domingo, 2 de febrero de 2020

A uno siempre le pica el bicho de la poesía peruana; yo diría del Imperio del Perú. Con Rodolfo Hinostroza, una semblanza en forma de Égloga.





Rodolfo Hinostroza (1941-2016)

La magia del artesano en todos los imperios.

Por Gajaka Extra(s)mitico

Rodolfo Hinostroza decía que el arte poético cubre el amplio mundo de la palabra. En aquellos hexámetros (neoromanos) que daban cuenta de la palabra, el sin sentido, propio de una cultura naciente. Nos tiramos al agua, y el mar muerto de la neutralidad. 
Este Consejero del Lobo (1965), ya nos lleva por senderos de dicha y de placer.

Ya no somos esos aventureros conquistadores, que no alcansaban a decir el nombre completo de su verdadero origen. Quizás nunca habían visto pájaros y dijeron fush fus fo. Y dejaron pasar este origen, que sin ser origen nos rigen hoy.

Se ha parado por encima de César VALLEJO y nos ha cantado la tabla a todos. Un merecido, empedernido premio, no lo llevó a la inmortalidad. Veía a Luis Hernández cómo el lirico que él nunca fue, esquizofreniado. Los últimos cuates (símbolos preclaros) de la poesía del 60.

Amó los senos del Obscuro objeto del deseo, y el consejo para sobrevivir, ah eso si, no es de viajes de envergadura. Cómo? Si iba detrás de Vallejo en París ( y quién hacia esos versos heptasílabos, un equilibrista de circo mediático); sin contárselo a nadie, y alejandrinos, Hinostroza, para un náufrago en el Perú, en la dictadura de Velasco, con dura Contemplación de la belleza. Eran los bardos que hubiera querido Haya de la Torre en nombre de Vállejo.

A mi me lo iba a contar. Pero no vino a Nueva York para despedirse, mandó a Eduardo Espina, (sic), y qué me perdonen los dioses por lo que dije, proyecto de la Máquina Barroca (2014) de Lila Zemborain y Mariela Dreyfus en NYU. Buen sucesor.



Los poetas Blanca Valera y Rodolfo Hinostroza. 1987. Foto de Hernán Schawartz C.

Un consejero conceptista, la variante entre un cielo que es de todos, Machu Picho, Titicaca, Creta,  y un infierno que es del Dante y Virgilio. Las églogas pastoriles, por ejemplo, le faltó historia para los Andes peruanos.
Y para ti solo el paraíso persa.

Ah, que solo venían a matar, por eso no disfrutaron del mar de coral rojo, que se nota en sus ásperos labios de la lascivia, y de la abundancia de naturaleza,  que solo Dios en ninguno de ellos, lo ha reconocido, que los cegó el oro que se iban quitando; y esos son los motivos, nuestros ancestros sin corazón, ni cerebro, un ADN, vergonzosa tiranía.
Pero los reyes reyes son hasta el reyecito, Horacio fue su maestro:

¿Me dirás si una premonición, como una joven viuda
ha transitado la aridez de mi sueño?

¿Me dirás si el espíritu posee las curvas de un espejo?

(De Horacio, Consejero del lobo).

Relato de Otello,  poema en donde se secan todas las esperanzas, sólo Roto por las matracas de la guerra. La sexualidad en esos cofres de ébano (versión). Yo diría, dije, cofrés. ¡… Scila y Caribdis, esas dos putas viejas escupieron mi espalda, en el comienzo de su gran poema, Relato de Odiseo.

Por más que trinche, berrinche, y se vuelva persa y luego quechua, por rabia de esa tradición que fue salvada por los Persas, y, odiada y despreciada por los cristianos ortodoxos (sin cuna aria cómo ellos, que han gobernado a Roma hasta el presente. Mal copiado del poderío persa y griego.  Apenas logro ver el bosque de las Pléyades, y este persa de Hinostroza.

Si vamos a Contra Natura, (1971), lo oí, Orígenes de la sublimación, un estilo en su poesía que nadie lo había intentado, ni siquiera por la lírica de todos los tiempos. Ungaretti, pero no importa el caso, los otros generacionistas del 50, del 60 y del 70 salieron huyendo por todo el mundo;  gracias a Rodolfo.

Aprendizaje de la limpieza, te coloca a Hinostroza cómo su psicoanalista de cabecera, bien lo dijo Pedro Granados, todo cambia con este astrólogo desmemoriado. Me hubiera gustado un viaje extraterrestre con el poeta, a Casiopea.

Si la infinitud de la página blanca

es sólo un predicado del cuerpo que la mira,

el blanco es, más que color, stase
                                                      y el stase no comporta color.



Las Pléyades, mitología griega.

Del  poema, 4 proposiciones para Max Rethaman.

Se sentó feliz en la academia de la vida después de publicar estos dos formidables poemarios. Consejero del lobo y Contra Natura, mientras los otros lloraban porque no habían publicado cinco o seis poemarios cómo lo hizo Enrique Verástegui, poeta y matemático.

Una buena conclusión:
[MAZ]*: Entonces tenemos que remontarnos a los clásicos, se percibe en tu poesía su presencia, tal vez por tus imágenes tan inusuales y transformadas a tu contexto y poética personales.
[RH]: Sí, mucho, mucho. Por ejemplo, más imágenes tiene Góngora que Quevedo. Hay una catarata de imágenes en Góngora maravillosas. El mismo dice en un verso: aire articulado, es un poco el aire articulado lo que hace Góngora, o sea articula el aire. Sus versos son aéreos. Hay una especie de espacio interno en Góngora que hace que todo lo que haga sean construcciones góticas: el espacio interior es gótico. Él me ha dado mucho. Tú estás hablando de la imagen, ¿no? Y claro, en lo que se refiere a la imagen, Góngora, también Saint John Perse, es un mago. He pensado mucho en relación a Pound, se me ha relacionado mucho con Pound, quien es un poeta formidable; sin embargo, creo que he leído mal a Pound.
*Extractado de Vallejo y Compañía. Parte de entrevista del poeta  Miguel Ángel Zapata al poeta Rodolfo Hinostroza.
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7 comentarios:

  1. Siempre mente María2 de febrero de 2020, 15:39

    Me ha dado rasqui na lo que escribes, pero tiene su talento, la figura que no figura, todo en ti.

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  2. Que te den el Premio Rodolfo Hinoztroza de Pérsepolis.

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  3. !!!!!!!!!!!!!!
    Faltó decir que tenía un restaurante de cebiche muy bueno.

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  4. Muy malito Gajaka. Pura poesía encorsetado, que inventos, y no es neobarroca.

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  5. https://www.letraslibres.com/mexico/literatura/george-steiner-1929-2020

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  6. En los Cuadernos de Emil Cioran, dispersas entre los exabruptos, las divagaciones obsesivas sobre el suicidio, los aforismos y los desplantes filosóficos, el lector encuentra breves imágenes cotidianas, anotaciones de diario que son como fotos instantáneas, polaroids de la vida íntima de este hombre insomne y huraño que sin embargo disfrutaba muy a conciencia de unos cuantos placeres a la vez espirituales y terrenales. Perpetuo enfermo del estómago, propenso a la depresión y al insomnio, Cioran parecía que estaba reflexionando a cada momento sobre el suicidio, pero en las páginas de sus cuadernos da cuenta con un profundo regocijo de su amor por las caminatas de muchas horas a través de los campos, por la música, sobre todo la de Bach, y por la pintura. Un día de 1966 anota una visita a una exposición en la que se detiene mucho rato ante la Vista de Delft, de Vermeer: “Esta luz, esta gloria íntima en Vermeer, le hacen a uno olvidar todo lo que puede haber de infernal aquí abajo”. Lo infernal no desaparece, pero la belleza ofrece sustento y consuelo. Simone Boué, su compañera de toda la vida, que pasaba a máquina todos sus manuscritos y los preservó después de su muerte, contaba la afición de Cioran a caminar, a montar en bicicleta, a la jardinería y al bricolaje. En un apunte de un día de invierno Cioran dice que alza los ojos hacia las nubes que se deslizan por el cielo y le parece que pasan rozando su cerebro. De vez en cuando se cansa de París y echa a andar por un camino rural y solo se detiene al cabo de seis o siete horas: “A cada momento la sensación de estar colmado, de no desear nada más, nada de las cosas ni de las personas, ya que todo me había sido dado”.

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