sábado, 26 de enero de 2019

George Santayana, último Soliloquio disfrutado. A ritmo de la ola en alta mar.



Hermes y Dioniso en brazos, por Alice Melendez, para Realidad Aparte (Segunda Vida).

Sopita de pollo, mientras me arreglan el camarote por el Mar del Norte; George Santayana en mitad de la Tragedia griega.

Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

No voy hacer un spoiler de este soliloquio en particular del filósofo español estadounidense universal, George Santayana,  hasta él mismo se reiría de mis arrebatos, déjalos para la adolescencia, se encuentran gotas de los más apacibles mares, de su maestro en Ética griega, Paulsen, Harvard. Guapo si era, no cómo esos enfermos de sífilis.

Qué hay más grande que la belleza y más hermoso que el valor de vivir y morir libremente? (G.S.).

No hay nada contra las manchas en la cara, son más pobres que una tortuga arrugada toda. Vino el demonio anoche y se robó unos apuntes selectivos del soliloquio de Santayana, Hermes el intérprete, que había solilaquiado de nuevo, con otros apuntes donde podría caer en lo mismo según las gramáticas latinas e inglesas. 

Mala traducción al español, suena mejor, y así y todo te tiras al tobogán en ambas lenguas con el pequenito dios Hermes, que saca 5 en matemáticas, para nada, hobbies para hippys.

Ahí tienen, los dos más bellos, Santayana y Rilke, 1899. Sublimo y doy paso al dolorcito de cabeza, producido por cargas magnéticas, y esas ganas del ejercicio, mientras las tesis continúan, un mundo de arte bloquea a la patética retórica.



Cuál es ese demonio que sabe griego y me tortura, es bobo, pero intenso y malo para el alemán, pero no tanto para el inglés americano? Los del sur se momifican muy temprano, pero los de Ávila, las miss España, que no son exactamente mendocinas, tiraron la casa por la ventana antes y después de los sitios.

El nubarrón de este soliloquio está en guardar o votar viento. Mi cuerpo y mi mente no concuerdan respecto al mar. Me puede la embriaguez de un Baco. Ande usted y agréguele una ce.

Que sería mi dios, si somos una pareja multifuncional, no cabe en el espejo de su propia dicha. Otra cosa es el Pragmatismo de moda a finales del siglo 19. Con William James (La crítica a Spencer) en el palco ocho. Posiblemente en La maestranza de Sevilla.

Y este filósofo que mira la Alemanía nazi, maldiciéndolo todo terminó en Roma, contemplando a ese engendro de papa neonazi, Pio Doce. El poeta filósofo perfecto distingo lo negro del blanco. Con ese fluir del nazismo de la mano de la Inquisición española. Con su Tule que lleva el viento blanco, y al final se descorre el telón, Divino Hermes.

Hermes, El Fígaro alado del Olimpo. Las mentiras de Hermes son bromas. Hermes, un pícaro desinteresado. Todo esto cómo asertos del Soliloquio, Hermés, El Intérprete,

A Loli Cienfuegos. Por su interdicción, Hermes el Intérprete sale bien o sale mal.







Pobres angelitos en el espejo cuando recurro a esto. Los espejos son buenos para el capítulo final.




El Juego del poder, Máscara de Bali, por C.E.O.

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Enero 24/19

El joven poeta dice Athenea, y el viejo poeta le manda saludes sofronísticas, para tapar la cagada kafkiana hacia mi.

A ver si pesco un resfriado y me retiro de la [poesía], y ella cómo en Troya me salva del Stalinismo.
A Elkin Restrepo







16 comentarios:

  1. Anda, Arráncate la vida. Terrible bolero, con razón mi mijos. No entiendo que es un soliloquio o es un discurso, esto lo es.

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  2. Francisco Loaiza P.26 de enero de 2019, 11:14

    Otra cosa es la poesía y la religión, discurso temprano de Santayana.

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  3. Muy neoberraco, que siglo el que viven.

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  4. Tenaz el poema a Atenea.

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    1. Bueno, es mi poema a Elkin Restrepo, llamado La gorda Sancocho.

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  5. Miss Uruguay así así.28 de enero de 2019, 14:18

    Discurso estético a la academia dominicana, porque en Cuba la rechazan inmediatamente contra machos las desgarradas neoberracas.

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    1. El poema me mata pero sin la dedicatoria.

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  6. No he parado de reírme del poema a la gorda sancocha, pero es que son tantas.

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  7. saludos guerrilleros
    de la petroquímica castrista

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  8. http://www.e-limbo.org/articulo.php/Art/766

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  9. El filósofo George Santayana (Madrid, 1863-Roma, 1952) pasó en la capital italiana los últimos once años de su vida. Recluido en la Clínica de la Pequeña Compañía de María de Roma, era ya un hombre célebre por su obra filosófica, novelística y poética, y muchos escritores dieron con su paradero a pesar del aislamiento. Uno de ellos fue el poeta estadounidense Robert Lowell, quien en 1946 le envió un ejemplar de Lord Weary?s Castle, por el que recibiría el Premio Pulitzer de Poesía al año siguiente. Santayana, siempre afable y generoso, le contestó de inmediato. Comenzó así una amplia correspondencia que terminó en marzo de 1952, pocos meses antes de la muerte del filósofo. El Instituto Cervantes de Roma publicará en las próximas semanas en español, inglés e italiano una antología de las cartas inéditas que Santayana dirigió a Lowell. En ellas se ponen de relieve los tres aspectos más relevantes del epistolario: la intensa relación personal entre el viejo filósofo y el joven poeta; el interés de Santayana por comprender la poesía moderna; y la generosidad con la que conduce al poeta al corazón de Europa y el Mediterráneo. He aquí dos de las cartas más significativas:

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  10. VIA SANTO STEFANO
    ROTONDO, 6
    Roma, 14 de enero de 1949

    Querido Lowell:
    Su carta del 5 de enero está llena de cosas que me alegra conocer. En primer lugar que T. S. Eliot publicará una selección de sus poesías, sin duda con una introducción halagüeña. Él es el Matthew Arnold del siglo XX, y esta cortés atención suya le confirmará a usted como el más interesante de los poetas americanos (siendo él mismo, por supuesto, el más importante); y no sé porqué digo americanos, porque ahora, tras la muerte de Paul Valéry, no veo ningún otro poeta interesante en ningún país. [?]
    Estoy de acuerdo con usted sobre todo lo que dice respecto a la curiosa relación personal que se ha establecido entre nosotros, sin habernos visto nunca. Mi filosofía no es urgente ni «militante»: uno se las puede arreglar sin ella perfectamente, pero se encuentra una plácida solidez al final en ella. Y no me urge entender la poesía moderna, salvo la suya, a causa de algunos rasgos muy especiales que me atraen profundamente, como el haber probado con el catolicismo, sin haberse detenido en él. Y mientras algunos versos suyos son difíciles, no son malos ni torpes, como lo son muchos de los batiburrillos de sus amigos.
    Claro que si usted viniera aquí y tuviese ganas, podría enseñarme a entender las intenciones de muchos fragmentos «crípticos». ¿Pero vale la pena? La materia no es de dominio público, como ocurre con Shakespeare o con los poetas latinos. Captar las «asociaciones ilógicas» de sus mentes personales no me enseñaría nada pertinente, ¿no es así?
    Además, soy muy viejo para aprender o por lo menos (como me dijo una vez un profesor de italiano) soy demasiado viejo para recordar las cosas que aprendo. No es por eso por lo que espero que usted venga a verme un día, sino porque siento que usted tiene una especie de fuerza y de experiencia que yo no he tenido nunca, pero que he admirado en algunos de mis amigos, en especial en Russell (el hermano mayor de Bertrand), y que me ha llevado a ponerme en contacto con una poderosa corriente de la naturaleza, el élan vital, que me estimula sin suscitar la menor envidia. Deseo mi filosofía pagana e india sólo para mí; pero prefiero una fuerza impetuosa en los demás. Usted se despide con un «afectuosamente», lo que me proporciona un gran placer y confianza en usted. Pero hasta ahora no es exactamente afecto lo que siento hacia usted sino una especie de confianza a pesar de la incertidumbre. No puedo contar con vivir todavía mucho tiempo, pese a que esté muy bien para mis años. ¿Qué hará el próximo verano si acaba su poema? Tendrá que ser en América, donde veo que usted está teniendo interesantes y fructíferos rencontres. Determinará el apogeo de sus recientes aventuras allí. Pero después de haberlo hecho, ¿una temporada en Europa no sería un cambio placentero e ilustrativo?
    Haga el favor de considerarse invitado a pasar un mes conmigo aquí, cuando le parezca mejor. Todos los meses, de abril a noviembre inclusive, son agradables aquí, si a usted no le importa el sol fuerte o si no lo desea evitar, lo que es relativamente fácil en Roma. Hasta ahora he pasado siete veranos en esta casa si no suntosamente, sí por lo menos confortablemente, porque estoy todo el día en pijama. Pero no es a esta casa a lo que le estoy invitando. Como ya le escribí, éste no es lugar a propósito para los huéspedes [...]. Le puedo proveer fácilmente de fondos para su estancia en un buen hotel, y también, si lo necesita usted, para su viaje desde América y su regreso allí. Pese a que vivo con sencillez, tengo dinero en abundancia, al alcance de la mano tanto aquí como en América. De modo que no aplace el viaje por razones económicas, si es eso de lo que se trata. Tome en consideración sólo su trabajo y sus inclinaciones, y recuerde que no volverá a ser joven y no puede no haber visto las partes más interesantes del mundo [...].
    G. S.

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  11. VIA SANTO STEFANO
    ROTONDO, 6
    Roma, 26 de enero de 1949

    Querido Lowell:
    Que usted hubiese aludido a las Columnas de Hércules al hablar de su posible viaje a Europa, parece una forma de telepatía, porque había estado dudando si mencionárselo o no al escribir mi última carta. Pero ahora que entiendo mejor cómo le van las cosas: que no terminará su poema, que no se moverá de América antes del otoño, y que piensa venir para dos años, mi razón para insistir respecto a las Columnas de Hércules se refuerza. Si un hombre ya experimentado y poeta de talento como usted viene a Europa por primera vez y desembarca en Inglaterra, su impresión acerca de ese país será de extrañeza y pequeñez, y de alguna forma le molestará su diversidad respecto a los Estados Unidos; y le hará falta tiempo, que quizá no desearía emplear allí, para sentir su encanto. Si por el contrario usted surcase las aguas del estrecho de Gibraltar (y el barco haría escala allí probablemente, de modo que podría «llevarse» consigo la Roca, el puerto, y la costa española, lo mismo que las estribaciones del Atlas en la orilla africana), le produciría una impresión de grandeur [...].
    Todo lo cual se potenciaría si usted se detuviera en Gibraltar, para luego ir desde allí a Tánger y quizás adentrarse por el interior de Marruecos. No sé si las cosas han cambiado profundamente desde que fui a Tánger en 1893; pero entonces Tánger era primitiva a más no poder, los moros completamente morunos, camellos, borriquillos y ovejas que yacían sobre la tierra desnuda de un vasto mercado entre cántaras de vino y, sobre una roca que sobresalía en un rincón, un contador de historias que, como Homero, recitaba a intervalos a un público desperdigado y todo él sentado en el suelo. Estaba repitiendo, me dijeron, antiguos relatos caballerescos, como el Poema de Mío Cid. No le diré más: pero era todo tan remotamente no cristiano, salvaje, y sin embargo instituido y solemne como en el Viejo Testamento. Si en lugar de ir a Marruecos, usted hiciese una pequeña escapada por España, el escenario, es decir, Ronda, Cádiz y Sevilla, sería menos vetusto pero tan incomparable respecto a cualquier otra cosa de América como la propia África. Podría no gustarle lo que ve, pero no lo consideraría, como Inglaterra, una variante irracional de las cosas que ha dejado en casa, y por lo tanto irritante. Aunque usted fuera directamente a Génova o a Nápoles, su primera impresión sería la de un Mediterráneo azul y plácido, con calles y casas que descienden hacia el litoral, y los modales y colores de un mundo hermoso. Si usted prosiguiera hacia Roma, Florencia, Milán y Venecia, se iría sintiendo mejor al apreciar las glorias del arte y de la naturaleza, y hoy en día difícilmente sentiría que está socialmente entre bárbaros. En ciertos momentos, en ciertos lugares, usted sentiría exactamente lo contrario.
    Si luego desde Italia usted se dirigiera hacia Suiza, París, y tal vez Flandes, podría quedar seducido por el orden y la precisión de las cosas, y por su placentera calidad, como los suculentos manjares y los refinamientos en las artes y las maneras. Si luego desde allí se dirigiera por fin a Inglaterra, usted exclamaría en Dover: ¡casi como en casa! Inglaterra entonces no tendría excusas que presentarle por no ser suficientemente americana, y le podría parecer, especialmente si fuera al campo, uno de los lugares que más perfectamente te hacen sentir como en casa, más que ninguna otra cosa desde los tiempos de la antigua Grecia, a escala humana, clemente, tranquila y amistosa.
    Venga a toda costa si le es posible por las Columnas de Hércules, deje que Europa le penetre en orden cronológico, sin compararla nunca con América [?].
    Espero estar todavía aquí a su llegada. La cuesta de este invierno parece que ya ha quedado atrás y yo me siento muy bien.
    Cordiales saludos
    G. Santayana.

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  12. Robert Lowell / El adiós de Santayana a sus enfermeras










    El espíritu da vida; ¿bastarán las cartas
    al quieto excéntrico, si por voluntad del cielo
    la Iglesia le pareció demasiado hermosa para creer en ella?
    "Morirás", responden las Hermanas, "tal cual viviste".
    Uno se pregunta cómo garbillarán lo que escribí,
    o si las monjas fueron en exceso pragmáticas
    para alimentar muchas ilusiones. Creyendo que Pablo,
    el más abyecto de los hombres, hubiese errado el blanco
    al predicar que la verdad era sólo cuanto su mano podía alcanzar,
    al insondable Evangelio entregué el alma;
    de mis palabras la esencia extrajo corazón y paisaje.
    Al morir, imaginé que las Hermanas Azules me acosaban
    revoloteando como gansos, silbando, "Roma ha de dar lo mejor",
    hasta que Curcio*, armado, llene el hueco.

    Robert Lowell (Boston, Estados Unidos, 1917-Nueva York, Estados Unidos, 1977), Alberto Girri, 15 poetas norteamericanos [primera serie], Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1966

    Notas de la Administración:

    Jorge Ruiz de Santayana y Borrais (Madrid, 1863-Roma, 1952), filósofo y poeta hispano-estadounidense, dictó clases en Harvard y contó entre sus discípulos a algunos de quienes serían prominentes escritores, como T.S. Eliot, Wallace Stevens y Gertrude Stein. Se consideró siempre un extranjero en los Estados Unidos y vivió en Europa toda la segunda parte de su vida. Establecido en Roma en 1920, pasó sus últimos años al cuidado de monjas católicas. Su "animismo cósmico" y su idea del conocimiento como intuición de la "actualidad pura" influyó en el imaginismo poderosamente. Santayana se consideraba un "católico estético".

    * Alúdese a la leyenda de Curcio, quien, según Tito Livio, en los primeros años de la República Romana se arrojó con sus armas y caballo a un gran agujero que se había abierto en el Foro. El oráculo había dicho que el hueco sólo podía llenarse con "lo mejor de Roma". Curcio se arrogó la representación de la virtud, que, según creía, estaba en la juventud y el ejército. El Lacus Curtio, una higuera, una vid y un olivo brotaron en el lugar del abismo.


    Santayana's Farewell to his Nurses

    The spirit giveth life; will letters kill
    The calm eccentric, if by heaven's will
    He found the Church too good to be believed?
    "You'll die", the Sisters answer, "as you lived".
    One wonders how they riddled what I wrote,
    Or if the nuns were too pragmatical
    To nurse illusion long. Believing Paul,
    Most miserable of men, had missed the boat
    By preaching truth was that his hand could reach,
    I gave the bottomless Evangel soul;
    Essence took heart and landscape form my speech.
    Dying, I fancied the Blue Sisters pressed
    Like geese-girls, hissing, "Rome must give her best",
    Till Curtius in full armor filled the hole.

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  13. Gracias. Ya salieron todos juntos en esta entrada con cuadro de fotos de Gajaka, digo yo

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    1. La foto del matrimonio de mi madre con el señor Melendez, Y los demás.

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Gracias por los comentarios enviados con tu cuenta de Gmail, y por enviar textos para esta secta abierta de la pequeña Andrómeda con cebollas en el mundo celeste. Si no la tienes la puedes sacar inmediatamente. Textos pueden ser enviados a gajaka@hotmail.com. e hilario.aquiles@gmail.com