Gérard de Nerval
Apenas se inicia el Taller Neoberraco II, tiembla más que la tierra el
desenfado, la ira, y la muerte cuando es dulce, se llevan a quien tuvo con todo
su corazón (Alberto Rodríguez, In Memoriam).
Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka)
I
Quiero yo la locura,
la he compartido con los locos, he sido un sicoanalista arrastrado sin ser
serpientes (suena raro), o Novalis, Hesse, Bataille, El Nadaísmo en ruinas (por
Alberto, Darío Lemos volvió a dormir en
Laureles), Merton, Lezama, Scardanelli, la Margara, Eduardo, Roca, Gabriel, Jorge Alberto, Iván Darío, El Mudo Beckettiano. Revista Siglótica, la marqueteria surrealista (en lo de Elmer). G. A. Garcés.
El hamaquero, José Manuel Arango y La tertulia en el Bosque.
La fiesta
innombrable, el Vallejo surrealista, que no le gustaba a Neruda, ni a la lógica
académica.
Nuestro
habitante de las calles largas de la noche tropical medellinita, ahí empezó
Alberto Rodríguez, ambos desconcertados el uno del otro, del espejo, del río de
la filosofía clásica. La vida le dio una hermosa madre, Sarita, en medio de
copas de campanas e iglesias cristianas.
Thomas Merton.
Veamos un
poema de Margarita Cardona.
Espuma
fluyente/salía de tu jazmín/enloquecida y plantada/lamía y bebía/ese río de
espuma/entre dos cristianos/celebraba ese día/en la torre
Hoy Elmer Restrepo me llamó y
me dio la noticia, entre risas de esa magna locura, reímos de nuestras
travesuras, de regalar los libros, sin robárselos a nadie.
Y yo escucho a
Pessoa, que escribía de un gran cansancio
en su juventud, sabiéndolo todo, y dejándonos curiosos
de un lenguaje común, único entre los artistas descodificados del narcisismo
poético, en este Desasosiego (De las batallas que
evité).
Ven dolorosa, madre dolorosa
de las angustias de los tímidos (A.D.Campos).
II
Poeta Carlos Enrique Ortiz, Elmer Restrepo y Gajaka. Foto de La elegía del poeta hermético. 2011.
Semblanza de A.R. por Carlos Enrique Ortiz
De Alberto siempre me impresionó su silencio, un silencio tranquilo, transparente, sin pose, sin peso. Un silencio desde el cual nos miraba atentamente y asistía a nuestras reuniones bulliciosas o serenas.
Muy pocas veces hablaba, pero su sonrisa era frecuente y dulce. Yo era muy joven y me llenaba de asombro el mundo de riesgo y vértigo de mis amigos poetas de aquella Medellín salvaje de los años 80. Y en medio de todas las presencias y todas las personalidades y voluntades.
Alberto Rodríguez destacaba en su sencillez y limpieza, siempre a su aire, bebiendo de los textos de los místicos, regalando sus libros con total generosidad y acompañando a sus amigos desde ese silencio constelado, guardián de nuestras noches de bohemia callejera o visita siempre amable en la casa del poeta Gabriel Jaime Caro.
De Alberto aprendí la importancia desmesurada de Bataille; su Experiencia Interior, me llegó por Alberto y hasta hoy me acompaña este libro fantástico de mística atea. Así mismo le debo la experiencia compartida de la sencillez y el silencio como forma de ser, sin teatralidad ni intenciones de ego.
Hace muchos años le perdí de vista, ahora me llega la noticia de su deceso, y vuelve a asombrarme al saber que buscó, en el último momento, la proximidad de su madre; como dando un gran círculo, como cerrando completo el gran ciclo que nos lleva del nacimiento a la muerte.
Morir en el lecho de la madre anciana, retornar a ella con el último aliento, después de la vida entera cumplida al sol, un privilegio merecido y doloroso para este hombre especial, a la vez enigmático y transparente, próximo en su ternura y casi ausente en su serenidad desmesurada.
Buen viaje amigo sobre aguas del Leteo.
***
.
Gustavo Zuluaga (el hamaquero), Gajaka y José Manuel Arango (In memoriam).
El desdichado
(Fragmento), de Gérard de Nerval
Yo soy el tenebroso —el viudo —el sin
consuelo, Príncipe de Aquitania de la torre abolida, murió mi sola estrella —mi laúd constelado ostenta el negro
Sol de la Melancolía.
En noches sepulcrales tú que me consolaste el
Pausílipo dame, la mar de Italia vuélveme, la flor que amaba tanto mi desolado espíritu, la parra donde
el pámpano a la rosa se alía.
¿Soy el Amor o Febo? ¿Lusignan o
Biron?; roja mi frente está del beso de la reina; yo he soñado en la gruta que
habita la sirena;
Yo crucé el Aqueronte, vencedor por
dos veces,y la lira de Orfeo he pulsado alternando el llanto de la santa con
los gritos del hada.
ELEGÍA
AL ABANDONO de Eduardo Peláez P*.
El
poder le cree demasiado al demonio
a la vanidad, a la mentira.
Coloca su silla para exterminar, burlar.
Jamás posee el silencio
el sencillo afán de lo que es.
Sus cosas son adjetivos
Su palabra artimaña, veneno.
Su enemigo es la soledad
ese espacio de sol que habita la noche
en su compasión, en su bien, en su decir.
Ese cuerpo, ese farero, ese rayo
ilumina la tiniebla
Y ve las revueltas y la pena de soportar
El amor y la sangre
la justicia
la alegría
Ve el alba donde se desperezan los niños
para correr hacia el tiempo
Ve el tiempo al frente,
detrás
enredado en los huesos
en el agua y las ciudades
Ve el vacío y la desesperación
en su vestido de diario.
Ve a los hombres en su fragilidad, en su lucha.
Ese rayo, ese cuerpo, no ceja de unir,
de cantar, de vivir
de leer el fondo de los sueños
De amar cada paso que dan
las otras soledades
hacia la casa deshabitada
donde solo existe el poder del agua,
del beso
de la palabra y el fuego.
*Eduardo Peláez era el mejor amigo de Alberto Rodríguez, se
fueron convirtiendo en nuestros maestros, aun antes de la revista Siglótica, Medellín,1978. Poema publicado en realidad aparte.
***
Un poema de Darío Lemos (el poeta maldito del
Nadaísmo). El día que lo conocí me asaltó con unos amigos para robarme, pero
cuando nos vimos a los ojos, dijo Stop:
Mi alma no soporta los lugares.
El paisaje es bello,
pero una cortina interna me ciega
y hace mi piel mil veces más pesada.
He aquí que respiro sólo humo
y a veces quisiera matar esa señora.
¿Seré yo el hundido de mi generación,
el que no mentirá por obtener el oro?
¡Ah! yo mentiría por el oro
para poder regresar
y ver el paisaje
y quedarme dormido
sobre esos dos cuerpos.
¡Soledad, refréscame!
Poema de Margarita CARDONA.
A B C
La niña se inclina
Ante la letra
Se inclina hacia el poema
La niña no sabe su forma
La niña se inclina
Como un árbol que sueña
Así sus manos van juntando grafismos
Están en ella misma
La niña pregunta a su padre
Por la forma
Ella quiere hacer un poema
La madre los mira
Son el poema.
A B C
The little girl bows
Before the letter
Leans towards the poem
The little girl doesn’t know its shape
The little girl bows
Like a dreaming tree
Thus her hands gather graphic signs
They are in herself
The little girl asks her father
About shapes
She wants to make a poem
The mother watches them
They are the poem.
© 2005, Margarita Cardona
From: Cita del mediodía
Publisher: Editorial Endymion, Medellin, 2005
© Translation: 2010, Laura Chalar
***
Montañas / I (Extracto), José Manuel Arango.
1
Nada en ellas es blando.
No son éstas, por cierto,
las formas de una tierra
llana y amable.
Aquí hay breñas y riscos, no redondas
colinas. Su apariencia
hace saber la roca
de la entraña: osaturas,
declives mondos.
Ya los mismos nombres
con que hablamos de ellas
dicen lo que son: una sierra,
el boquerón, el cerro,
la cuchilla.
Líneas secas,
tajantes.
Y esa luz,
esa reverberación de la luz,
esos desfiladeros desbordantes.
***
Los poetas Eugenia Sánchez Nieto (cuando le decían Yuyín), Juan Manuel Roca, Gabriel J. Franco, Gustavo Adolfo Garcés, y Gabriel Jaime Caro (Gajaka). 1979, Medellín.
Como este Taller Neoberraco también es Anti Taller, publicamos los poemas y algunos comentarios que llegan por el correo electrónico.
Aquí uno que nos envió el poeta Gustavo Adolfo Garcés, otro de los grandes amigos de Alberto Rodríguez.
UNA FOTO DE GINSBERG
La escarcha
sobre
el autobús
a la entrada
del hospital
antes
de que caiga
la noche
en blanco
y negro
una
sencilla
y callada
alegría
(Para Gabriel Jaime Caro)
***