Inéditos de un nuevo libro, Humillar la vanidad, título basado en el poema de Humilla tu vanidad de Ezra Pound.
Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka)
Uno
la vanidad (versión, mientras nos tragamos entero al viejito fioca o que mira desde muy alto).
Si yo digo, qué ojos tan hermosos, (A quién me estoy refiriendo?), es cómo para quitarse los calzones, una vez inauguras tu adolescencia, y te importa un pito un monje.
Nada se imagina, el canibalismo una vez establecido, es entre hombre y mujer, no importa el sexo. Diez mil años antes de la caída del imperio romano.
Estoy tan caliente viendo a Hécate y sus perros. El cuento regresivo de la imagen que se perfila.
Ya que los viejitos regresan al paraíso, que habían abandonado, preparé mezcal con pepino, y a culatazos llegamos. Cada uno puede volver a su origen, o si lo prefieren Luz de luna.
Más tarde vino la variedad. Y en eso llegó supuestamente Jehova a cancelar estas citas tan de Sodoma y Gomorra, que no pudieron borrarla de la historia. Por sustancia apreciativa se vuelve a lo mismo cambiando de gustos de corte en la mesa a mesa de cortes en la mesa solitaria.
De tanto mirar la foto de Eliot en sus Collected poems, 1909’1962, me he enamorado por fin de sus ojos, y el pelo partido a la mitad, de unos pocos príncipes de amor. Llamado a enamorarnos de la poesía.
Que persiste por escalones imposibles de volver a habitar, quién, Eliot, la personalidad de un documento en el autobús.
Lo otro es narciso, de muy pocos elegidos, a lo mejor somos poetas menores ahogados en un mezcal con azúcar. Y ellos, cómo Lorca y Dalí fueron felices.
Dos
Me he defendido ante la bruja mayor, antes de que sea gemela. Vaya ud a ver el original de banda, el poema menor que habían montado desde el siglo XVII. El clarinete de Monteverdi.
Y hay poetas mayores vivos entre nosotros, es gracias al chisme ciorano, al menos se muere uno de risa. Los aristotélicos que poca les importa la vejez, y los clásicos de cada época, retumban en la crítica.
Fue grande haber conocido a Gil de Biedma. A Álvaro Mutis en
Lecumberri. Sino hay buen trato entre poemas mayores y menores, se inclina la balanza más hacia la hipocresía.
Que yo muera con La Ética de Spinoza, me quita mucho la imago, falta otra vez el clarinete. La fiesta innombrable de las metáforas.
tres
Volviendo al cuento, así los libros fabulosos se buscan, se encuentran en esa semiótica que el cine canta con toda la poesía deconstruida. 5 minutos de Los 400 golpes, sales de la sala, porque hay unos lincheamientos en las calles de fauna humana, o Brigadas rojas.
Y también te sales del Séptimo sello, y de Derzu Uzala. Y calificas para crítico de moralinas, aproximativo por si las dudas no atormentan. Nuestro bello silencio, Historia del silencio (Alain Corbin).
La manzana en la oscuridad, y el bello nombre de Martín de Clarice Lispector.
¿Quién ha de responder jamás por qué las mariposas en un campo ensanchan en oscura comprensión la vista de un hombre?
La manzana en la oscuridad, Clarice Lispector.
4
Si un hermano te conoce, inventa la estrategia para conversar de asuntos que solo les compendien. Bien entrados los años de la experiencia y los de la imaginación en choque de tractomulas en el desierto.
5
Al reino hemos llegado, sea por el lado de Éxodos frecuentes, o las migajas que formaron su propia torta. Detrás del culo de Quevedo y Villegas, o de la simple marioneta que alcanzamos a ver y somos.
A los bichitos raros.