lunes, 23 de julio de 2012

Poesía V. León Félix Batista; la tibieza del monocordio con "La tigresa del oeste".




León Félix Batista, 1964: poeta, traductor y fetichista.

“TEMPUS BREVIS EST: El gato del lado/es amarillo/un día/se sentó en el piano/ un gato al piano/ life is short/the art is long/ es un gato decidido”. Luís Hernández

Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

El león del metro (en el subway), el Batistura de las formas eróticas, el poeta mineralógico, en fin de todos los heterónimos, mimos,  con los que le he tuteado como buen poeta  y mejor persona que es. Desde “El oscuro semejante”, 1989, tremendo título para un poemario, se lo quisiera Steven Pinker para uno de sus grandes volúmenes, se veía venir el alud con laud con tremendas gemas gemelas, y eso que todo esto sucedía en Brooklyn, quién no quiere vivir en Brooklyn. Dicen que es la mejor palabra en inglés para un nombre propio, un caché cosmopolita. Una noche en el Atlántico. Un Este llamado artístico.

A la vez, de poeta a escritor, a traductor, uno de sus más orgullosos quehaceres: casi todos los poetas contemporáneos favoritos de muchos lectores han sido traducidos por Batista. Lamantia, Walcott, J. Ashbery, algunos nombres de un libro de poetas traducidos del inglés.

Sus primeros poemas y entrevistas aparecieron entre otras revistas en Realidad aparte, como uno de nuestros redactores. Y las gemas gemelas reventaron en los noventa publicando varios libros de poemas (Negro Eterno, Vicio (Torsos Tórridos), Tour por Todo. Burdel Nirvana (“Porque Luzbel fue bello”, “Libamen”), poemas teóricos
Prefiero identificar la noción de poiesis más allá de las márgenes que permite un “poema”, pues descreo de él como objeto prosódico cerrado: existe el texto (y punto) y mi proyecto es construirlo como calidoscopio: de los entrecruzamientos de géneros a las alusiones y enunciados de la realidad en bruto, de las letras puras a las mazmorras de la autobiografía. Ni fondos ni formas sacros. Absoluta heterodoxia. Además, mi verdadero interés no es escribir “poemarios”, pretensión apabullante, sino mosaicos de canciones, listados de posibles posturas sexuales, catálogos de ropa íntima, bestiarios personales, folletos propedéuticos, etc. 

Un erotismo muy exclusivo de la caverna simbólica y muy peleado con otro poeta neobarroco y peruano, Roger Santibañez, faltan datos de otros libros y de otros autores, hasta Caducidad, su recién publicado libro en España, be culmen entre ese humor tácito y la voz de la leyenda. Dos antologías, una de ellas en su país de origen, lanzada en Nueva York.,y otra acabadita de salir del horno (o del pan dice Deleuze): “Sin textos no hay paraíso”, en Colombia, tremenda parodia.

Recibiendo premios en la República Dominicana como el poeta joven más bien estructurado u omnisciente. Había que aprender a leerlos con un lenguaje poético que no conocíamos, sutil y automático; que se ha matriculado como Neobarroco (“El neobarroco es un momentum que está produciendo la escritura más significativa en este hemisferio”, hoy neoberraco. Barroso y del “último reino”. Lexamista hasta el tuétano, que no le quita originalidad (pecado)  e independencia (insularidad).

Al escoger sus poemas mejores de sus libros, siempre coincidíamos en que esos mismos le gustaban a todo el mundo, pero la masa podrida; resulta que para otros es lo mismo, ni que la conexión esté dictada por una diosa atenística, celosa y recelosa. Le rogué que enviará algo inédito o publicado para iniciar esta Poesía V del blog para nuestros exigentes comentaristas sedosos.

Vive ahora en Santo Domingo, en donde a punto de choques de carros aprendió a manejar en la “formula 1” para evitar contratiempos en el intertexto, y maneja o dirige la Editorial del Estado, que es mucho pedir para un poeta como editor. http://cervantestv.es/2009/11/21/entrevista-a-leon-felix-batista/

Un día de estos nos tomaremos unos vinos Shiraz en la calle que lleva su nombre. Me considero uno de sus poetas amigos que siempre lleva en sus labios (sic) en las reconquistas (entre vistas), oh, manso, oh popol, ese lenguaje,  que murmuran melodías del diario vivir; que son muchos los que alegran la fiesta en el español o en el canon occidental sin pio de mensaj(g)e.

Lorenzo García Vega, in memoriam, José Kozer, Reynaldo Jiménez, Tamara Kamenszain, José Luis Rivas, D. Gelder, Aníbal (Nuñez, Perdomo y Cristobo), Mercedes Roffé, Enrique Verástegui, Raúl Barrientos, José Mármol, Alexis Gómez Rosa, Eduardo Espina, Noel Jardines, Octavio Armand, Rafael Courtoisie, Echavarren, Huerta, Bracho, Milán, son algunos poetas de su selección para cada Mundial (metonimias mímicas para mejorar la metáfora).

                    *
León Félix Batista

DON DE ARDER

…que sabe lo que es, que sabe que no es
hielo ni lodo ni luz invernal
sino madera con el don de arder
                           Adrienne Rich


muchachas fuman falos, parafina, canícula que sorben en volutas pero en cada confluencia y firmamento de suburbio –en el surco acelerado de la boca– se restablecen pronto de la razzia

¿trabajan los pulmones, vendimia de materia, de la idea que se sigue haciendo trizas?; ¿cuántos dígitos succionan la melaza que extrajeron de entallados pantalones?

el casco urbano truena en una ola de vapor; no comprendo los desgastes de su curso sideral:

yo vivo atento al mantra y sin el contrapeso que exhibe su horizonte cuasi cartilaginoso, a tacones que persigo a lo largo de alquitrán con el procedimiento letal de la jauría; sometido a su metralla, contendiendo con el son: tal ha sido mi mayor deformidad

cada una está dotada de una ostra bajo negros pantimedias, en el pleno vendaval: un contacto que me abre a latitudes con espectros de carnívoras cavernas

varios cuerpos conectivos, radiactivos en su red: los persigo  descompuesto, los consumo cuando el físico permuta un ademán que recoge un aguijón, cuando queda poca sed, cuando el bosque de las cinco ensaya con sus bronces para dar un salto al yodo

pero aquéllos (reprimidos por la cruel proximidad) en el dogma de las sombras se aperciben y se dejan auscultar por mil lebreles

eso: cartilaginosos: por detrás del peso pánico, la yesca recompone sus galaxias; en su tránsito nocivo se fuga un pensamiento, proscrito de la mente, doloroso, de mi cuero cabelludo desollado: un nombre en su tejido que se acuña, irreversible, lo que sílaba por sílaba borró mi borrador: ¿será ofelia, será iseo, será laura, magdalena o el semblante de una actriz conservado en celulosa?

es un tránsito relleno de episodios

la veta que reclamo provendrá de esa región: de los témpanos, los hombros, los órganos neumáticos; una química colonia de corales, del espesor perfecto del carmín: como las sales sólidas, por perímetro rocoso, la cigarra de su barra para labios

el acontecimiento atraviesa por un magma y extirpándose de pronto de un pantano, perfilado por sus anfractuosidades entra y sale –redimido– de las sombras, como zíperes de luz denticulados sobre un fondo inesperado de aguaceros

episodio que comienza a entume-cerme: los rescoldos de otro mar pintado al temple (como puro peso nómada a la vista de david: los barnices de tu busto, betsabé) visibles alabastros, albatros invisibles: un vuelo sin embates que en la esfera le asignaron

los sesos reconocen (sumando ambigüedades) los pliegues que prescriben por su anverso: registros intrincados (en empalme de sucesos) configuran el glaciar en que uno medra

¿qué borra esa membrana pintada con pintura que fija al disolverse poco a poco?: un órgano que asume sus contagios compromete su sentido a la tragedia, la cera de la carne –que rompe en levadura–, desechos destripados en astillas

¿qué pasados descomponen lo incorpóreo, comparecen amarillos, trepanados, activos y disueltos entre la masa en vida de la glándula que altera complexiones?: pretéritos que escaldan como la acción de un ácido la atmósfera que estira un extractor, con dos botellas verdes, con resina musical, en la madera muerta que apuntala los amantes

sin duda estuve allí, produje un contragolpe, buscando con la sonda recibir respiración, y aullidos corpulentos salidos de las blondas agrestes del pensar

León y Lorenzo García Vega, in memoriam.
                          ( ...)

anulando los tendones se triplica de un tirón y aparece –lubricada por un magma

translúcida, tensándose, avenida yugular

el negro cuervo de su pelo pasma y en esa escualidez feraz morfina

aromas memorables (catacumbas de mi cráneo): no se extirpan ni con una contracción, tanto estrógeno imantado por su tracción de estela, destacándonos los dos del crepúsculo del parque

esos labios escarlatas: baldamiento de recuerdos que dejé en la oscuridad

su mazmorra es mi memoria, monolito disoluble: un desnudo femenino sin modelo

dialogar con espejismos manuscritos con carmín: los dos en el volumen del verano

un tajo en una arteria, recreando disyuntivas, torbellinos escalando las elipses: bilis rápida y motriz por las gamas del cardumen

cabe dentro de los nervios

alabastro del circuito ya extenuado de embestir lo que el látigo despoja de la masa, una tira de la piel contra el velo de un pabilo –que retira de repente su calor

atenúan remanentes de todo daño agudo los dígitos con sus ficciones negras, deriva a la que voy como soldado al caos a través de sucesivas raeduras, como cuerpo que expusiera cada núcleo a rayos gamma, su nudo hipertrofiado como muñón de lepra

relámpagos de muerte buscan delta, paralelos por pendiente en rotación
un mechón de su cabello en la cartera, la cereza de su sexo en cada cien.
León Felix Batista con los neoberracos neoyorkinos: Noel Jardines, Alonso Mejía, Gabriel Jaime Caro (Gajaka), León Felipe Larrea y, Jesús Blas Comas.

lunes, 16 de julio de 2012

Gerardo Deniz, un poeta raro, acertado y descomunal para la poesía hispana.



Gerardo Deniz

Hay autores que son tan mágicos y solitarios, desconocidos, que nunca van hacer leídos por los  que les gusta “ser” profanos por falta de una hormona, la lectura rigurosa de la poesía, que cuando los encuentras en las listas de antologías, o por recomendación expresa de un amigo, respiras mejor, y es el caso del poeta mejicano de origen español Gerardo Deniz.

Con lo poco que se de él, supera mi matiz político de concepciones y seguidillas; su humor es desconcertante (ver entrevista “Una tarde con Gerardo Deniz”, en el blog “Siglo en la brisa” de Fernando Fernández), provocador, de la animada astucia mejicana. Un viraje romántico con sus ejemplos en la música, y fotográfico. 
Deniz no está ni siquiera en Wikipedia, a algunos poetas no les gusta por la competencia, es el caso de Fernando Denis, que posiblemente tuvo ese nombre por el autor renombrado en las ausencias eleusinas del que lo recibe, o no sabía que existía dado su anonimato, tremendo matrimonio no compartido señor Denis.

Una poesía refrescante que tiene muelle para buscadores desconstructivos. Mi amigo Comas lo tiene en la sobornabilísima tragedia, como lo más cercano al neobarroco frente al insufrible postmodernismo, mi rabo y mi pelo después del quinto dedo en la frente.

Algunos títulos: Adrede, Gatuperio, Enroque, Picos pardos, Mundos nuevos, Alebrijes. Una poesía erudita para un lector exigente, de este poeta traductor del sanscrito, estudioso que nació en 1934. Poeta que para cada cual tiene su propia historia. Tremendo coraje para alguien que está fuera del anuncio oficial, y del parapeto de la mala poesía en la calle.
Gonzalo Rojas y Alí Chumacero algunos de sus poetas favoritos.

Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

*
 Poemas de Gerardo Deniz

Artocarpa

Atrapé a la gula por una trenza
y me la senté en las rodillas.
Cómo pesaba.
Su cabello de chilacayote;
sus pómulos de mazapán barnizado,
con perfectos círculos cereza;
su sobaco, al abrazarme, fragante a aperitivo.
Era bastante pazguata, la pobre.
—Ea —le dije, simulando satisfacción—, te quedas y,
como la sabiduría popular previene que
la mujer en casa, y con la pata rota,
tú dirás cuál te quiebro, de preferencia
por la mitad. Ocupó entonces mi asiento,
extendió una como Felipe II, yo
procedí— y oh, sorpresa:
sonó (y sentí) como si partiera una excelente barra de pan.

Evasión

En Tlalpan hay varios manicomios.
Y viendo en la sala de espera esos viejos tomos franceses
tan espesos
de balneoterapia y arsonvalización
cruzando ese jardín por donde tres veces a la semana
     discurren filosofías de vía angosta
-los perros trágicos machacados en la carretera al pasar en volandas,
y así habrá que pasar ahora.
                           Hace calor.
El que vaya a la hora cursi como todas marchando a oscuras
     al lado de los rieles
podrá escuchar (si le importa) el zumbido de muchos
     escarabajos enamoradísimos
entre las piedras del talud.
Más allá (es de suponerse) descansan adineradas adolescentes
     de miembros fruticosos,
con los labios secos, tendidas al descuido
como largos gatos de algalia.
     (¿Habrán comido habas?
     ¿Borrarán como es debido los moldes de sus cuerpos en las camas?
     Oh riesgo.)
Pero este mundo de trenes y escarabajos es un mundo de
     trenes y escarabajos,
sin embargo,
nagara.

Sorpresa

  Marielenita me ilustraba sobre los milagros obrados por Mao, con sólo
             salir al balcón. Los cojos oían, los ciegos hablaban (¿o a la
             bisconversa?). Acto seguido, franca como de costumbre:
     —Quiero acostarme con un negro —me declaró Marielenita—,
     pobrecillos, los discriminan tanto.
  
     Me retraje a mi madriguera.
     ¿Cómo suplantar a un tipo atlético formidable? —pensaba yo,
     pingüino depilado envuelto en piel crudelia
     que tanto atraía, en cambio, a Lilia.
  
     Pero a las amigas de amiga les debo muchos servicios, y sin escarbar.
     Una: —Tu adorada trompuda quiere acostarse con un negro,
     por razones filantropicoideológicas,
     pero la atormenta, confesó ayer, que los negros le den asco.
  
     (Nada recabdé a fin de cuentas, cual de ordinario,
     ni conocí aquel producto interno tan bruto como apetecible,
     tampoco me embijé cada mes lunar con el Libro Rojo del Timonel;
     sólo fue una enseñanza desdeñable, sin acabar nunca de aprender.)
  
     Marielenita se casó más tarde con un italiano, supe,
     ojalá siquiera pardusco —para aplacar tu racismo, dulce mía.
  
     Ustedes, europitos, vengan a visitar el trópico, hasta nueva moda,
     y admirar supremos especímenes humánicos. Ojalá entendieran la risa
            que nos dan. Ambos. -
  
      
     
Del libro inédito “Fosa escéptica”, de próxima aparición en “Ave del Paraíso”


POEMA DE LA TOLERANCIA

Que ocupes una mesa frente a   obesos,

escribiendo con diez dedos más despacio que yo con cinco,
no es cosa que te perjudique, a decir verdad; tan
estragados estamos
Simplemente, consuma la transustaniación en los ene
pisos del ascensor
para que al llegar a la calle
hayas dilapidado ese tufo penetrante a eufíteusis,
fideicomisos, derechohabientes, cónyuges supér
stites
y el número de hoy del   Oficial
-vamos pues; no era para tanto.
Al fin y al cabo mi
poesía no aborda grandes asuntos.
Viéndolo bien, en una hora hay tiempo apenas
para seis  , un zíper, una  , mientras
maúllas (como si fuese un imperativo del Código de
Procedimientos; v., por si acaso, Fargard 16 y 18
in fine) que anoche alunizaste en el Mare Crisium
y andas tigresa como tú dices.


miércoles, 20 de junio de 2012

Eduardo Espina la suma de una trayectoria y de un oficio poético, incalculablemente neobarroco.




Eduardo ESPINA, el poeta de Mozart, lo pudo haber idealizado Juana I, la enlagunada, o la momia uruguaya expuesta ante culto inmortal del alma.

Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

Un ser que se te aparece o tu te apareces a él, así ha sido mi encuentro con el poeta guacho, uruGUACHO, Uruguay guay guay. Todo en la más imperfecta fidelidad. Y es que el diálogo con estos guachos siempre es de nunca acabar, se empingan (se levantan desde la respiración del medio cuerpo) desde el Sur por la Oriental. Y si toman mate no paran, un cambio de cerebro por mutaciones nos acerca. Ya saben, Démeter y su mutación.

Y lleva (n) su dedo gordo, tomado de uno de sus poemas, hasta la saciedad, y tu decides chuparlo o clavarlo como en el calvario.

Eduardo (Eluard) Espina, Salto, Montevideo, 1954,  para la comunicación informal, ha producido tres libros de poesía fundamentalmente, diferentes el uno del otro, La caza Nupcial, El cutis Patrio y Mañana la mente puede. De entre diez poemarios estos tres tienen nupcias, patria y futuro. Lo recuerdo, eco, ardid, leyendo su poema más largo sobre el dedo gordo del pie en el Festival de poesía en Medellín, como una novedad, un poeta neobarroco en escena en la provincia antioqueña.

Alguien me decía que los 4 grandes del neobarroco VIVOS son Kozer, Perlongher, Espina y Batista. Para evadir culpas sin retroceso, marmóreo (el cuarto de Lezama, su parque y su hipertelia).

Como ensayista he leído La historia universal del Uruguay, guauuu, dramático, un humor lingüístico limpio y sucio, en donde lo indivisible cobra su cuota, la pérdida del otro, y la Montevideo mágica con sus nuevas historias. La sobrenaturaleza acentuada en dádivas y estasis para todo el mundo. Un placer si conexionado entre el caimán inexistente a pocas leguas de allá y el pájaro camaleónico. Espina riega el vino al Río de la plata, lo pinta con un rojo menos dogmático.

Nos presenta Espina a un nuevo Julio Herrera y Reissig (“En poco menos de diez años y aún moviéndose en el más estrepitoso y superficial bazar art nouveau, creó una lírica de sutil sensibilidad moderna, de impecable precisión lingüística", dijo de él Angel Rama);  que solo el modernismo codificó con algunos maitenes, para más tarde 50 o 70 años lo descubrimos como el poeta neobarroco más existencialista, inédito como una gárgola. Pilar de esta nueva cultura poética. Murió a los 35 años.

No podemos seguir diciendo que Mario Benedetti, el buenachón y soñador es el poeta clave del Uruguay, aunque Serrat lo cante para la televisión. Y Subiela haga sus obras maestras teniéndolo a él como ejemplo para las inexistencias. Espina ahora logra sus poemas eróticos, ha estado hasta en Yemen con sus mujeres, la pureza y el semen (claro que no todo es semen: semen y oficio como realización espiritual, en su último libro, Mañana la mente puede, en la extraña y dulce alfombra mágica que nos trae lo deseado como predestinación. Espina en todo caso es un sultán.

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Poemas de Eduardo Espina


IN TAXIS, SIN TEXAS (*) 
(Canta del país el aprendiz

El efebo vence al chillido hechizado
por el aura oriunda; le dio por cantar 
villancicos patrios cuando nada cree 
que sea posible, se hinchó de paspar 
la apariencia que compartiría aparte 
del arte temido hasta por el alma tan 
por sentir con la lluvia al descubierto. 
Cuánta gota de la suya ganó desmayo 
en la llanura por venir delante, con el 
ojo amadejando a las lanas nupciales, 
y por serlo del murciélago dan miedo. 
Cuánto de todo ha sido insuficiente al 
salir a la calle para encontrarse ¡solo! 
Calla el rayo al caer, los murciélagos 
callan llamando la atención del viento. 
En el país vuelan ellos para las voces, 
tocan las cuitas al tambor del pericón. 
Anda que suenan, vihuelas y ukeleles, 
y en medio, la fibra lisa del muchacho. 
Canta que cantan, buen embutidor del 
mate amargo en caso de que lo ceben 
de Norte a Sur donde el sol se asoma. 
Canta tu dato para el dedo sin palacio. 
Canta muchacho para que mucho sea. 
Quién lo diría, la jauría deja vestigios, 
los hijos del pasajero eligen la lejanía. 
A menos leguas de un país hasta otro, 
la destreza del azar acerca al labriego, 
hace que esto sea como ha sido recién. 
El azur de la nación anuncia como un 
ánima nace en sábado de menos a más, 
y cada martes en manos de algo igual. 
Pocos por una payada lo hallarán oral 
de ser uruguayo porque su partida a la 
pleamar del mapa llegó con una niñez. 
De chico, recorría el país en persona y 
quienes le perdieron las pisadas no lo 
saben por existente en todas las razas 
sanas pues según asegura la partida de 
nacimiento y la sólida suerte del cielo, 
había nacido con la persona que ya era. 
Antes de ahora, cuando la nación suda 
y la Osa sale a morir en pollera callada. 
El país avisa de la belleza si aun es ella 
llamando a la puerta cuando nadie abre. 
¡Vaya chasqui vestido de viyelas, vaya 
a dormir la siesta jugando a la rayuela! 
Ah, esas cosas de los uruguayos dados 
cada día al misterio de los teros, dados 
a las achuras como yelmos cimarrones, 
canes de caza para pensar al carpincho, 
poniéndole a la cólera un bozal rabioso. 
Yo, me pregunto, ¿y si lo fueran, digo, 
también la tarde en que murió Artigas, 
pues sin él, no me imagino a las plazas, 
al mármol con su monumento a caballo? 
¿Podría haber un lugar donde ya es hoy, 
podría haber un país en el pensamiento? 
Y esas plantas, ¿en qué tanto pensaron? 
¿O piensan las palmeras morir primero? 
Contra las preguntas que les perdonan 
a las alamedas, me arrimo a las almas 
para ser del organismo, y un poco tan 
feliz de serlo: uruguayo, cuando ya no. 


VEO VEO, ¿QUÉ VES?
(Veo vulvas

Veo vulvas, de las que andan por ahí sin saber lo que hacen,
Vulvas de las que andan por ahí, veo, sin saber lo que dicen.
Vulvas, de las que nadie ha visto, porque había una persona
en medio, porque esa vez estaba lloviendo, porque la madre
estaba dormida mientras la duración tenia repercusiones, mi
mano entre tanto, con su piraña en las uñas añadía algo débil
como un goteo espeso con el cual alguno hizo dulce de leche.
Veo vulvas afeitadas, de las que no tienen pelos en mi lengua,
afeitadas para no sentirse solas hasta la saciedad del sinónimo
por no saber bien qué significa estar atareadas como pie plano.
Hay vulvas a las que nunca les dan una mano y son mancas en
la cama, hacen lo que les da la gana, todo a regañadientes, las
mismas que dejan caer en saco roto los pelos de algún orgullo.
Veo vulvas de julias, de sallys y susis, hasta de una tartamuda
en otro idioma. Veo la vulva de adriana. Una vez vi una vulva
voraz detrás de una ventana abierta: miraba como si lo supiera.
Vulvas involuntarias, como si funcionaran mal de esa manera,
cochinas, hinchadas, ninguna hincada, achatadas y rechazadas.
Otras veces vi una vulva con un yo tan grande que pensé seria
la de yolanda, pero era la de ¡lucy! diciendo “recuerda, soy yo,
estuviste en mi suave interior un día de lluvia, porque llovía y
llegué tarde, fue una tarde de esas para hacerse pasar por uno”.
No sé porqué, pero veo vulvas de silvias y son muchas silvias,
una de ellas, con una vulva que volvió una noche y yo, estaba.
A la vulva de sarah (tenía tres) la encontré detrás del desierto
de (Sahara), dijo que había estado con, Tristan Tzara, dada a
estar como era con la humanidad entera apenas sintiera pena.
Vulvas vi también de las que solas saben hablar por teléfono,
vulvas valientes y cobardes, vulvas incapaces de hacerle mal
a nadie, ninguna nacida en Pennsylvania (una lástima), vulvas
con óvulos y overol, algunas con olor violento, una con aroma
a emanación mortal tal como la mamá la había traído a la vida.
A una de esas vulvas la encontré en una matinée, mientras ella
estaba viendo El año pasado en Marienbad y yo también quise
verla, cuando aun el año no había pasado por mi pensamiento.
La vulva vista en plena visibilidad debería venir de Hiroshima,
olía a átomo, a algo que había pasado con mucha gente muerta.
Mil vulvas que nos esperan a la vuelta de la esquina si se diera
el caso, menos castas cada vez, vulvas pero no de Taras Bulba,
vulvas de tamaras y marías (¡cuántas marías hay en el mundo!,
¡hay más de las que pensaba!), de susan que nadie había usado
hasta entonces, de carolinas y de ya no me acuerdo de quiénes.
De catalinas y katherinas, a cual más uterina, de sues y vickis
en quimono, y la de victoria, ah, cantando siempre su nombre.
Otra vez vi la vulva de una madre que no era la mía, la vi y vi
vulvas de susis y sucias, de alicias y soledades, de anicetas sin
haber sabido quién les puso ese nombre, vulvas algo lóbregas,
veo vulvas hasta cuando duermo, rezo y respiro, cuando como,
cuando (también ahí veo) me pica la nariz o hablo por teléfono
a un número equivocado, las veo cuando tengo ganas y cuando
no porque no solo de vulvas vive el hombre, pero igual las veo
cuando llueve, cuando recién paró, cuando una mujer parió un
niño que no es mío, y si es una niña también veo la vulva suya,
cuando alguien me pide una dirección para llegar a su casa y no
sé dónde quedará esa calle, veo vulvas hasta cuando nos las veo.
De cármenes, de maites, de luisas, de elisas (veo la de Elisa vida
mía y me dan ganas de llorar de la nostalgia), de irenes y a la de
sully la imagino ajena dando ahora vueltas por algún barrio reo.
Vulvas, vulvas, vulvas, vulvas, vulvas, vulv… las veo ¡ahí van!
y con ellas, aquella que una vez tuvo frío, vulvas que no saben
hablar en voz baja y por eso nunca las invitan a ningún velorio.
He visto vulvas en coma esperando el punto final para zafarse,
he visto otras que venían a ser parte de la tradición, pero ahora,
veo vulvas pobres y ricas, nómadas y anónimas, largas y cortas,
negras y blancas, y a tantas vulvas obesas cuyo tamaño varía lo
mismo en invierno como en verano aunque habrá que verlas en
primavera, rodeadas de geranios y golondrinas, vulvas aladas y
perfumadas, volarían así a una definición diferente apenas una
fe las acompañe al año donde nacieron con una forma de alma
imitada por la cual la belleza hubiera pagado hasta una fortuna.
Vulvas con su traca traca, cargando un semen apuñalado por la
espalda, castigo les deberían dar por andar cargando lo que aun
sabe a suyo, la yapa del chiquetazo, cómo poder con eso, ni que
fueran traileras transportando oro en su convaco semirremolque.
Con vulvas así, no se puede, porque ponen en duda el camino a
Sodoma amagando con amar al primer postor de su desparramo.
Vulvas que al llegar a los veinte les cantaron las cuarenta, pues,
pasado el tiempo, todas las vulvas terminan siendo la misma, ni
una se salva, todas hacen camino al andar tan llenas de moscas,
de no me acuerdo bien qué pasó en el pecado la noche anterior.
Sudando en contra de la infelicidad salen al soleado universo a
vivir con esa estética hasta que pueden y dicen colorín colorado
esta historia ha terminado, arrepentidas de no saber lo que pasó.
Vulvas de las que nadie nunca ha visto, invisibles hasta que las
manos las hacen nacer al instinto en cada instante tan saludable.
Vulvas con sabor a ceviche, alegres pero con un gusto agrio (tal
vez en su vida pasada pasaron días en algún yogurt), de las que
fueron atrapadas in fraganti haciendo estragos en la entrada del
tren fantasma, en su Parque Rodó uruguayo ¡tan lleno de ellas!
mientras llegan como bueyes cargadas de ayes huidos del ayer.
Hay quienes dicen que las vulvas son buenas, hay alguien que
su vulva cambiaría por una nueva aunque viniera de muy lejos.
En alguna parte habría que hacerle a la vulva una estatua, a esa
usada en nombre de todas las otras, vivas y muertas aquí y allá.
Sudor, ozono pino, pipas, altramuces, garbanzos salados, zotal,
aura de la fotogenia y hasta estertores cumpliendo el papel del
mal tilingo al quitarse de encima cuchiflates y guarrindonguis
alaban la pelambre que la bordea para cumplir el papel de los
días acuartelados vistos desde muy cerca, olfateando culta la
circularidad de una verdad que si no fuera tan mal vista, bien
podría servir como ablación en la corazonada de tenerla todo
el tiempo cerca hasta que algo agobiada viniera a los minutos.
La vulva esa escribe en su libreta de apuntes algo que todavía
nadie sabe: “Las dificultades de mis tartamudeos tuvieron que
ver con la tendencia que tenían los personajes antes de venir a
mí”, pudiendo ser el personaje cualquiera que quisiera estar de
acuerdo con la visita al tarambana cuando salió al raje, porque
según una leyenda, el pabellón de baños del cuartel entraba en
actividad al mismo tiempo que de aquí en más la blanda vulva
se ponía facilonga, haciéndose la que no sabía nada pero sabía.
La vulva que le había hecho un chantaje al Viejo Vizcacha, la
misma que por pura casualidad descubrimos donde no las hay
hacía su aparición bajo las fibras del biguá y de la arboladura,
había cumplido con un plan abotonado, nadaba en la leche del
mar cuando la pena valía hacerlo por eso que todas las vulvas
hacen, salir a las superficies para respirar. Y para que las vean.
Salgo al mundo y, veo vulvas. Han venido a darme unas ideas. 
 

*^Dos poemas del libro recién publicado "Mañana la mente puede"



A manera de ensayo:

“Los versos que no llegaron”

En Herrera y Reissig el misterio no consiste sólo en lo que podría haber hecho de no morir tan joven: se trata de hacia dónde iba estéticamente", afirma el crítico y escritor uruguayo Eduardo Espina. En diálogo con Montevideo Portal, Espina explica los motivos y alcances de su libro "Herrera y Reissig: Prohibida la entrada a los uruguayos", donde se analiza la obra del primer gran poeta del Uruguay.

Si bien no puede afirmarse que Julio Herrera y Reissig (1875 - 1910) sea un poeta ignoto o secreto en nuestro país, cierto es que dista mucho de ser un artista popular. En el año del centenario de su muerte, tampoco se produjo la avalancha de homenajes y reconocimientos que otros artistas han suscitado, (tal el caso de Onetti el pasado año).
Sin embargo, una nueva lectura y una auténtica justipreciación de la obra del gran poeta del siglo XX uruguayo es una asignatura pendiente y necesaria. Así lo entiende Eduardo Espina - poeta, ensayista y docente uruguayo radicado en EEUU- quien acaba de publicar "Julio Herrera y Reissig: prohibida la entrada a los uruguayos", obra que intenta desmarcar a Herrera de lo anecdótico y acercarse al poeta desde una mirada "más moderna y no tan modernista".
Una mera coincidencia
El libro de Espina no nace como un experimento oportunista para aprovechar el centenario del poeta. Por el contrario, su origen data hace más de 20 años. Hacia 1988, Espina presentó el proyecto a una editorial uruguaya, donde se le dijo "Herrera y Reissig no le interesa a nadie ¿por qué no escribe un libro sobre Delmira Agustini o Juana de Ibarbourou?".
A partir de esa negativa, la obra cambió su formato, transformándose en "una serie de artículos críticos que publiqué espaciadamente, a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 en México y EEUU". Finalmente, en el año 2007 "un editor mexicano dio con un artículo mío acerca del exotismo lingüístico en Herrera, y me sugirió hacer un libro sobre él".
En ese momento, y a 20 años de su fallido intento editorial en nuestro país, Espina presentó un nuevo libro acerca de Herrera y Reissig a la consideración de un editor uruguayo, diferente al de la primera vez. "Vine a Montevideo y hablé con la gente de Planeta, sello con el que ya había publicado un par de libros - La condición Milli Vanilli e Historia Universal del Uruguay- y se mostraron interesados, cosa que me sorprendió bastante, ya que significa un positivo cambio respecto a lo que había ocurrido 20 años atrás", explica el docente.
La sorpresa de Espina fue grande, ya que su libro no es una biografía -género que suele concitar interés en los lectores- sino "una obra de análisis del lenguaje y la poesía de Herrera". Afortunadamente "Planeta decidió publicarlo, pero yo me retrasé por motivos ajenos a la obra, y en esa situación llegamos a finales de 2009, ya sobre la efeméride del poeta, por una mera coincidencia de tiempos", afirma.
Pese al positivo cambio en el mercado editorial, que hoy le permite publicar su obra, Espina no tiene la certeza de que el mismo responda a una revalorización de la figura de Herrera y Reissig. "Algo cambió, aunque no lo puedo especificar bien qué fue. Veremos si este cambió de valoración respecto a Herrera es permanente, o bien es simple consecuencia de la efeméride centenaria. Porque recordemos que el año pasado estaba toda la atención concitada sobre Juan Carlos Onetti y Juana de Ibarbourou Este parece ser el año de Herrera", entiende el autor.

e personas y personajes

En su obra, Espina insiste en la necesidad de tasar a Herrera por su literatura, desmarcándose del personaje que la prensa y la Academia urdieran a su alrededor. "Creo que la obra de Herrera y Reissig genera ciertas resistencia de lectura debido a la densidad de su lenguaje y a los desafíos que planeta al lector. Es lo mismo que se puede experimentar frente una pintura de Picasso, o al escuchar una pieza musical de Schonberg", explica Espina, recordando al punto que "la modernidad es eso, un desafío, un riesgo que corre el artista de quedar aislado. En el caso de Herrera, siempre se la ha dado prioridad al personaje, a la máscara de raro, de alguien que posa para una revista inyectándose morfina". Para Espina, "el oropel, lo exterior, es lo que atrajo a mucha gente en Herrera. Pero no sé cuánta gente en verdad leyó sus versos y fue capaz de notar que estaba frente a una extraordinaria ruptura en la poesía de lengua hispana", se pregunta.

A la hora de separar el grano de la paja, y considerar a Herrera y Reissig por los méritos de su obra, el autor considera de enorme relevancia " el redescubrimiento de la poesía de Herrera y Reissig por parte de los jóvenes, y no la de aquellos que siempre lo tuvieron un poco postergado, sin darle la importancia que realmente tiene en el contexto latinoamericano".
Sin embargo, Herrera no sería del todo inocente de esa máscara de bohemia, provocación y dandismo que hasta hoy está asociada a su biografía. Según el crítico, estas actitudes de Herrera habrían sido "una forma de subsistencia ante el anonimato, la ignorancia y la marginación" que el poeta podía padecer, aunque aclara que dicha marginación "no fue total, porque hay que tener en cuenta que Herrera aparecía de vez en cuando en la prensa y era una persona respetada. No era un marginal, o un anacoreta que haya vivido toda su vida aislado y de espaldas a la gente. Por más que el libro se llama "prohibida la entrada a los uruguayos", como frase emblemática suya, lo cierto es que Reissig recibía a menudo a una cantidad de poetas muy de segundo o tercer orden". Esa relativa sociabilidad de Herrera marca una diferencia con artistas misántropos "como el italiano D' Anunzzio- una persona que quisiera marcharse a una montaña y no ver a nadie".
Interrogado acerca de si la figura de Herrera y Reissig encaja en el estereotipo del "precursor incomprendido", Espina reconoce al poeta como un vanguardista. "Puede decirse que desde el extranjero, Herrera es visto como un faro, como alguien que se adelantó a su época. Herrera no puede competir en cuanto a rareza con otros poetas modernos, como Baudelaire, Rimbaud,. Byron, Shelley, cuyas vidas son realmente dignas de Hollywood. En cambio, la vida de Herrera no creo que le interese mucho a un director de cine, porque fue bastante rutinaria".
"Toda la modernidad ha sido desubicarse, sentir que en la tierra natal no se existe, que hay que hacerlo fuera", recuerda Espina a la hora de aquilatar el inconformismo de Herrera. Subraya que el mismo afirmaba "Escribir para París", por más que "no salió nunca de Montevideo más que para una breve estadía en Buenos Aires. Los artistas contemporáneos a partir de 1910 son verdaderos nómadas, una diáspora permanente, marcada por un rechazo de su identidad original".
El autor señala que el poeta manifestó en más de una ocasión su voluntad de radicarse en España, donde podría haberse transformado en un artista español. Espina aventura una comparación con el caso del escritor estadounidense T.S Elliot, quien decidiera radicarse en Inglaterra u transformarse en un caballero británico. "En una ocasión, un viajero norteamericano lo reconoció, y le llamó la atención el hecho de que hablara y se condujera como un inglés. Elliot le respondió que, si bien había nacido en EEUU, en realidad era un ciudadano británico, a juzgar por su uso del idioma y los cócteles que bebía. "No es difícil imaginar a Herrera adoptando una actitud parecida", aventura el escritor.


Cómo saber como

Adentrándose en las características fundamentales de la obra del poeta, Espina entiende que "lo que tenemos que ver en Herrera es cómo lo hizo", interrogante nada sencilla, dado que " Muere joven, pero no como otros artistas que pese a esa juventud ya tenían su obra bien definida".
"Por ejemplo, el último poema que estaba escribiendo, 'Berceuse blanca', a mí no me parece tan gran poema, sin embargo los anteriores, como La Torre de las Esfinges - que es deslumbrante- hacen que uno se pregunte hacia dónde iba herrera: esa es la gran pregunta", ya que "por un lado estaba escribiendo una poesía con un lastre modernista muy fuerte, pero por otro lado, se adentraba en la vanguardia absoluta".
"En Herrera y Reissig el misterio no es sólo lo que podría haber hecho de no morir tan joven, sino hacia dónde iba estéticamente", sostiene Espina. Es como si Picasso se hubiera muerto joven, no tras esa vida larga llena de amantes que tuvo (ríe). Uno imagina a Picasso pintando cuadros modernistas y cubistas y se pregunta cuál es el verdadero". Similar sería el caso del poeta uruguayo. "Cuál es en última instancia el verdadero herrera: ese sería el misterio. ¿El de estos poemas o sonetos donde se nota que todavía no se había podido despegar completamente del modernismo, o el de otros poemas como la Torre de las Esfinges, Desolación Absurda o La Vida, donde puede decirse que se adelantó al Trilce de César Vallejo, o a Residencia en la tierra de Neruda. O aun más lejos, la Masmédula de Oliverio Girondo. Herrera lo dinamitó todo", concluye.
En nuestro país y especialmente en algunos ámbitos -el deporte, el espectáculo y en ocasiones la cultura- se cumple con rigor el proverbio según el cual "nadie es profeta en su tierra", y es el éxito en el extranjero el que acarrea el reconocimiento en el terruño natal.
Interrogado acerca de sí ello podría ocurrir con Herrera y Reissig, Espina expresa su deseo de que "ojalá que suceda", y para que así sea "una de las forma es que lo descubran los jóvenes. Sería ideal que los programas de estudio lo incluyeran, porque hoy sólo se estudia en las aulas uruguaya cuando algún docente lo incluye por su propia voluntad e interés". Para el autor, la poesía de Herrera y Reissig "no figura en los programas como debería: como el poeta de avanzada por excelencia en Latinoamérica". De otorgarle ese merecido sitial "la imagen de Herrera experimentaría una muy positiva reconsideración".
A esa relectura apunta el trabajo de Espina. Su libro no es una biografía sino un tratado sobre la obra del poeta, "y pretende ayudar a una lectura de Herrera en otro contexto, más moderno y no tan modernista". Contribuyendo a percibir y comprender que "se trata de uno de los grandes genios que nuestra literatura ha tenido, como Delmira Agustini, Onetti, Felisberto Hernández. En ese parnaso -que no es tan pequeño- a Herrera hay que verlo como el primero.
Lo que vendrá
Profesor en la Washington University de Saint Louis, y con más de 30 años de docencia a sus espaldas, Espina considera la posibilidad de una jubilación para la que "ganas no me faltan, plata sí", asegure risueño. Mientras tanto, y pese a la distancia física con su país natal, trabaja en el rescate de algunas figuras injustamente olvidadas de nuestra literatura.
"Estoy trabajando en otro libro, que se llamará "Casi una literatura uruguaya", referido a escritores sobre los que se ha escrito poco, pero han marcado jalones importantes en nuestras letras", adelanta el Espina. En esa ninguneada categoría encajaría casos como "el de Selva Márquez, poeta surrealista, o Ariel Méndez, novelista excelente en muchos aspectos, que ha caído en el olvido pero fue dos veces finalista del premio Seix Barral".
"Todos los artículos que Herrera y Reissig publicó en la prensa, nunca fueron recogidos en forma de libro. Tampoco hay una edición crítica del material que Delmira Agustini publicara en los diarios montevideanos", señala el crítico, que en sus trabajos futuros intentará "rescatar esos momentos de nuestra literatura que fueron tan deslumbrantes como silenciosos".

Montevideo Portal de Gerardo Carrasco

Foto: Juan Manuel López
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La mitad es mucho menos*
(Solo el 50 por ciento de la patria)

Recuerda el cuerpo cada detenido idilio.
La prisa de probar las posibles palabras,
la nuca encanecida de quien prolonga en
preguntas la nube penúltima con alguien.
Y aun bajo los strómbolis de intromisión
cualquiera para el oro iría a la superficie,
escucha a quien pudiera hablarle de todo.
Lo demás fue lirio similar para parecerse,
pues el empeorado del lar ponía una flor
donde antes nació el tesón de los sonetos.
Antes, porque a hora de reír igual ocurre.
Y músculos, cuánto músculo de cultura.
(La gran gimnasia de música entretenida
acabo en la escarcha por copiar la mitad)
Traía entonces algunos acontecimientos.
De orlas laterales, de una larga gratitud.
Todo estaba para que el hoy se presente.
Su azur aclara la celada de los asesinos,
el tordo tarda en llegar a la dificultad, a
la gota de tal cuando tan agriada quiere.
El mérito de los sentimientos a merced
de la décima y la seda, la rosa salida al
sol sopla un poco oculta para parecerlo,
todo eso que después de saberse lo será.
Es un lépero en paralelo para él y luego.
Podría decir ya sí, que la vida yacía en
el viento acanalado: una respuesta a la
existencia, una suavidad que ve valvas.
Aquí el cuerpo tiene frío para ser feliz,
la compasión de Dios no es una burla.
Salvo el cielo, nunca ha sido constante.
En otro momento, la suposición por el
sabor obraría usual, acostumbrada: un
equilibrio que a nada culpa de su paso.

* Poema del libro "El cutis patrio".