marrón, creo,
a rayitas. Esa imagen debió corresponder
a una época feliz, tal vez la de Huaraz,
cuando estábamos todos juntos, mi hermana
mi madre y yo, mucho antes
del divorcio.
Reynaldo la mostraba
a la gente, los interrogaba venciendo
su enorme timidez: "¿Ha visto a este hombre?"
indesmayablemente a pie,
tío de a pie como un remoto soldado de una guerra perdida,
raso, humilde, cumplido,
indagando en los parques, en los hospitales,
en las estaciones de autobús,
en los mercados,
pues quería encontrarlo,
esa era la misión que se había impuesto
antes que la muerte se lo lleve.
Pero la muerte se llevó primero a tío Reynaldo
de un cáncer al estómago,
sin saber que mi padre lo había precedido en el último rumbo,
y no fue sino mucho más tarde que mi hermana
al fin encontró a mi padre
en una Fosa Común del cementerio de Miraflores
donde sus huesos misteriosamente habían venido a dar
porque nadie había reclamado su cadáver.
La muerte
que con callado pie todo lo iguala
lo había sorprendido en un asilo municipal
donde llevan a los locos que vagan por las calles de Lima
y había muerto, enloquecido y solo,
él, Octavio, Tachito, el poeta, el hermano mayor
que había nacido en cuna de oro.
Siempre pensé que moriría rodeado
como Maese Manrique
de sus hijos, hermanos y criados
reconciliado con su terco destino
y cesaría la angustia
la loca angustia que desorbitaba sus ojos
porque no quería morir como un fracasado
y su muerte le cerraría para siempre
las puertas de La Gloria.
No reposó un instante en vida
acechando a la suerte en todos los caminos,
en todos los concursos,
esperando un cambio del destino
un premio, algo definitivo
que sacase su nombre del anonimato
y le diese la paz. Ya no soñaba con el Premio Nobel,
si no con la publicación de sus poemas
que eran profundamente hermosos
y cada día más bellos
cuanto más desgraciada era su vida.
Se sentía en deuda
con nosotros sus hijos,
y los recuerdos de nuestra infancia feliz lo atormentaban
hasta hacerlo sangrar
como un patriarca loco que ha perdido
el paraíso inadvertidamente
por una mala mano en el tresillo
un mal consejo, o una debilidad de temple
inconfesable.
Entonces quería estar solo, huía
de la familia, se confundía
en Lima entre los vagabundos, le aterraba
y le atraía como un destino escrito
la mendicidad al final del camino. No aceptaba
el rol que todos querían para él:
el del abuelo sabio y respetado
que mora y aconseja en el hogar de su hija: prefirió
seguir en la batalla hasta el final,
irse a la calle
esperando un milagro.
Sus despojos
fueron a dar a la Fosa Común,
hasta que el proceso
de putrefacción termine, en cosa de tres años
y sus huesos, mondos, nos fueron entregados
en una caja de zapatos, con una etiqueta identificatoria.
Ahora reposan en el Cementerio el Ángel
en una de esas fúnebres bibliotecas de huesos
a pocos bloques de donde mi madre duerme su sueño eterno.
La muerte, piadosamente,
ha acercado los huesos de dos seres que la vida separó,
y sus nombres han vuelto a aproximarse
en el silencio de este Camposanto
como cuando se vieron por primera vez
y se amaron.
En ocasiones
mi hermana y yo llevamos flores,
a un sepulcro y el otro,
y todavía sufrimos por su amor desgraciado,
que sin embargo dio maravillosos frutos.

¨Ñ¨^*^¨Ñ¨^*^¨Ñ¨^*^¨Ñ¨^*^*^*^¨Ñ¨^*¨Ñ¨^*^¨¨ÑÑÑ^*^¨Ñ¨^*





RODOLFO HINOSTROZA
Poeta cósmico

Por Ghiovani Hinojosa
Fuente: La República, Lima 12/08/012
http://www.larepublica.pe/12-08-2012/poeta-cosmico


Es una de las voces más importantes de la generación del sesenta, y acaba de publicar Pararrayos de Dios. Crónicas de poetas (Tribal, 2012), una compilación de artículos sobre escritores peruanos como Juan Gonzalo Rose, Javier Heraud y Jorge Eduardo Eielson. Aquí una semblanza de sus primeros años de vida y de su afición misteriosa por los astros. Pocos recuerdan ahora que publicó uno de los tratados de astrología más consultados de la lengua castellana. O que cuando estuvo en Cuba, en los años sesenta, intentaron adiestrarlo en los quehaceres bizarros de las guerrillas marxistas. El poeta pasea ahora por su pasado con admirable lucidez.

 Rodolfo Hinostroza se convenció a los 14 años de que su padre no era un miserable. Estaba frente a un cofre viejo en su casa de Huaraz. Había descubierto, entre algunos libros amarillentos, una colección antigua de la revista Folklore. Su progenitor había publicado allí unos cuantos poemas indigenistas. El adolescente examinó el hallazgo con atención. Qué lindo escribía el viejo. El poema que más le gustó fue “Elegía a la muerte de la Engracia”, que, según supo después, fue escrito de un tirón. Se enteró, además, de que don Octavio Hinostroza era un dramaturgo elogiado por la prensa. Baste decir que elaboró el guión de una de las primeras películas peruanas, El Guapo del pueblo, en 1938. No era justa entonces la manera como se refería a él la familia de su madre: “el viejo vago de tu padre”, “el viejo inútil de tu padre”, “el viejo de porquería de tu padre”. Octavio y Gloria Clausen se habían separado cinco años atrás según parece debido a los celos enfermizos de él: ella era una hermosa jovencita de ascendencia danesa que atraía la mirada de cualquier hombre. Además, a ambos los separaban considerables 24 años. El pequeño Rodolfo, que se fue a vivir con su madre, oía en casa tantos insultos hacia su padre que terminó creyendo que él no era un buen ejemplo. Se avergonzó de su progenitor y del terno avejentado con que lo iba a visitar a veces. Prometió que de grande sería ingeniero o químico, pero nunca poeta como él. Pensaba como piensan todos los niños del mundo: evitar el dolor de quien los cría. Pero aquel día en Huaraz, con el redescubrimiento artístico de su padre, Rodolfo Hinostroza trazó el derrotero de su propia vida.

 En realidad, la poesía acechó la existencia de Rodolfo desde que nació, un buen día de octubre de 1941. Su madre, que disfrutaba del arte de pergeñar versos (ahora se entiende por qué se casó con Octavio), le escribió la siguiente ternura: Manzanita juguetona/ Travieso melocotón/ Azucena reventona/ Hombrecito! Corazón! En casa, el nicaragüense Rubén Darío ya era una deidad mayor, el “padre y maestro mágico” que orientaba a todos los fabricantes de frases memorables. El pequeño creció con los versos del modernista acariciándoles las orejas. Pero los primeros autores que Rodolfo leyó con plena consciencia fueron aquellos que le dio, años más tarde, Demetrio Quiroz-Malca, el segundo esposo de mamá Gloria. Quien en la práctica venía a ser su padrastro ganó el Premio Nacional de Poesía en 1955, así que sabía bastante del buen decir. Algunos de los libros que le recomendó devorar son La metamorfosis, de Franz Kafka; Bartleby, de Herman Melville; De qué vive el hombre, de León Tolstoi; y El extranjero, de Alberto Camus. El adolescente Hinostroza no solo devino en un lector compulsivo, sino también en un escritor fervoroso.

 Empezó a tantear sus primeros cuentos, que agrupó bajo el título lúgubre de Fosa común. Cuando le entregó con timidez este conjunto a Quiroz-Malca, su mentor se quedó gratamente impresionado de su prosa y especialmente del relato denominado “El noveno tranvía”. Le prometió al menor darle una copia de este cuento a su amigo Manuel Jesús Orbegozo, jefe del suplemento dominical del diario La Crónica. Y así lo hizo. El relato fue publicado el 29 de junio de 1958, con lo que empezó oficialmente la carrera literaria de ese chiquillo desgarbado y sensible que era Rodolfo. Tenía 17 años y estudiaba en el horario nocturno del colegio Nuestra Señora de Guadalupe. Por entonces pasaba buena parte del día oyendo zarzuelas y óperas en el tocadiscos de sus vecinos, los Tong, y volvía a casa, tras la escuela, a eso de las once de la noche. A esa hora encontraba a su madre tomándose un trago con Demetrio. Entonces, los tres se ponían a discutir acerca de algún autor o libro que todos habían leído. Normalmente había dos posiciones en pugna: la del padrastro y Rodolfo Hinostroza, y la de Gloria Clausen. La madre, en medio del fragor de la discusión, los acusaba de aliarse en su contra solo por ser varones. Y pasaba a tratarlos con ironía, con distancia, con sarcasmo hiriente. “Era una aguerrida Aries, no le gustaba perder y cuando se veía acorralada nos botaba de la casa, y terminábamos Demetrio y yo en algún bar de mala muerte chupando con cualquier parroquiano, a las 4:00 de la mañana”, escribiría Rodolfo años más tarde en sus memorias.

 Lo cierto es que tanto en esta bohemia tempranera como en la que vivió después con los poetas César Calvo y Juan Gonzalo Rose en la Universidad San Marcos, Hinostroza intentaba ahogar las penas que le generó la separación de sus padres. De hecho, a los 25 años empezó a ser psicoanalizado por  Max Hernández. Las sesiones de introspección, en las que según sus propias palabras “me restauraron el alma”, duraron unos siete años.

Del verso a la astrología

 –La poesía es hablar de tú a tú con Dios, dice Rodolfo Hinostroza acariciando el lomo de su gato Isis. Estamos en su departamento, en el undécimo piso de un edificio en Magdalena del Mar. El poeta tiene la voz extremadamente rasposa y fluctuante, como si su garganta se quejara de algo, como si quisiera alegar algo. Rodolfo está despanzurrado sobre su sofá, con las piernas volcadas hacia su mesita de noche. Tiene aire de transgresor, de sujeto que rompe las reglas y crea en compensación las suyas propias. Por ejemplo, en Contra natura, su segundo poemario (el primero es Consejero del lobo, publicado en 1965), abundan los poemas con figuras geométricas, signos matemáticos y señales astrológicas. Este libro obtuvo el premio Maldoror en Barcelona en 1970, con un jurado liderado por el mexicano Octavio Paz. “La poesía debe abarcarlo todo”, añade trayéndose al pecho a Isis. Para él la poesía es cualquier cosa que exuda belleza: un cuadro, un comportamiento, una frase. Le encanta, por eso, la manera irónica como el vate Jorge Eduardo Eielson ha denominado su propia producción en verso: “poesía escrita”.

¿Cuáles son esas otras poesías, las no escritas, en el caso de Rodolfo Hinostroza? Tal vez la principal sea la astrología, esa disciplina misteriosa encargada de estudiar la relación entre los astros y el devenir de las personas. Tanto la astrología como la poesía escrita tienen una inquietud motora: el amor. La una se afana en anticipar el tipo de romance que vendrá, mientras que la otra celebra o lamenta el flechazo recibido.

 Rodolfo descubrió la astrología un día de 1968, cuando se topó en los Campos Elíseos con una computadora gigante capaz de describir tu personalidad a partir de tu signo zodiacal y otros datos personales. Le fascinó tanto esta máquina que terminó investigando a fondo este tema y escribiendo el célebre tratado El sistema astrológico. Teoría y Práctica (1971), que vendió cerca de 120 mil ejemplares.

 El caso demuestra la naturaleza libérrima de Hinostroza. Por eso mismo tampoco le tocó los nervios la prédica comunista de la Cuba que visitó a mediados de los sesenta. La poesía social no le entraba ni con golpes. Lo suyo era moldear a pulso su propio cosmos poético, sin comprometerse con ideas políticas que lo condicionaran. En el proceso, extasiaba sus sentidos con lecturas desbordantes, comida celestial y harto trago. La ebriedad era, antes que nada, un estado de deslumbramiento. En el poema titulado “Al fatigado”, Rodolfo llega a decir: El que está sobrio y permanece fiel a sus medidas/ Contra el ocio y los sucesos feos como pinzas de cangrejo, / Hoy ha encontrado que no sabe nada. Su sinceridad lacerante, corrosiva, ha marcado el curso de su poesía. De él no se esperan largas cavilaciones, sino palabras ametralladas, casi vomitadas. De hecho, ha escrito algunos de sus mejores poemas de un tirón.

“Los bajos fondos”

 Estoy por el cuchillo. Yo, que me acostaba limpiamente, Que en las pequeñas tentativas Huía como el búho en el lomo del día, reconozco Finalmente la fuerza de mis inclinaciones. En la vecindad de la liturgia más simple La de las costumbres familiares Me sorprendo excitado y compito con los perros dobermanos En la furia de los desgarramientos.

 (Un templo un templo guarda todavía mis ropas de monaguillo y mis salmos de albahaca detenidos en las salutaciones. Guarda la vergüenza de la ropa sucia y del pecado de no llevar corbata. Y sobre todo guarda a un Cristo, ladrón con la derecha y también con la izquierda, dulcísimo robador de los sexos y de las alcancías.)

Vuelvo por el cuchillo.
Fragmento de la parte II del poema, del libro Consejero del Lobo (1965).

Una fotografía memorable de grandes poetas suramericanos: no recuerdo el primero a la izquierda, luego está la poeta argentina Olga Orozco (I.M.), Álvaro Mutis, el peruano Westpfallen (i.m.), el chileno Gonzalo Rojas (I.M.).