viernes, 22 de diciembre de 2017

Mi correspondencia con Lezama Lima, de José Rodríguez Feo, la revista Orígenes, habanera, y el ensayo de David Huerta, Montego Bay.



José Lezama Lima y José Rodríguez Feo.

Intempestivo, (con el mazo dando, y a Dios rogando): fuera! 

Lezama Lima en Santo Domingo. Poema completo Para llegar a la Montego Bay.


(Gajaka) Gabriel Jaime Caro

La siguiente fechorí a sale malograda, mejor dicho, Verástegui, La siguiente fechoría sale malograda, un capítulo neoSorprendido, de telenovela o telenotas caribeña, usted es el señor Lexama, no Lezama a secas, sonando con espinas los tímpanos de hospital de la misericordia, usted aquí.

Lleva a Vallejo con Georgette incluida, nada se diga entonces si al pasar por la misma callecita cruzas la indivisibilidad, dan miedo los fantasmas del  rey Leopoldo, hasta aquí, cruce invertebrado de nuevo, dijo, Lezama Lima con toda tranquilidad la señora presentadora, ni la televisión cubana lo había llegado a pronunciar, diabólico, lúdico hechizo. 

Ven acá, que tiene ese hombre, Lezama Lima, que no tengan nuestros poetas nacionales, Henríquez Ureña, Pedro Mir, Manuel del Cabral, Mateo Morrison, nada, no se como decirte, asunto de tener una o dos metáforas desbocadas o represadas o simplemente por el discurso nacionalista, pensé, 

Durmió el Rey Franzua, y todavía no comienzo, no vaya a dañarsémela  mascarilla de naranja con cúrcuma. Para esos anillos difíciles de la piel, doy ahora por comenzado:

I
Pues si otra vez me atreví o me vino de copas, dije, Lezama Lima mi maestro, venimos de él, esto no lo perdona ni el mudo Beckettiano, ¿más propaganda para qué? Podría mejor decir, de Gerardo Deniz, antes de Lezama y Borges. Son los cambulos mi amor, son los cambulos. 

Amoratados a distancia, pestañeo, Porfirio Barba Jacob para mandárselos a decir; de lo mal que hablaron Rodríguez Feo y Lezama de este pedazo de vástago de mi familia poética colombiana.

De Mi correspondencia con Lezama de José Rodríguez feo, iba esta nueva entrega del blog, para navidades, pero se me kafkajio lo que había acumulado de los robos a los PDfe. Haciendo trucos e inventos algunos se dejan sacar, o sino quienes más van a conocerte el texto desde una tribuna valiente como Cinico de Silope se lo imagina, nada menos que mi churrunguis tunguis, que no llevan mayúsculas porque no son fechas como la Navidad.

Estamos en 1947, entre las analectas de Lezama, y los sortilegios encontrados por Pepe en Estados Unidos, Wallace Stevens cenó conmigo anoche, y hablamos de ti. A Eliot no lo pude ver, pues se le acaba de morir el hermano. Ah, Juan Ramón Jiménez está loco, el pobrecito. Vete viniendo para la Habana, alambicado.

Este desencanto nuestro, recuperativo o el armonioso fantasma dos, que te declara su inocencia. Cuasi perfecto no existe, y ya lo había expresado en Las enlagunadas. Obligados en Orígenes, la revista de poesía literatura y arte, de la década de los 40 y 50s, en La Habana. Con colaboraciones impresionantes, como si esos escritores que aparecían allí en Origenes, fueran bachilleres y - políticos como los nuestros en aquella época, con el fascismo encima, que se había tragado la filosofía del siglo 18 y 19, o lo peor revisando a Nietzsche, lo que produjo el horror de Borges, y el advenimiento del fascismo nazi, y el Stalinismo satan -.

Correspondencia de dos editores, cuartillas, el velo del amor y del hechizo de la poesía desde su oscuro lupanar: Lezama Lima y Rodríguez Feo. El populismo se daba en Argentina y en Colombia. Cuba amaba las dictaduras. La potsguerra también maravilló, pero las dictaduras de America Latina y el Caribe no se daban por enteradas; por eso Josef Menjele, el Ángel de la muerte de los Nazis, se paseaba tranquilo por las playas de Rio de Janeiro y Sao Paulo.

II

Lezama era amigo de Wallace Stevens, por el solo hecho de ser amigo de Feo, y temía la crítica de Eliot a su poesía. Feo era pintoso, leía y traducía, acosado por Lezama, para cerrar edición de un nuevo número de Origenes. Babalú e ye. ¡y la final opinión desfavorable de Eliot sobre mi! le escribía Lezama, en aquel agosto del 47.

III

En Santiago de los caballeros, en la clausura del Festival de poesía, fue un profesor poeta que dijo algo sobre Lezama, y no estaba orquestado. Yo si orquesté, y pagué los platos rotos, medio a de que fe nona, Para llegar a Montego bay, alcanzó a decir, entre los muertos fértiles de la concupiscencia, es como estar con Cuca. Para llegar a la Montego bay, ese gran batacazo, jonrón de Lezama.

Y aquí la colaboración del poeta David Huerta sobre el poema Para llegar a la Montego Bay de José L.L. ..aunque diga poco del barroquista dormido.

Mariano Rodríguez, José Rodríguez Feo, José Lezama Lima, diciembre de 1953.

Montego Bay*

(13 de agosto de 1983. Archivo edición México).

David Huerta

Uno de los poemas literalmente fabulosos de José Lezama Lima se titula “Para llegar al Montego Bay”: cuenta la fábula —épica, poética, visionaria— de un viaje del poeta cubano a la isla de Jamaica (El único otro paseo americano de Lezama fue a México, donde conversó con los Contemporáneos) En la Bahía Montego, o Montesco, hay una playa luminosa y acogedora; en ese lugar se celebran desde hace varios años los festivales de la música más popular de la isla jamaiquina: el reggae (pronúnciase más o menos así: réeguei) Ahí fue rodada la cinta documental Reggae Sunsplash —producida y dirigida por alemanes— y ahí, en esa película, en la “arreciada nocturna” de la Montego Bay, puede uno ver y escuchar las últimas imágenes y los últimos cantos de Bob Marley (1945-1981), el músico legendario cuya biografía está a punto de publicar Timothy White, historiador del rock Marley, Peter Tosh y Jimmy Cliff son quizás los músicos de reggae más conocidos; en esa película aparecen otros menos famosos pero no menos impresionantes y conmovedores, como la Third World Band


El día que nació la república africana de Zimbabwe, en abril de 1980, lo primero que se escuchó después de la declaración de independencia, ante el primer ministro socialista Robert Mugabe y el príncipe Carlos de Inglaterra, fue la voz del maestro de ceremonias haciendo la siguiente presentación: “Ladies an gentlemen, Bob Marley and The Wailers!” Para entonces, Marley era el músico más conocido, venerado y seguido por la comunidad negra de casi todo el mundo, en especial por los negros de habla inglesa; en cambio, gozaba de una mediana popularidad entre los blancos El reggae se había convertido ya en la música emblemática del panafricanismo propugnado en la primera mitad de este siglo por el ideólogo, místico y agitador jamaiquino Marcus Garvey El sustento de esa música era nada menos que una doctrina milenarista, de tintes políticos y religiosos: el movimiento de los rastafarianos o rastamen, seguidores del León de Judea y Rey de Reyes: el Emperador de Etiopía, Haile Selassie Los rastamen defendían y defienden, por otro lado, la legalización de la mariguana y la reivindicación de la raza negra y sus valores culturales y expresivos, mucho más allá del “Black is Beautiful” norteamericano de los años sesenta El centro focal del movimiento se localiza en Jamaica y se ha extendido vertiginosamente a los Estados Unidos, a la Gran Bretaña y, por supuesto, al Continente Africano Los rastamen poseen su propio lenguaje, su propio idioma: un inglés que equivaldría al créole de los haitianos, deformación del francés colonial Tienen su música: el reggae, de ritmo avasallador, obsesionante Las letras de sus canciones hablan de cosas inauditas, hasta que ellos aparecieron, en el ámbito de la música popular: hambre, opresión, apartheid, chozas, hacinamiento, pobreza Nunca antes el rock había dado a escuchar experiencias semejantes, con esa extraña fuerza de convicción y de protesta que caracteriza a los compositores e intérpretes jamaiquinos (Junto a ellos, los consabidos cantantes “de protesta” suenan de una languidez exasperante) Rock de protesta del Tercer Mundo negro: militancia panafricanista y anticolonialista, revolución, drogas, misticismo —y una apropiación sincrética de los temas bíblicos, y aun de algunos motivos de los himnos protestantes A la vera de los ríos de Babilonia —en el mundo del cual debe escaparse, mundo enemigo—, estos artistas levantan una voz adversaria y altiva


Hay violencia en el reggae: violencia de víctimas que empiezan a dejar de serlo, diríase En diciembre de 1976, Bob Marley fue atacado a balazos en su casa de Kingston; los agresores eran, se cree fundamentalmente, enemigos del entonces primer ministro socialista de Jamaica, Michael Manley, por quien el músico había manifestado abiertamente su simpatía Poco después, al final de un concierto, Marley mostró en su torso, desafiante, las dos heridas de bala que le infligieron. 

El cáncer habría de matarlo, en 1981, en un hospital de Florida Ahora Bob Marley es un símbolo Los rastamen son hostigados en todas partes: en los Estados Unidos se alían frecuentemente a los delincuentes comunes El reggae sigue escuchándose, cada vez más; no ha escapado, desde luego, a la enorme maquinaria industrial del rock, que lo aprovecha conscientemente Forma parte, ya, sin embargo, de lo mejor de esa expresión americana que Lezama Lima estudiara en uno de sus libros más célebres Un poco de la luz que baña la Montego Bay cae sobre sus páginas

*Tomado de Proceso. Com.mx, de ls noticias más leídas del 2017.


Poema de José Lezama Lima


Para llegar a la Montego Bay*

(Permiso para un leve sobresalto)

Furiosamente las abjuro y clásicamente
las convoco al mismo redondel del frío
bajo, tosco laurel movido y al recojo
de sacra para siembra y arte.

De ese cristal que se baña en aguas de su orfandad
puede más, adustos del adviento, que si confiase
a la lluvia de cordel o la apartada del aire,
cuando le sopla un costado para buscarle la médula.

Dicen que los tejones, en aguas de su humedad,
burilan más, hocico en punta de atravesar
una sombra de escaramuza en jarra de vino,
sustituido por la criada del milenio gordo.

Pues si por allá paseaba la soplada,
la que por dos platillos pasaba su sombrerón;
ahora una gansada asombra la estufa,
y el mayordomo llega frotándose y se vuelve a retirar.

Los cítisos evocaban la llanura de Platea,
el amaranto ridiculizaba las uvas en el toronjero,
y el frutero como las partenopeas buscando la brisa,
se descalza, brinca la luna y barba al maestresala.

La dignidad de la moneda de la joven corintia
y los palurdos buscando chinches de acordeón,
pues el carbón que se teje, bate en flanco,
y el acantilado muge en el ropero de la mugrienta.

La doncella es la papisa, el caracol y el alcalde,
los copetines del recaudador del oeste;
mi grito descifrado requiebra el hacha de la doncella,
pero mejor, el toronjero y la nueva estación de estalactitas.

No es un pie remedando las columnas cogidas por el talón,
ni la bolsa del cartero, santoral de increíbles nacimientos,
ni la paloma traza las iniciales de la afiligranada ciudadanía,
ni el abejorro retrata la abeja de la vieja.

Como los leñadores no llevan su hacha al juramento,
ni el capitán habla dormido, papirotando,
así los versos garapiñados y garañones,
anuncian la lluvia, el tocoloro, el abuso y compadre.

Tendrá que ser la abeja de la vieja, dice Hermes;
ya que no puede ser la vieja de la abeja, dice Euforión.
La abeja se posa entre el pamelón y la miel,
entre la dulce bobería y la bobería seca y funeral.

El canon en el mortero te mancha la nariz, la sección
áurea se presenta como el estofado de una Baviera
de juguete. El ojo no tiene por qué parecerse al sol.
¡Jehová del sargazo un cometa para esas brabuconerías!


                     Lorenzo García Vega, y mi extraterrestre francés.

Al lastimar el albañil, la amarilla frente del tapir,
recibe el disparo que le hace una corza de Río
Grande del Sur. Es gracia del año, que el artificio
mezcle las lunas, los collares y las gamuzas del Jefe.

No hay por qué llevarse los tizones en el rapto.
Días antes, las gatunas medidas de las ventanas.
Dos días antes, las lunadas, frías herraduras del caballo
que nos regaló Furgan, el hijo del hullero inglés.

Reaparecía por el pueblo con la gracia y el sueño.
Con la gracia, relieve del sueño.
Y con el sueño, fortaleza de una gracia aumentada
por los astros que duermen y las playas despiertas.

Para llegar a Montego Bay,
el oscuro furor adolescente escondía sus flechas,
y no el retiramiento de participar en la ausencia,
sino el aposentarse en el escarbar y el agujero.
El odio a fingir el encerado, ocultando con el pañuelo
el rey de espadas, y la marmórea, obligada cerrazón
del cimbalón de las carcajadas lanzadas al asalto.
Y no el traspaso de la agujeta cenital, sino el manteo
de ir recubriendo el ciruelo con la otra carne lunar,
cuando vamos reclamando el hueso del almendro,
el ramaje que nos indica la aleluya de la flor,
si no la miel avanzando por el secreto de los pistilos
y cristalizando enterrones para el goce en la glorieta
de las montañas azules, que voltejean al viajero,
y en el despertar de un número lo entreabren
en las risotadas o en los siete ríos tirados
por una pareja de bueyes.

Las piscinas donde se sumergen los herederos de coral,
los herederos ingleses que han sonreído en las excavaciones egipcias,fruncen el rizo, disecándolo, de la decadencia capitalista.

En el anuncio de un cigarrillo se hacen tantas pruebas
como en el inicio de un funeral minoano.
Y las abreviaturas de los espejos siracusanos, cortados
por el obturador de un rabo de ardillas,
agrandan sus venerables párpados de tucán,
para llegar a Montego Bay.

El negrón pastor que sacaba las monedas cabeceantes de un chaleco mozartiano, portería de los bolsillos marsupiales del chaleco, abría los fláccidos brazos, como un centurión, en la piscina,
necesitando después para plegarse la síntesis de las sales odorantes.
Los densos murciélagos de la bahía jamaiquina,
al despojarse de los reflejos de la piscina de los mirtos,
penetraban en los trazos cuneiformes del interior de un tronco de palma.
De la boca del negro gigante salía un ferrocarril de mamey,
sus carnes lloraban mecidas por la guitarrita del tembleque,
dejándonos de disfraz de un bien llevado susto,
en la piscina de la Montego Bay.

Como la abierta canana de los soldados ebrios,
el negro pastor palidecía la ablandada mitad de su chaleco,
ante la piscina rizada por el triple salto de la piedra heraclea de los griegos.
Su chaleco como un endurecido ajustador de líquenes,
mostraba su divertida coquetería andrógina en la Montego Bay.

No en la infernal glorieta donde los murciélagos penetran por los troncos,sino en la marcha de las hojarascosas nubes del otoño, expulsadas por the fire of the florest. El refinamiento del bosque
de cocoteros iguala a la franja naranja de la cacatúa austriaca,
pues una esbeltez que parecía no traspasable se multiplica
como las quemantes naves de los aqueos delante de la frivolidad de Ilión.
El refinamiento del bosque de cocoteros lanza semillas
mascadas y ensalivadas sobre la estilización de los anuncios
de las marcas de cigarrillos en la Montego Bay.

Ribera.


La carnalidad obsequiosa del césped se tullía
para esperar un crepúsculo de musicados entreactos.
El flamboyant como la albina señorita jirafa,
estiraba su tronco hasta el cristal confitado de la flauta.
Y una pequeña copa roja de sombrero tunecino,
dominaba con su adelgazado fuego al negro preguntón,
enredado mansamente en el disfraz de correo de her majesty.

Un pelotón de burritos y un rolls condecorado
se estiraban frente al sargento de tráfico con prismáticos de almirante.
Pero como en los elementos sacerdotales de la física jónica,
the fire of the florest era sustituido por el laughing falls,
y las carcajadas de las siete aguas confluyentes,
borraba la agujeta inútil del fuego encorsetado,
antes de llegar a la Montego Bay.

El bosque de cocoteros y el adelgazamiento no sombroso
del fuego de la floresta, ondulan las espigas de la sesquipedalia:
el pescado largo está bajo las leyes del magnetismo.
Las palmas caminaban en el Eros distante, pues la lejanía
avivaba la irritada piel de la distancia, entre nosotros cada palma
lanza el voluptuoso contrapunto de su ámbito, y así la mirada
reconoce su carnalidad en el palpo de la coraza de la noche.
El bosque de cocoteros obliga al crecimiento del vegetal,
persiguiendo una chispa o la estrella caída en el cartucho
del carbón del estanciero. El flamboyant tiene que alzar
el tachonazo bengalí de su copa, para que el cerco de cocoteros
no casque el súbito coral de lo entrevisto claveteado.

La copulativa bahía donde llegan los espesos y el tuétano
de rótula de negros cabritos, invade con el sopor de su sombra
el bosque de cocoteros, apretándolo por la cintura de su médula.
Aquel adelgazamiento persiguiendo a la saltante chispa,
sólo es penetrable por el caldo sombroso de su anchurosa base.
La laminación cruje y se corrompe por la espesada evaporación
de las aguas, si no la angélica transparencia igualaría en su sentido
a la espesura vertical de la carne vegetativa, y el reciente nadador
estaría inmóvil entre la penetrabilidad de la espesura y la transparencia angélica, pero no, la sombra evaporada de las aguas puede penetrarpor los bosques de cocoteros de la Montego Bay.

La confluencia de los siete ríos en una carcajada y la simetría
de la floresta, hecha para la sutileza del insecto moribundo,
pues allí el hombre presiente que el paisaje rezonga
una carcajada que se apoya en sus espaldas, adormeciéndolo.
Las diez y siete ensaladas que se brindan en el Hotel de los Mirtos,
están elaboradas para el tapiz del antílope volador, no para la espesura del sueño del varón de églogas y los recursos de su flauta suficiente.

El oleaje del vegetal no recogió el reconocimiento del nadador,
contentándose con un túmulo donde las evaporaciones del vegetal
no recordaban las cenizas para las solemnidades del viento presagioso.
El correo de su majestad se solaza en el olvido de las direcciones,
pues el destinatario se adormeció en el incesante destino vegetal,
su silbato no penetra en las adormecidas cortezas de la pirámide funeral. 
El paisaje para el sexo del insecto y no para la memoria del hombre, es el que rueda las atolondradas lunas del oleaje
en la Montego Bay.

Las laminadas y perseguidas cinturas de los cocoteros,
mordisqueadas por el tuétano sombroso despertado en la bahía,
lanzaban la chispa que coloreaba la distancia para el Eros
del insecto y su laberíntico azar de polen y arenas.
La erótica lejanía denomina la mecida extensión de lo estelar,
pero al caer la chispa en la bahía cuando llegaron los espesos
ciegos, no soltaban sus manos con el nacimiento de los peces cantadores en la Montego Bay.

Las salientes desfiguraciones de la lengua seca,
después que el valle y la primera bahía se movieron
en el jardín sumergido, un húmedo polvo azuleando
se iba a la tortuga marmórea y al loto estalactita.

Los cuadros medievales de la hoja, burlados al rocío,
cruzaban como pecas el libro de horas hundidas, semejantes.
Cuando las hojas doblegaban sus verdeantes banderillas,
su carne se guardaba como el polvoroso cuerpo de las dinastías.

El rabo, la lengua, humildoso bracito, sonreían saltantes,
en la antológica experiencia del diseño sumergido,
o la claridad sobrextendida, que ya no es al doblarse
en clavijas de ojazos y torniquetes de furor penetrante.

Cuidar una hoja bien vale el culto de rechazar
el fuego hasta los confines, bien vale amamantar
los delfines con vuelcos y abrillantados yerbajos,
y alzar en su pontifical lomo las consagraciones humosas.

Los domeños y las pertenencias me obligaban a fruncir
la herrumbrosa sangre, y el paisaje alfilereando
en otro insecto de peluche con luna, pues su veloz laminado
no era para el cayado barbando en la nieve.

Llegaba con la sangre cuando rompe los dos círculos,
la mayor y el menor inagotables furiosos, pero la bocaza
del misterio de nuestra sangre volviendo después de haber ahincado,después que nuestra sangre penetró por la ajena bahía y los dos brazos de mar.

La preguntada espuma saliva sus fábricas de sal.
Si penetramos de espalda el concilio de la marea,
retrocede el rencor de la sangre por las dos compuertas,
pues el misterio indual acoge y ciega la enemistad permitida.

El mar no se dispara al secuestro del tonel,
pues la sangre espermática se desenredó en otro cuerpo,
abandonando el inútil misterio tirando de los árboles,
y las preguntas, como orugas, tapiado laberinto de las hojas.



                                         David Huerta y Gerardo Deniz.

Lo que fue rapto, ahora se acostumbra a la siesta en las arenas,
y los peces recuestan alfabetos y los somnolientos instrumentos devorados.
El manglar protegiendo musicado los anchurosos vientres,
protegía a la sombra que penetra los cuerpos sin varón.
En la Montego Bay, el detestable tumulto de los hombros,
para abrirse en un árbol donde se descolgaba el nuevo doncel,
traía el horror del primer genio, que igualaba al hombre
con el árbol, manteniendo a la estirpe en el tedio del pedernal.

La tribu misteriosa, anterior al primer testimonio escrito,
volvía a los amputadores caballos de los escitas,
y no al relámpago raptor de los reyes etruscos.
La cariciosa doma y el traspaso de la sombra del árbol les bastaban.

Era el lenguaje de la tribu escapada de lo escrito,
donde la móvil sombra era la fija sombra arbórea.
La planta del pie tenía nocturnas raicillas,
la palma de la mano escondía estrellas descifradas y respirantes.

Los domadores escitas saboreaban la divinidad del rocío
y la pavorosa Nictimene encarnaba las condenaciones de Lesbos.
Las voluptuosas estancias, despertadas por el refinamiento de la 
hojadel plátano, dejaban para los jinetes el rocío del sueño fálico.
Después que en las arenas, sedosas pausas intermedias,
entre lo irreal sumergido y el denso, irrechazable aparecido,
se hizo el acuario métrico, y el ombligo terrenal
superó el vicioso horizonte que confundía al hombre con la reproducción de los árboles.
La prueba del desierto se llenaba de innumerables bueyes blancos,
que conversaban con los que habían sacado el misterio de las aguas;
la tierra, evaporada por la solitaria conjugación del verbo,
entre el círculo mayor y menor, enloquecida o titánica vuelve.
El hocico se enterraba hasta el fracaso del pozo,
los cuerpos tanteaban la llave de dos relojes,
pero la arena quemada no levanta a la murmuración
necesaria para la entraña del vegetal o el rendido secreto.
Los maestros montes, bueyes habladores, caían sobre la risa de la bahía,saltando por las chozas donde se elaboraba la ilegítima cerámica.
Deshecha la tradición alfarera con peces vanos de mediterráneo picassista, el sensual y narigón jengibre del diablo babeaba la niña tocororo.
Pero el que fue, oyendo musicados números, a lavar los anillos,
librándose de Saturno y de la levedad de sus manjares falderos,
desenrollando ceremoniosamente las campanas del cuarteto,
llevaría siempre con gracia a su mujer en la maleta de viaje breve.
El hispalense, castillo impedido por algodonosas tembladeras,
nos recibía, y la pareja cerrada por un sombrero cañero,
comenzaba sus tumultuosas caricias y sus eruditos escándalos,
rindiéndose con los cortesanos miedos del varón principal.

El raptor, salido en duermevela de la entraña hullera,
desdeñando al Niño Diablo que cierra el portalón,
alcanzaba el jocundo tornasol de la criatura derivada,
penetrando por la antes hostil voz intermedia en el aliento de Anfión.


*Colaboración de Jesús Blas Comas, ya que el poeta trabaja para la inteligencia de Proteo, para poder así tener este poema memorable. Mentiras, es que yo no fui capaz de copiarlo, y Comas tiene sus argucias montesquiescas, sibilinas y me temo de muchas ramificaciones barrocas.




37 comentarios:

  1. Ay mijito, se fue por la tangente. 60 y 50, vale.

    ResponderEliminar
  2. con Lezama las escamas de Gajaka mutan en lentejuelas de agua dulce..
    Quién será el Rodríguez Feo del adonis Gajaka?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te falta el poema de Lezama, Para llegar a la Montego Bay QUE está en Dador, para completar el Dossier K. sobre tu infierno caribeno.

      Eliminar
    2. León Felix Batista, el poeta dominiyorki.

      Eliminar
    3. Cuando Realidad Aparte, Comas, León Felipe Larrea, Alonso, Carlos Enrique Ortiz.

      Eliminar
  3. Carta de Lezama Lima A Severo Sarduy, 1969.
    (Fragmento)

    Querido amigo: Recibí sus letras en las que me convoca a la fiesta de la piña barroca de Sceaux, según su bella estampa. Pero todo viaje es para mí muy problemático pues como no me acostumbré a viajar en mi juventud, ya en mi madurez toda traslación adquiere un ritmo histérico, de ultrapreocupaciones banales, insistencias y majaderías. Ya el saltimbanquismo me atrae muy poco, pues, en realidad , quisiera estar un año por París y por Madrid, descansando y reponiéndome, ya que en los últimos años mi salud si no precaria ha sido inestable. Si pudiera hacer el viaje con mi esposa, creo que todo se desenvolvería con un ritmo andantino. Todo se me presenta como un barullo, como nubes acabalgadas, pero después el rayo de la gracia va operando, hasta que el día se configura . Usted, sin duda alguna , comprenderá mucho de mis estados de ánimo. Volvamos a nuestros carneritos. Usted me consulta sobre la aparición de la obra en uno o dos tomos. Si los dos aparecieran en el mismo momento en las librerías , no me disgustaría, sino preferiría que fuese en un solo tomo, pues si entre tomo y tomo mediara un tiempo, aunque fuese breve, la unidad de la obra se resentiría en esa espera. Todo intermedio abriría una laguna en el centro de la obra. También comprendo que las razones de la casa editorial para publicar la obra en uno o dos tomos, deben de tener sólida fundamentación. Usted, con el cariño que en todo momento ha acompañado al Paradíso, y que es una de mis alegrías, sabrá encontrar la diagonal de la fuerza , la mejor solución. Ya estoy enamoriscado del tono conjunto de Baudelaire, que ustedes van a dar. Espero su regalía, que por sí solo hará una pascua o un bautizo.

    ResponderEliminar
  4. Leones de El Escogido, firmes en primera.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aguilas Cibaeñas le pican el cogote a los gélidos felinos...

      Eliminar
  5. Lástima que el Reggae
    Fue flor de un día

    ResponderEliminar
  6. Y ese jonrón de Lezama, donde lo puedo leer?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para llegar a la Monteho Bay, está en Dador, y no he podido bajarlo de los Pdf.

      Eliminar
  7. Fue publicado originalmente en el número 35, 1954, de la revista Orígenes

    ResponderEliminar
  8. la triada cartesiana que dejó Gajaka en Santo Domingo…

    unos calzoncillos Hugo Boss manchados de limoncillo
    (Melicoccus bijugatus) en Boca Chica

    un hueso rozado de Doña gallina blanca (0% de colesterol)

    cinco ladrillos de poemas Mateo Morrison
    en un hotel ocho estrellas de la Capital

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

      Eliminar
    2. la depurada censura es el condimentado alimento de todos los Torquemadas

      Eliminar
  9. osease
    que el Neobarroco
    comenzó con Para llegar a la Montego Bay,
    desde 1954, {}{}{}{}{}{}

    ResponderEliminar
  10. Hay una grabación de Lezama leyendo una parte de La Montegobay
    Excelente, de una cancha poética, que lo hace masterpiece.
    Si, de acuerdo con este poema, publicado originalmente en Orígenes, 1954, nació el neobarroco.

    ResponderEliminar
  11. Los bosques de cocoteros, que embrujo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ni cocos ni cocoteros; palma real, guano, cobija y bohío...
      y luego el brujo de Guanabacoa
      en Cuba es la manigua (mucho marabú); los bosques son bucólicas imperialistas

      Eliminar
  12. Sindicato de Mariconas Ilustres4 de enero de 2018, 8:37

    ya que andas con Lezama entre rábanos perdido
    con tus matutes recuerdos de berraco tan profundo
    has del Novo Salvador un merengue de limón
    y un paster de ácidas limas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sindicato de Mucamas Eruditas4 de enero de 2018, 8:43

      groseras erratas sexuales
      sera pastel de enemas limas

      Eliminar
    2. el Lezama y el Novo estuvieron al punto de almíbar de conocerse
      en Montego Bay, pero las plegarias martianas de la Vitier anularon el hechizo

      Eliminar
  13. sonetos de Novo


    Dura visión aflige a los longevos
    —cáscara inútil en desierto nido—:
    ver que se apaga en ellos la libido
    —urgencia y potestad dc los mancebos.

    Ambos endocrinaran como nuevos
    —fabricantes del jugo apetecido—
    si el derecho no hubiera desistido
    (hablo —¡triste experiencia!— de mis huevos).

    Dura ley: pero ley que nos caduca,
    todo —decreta— por servir se extingue:
    ayer si penetró, sólo hoy machuca.

    Puesto que ya no hay potro que respingue,
    al consuelo falaz de una peluca
    mi juventud se atenga —y yo me chingue.



    En las catorce redes del soneto
    año tras año, penas y alegrías
    urdí, con hilo tenue de los días,
    a su apagado sístole sujeto.

    A gotas decantado su secreto,
    en arcas encerráronse vacías
    esperanzas, anhelos, cobardías
    —signo precario—, mínimo amuleto.

    Clama el Invierno con sus voces frías
    a las puertas del mundo en que vegeto
    palabras erigidas en vigías.

    Haga mi corazón mutis discreto
    y vuelva al mar tristezas y porfías
    en las catorce redes del soneto.

    ResponderEliminar
  14. otro soneto

    Antes de que el documento se nos pierda
    en las indoctas sombras del mañana,
    has de saber, Ermilo, que sor Juana,
    cual todas las demás, cagaba mierda.

    Esta opinión, como verás, concuerda
    con la que dio Miss Sheen allá en La Habana,
    halló que se pelaba la banana
    y que a cada reloj le daban cuerda.

    Otro dato importante de la vida
    de esa monja que estudias con empeño,
    es que tenía su entrada y su salida.

    Y que a fin de engendrar Primero sueño,
    a falta de una verga a su medida,
    entre las piernas deslizóse un leño.

    ResponderEliminar
  15. décimas de la mala pulga

    Novo que son novedades
    en esta américa Neruda
    que exhibe la boba uva
    de Parra y sus vanidades
    en atacamas y ciudades
    cebando así a los Zuritas
    que son las caperucitas
    de las izquierdas posturas
    escondiendo en las cinturas
    su carnet de mariquitas

    ResponderEliminar
  16. Gabriel del Casal5 de enero de 2018, 12:26

    El hiperbaton
    De Demóstenes, Gongora, don Luis de la sierpe, y porqué no a mi.

    ResponderEliminar
  17. aef Xavier Villaurrutia Carlos Pellicer TTV Federico García Lorca homosexualidad Sexto Piso Salvador Novo Luis Felipe Fabre ARTICULO0 Comentarios A+A-
    Salvador Novo
    Salvador Novo no escribió con sangre, sino con caca. Esta lapidaria frase de Octavio Paz inspiró a Luis Felipe Fabre para escribir el ensayo en el que aborda la obra menos difundida del poeta. Publicado recientemente, Escribir con caca (Sexto Piso, 2017) tiene como hilo conductor la poesía homosexual del autor de Estatua de sal.

    ADVERTISING

    inRead invented by Teads
    El pintor Diego Rivera llamó a Novo y a su grupo cercano, en el que figuraban Xavier Villaurrutia y Carlos Pellicer, “los anales”, en alusión despectiva a su sexualidad. “Algunos verán en él una amenaza a la virilidad nacional: un profeta obsceno que viene a anunciar en verso la instauración en México del reino de las locas”, escribe Fabre en su ensayo sobre quien fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

    Los poetas abiertamente homosexuales que pertenecieron a la generación de Los Contemporáneos eran, dice Fabre, provocadores. Novo en especial. En él, afirma el autor, lo alto y lo bajo, el poema y mierda, son indiscernibles. Por eso su persona y su obra resultan amenazantes.

    “Como bien explica (Carlos) Monsiváis, le gustaba el perreo -antes del reguetón, bromea-; tenía una lengua viperina, afiladísima. Los sonetos que dedica a la gente de su época son brutales”.

    Como los que dedicó a Ermilo Abreu Gómez, “una verdadera cúspide del insulto y las posibilidades escatológicas del idioma”. Estos aparecen en el libro de Fabre:

    Aqueste sorjuanete grafococo,
    desmedrado, calvillo, yucateco,
    cuyo padrote, eyaculado en seco,
    le diera el semi-ser en semi-moco;
    este de ciencia no, pero sí foco
    de liter-reportérico embeleco,
    me viene a la memoria si defeco,
    y en mis huevos lo espulgo si los toco.


    Algunos de esos versos se publicaron en 1955 bajo el título de Poemas secretos en una edición de sólo 15 ejemplares. “Sólo sé de ella por el testimonio ofrecido por José de la Colina, quien colaboró en la edición”, cuenta Fabre.

    Los poemas finalmente aparecieron en Sátira, el libro cabrón una recopilación publicada en 1970 bajo el sello Diana. No los incluye en su Poesía reunida, pero según Fabre, estos versos conforman uno de los proyectos más radicales de la poesía hispanoamericana del siglo XX. “Pero bajo la apariencia de una obra menor”, observa.
    ADVERTISING

    inRead invented by Teads

    El autor pone como ejemplo un poema que Novo pudo dedicar a la poesía misma, más que a un amante:


    ¿Qué hago en tu ausencia? Tu retrato miro; él me consuela lo mejor que puedo;
    si me caliento, me introduzco un dedo
    en efigie del plátano al que aspiro.
    Ya sé bien que divago y que deliro,
    y sé que recordándote me enredo
    al grado de tomar un simple pedo
    por un hondo y nostálgico suspiro.
    Pero en esta distancia que te aleja,
    dueño de mi pasión, paso mi rato,
    o por mejor decir, me hago pendeja,
    ora con suspirar, ora con pedo,
    premiando la ilusión de tu retrato
    y los nuevos oficios de mi dedo.

    ResponderEliminar
  18. Hay algo en el poema de Lezama, esbelto paraíso de La Montego Bay, porque lo era, a pesar de Varadero, y otras aguas de la isla grande, pero allí el gran maestro neobarroco, documenta su viaje astral, la carta astral, los astrolabios del pequeño bergantin.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. !!¡!¡!¡!!!¡!!!!!

      Eliminar
    2. de ramón injusto chorrea el esmero de lo veleidoso;
      no es lo mismo tensar el arco de la chachara,
      que dar en la flaca diana de lo escurridizo.
      para Lezama el cocotero insular es la mentecata imagen
      de una isla a la deriva

      Eliminar
  19. el corregidor del blog
    no será el lepanto salvador
    de la furcia novo;
    una cosa es la picada de avispa
    y otra es la cagada de una obesa mosca

    ResponderEliminar

Gracias por los comentarios enviados con tu cuenta de Gmail, y por enviar textos para esta secta abierta de la pequeña Andrómeda con cebollas en el mundo celeste. Si no la tienes la puedes sacar inmediatamente. Textos pueden ser enviados a gajaka@hotmail.com. e hilario.aquiles@gmail.com