martes, 15 de diciembre de 2015

Gerardo Deniz, 1934 - 2014. A un año de su muerte, recordamos al gran poeta mexicano que nació en España.









Patria por Gerardo Deniz*


Mil olvi­dos y dos recuer­dos me bas­tan para armarla.
El olvido se per­dona, pues cumplía entonces yo dos años:
hablo del churro de mi desayuno tempranero.
Los recuer­dos tienen menos de veinte años.
Unos son los cam­pos junto a Soria,
secos, entris­te­ci­dos al filo de noviembre,
que recorrí con mi amigo al atardecer,
mien­tras den­tro de mi crá­neo resonaban,
inex­plic­a­ble­mente,
los lar­gos arpe­gia­dos del coral de César Franck.
Y al fin, un mes después,
cuando, en el jirón restante
de la calle del Caballero de Gracia,
entré a la tienda aque­lla para que cuidasen de mis fotografías,
y tras el mostrador surgió una muchacha seria
y me miró
y por unos segun­dos sentí deshac­erse, disolverse,
mi pecu­liar y gen­uino sobretodo helveticomexica
y fui un viejo las­civo judío o morisco
requiriendo de amores en silencio
a una don­cella cris­tiana de her­mo­sura casi inimag­in­able. 

Y amargo como Pafnucio:
—¿Por qué das tal poder a una creatura?

Escribo esto a mediodía (hora de otoño), a midi, 
ses fauves, ses famines,
y mi graznido de pigargo al arro­jarme al espa­cio postrero, mi Weltinnenraum,
pase­ando, inex­plic­a­ble­mente nervioso, por los pasil­los hue­cos del aerop­uerto de Barajas,
viendo des­fi­lar anun­cios y avi­sos de aerolíneas nunca vistas
que van —pero de veras— a todos mis mundillos,
a Kuwait, a Helsinki, a Ánkara y Angkor, a Sid­ney, 
vía Djakarta.
Era tam­bién el mediodía (hora de Greenwich)
y cuando por fin me arrel­lané en mi asiento en el avión
son­aba, quedo, música de Debussy
para des­pedirme de mi Eura­sia (un mes atrás, cuando llegué,
la música de fondo era, muy propi­a­mente, de Granados).
Ahora, a luchar con el sol, para lle­gar a Méx­ico a 
las 11 p.m.,
por­ta­dor de unos tur­rones de avellana
y de un fardo invis­i­ble de recuer­dos que añadir a 
un mon­tón ya desmesurado.


Soy un bor­botón de magma super­fluo, bro­tada en 
la super­fi­cie terrestre.
Los bomberos, lla­ma­dos con urgen­cia, aseguraron
que jamás habría peli­gro, que sen­cil­la­mente fuera siendo cubierto el adefesio
con pla­cas de amianto. Mamá tomó fiel nota
y, pasado el puer­pe­rio, dis­eñó diver­sas pla­cas de amianto
y encargó que man­u­fac­turasen doscientas,
mien­tras mi padre se encogía de hom­bros y predecía
que todo aque­llo no serviría para nada.
Tenía razón, pues, todavía hoy,
las pla­cas recor­tadas en amianto, a ima­gen y seme­janza de mamá
no embo­nan ni a golpes, las jun­turas se niegan
y el magma inagotable rezuma y escurre sin reposo;
para colmo, se caen más y más placas
y se quiebran, las tiran o las roban.
De ahí la sin­gu­lar­i­dad inútil de mi exis­ten­cia, si 
es que fuera tal.

Retro­cedamos. Rep­tando —vaga anímula—,
me lle­varon a cono­cer el mar a Santander.
Tan grande fue mi emo­ción, que eché a andar.
Por ese mar, supe pronto, se va a América, 
donde 
no ten­emos nada que hacer.
(Algo anál­ogo repetí en 1962,
cuando, como un Bal­boa cualquiera,
tomé pos­esión del Océano Pací­fico en mi pro­pio nombre
—y es sabido que por él se llega hasta Borneo.)
Pero, de momento, mi des­tino man­i­fiesto fue el lago Léman,
en cuyas aguas me metí y cuyas seiches conocí 
en —relativamente—
felices años.

Cuando regresé un rato a la penín­sula, en el 92,
la Con­fed­eración Helvética envió a saludarme
un automóvil con placa y escudo y todo
de la República y Can­tón de Ginebra
que vi pasar, dis­creto y efi­caz por una car­retera navarra.
Pero días atrás ya había res­pi­rado todo el aire 
de Fran­cia en Roncesvalles
y a su zaga, para mí, el de Europa entera,
el aire de mi Helve­cia y de Croacia,
de mi Escan­dia, mi Mun­ster, mi puszta, mi Cir­ca­sia 
y mi Carelia.


Acantilado en Formentor, de Herme Anglada.

Poco después volvía a Fran­cia labortana,
durante un par de horas, la mitad de las cuales 
en Ciboure,
donde no se vio a nadie pero los ojos se me ane­garon al cruzar
hacia una casa sim­ple, del XVII, con una mod­esta indicación:
Dans cette mai­son est né Mau­rice Ravel”.

Pronto cruzamos al revés la fron­tera, hacia el Baztán,
donde vi a las bru­jas y bru­jos en las cuevas de Zugar­ra­murdi y cruzó la car­retera un enorme gato negro,
descen­di­ente rec­tilí­neo de los que en otros tiempos
enno­blecían los aque­lar­res con su belleza impar.
Qué quieren que haga yo, si uno de mis zarcillos
se enrosca —ya hacía mucho entonces—
en aque­lla Vas­co­nia que conocí tan poco,
pues no vi ni las cade­nas arrebatadas al miramamolín,
que cuel­gan en la cat­e­dral de Pamplona,
donde no pude entrar porque la esta­ban reparando.

Mediter­rá­neo. —Donde, según el anar­quista Elysée Reclus,
el alma se des­pereza en uno de los cli­mas más tonif­i­cantes del globo (apud. J. Verne).
(Ah, no se me olvide, mide un titipuchal de mir­iámet­ros cuadrados.)
Acaso me aso­maría a él teniendo menos de un año; qué importa,
pero en el año de semi­m­i­le­nario colom­bino, lo conocí en Cambrils
mien­tras unos bar­quichue­los volvían de pescar sardinas,
pese a no haber alcan­zado el Egeo ni, por ende, el Eux­ino argonáutico
donde el Cáu­caso se refleja, ácido y 
gra­mat­i­cal­mente enrevesado.


Gerardo Deniz en su laboratorio de Quimica.

Luego, desde Barcelona, el Mediter­rá­neo noc­turno que contemplé
fue sólo un poco de agua som­bría y chapoteante.

Mi único viaje a París
fue —¡casi nada!— cuando estaba a punto
de cumplir cua­tro años.
Todo era inmenso (o acaso era yo chico):
el fuego del sol­dado descono­cido y el arco del triunfo,
las escaleras inter­minables de Montmartre,
y desde el primer piso de la Eiffel
un barco dimin­uto por el Sena.
Cua­tro años más tarde me pasearon tris­te­mente 
por la Can­nebière desierta,
Meurent les boches”, gara­bateado con gis en un muro. Y las sirenas.
En el puerto un sub­marino pre­histórico, larguísimo, no lejos del barco donde par­tiríamos mañana.
—Aman­des ou sor­bet? —pre­gunt­aba un camarero irreprochable
(almen­dras rel­lenas de polvo o bolanieve como las que nos lanzábamos los esco­lares en Ginebra).

La trav­esía mediter­ránea se dio mal,
me mareé, pero al atardecer
del otro día se oyó gri­tar —¡África, África!
y se vio acer­carse una her­mosa orilla argelina verde y cálida.

Van Dyke, autorretrato con girasol.

De Orán a Casablanca hubo dos tan­das sucesivas,
curiosa la primera, mirando andenes con mujeres moras
como fan­tas­mas de mediodía
(pero al recom­pon­erse la blanca envoltura
una de ellas dejó ver, un solo instante,
una larga falda verde lechuga alegre),
y el tren se fue ati­bor­rando de facinerosos.
Me dormí entre los bra­zos de mi madre
y soñé con la línea de mi lago,
el huerto, los cone­jos, mi gata Feli­ciana y acaso 
el tango “Celos”
en los cafés al aire libre.
Al des­per­tar mi padre nochempié me informó —con orgullo, supongo, por tener un vástago tierno y geográfico—
que habíamos pasado por Fez de madrugada.
Fez, donde no muchos años antes
lle­varon de vaca­ciones a Ravel, ya fulminado,
y el direc­tor del insti­tuto de estu­dios islámicos,
cer­e­mo­ni­oso y per­ifrás­tico le sugirió, cortés,
com­poner alguna obra de ambi­ente árabe,
y le fue respon­dido difi­cul­tosa­mente —ataxia, apraxia, agrafia, alalia…—
Si escri­biese algo árabe, sería más árabe que todo esto”.
Lo dijo Ravel cubierto de gatos —“saben cuánto los quiero”—,
en tanto que a mí me habrían de lla­mar, en dos o tres edi­to­ri­ales, aprovechando un título del odioso Drieu,
L’homme cou­vert de femmes
porque dieciséis sec­re­tarias cada mañana
pasa­ban a verme y por mi bendición,
mer­mando mi forzada labor en pro de la marxismo-leninismo-castrolatría,
en tanto que otras muchas, en gen­eral más feas, apreta­ban el paso al cruzarse conmigo.



Gerardo Deniz.


Y es fácil enten­der tan opues­tas reacciones
ante un señor nada mal y algo desconcertante
que pasa, anima sdeg­nosa, salu­dando apenas,
escucha pero nunca aconseja,
con­ste­lado de pres­ti­gios tan indis­cutibles como insondables,
que cuando le pre­gun­tan evoca con aplomo la costa soleada de su natal Turquía
—si bien otros dicen saber de buena fuente que es español aunque no se le note,
así como tam­bién con­sta que tim­o­nea una pequeña familia común y corriente.
¿Qué hacer ante él sino platicar un rato y, si no, persig­narse y escapar velozmente?
En su oficinita sobre­sale de la pared un pilar de cemento
que luce en rojo un mon­tón de para­le­las: son las estaturas
de algu­nas vis­i­tantes diarias y el cien­tí­fico lo explica en detalle a quien soporta oírlo.
Sen­tada al pie de esta escala, una asidua le espetó estas mem­o­rables palabras:
—Te envuelve un mis­te­rio que jamás podrás imaginarte.
—Ah, caray. Yo nada más me creí un vis­i­ta­dor de calei­do­sco­pios competente,
avezado en los ritos y pirue­tas concomitantes.

En el aerop­uerto de México
la luz verde me salvó de tener que abrir mi saco de viaje,
ati­bor­rado de tur­rones y libros vascos
que hoy por hoy ya me han robado.
Recibido por cua­tro de familia,
advertí un pelotón de mujeres, toda la lira,
acom­pañado por un quin­teto de ancianos
que, con salte­rio y todo, empezó a tocar valses nacionales viejos.
Las reconocí a todas y del grupo se alzó un mur­mullo de frases evocadoras:
(en primera fila una niña bonita sólo se agitaba,
con un chupón out­sized entre los labios.)
Tienes mucho que dar pero no lo sabes ofre­cer; Eres un apa­sion­ado y eso no tiene objeto; Eres el colmo de los col­mos del amor, sin ser nada empalagoso; Sí, Joan, mucho, mucho… mucho, mucho; Eres un cabrón tierno; ¿Así lo hacen de bien en esas tier­ras adonde vives?
El acento de esta última pregunta
me sor­prendió y busqué con la vista a su autora. Inquirí:
—Y tú, ¿en qué vuelo has venido? Anteanoche nos des­ped­i­mos para siem­pre en Madrid.
—A lo mejor tengo una capa del super­mán. Pero no te alarmes, que esta misma noche tengo que volver.
Cierta nativa audaz se adelantó:
—¿Sabes cómo se llama este vals viejo?
—Sí. “Algo se pesca” (recordé Cam­brils), y cuando oigo ese título me acuerdo de ti.
—Desagrade­cido.
Saludé al grupo con una ele­gante incli­nación de cabeza y una son­risa casi imperceptible.
Media hora más tarde comía yo en familia los tacos vari­a­dos de la medi­anoche al sur de la ciudad.
Con­taba yo y con­taba, y sin dejar de bromear sentí que todo aque­llo se trans­formaba en Aca­pulco treinta años atrás, o mejor sólo veinte. Nel mezzo
—porque acababa de escuchar el mejor elogio
en labios de la que me llevó a ver un Aca­pulco imposi­ble­mente azul.

¿Hasta dónde se va por este mar, decíamos?
Hasta Bor­neo —y es un caer de ánge­les la hora.
Entonces dos ánge­les vieron que las hijas de los hom­bres eran bellas
y las amaron: lo hondo del beso en cruz está en el centro,
Il pleut —c’est mer­veilleux. Je t’aime.
Nous res­terons à la maison:
Rien ne nous plaît plus que nous-mêmes
Par ce temps d’arrière-saison [Carco]
(Salta­ban cha­pu­lines tes­taru­dos con­tra el vidrio.)

Escribí por ahí que mi infan­cia no fue feliz, pero sí interesante.
Ahora entiendo que así fue toda mi vida.
 Texto apare­cido en la edi­ción 156 de la revista Crítica.

 Gerardo Deniz con Octavio Paz.

GER­ARDO DENIZ

Poeta mex­i­cano, su nom­bre ver­dadero es Juan Almela, a quien a veces ded­ica poe­mas. Nacido en Madrid, en 1942 emi­gró a Méx­ico como resul­tado de la Guerra Civil española. Estudió Química y es tra­duc­tor del sán­scrito y del ruso, entre otras lenguas. La eru­di­ción es parte fun­da­men­tal de sus poe­mas, con­struc­ciones ásperas, iróni­cas y cor­ro­si­va­mente orig­i­nales en las que hace uso de los más diver­sos conocimien­tos para describir situa­ciones cotid­i­anas de una forma a primera vista descon­cer­tante. De esa man­era logra recu­perar, en novedad paradójica y con aparente aridez poética, emo­ciones sim­ples, como la ter­nura o el ren­cor. Coin­cide con Gabriel Zaid y Eduardo Lizalde en haber intro­ducido en la poesía mex­i­cana un tono anti­solemne. Pub­licó su primer libro, Adrede, en 1970 y Gatu­pe­rio, en 1978. En 1986 apare­ció Enroque y desde entonces el ritmo de su pro­duc­ción se ha vuelto más con­stante. Desta­can sus obras: Picos par­dos (1987), Mansalva (1987), Grosso modo (1988), Mun­dos nuevos (1991), Amor y Oxi­dente (1991) y Ale­bri­jes (1992). Muere el 20 de diciembre del 2014, en la ciudad de México.

*Tomado del blog Critica.

43 comentarios:

  1. Aquí estoy sin poderme mover por el accidente de la silla. Recuerdo que Espina me habló de Deniz, lo leo y siento que la morfina lee, y quiero más de este creador de imágenes irresistibles.

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    1. Nati esperando pronta recuperación de esa caída, Baires te necesita. Publicaré mis poemas favoritos de Gerardo Deniz.

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  2. Un poeta políglota, sabe más lenguas que un Papa.

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  3. Que escritor, el poeta debe ser ese que escriba así, acaba de decir Irma, la Dulce, la recuerdas?

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  4. Macho cabrio de la chingada.

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  5. Guau, me quedo sorda.

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  6. GÉNESIS de Gerardo Deniz

    Dejémonos de iconografías miserables-

    Eva fue erigida sabrosa adolescente

    (pues por idiota que Dios sea

    ¿cómo comenzaría modelando en costilla

    cualquier panzuda nociva a punto de sigüenza?)



    Adán, un joven tristón

    por carencia de burdeles:

    si el primer anochecer le dio miedo (Blanco White),

    al siguiente día y misma hora

    ya pidió atolondrado una trigueña de facto,

    aunque fuese su pianista, sobrina o entenada.



    El mismo Dios, cirujano mediocre, debió anestesiarlo,

    sacarle por una oreja el hueso curvo menos indicado,

    freírlo según barbarie

    y ofrecerle una sopa de su propio cadáver.



    Es misoginia acaso completar el texto.

    Yo diría más bien highest criticism.

    Véanlos, él se recorta un incipiente bigote hitleriano,

    ella cambia su kotex entre efluvio inimitable.

    ¿Qué más pedir en materia de domesticidad

    sino tropezar veinte ves con la misma borcelana?

    (de Cubiertos de una piel)

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    1. u.u. me fumo un bareto.

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    2. Pendejo, viveas de este modo, andá y comete una burra de los sabanales.

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    3. este anónimo es un patético caso de arritmia anal, me recomienda una burra cuando mis severísimas plumas buscan el ondo milongo de un sátiro neolítico.

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    4. Ondo no, el orto. Cobarde.

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    5. la cobardia es la astucia de los vencidos, tan humana la
      muy profunda, en estos tiempos de tantos valientes demenciales

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  7. pírricas y nimias de villegas y to el que llega...

    al fin este blog esgrime la provocadora sierpe de mamífero quevediano...
    Esta es la quimicosa poesía que irrita el níspero colon de los poetas colombianos, vayan buscando los placebos unguentos de los poemitas seudo metafóricos del urólogo Juan Manuel Roca, aplíquese suavemente en el área lacerada...

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  8. Unamuno fue el último filósofo católico, agotó nuestra paciencia, dijo Ortega y Gasset, ahora hay que aprender de él, la precisión de nuestros pecados corporativos contra un Jesús Cristo protestante.

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  9. u.u. Gajak voy a diseñar los primeros rascacielos para Montería.

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    1. El periquito Pin Pin17 de diciembre de 2015, 7:46

      100 pisos o 100 metros de altura.

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  10. El autorretrato de Van Dyke lo mejor de este blog. Premio Museo de Zelandia 2015.

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  11. Hombre, perdón Gajaka, no digás eso que parece que lo que es bueno no es lo tuyo, y eso contradice tu tonta y engolada soberbia.

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  12. Desiderio de la Junta17 de diciembre de 2015, 15:43

    Premio contradecir por contradecir, para Anónimo mujercita.

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  13. IMPOTENCIA DE DICIEMBRE17 de diciembre de 2015, 15:47

    Premio Aguascalientes, para los comentarios del blog en el 2015, el seudolongino no le llega a los bobillos, comentario.

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  14. “ Al declinar el día
    ingresa en nuestro zaguán la cefálica cesta del pan dulce, asimismo,
    y con múltiples parangones, remontaré la escalera brujesca,
    chorreando ahora
    exquisitas lucibabas amarillento-zanahoria.
    ¡Tesis!
    Salvo por cierta dicotomía alimentaria pronto incoada (muy deseable,
    empero),
    mi vivir es característico de una deidad de Mesoamérica,
    de esas apendejadas de gustos y cacao,
    ni - menos – he presenciado todavía cómo los profesores
    -Haro, Bracho, Aguiñaga el sinarquista-
    pasan ruidosamente páginas de los códices.”
    Fragmento de “Verano del 42”.
    Gerardo Deniz

    ((((((((((Premio Fragmento del churrunguis Tunguis a un Poema largo.))))))))

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  15. El periquito Pin Pin.18 de diciembre de 2015, 5:45

    Yo le doy el Premio al poeta menos soberbio que yo conozco, a Gajaka, nuestro Premio Horroris Causa por Burrito Produciones.

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  16. Maria del Pilar Grisales18 de diciembre de 2015, 13:05

    ay don gajaka, si se va usted a morir cuando me reconozca en el mundanal ruido, por facebook no me ven, mi hermana Eva era la miss universo de Guillermo, mi exceptrica perifrás solo es para algunos paladares.

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    1. Mi exceptrica perifrás me suena muy berraca.

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  17. Ganó Marta Arismendy, pero tu eras mas chic, hasta Miss Venezuela supongo. Guillermo te recuerda mucho, aquellos pesebres que hacíamos, y todos tus hermanos locos, pero locos por vivir.

    Como así, ya viejitos o enteros nuestras madres moran en nosotros.

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  18. Con este ejemplito sabemos ya que jugabas a las muñecas, sea lo que sea eres un perdido, horrorizado. Te voy sacando de nuestras vidas para que te pudrás.

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  19. Ayer me encontré con Raúl Henao, y dice que tu lo insultaste delante de todo el mundo en el recital que diste en Café Rojo. Lo mandaste a callar porque opinó sobre la lectura de Carlos Enrique Ortiz en esa misma sala.

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    1. Ah, el me salió con una del Café Voltaire, y yo le salí con una Severísima Neoberraca.

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  20. si Villegas no llega la plaga paisa te comerá tu picola hortaliza. De Cuba será el choteo pero de Colombia es la mismísima peste. Cierra los comentarios y conviértete en censor de brocha gorda...

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  21. Muy buenos los premios. Cuál es el premio Neoberraco del año, al mejor poeta?

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  22. Mirando a estos lores vestidos como principes, de Principes y Mendigos, se confirman más mis sospechas de que estos ingleses del 17, que habían tenido semejante Reina autoritaria, que no les quedaba de otra que ser gays, son la moda irresistible sin pelucas. Por fin pudieron salir los flamencos a inglaterra, gracias a las gestiones del inolvidable Guillermo de Orange, y allí fue a morar Antoon Van Dyck, murió en Londres en 1641.

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  23. Lord John Stuart es una mujer completa, que decadencia, que ascendencia diría mi abuelo eslavo.

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  24. Que extraños tus amigos, todos fuman marihuana y consumen opio, otros anfetaminas, no hay nadie sano, terminan en sillas de rueda.

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  25. Hilario Aquiles Luna21 de diciembre de 2015, 7:18

    Lo peor amigo (sic) Anónimo son sus boberías, sus ataques de celos que no me alcanzan, porque otros vienen a suplantarle pero con hechos y no con su aspecto circunspecto y seguro circunciso que se vierte por el blog. Su carrera literaria hágala (sic) por los lados del mamertismo, y si no sabe que es eso, entonces si, beba de esta leche de ternera ciclo-pea.

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  26. Las dos entradas con poemas de Roger Santivañez, febrero y diciembre del 2015, lo mejor del año, y el nuevo heterónimo de Mandarin Carroll.
    Para responderle a Natalia Hange

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  27. u.u. opio congelado.

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  28. He venido para ver semblantes
    Amables como viejas escobas,
    He venido para ver las sombras
    Que desde lejos me sonríen.

    He venido para ver los muros
    En el suelo o en pie indistintamente,
    He venido para ver las cosas,
    Las cosas soñolientas por aquí.

    He venido para ver los mares
    Dormidos en cestillo italiano,
    He venido para ver las puertas,
    El trabajo, los tejados, las virtudes
    De color amarillo ya caduco.

    He venido para ver la muerte
    Y su graciosa red de cazar mariposas,
    He venido para esperarte
    Con los brazos un tanto en el aire,
    He venido no sé por qué;
    Un día abrí los ojos: he venido.

    Por ello quiero saludar sin insistencia
    A tantas cosas más que amables:
    Los amigos de color celeste,
    Los días de color variable,
    La libertad del color de mis ojos;

    Los niñitos de seda tan clara,
    Los entierros aburridos como piedras,
    La seguridad, ese insecto
    Que anida en los volantes de la luz.

    Adiós, dulces amantes invisibles,
    Siento no haber dormido en vuestros brazos.
    Vine por esos besos solamente;
    Guardad los labios por si vuelvo.

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    1. "Adiós, dulces amantes invisibles". el poeta de Yale.

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  29. No hay malo de que ya esta hecho?

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  30. guauin Klein.. me quito la cachucha de Calv

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