domingo, 30 de marzo de 2014

Los cien años de Octavio Paz, y pare de contar, ah, celebraremos también los de Nicanor Parra, y cerramos las celebraciones, porque huele a reseda, según Silva.


Octavio Paz


Lo aclaman los diableros de París, y sus musas, los muertos de Tlatelolco, el brillo nupcial de los templos místicos de Asía Septentrional. Los surrealistas travestíís del francés fascista, un falso Duchamp, por favor, no en vano Triana los más serios bretonianos, la piedra y el sol mexicanos. Sus traductores, su segundo amor, Marie José Tramini. A su única hija Elena.

Los muchos y grandes poetas mexicanos del siglo XX.  De José Revueltas, su amigo político. Los escritores de “Vuelta”, “Poesía en movimiento”, aunque el movimiento no se mueva. Sor Juana Inés de la Cruz (la chica moderna del virreinato de México).

“El pájaro caído / entre la calle Montalambert y la de Bac / es una muchacha / detenida / sobre un precipicio de miradas […] (“Viento Entero”).

Lo odiaron los mamertos por haber dicho que la sociedad estadounidense era la más organizada del mundo, en comparación con la Unión Soviética. Que renegaba del partido comunista, por eso, por lo mamerto (dogmáticos de tercera). La cara de estalinistas que ponían sus cerebros seculares. - Tu lees a ese fascista?, y yo quedaba libre de esa sanguijuela.

Yo, lo sentía en sus ensayos, al comienzo de mis lecturas, y era otra más nuestra historia en la literatura, el fragmento que no lo entendíamos sino como filosofía positivista, y el arte conventual, de los espacios cerrados, espejos de la muerte, de las pirámides sin trazamiento, lo tal y lo gin, o los superellos del cine alucinado en Sikkin, un Tamayo salvado del incendio de su apartamento en México, los ojos verde azules de la noche, de nuestros ancestros presentes, no son los ojos negros del alma del Primer modernismo.

Gabriel Jaime Caro (Gajaka)
30 de marzo, 2014

***

                 Franz Von Stuck-Der Krieg 1894

***

Poemas de Octavio Paz, memorables.

   
A veces la poesía es el vértigo de los cuerpos y el 
vértigo de la dicha y el vértigo de la muerte;
 
    el paseo con los ojos cerrados al borde del despeñadero
 
y la verbena en los jardines submarinos;
 
    la risa que incendia los preceptos y los santos
 
mandamientos;
 
    el descenso de las palabras paracaídas sobre los
 
arenales de la página;
 
    la desesperación que se embarca en un barco de
 
papel y atraviesa,
 
    durante cuarenta noches y cuarenta días, el mar de
 
la angustia nocturna y el pedregal de la angustia diurna;
 
    la idolatría al yo y la execración al yo y la
 
disipación del yo;
 
    la degollación de los epítetos, el entierro de los espejos;
 
    la recolección de los pronombres acabados de cortar en el jardín
 
de Epicuro y en el de Netzahualcoyotl;
 
    el solo de flauta en la terraza de la memoria y el
 
baile de llamas en la cueva del pensamiento;
 
    las migraciones de miríadas de verbos, alas
 
y garras, semillas y manos;
 
    los substantivos óseos y llenos de raíces, plantados
 
en las ondulaciones del lenguaje;
 
    el amor a lo nunca visto y el amor a lo nunca oído
 
y el amor a lo nunca dicho: el amor al amor.
Sílabas, semillas.
***

Ejercicio preparatorio



(Díptico con tablilla votiva) 
Meditación 
(Primer tablero) 
La premeditación de la motí est premeditation de la 
liberté. Qui a apris á mourir, il a desapris á servir.

Michel de Montaigne
La hora se vacía. 
Me cansa el libro y lo cierro. 
Miro, sin mirar, por la ventana. 
Me espían mis pensamientos. 
Pienso que no pienso. 
Alguien, al otro lado, abre una puerta. 
Tal vez, tras esa puerta, 
no hay otro lado. 
Pasos en el pasillo. 
Pasos de nadie: es sólo el aire 
buscando su camino. 
Nunca sabemos 
si entramos o salimos. 
Yo, sin moverme, 
también busco -no mi camino: 
el rastro de los pasos 
que por años diezmados me han traído 
a este instante sin nombre, sin cara. 
Sin cara, sin nombre. 
Hora deshabitada. 
La mesa, el libro, la ventana: 
cada cosa es irrefutable. 
Sí, 
la realidad es real. 
Y flota 
-enorme, sólida, palpable- 
sobre este instante hueco. 
La realidad 
está al borde del hoyo siempre. 
Pienso que no pienso. 
Me confundo 
con el aire que anda por el pasillo. 
El aire sin cara, sin nombre.
Sin nombre, sin cara, 
sin decir: he llegado, 
llega. 
Interminablemente está llegando, 
inminencia que se desvanece 
en un aquí mismo 
más allá siempre. 
Un siempre nunca. 
Presencia sin sombra, 
disipación de las presencias, 
Señora de las reticencias 
que dice todo cuando dice nada, 
Señora sin nombre, sin cara.
Sin cara, sin nombre: 
miro 
-sin mirar; 
pienso 
-y me despueblo. 
Es obsceno, 
dije en una hora como ésta, 
morir en su cama. 
Me arrepiento: 
no quiero muerte de fuera, 
quiero morir sabiendo que muero. 
Este siglo está poseído. 
En su frente, signo y clavo, 
arde una idea fija: 
todos los días nos sirve 
el mismo plato de sangre. 
En una esquina cualquiera 
-justo, onmisciente y armado- 
aguarda el dogmático sin cara, sin nombre.
Sin nombre, sin cara: 
la muerte que yo quiero 
lleva mi nombre, 
tiene mi cara. 
Es mi espejo y es mi sombra, 
la voz sin sonido que dice mi nombre, 
la oreja que escucha cuando callo, 
la pared impalpable que me cierra el paso, 
el piso que de pronto se abre. 
Es mi creación y soy su criatura. 
Poco a poco, sin saber lo que hago, 
la esculpo, escultura de aire. 
Pero no la toco, pero no me habla. 
Todavía no aprendo a ver, 
en la cara del muerto, mi cara.

Franz Von Stuck
***


Rememoración 

(Segundo tablero)
...querría hacerla de tal modo que diese a entender que no había sido mi vida tan mala que dejase nombre de loco; puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad con mi muerte.
Miguel de Chívaniks
Con la cabeza lo sabía, 
no con saber de sangre: 
es un acorde ser y otro acorde no ser. 
La misma vibración, el mismo instante 
ya sin nombre, sin cara. 
El tiempo, 
que se come las caras y los nombres, 
a sí mismo se come. 
El tiempo es una máscara sin cara.
No me enseñó a morir el Buda. 
Nos dijo que las caras se disipan 
y sonido vacío son los nombres. 
Pero al morir tenemos una cara, 
morimos con un nombre. 
En la frontera cenicienta 
¿quién abrirá mis ojos? 
Vuelvo a mis escrituras, 
al libro del hidalgo mal leído 
en una adolescencia soleada, 
con plurales violencias compartida: 
el llano acuchillado, 
las peleas del viento con el polvo, 
el pirú, surtidor verde de sombra, 
el testuz obstinado de la sierra 
contra la nube encinta de quimeras, 
la rigurosa luz que parte y distribuye 
el cuerpo vivo del espacio: 
geometría y sacrificio.
Yo me abismaba en mi lectura 
rodeado de prodigios y desastres: 
al sur los dos volcanes 
hechos de tiempo, nieve y lejanía; 
sobre las páginas de piedra 
los caracteres bárbaros del fuego; 
las terrazas del vértigo; 
los cerros casi azules apenas dibujados 
con manos impalpables por el aire; 
el mediodía imaginero 
que todo lo que toca hace escultura 
y las distancias donde el ojo aprende 
los oficios de pájaro y arquitecto-poeta.
Altiplano, terraza del zodíaco, 
circo del sol y sus planetas, 
espejo de la luna, 
alta marea vuelta piedra, 
inmensidad escalonada 
que sube apenas luz la madrugada 
y desciende la grave anochecida, 
jardín de lava, casa de los ecos, 
tambor del trueno, caracol del viento, 
teatro de la lluvia, 
hangar de nubes, palomar de estrellas.
Giran las estaciones y los días, 
giran los cielos, rápidos o lentos, 
las fábulas errantes de las nubes, 
campos de juego y campos de batalla 
de inestables naciones de reflejos, 
reinos de viento que disipa el viento: 
en los días serenos el espacio palpita, 
los sonidos son cuerpos transparentes, 
los ecos son visibles, se oyen los silencios. 
Manantial de presencias, 
el día fluye desvanecido en sus ficciones.
En los llanos el polvo está dormido. 
Huesos de siglos por el sol molidos, 
tiempo hecho sed y luz, polvo fantasma 
que se levanta de su lecho pétreo 
en pardas y rojizas espirales, 
polvo danzante enmascarado 
bajo los domos diáfanos del cielo. 
Eternidades de un instante, 
eternidades suficientes, 
vastas pausas sin tiempo: 
cada hora es palpable, 
las formas piensan, la quietud es danza.
Páginas más vividas que leídas 
en las tardes fluviales: 
el horizonte fijo y cambiante; 
el temporal que se despeña, cárdeno, 
-desde el Ajusco por los llanos 
con un ruido de piedras y pezuñas 
resuelto en un pacífico oleaje; 
los pies descalzos de la lluvia 
sobre aquel patio de ladrillos rojos; 
la buganvilla en el jardín decrépito, 
morada vehemencia... 
Mis sentidos en guerra con el mundo: 
fue frágil armisticio la lectura.
Inventa la memoria otro presente. 
Así me inventa. 
Se confunde 
el hoy con lo vivido. 
Con los ojos cerrados leo el libro: 
al regresar del desvarío
el hidalgo a su nombre regresa y se contempla 
en el agua estancada de un instante sin tiempo. 
Despunta, sol dudoso, 
entre la niebla del espejo, un rostro. 
Es la cara del muerto. 
En tales trances, 
dice, no ha de burlar al alma el hombre, 
Y se mira a la cara: 
deshielo de reflejos.

Deprecación 

(Tablilla)
Debemur moni nos nostraque.
Horacio
No he sido Don Quijote, 
no deshice ningún entuerto 
(aunque a veces 
me han apedreado los galeotes) 
pero quiero, 
como él, morir con los ojos abiertos. 
Morir 
sabiendo que morir es regresar 
adonde no sabemos, 
adonde, 
sin esperanza, lo esperamos. 
Morir 
reconciliado con los tres tiempos 
y las cinco direcciones, 
el alma 
-o lo que así llamamos- 
vuelta una transparencia. 
Pido 
no la iluminación: 
abrir los ojos, 
mirar, tocar al mundo 
con mirada de sol que se retira; 
pido ser la quietud del vértigo, 
la conciencia del tiempo 
apenas lo que dure un parpadeo 
del ánima sitiada; 
pido 
frente a la tos, el vómito, la mueca, 
ser día despejado, 
luz mojada 
sobre tierra recién llovida 
y que tu voz, mujer, sobre mi frente sea 
el manso soliloquio de algún río; 
pido ser breve centelleo, 
repentina fijeza de un reflejo 
sobre el oleaje de esa hora: 
memoria y olvido, 
al fin, 
una misma claridad instantánea.

***

Espiral


Como el clavel sobre su vara, 
como el clavel, es el cohete: 
es un clavel que se dispara.
Como el cohete el torbellino: 
sube hasta el cielo y se desgrana, 
canto de pájaro en un pino.
Como el clavel y como el viento 
el caracol es un cohete: 
petrificado movimiento.
Y la espiral en cada cosa 
su vibración difunde en giros: 
el movimiento no reposa.


¨¨¨¨¨¨¨¨



28 comentarios:

  1. "El Buda nos dijo que las caras se disipan", oh que verdad tan amarga.
    Gajis Gajis.

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  2. Ahora si te la comiste, te echarás muchos enemigos en encima.

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  3. Buena la selección de poemas, yo ya me había olvidado de él.

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  4. "Odio al vulgo profano, y lo rechazo. Guarden silencio: canciones no antes oídas, yo, sacerdote de las musas, a las vírgenes y muchachos canto." Horacio

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  5. Premio Mamerto de toda una vida, para Gajakananda.

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    1. No, no puede con ese premio quién ha señalado tan acertadamente a los mamertos en Colombia, y vaya usted a saber en todo el continente americano. El premio que se lo den a García Marquez.

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  6. Me encanta tu estilo neoberraco para decir en pocas líneas toda la vida de un escritor. Con humor y certezas, nada de retórica barata. Ojo con los enemigos de Paz, hay que cortarles la cabeza.

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  7. Epitafio para un poeta

    Quiso cantar, cantar
    para olvidar
    su vida verdadera de mentiras
    y recordar
    su mentirosa vida de verdades.

    Octavio Paz

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  8. Gajaka, su hija, su única hija murió ayer, justo al cumpleaños 100 de Octavio Paz. Muy muy pero muy de poetas y musas Mexico está de luto, por sus poetas muertos en enero. Ayer hablaste de Elena, que recordaba con amor a su padre en sus 100, y la profecía se cumplió, no la del alter ego.
    Ya te tire mis besos desde Sinaloa, haber si te llegan.

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    1. Gajaka Extramítico1 de abril de 2014, 8:18

      Eznedi, gracias por tus comentarios, como vais en México. Haber cuándo nos vamos a casar, ya que no se pudo en Marinilla, por tantos pretendientes a tu alrededor como Penélope. Yo no soy el Ulises el de Homero pero si el Ulises Joyciano. Raro que la única hija de Paz se haya muerto casí al día del cumpleaños 100 de su padre. No la presentí, pero si a Octavio.

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  9. Voulez vous coucher avec moi ce soir.
    Ce soir

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  10. Elkín Dávila Grajales2 de abril de 2014, 12:00

    El tono de la poesía de O.Paz, martillea en la cabeza, ecos de un magnetismo, que a veces no llevamos todos.
    Gabrieles, Silvia se casa, quiere que tu seas el pradino.

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  11. Elkin Dávila Grajales2 de abril de 2014, 19:00

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  12. Quién es ese personaje sacándole filo a la pluma?

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  14. A un poeta muerto

    Así como en la roca nunca vemos
    La clara flor abrirse,
    Entre un pueblo hosco y duro
    No brilla hermosamente
    El fresco y alto ornato de la vida.
    Por esto te mataron, porque eras
    Verdor en nuestra tierra árida
    Y azul en nuestro oscuro aire.

    Leve es la parte de la vida
    Que como dioses rescatan los poetas.
    El odio y destrucción perduran siempre
    Sordamente en la entraña
    Toda hiel sempiterna del español terrible,
    Que acecha lo cimero
    Con su piedra en la mano.

    Triste sino nacer
    Con algún don ilustre
    Aquí, donde los hombres
    En su miseria sólo saben
    El insulto, la mofa, el recelo profundo
    Ante aquel que ilumina las palabras opacas
    Por el oculto fuego originario.

    La sal de nuestro mundo eras,
    Vivo estabas como un rayo de sol,
    Y ya es tan sólo tu recuerdo
    Quien yerra y pasa, acariciando
    El muro de los cuerpos
    Con el dejo de las adormideras
    Que nuestros predecesores ingirieron
    A orillas del olvido.

    Si tu ángel acude a la memoria,
    Sombras son estos hombres
    Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
    La muerte se diría
    Más viva que la vida
    Porque tú estás con ella,
    Pasado el arco de tu vasto imperio,
    Poblándola de pájaros y hojas
    Con tu gracia y tu juventud incomparables.

    Aquí la primavera luce ahora.
    Mira los radiantes mancebos
    Que vivo tanto amaste
    Efímeros pasar junto al fulgor del mar.
    Desnudos cuerpos bellos que se llevan
    Tras de sí los deseos
    Con su exquisita forma, y sólo encierran
    Amargo zumo, que no alberga su espíritu
    Un destello de amor ni de alto pensamiento.

    Igual todo prosigue,
    Como entonces, tan mágico,
    Que parece imposible
    La sombra en que has caído.
    Mas un inmenso afán oculto advierte
    Que su ignoto aguijón tan sólo puede
    Aplacarse en nosotros con la muerte,
    Como el afán del agua,
    A quien no basta esculpirse en las olas,
    Sino perderse anónima
    En los limbos del mar.

    Pero antes no sabías
    La realidad más honda de este mundo:
    El odio, el triste odio de los hombres,
    Que en ti señalar quiso
    Por el acero horrible su victoria,
    Con tu angustia postrera
    Bajo la luz tranquila de Granada,
    Distante entre cipreses y laureles,
    Y entre tus propias gentes
    Y por las mismas manos
    Que un día servilmente te halagaran.

    Para el poeta la muerte es la victoria;
    Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
    Y si una fuerza ciega
    Sin comprensión de amor
    Transforma por un crimen
    A ti, cantor, en héroe,
    Contempla en cambio, hermano,
    Cómo entre la tristeza y el desdén
    Un poder más magnánimo permite a tus amigos
    En un rincón pudrirse libremente.

    Tenga tu sombra paz,
    Busque otros valles,
    Un río donde del viento
    Se lleve los sonidos entre juncos
    Y lirios y el encanto
    Tan viejo de las aguas elocuentes,
    En donde el eco como la gloria humana ruede,
    Como ella de remoto,
    Ajeno como ella y tan estéril.

    Halle tu gran afán enajenado
    El puro amor de un dios adolescente
    Entre el verdor de las rosas eternas;
    Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
    Tras de tanto dolor y dejamiento,
    Con su propia grandeza nos advierte
    De alguna mente creadora inmensa,
    Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
    Y luego le consuela a través de la muerte.

    Luis Cernuda

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    1. Sobra imaginarse que este poema de Cernuda, te parece obtuso, anticuado, porque no va de acuerdo a tus cánones neoberracos, que distan mucho de un merecimiento de poesía de alma clara, divina u extramitica.

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    2. u.u. A Lorca.

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  15. Cuándo vamos a ver a Juana la loca GAJAKA?, Herman nos contó lo cómico y tenaz de la obra enloquecida. En Umbrella House ya no se puede pues José vive viajando.

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  16. Juan el escudero.6 de abril de 2014, 14:16

    Almas verdes

    Que venceís al negros troncos de chamizo
    Almas verdes amigas de manos y brazos peltrechados
    Reyezuelos momificados con alguna señal lúgubre o de oro.

    Sensacionaltecido mobilegnosezno catarbatio

    Si te lo recomiendo, apúrate es tu turno, la mix mania
    el fin de un piropo y el comienzo de la trampa del aprendizaje.

    Pareados clásicos, y al salir del hueco de la vida amiga, la cuerda de Nerval,
    el hermoso poema nunca visto.

    Chancratipo melodidiota caparachosteado, con un poco de grosor.

    Medallería de corcho, o sea la cuarta intención.

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