martes, 12 de mayo de 2009

"El cine, instrumento de poesía" decía Don Luis Buñuel. "Los viajes del viento", de Ciro Guerra, cineasta colombiano.






“Los viajes del viento”

¿De dónde viene ese diablo con su Daimon (el acordeónista) y el vallenato con su Rey musical?
Mil preguntas para mil respuestas, conjuradas en una.

Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

No cabe duda, Colombia, y los otros países latinos del hemisferio, desde la afortunada “Amores Perros” (México, 2000), ha entrado a la nueva Era del cine verdad, nuestro grito cultural, entre lo comercial y el documental, con la autoría fresca para la recreación, ahora que Louis Malle desapareció, dejándonos sus escritos tan cerebrales para el Séptimo arte.


Podemos ya cantar victoria, cuando un autor como Ciro Guerra, 28 añitos, Río de Oro, César, Colombia, nos introduce al cinematógrafo con una voluntad de poder que no habíamos visto en otros cineastas de la vieja guardia, que siempre se sientan a esperar a que los productores aparezcan, y decidan que hacer con el proyecto coyuntural y de conciencia de un famoso. - Famoso yo que tomo todas mis decisiones, y busco la postproducción por los caminos salados del mundo, diría Ciro Guerra, con “Los viajes del viento”, que acaba de salir al mercado mundial de un posible patíbulo del olvido, que es adonde llegan las perspectivas.

Y es un ejemplo para las nuevas generaciones de cineastas en América Latina, no cabe duda, repito, conociendo su trasunto y su buena crítica, para dejar de lado la mala hora del cine latinoamericano, que padeció de poder por falta de apoyo gubernamental. Argentina ha producido buen cine sin tener industria en su país, y parece decirnos que el estilo y el genio son exclusivos de ellos.


-Mentira, porque un costeño de ojos bien puestos ha tomado grandes decisiones con el cine en Colombia, con dos largos, “La sombra del caminante”, y ahora siete años después con “Los viajes del viento”. Un proyecto ambicioso, que involucra a todos los mitos de nuestra costa atlántica, que parecía agotado por la obra narrativa de Gabriel García Márquez.

Un documental con sabor a paraíso, el mismo que ha sido pisoteado por nuestros violentos, teniendo como fondo la Gran Sierra Nevada de Santa Marta y sus ciénagas y salinas de la Guajira. Con un cuadro nada raro de costumbres muy propias, su música, hoy universalizada. Sus propias lenguas (además de un buen español, Wayú, palenque bantú y Aruhaco), encantándonos y a la vez sintiendo la envidia propia de un ser lejano, amurallado, que ve en estos paisajes la naturaleza que bien pronto desaparece por la vaguedad absurda de la ciudad y su petrificada realidad.

Ciro decía hace poco en una entrevista que si hay un actor de cine profesional en el cine colombiano es el protagonista de su filme, porque estuvo trabajando con él por cuatro años.

El filme trabaja con un par de personajes (Marciano Martínez y Yull Núñez) y una burrita hermosísima (perdonen la metonímia), en un viaje (un “road movie”) que incluye los del viento y la certeza de la claridad sonora, en un formato inmenso, el preciso para la fotografía y su direccional para el ojo crítico del espectador que siempre mira hacia el horizonte de la derecha en la pantalla. Allí aparece el título y los créditos casi borrados o manchados por el viento. Nunca estuvo tan equivocado el poeta Porfirio Barba Jacob (“El son del viento”): el viento asombrado, la voz que clama en el desierto.

La seguridad de un editor con la presencia maga de su director, en “Los viajes…”, de aquí para allá vemos a Van Gogh, Pasolini con sus presencias, el rostro psiquiátrica del acordeonista, y el fervor de su acompañante. No hay nada más emocionante que entrar en el mundo de lo relacionable y dejar su huella sin detenerse en su solo artificio de comparación. Y un final de asombro espiritual.




Si hay películas filosóficas esta es una que rebasa la cotidianidad del enfoque convencional; ¿quién sabría distinguir cuando un filme es filosófico, de uno puramente costumbrista? Cuando no hay una historia de amor, sino la siempre viva imagen del Daimon en la eternidad. Por fuera de leyendas mitológicas que todo lo vuelven azufre y blasfemia para la retórica fundamental de los pueblos agotados del espanto ideológico.

Qué la Costa Atlántica vuelva a ser el paraíso mutante que siempre ha sido y que los violentos que descarguen su atómico pudor y verbo de fundamentalistas, pueblen el suelo de millones de discursos funambulescos.

Algunos cinéfilos la consideran muy lenta, otros que no gustan del vallenato (que tal la puya que se interpreta), prevenidos, casi no disfrutan de ella, si el cine es femenino. Por su fotografía la catalogan buena, yo digo, aunque ya lo profeticé; que sería el mejor cineasta colombiano, después de haber visto “La sombra del caminante”, y con este retrato de sus orígenes, un poco prematuro, basta para esperar futuros logros con otros script.

Oí decir, por último, a un parejo, a su pareja, “mija, perdimos plata y tiempo con esta guevonada”. Refiriéndose a la película en una sala comercial… Y yo pensando en los premios que va ha recibir por su calidad.



Gabriel Jaime Caro (gajaka@hotmail.com)


10 comentarios:

  1. Excelente comentario. Esto también es poesía. Conocí a algunos críticos oficiales que salieron del filme con una rabia, porque no tenía violencia, y pare de contar.
    Me emocioné mucho y la volví a ver con un amigo que odia el vallenato, y esta vez dijo sí, pero al vallenato lírico antiguo.

    Natalia Hángel

    ResponderEliminar
  2. Pues que te digo, me gustó (la peli), pero me pareció lenta en algunas escenas. Ah eso si el lenguage muy justo y clarito.
    Me gustó más La sombra del caminante.

    aaaaaaaaaaaaaaaana

    ResponderEliminar
  3. eso sí es bueno

    necesitamos sangre fresca en el cine colombiano


    el cine colombiano al igual que la poesía colombiana todavía no dicen nada esencial

    ResponderEliminar
  4. barnabas collins parte 213 de mayo de 2009, 19:45

    claro que

    a diferencia del cine

    la poesía colombiana se ha sometido a un excesivo onanismo

    existen unas momias vivientes que hicieron 2 o 3 poemas que hipnotizaron a los incautos de la cultura (vaya entelequia)

    y viven de esas pequeñas miserias


    se les fue la voz a los poetas

    no hacen ni cosquillas


    y los cineastas

    malitos casi todos


    y los comentaristas de películas

    tienen la boca llena de crispetas

    ResponderEliminar
  5. que perro tan lindo el de la foto
    ¿cómo se llama?

    y que culo tan grande el de esa hamaca

    y que boa tan rica la de esa hembra

    LA MUJER DEL ESQUIMAL

    ResponderEliminar
  6. a propósito de ese acordeón en el desierto

    ya rafael escalona es parte de la disolución

    el churrunguis parece un vallenato patafísico

    ResponderEliminar
  7. HILARIO ARTURO AQUILES GAJAKA DEL CASAL FULCANELLI CERES

    O LAS TRAMPAS DEL PIRÚ CAMALEONICO TRAVESTI

    ResponderEliminar
  8. Faltaron otros ocho seudonimos, como mirta idarraga, jason maradona, jesusito paniagua, hilario tulio mesa twins, en fin que no tiene fin esta marimonda.

    ResponderEliminar
  9. Paco, Fulcanelli to?

    Wonderfull.

    ResponderEliminar
  10. Rafael Gajaka Escalona

    Ay hombe

    Güeva jé

    ResponderEliminar

Gracias por los comentarios enviados con tu cuenta de Gmail, y por enviar textos para esta secta abierta de la pequeña Andrómeda con cebollas en el mundo celeste. Si no la tienes la puedes sacar inmediatamente. Textos pueden ser enviados a gajaka@hotmail.com. e hilario.aquiles@gmail.com