Teresa María Gallón, 1910-2012. Tampoco también todavía, llamada Teresa Lexama. Foto de Luz Angela Rendón.
Antonio Curis*
Habla la Muerte
No mires
no me mires
Parecerá que me rompen el cuerpo
parecerá que coagulan
parecerá de cristales mis huesos
No me mires a los ojos
se regodean con la superficie
La seda del jazmín
no fuera de nada
sin su raíz debajo
y la raíz no conoce el perfume
que ruboriza a los enamorados.
No mires
solo quiero tu risa
volando entre los árboles
en las alas de tus dientes
grandes e imperfectos
en las alas de ese niño
Y esa niña
que viajan en su barca
el río de tu sangre.
*Leído en el funeral de Teresa María.
Teresa
María Gallón murió en la media noche del 14 al 15 de agosto del 2012.
*Había sido enviado el poema por el correo electrónico, ese mismo día, copiado en una
hojita de rayas, próximo a salir a la misa de las cenizas. Y recuerdo que el
correo era de Antonio Curis (poeta uruguayo, de la primera vida de Realidad Aparte) ; cómo hice, si no soy un sicótico, haberle escrito por la mañana sobre la
infausta noticia, “Morir de amor”. "Habla la muerte", por supuesto.
Pero sucedió, y Curis corrió a
escribirlo, y llegó justo antes de, por fin hacerle un homenaje a la muerte de mi madre, el
más grande, despedirla con la lectura de un poema. La iglesia quedó helada y
petrificada, y eso que el sacerdote era un charlatán, que poco o nada le
importaba la muerta de una anciana de102 años, a no ser que tuviera 50 nietos. Mi madre tenía 10. Pobre
pensamiento de un cura común y corriente. Casi no me deja leerlo, ni tampoco a
mi hermano Raúl, decir unas palabras con bastante humor. Yo impávido.
Antes habían llegado Manolo Tamayo y el poeta Carlos
Enrique Ortiz, y nos encerramos en mi cuarto haber que se hace con el triste momento,
y saz, nos fumamos un porro, que hermandad, corrí hacia el baño y chapuceado,
viví la vida que ella antes me había celebrado.
Sobre los usos de la marihuana, conservo el cuadernillo de notas científicas de mi abuelo paterno, Emilio Caro Duque (odontólogo), que anestesiaba a sus pacientes con dosis de esta sustancia (“Con pequeñas dosis el paciente perdía el miedo, y se relajaba, algo que no pasaba con otros químicos”), en 1905, y que recomendaba consumirla a las personas que sufrían por la muerte de un ser querido el día del funeral en vez de antidepresivos (como Valium o Diasapan). Fue prohibido su uso medicinal en 1930, por la fuerte competencia con otros fármacos. No en vano me tocó seguir sus consejos para noches tristes.
Teresa María Gallón junto a sus 5 hijos, Guillermo Caro, Gajaka, Raúl Caro, Hugo Caro, y Emilio Caro, inclinado. New York, en la noche de año viejo de 1983. Tere está embriagada, medio borracha y feliz con todos sus hijos; se había tomado media de guaro por lo menos, como le gustaba el aguardiente sin llegar a ser alcohólica, cada año por la cuaresma tomaba.
Sobre los usos de la marihuana, conservo el cuadernillo de notas científicas de mi abuelo paterno, Emilio Caro Duque (odontólogo), que anestesiaba a sus pacientes con dosis de esta sustancia (“Con pequeñas dosis el paciente perdía el miedo, y se relajaba, algo que no pasaba con otros químicos”), en 1905, y que recomendaba consumirla a las personas que sufrían por la muerte de un ser querido el día del funeral en vez de antidepresivos (como Valium o Diasapan). Fue prohibido su uso medicinal en 1930, por la fuerte competencia con otros fármacos. No en vano me tocó seguir sus consejos para noches tristes.
Mi madre componía, es decir sobaba y
arreglaba a las personas fracturadas, y nunca falló, hasta los 88 años, que le arregló un dedo fracturado a Mónica Mendez. Tere decía que aprendió de tías y de su hermana Maruja; charlaba de que la abuela paterna, Roxana, viajaba por toda Colombia y Panamá, solicitada
por sus manos milagrosas. El Papa León XIII la condecoró por curar de una
fractura de pelvis al obispo de Panamá en 1900.
Teresa María Gallón, modelo del lente del poeta Alonso Mejía, una tarde de verano por el Riverside de Manhattan, a sus 84 años. Manhattan viene de Mahabarata, no cabe la menor duda.
Amparo Vargas, nuestra amiga y yo, rezamos un Padre nuestro y una Ave María. Jesús mio misericordia no faltó, a lo que consideraba ella un llamado del purgatorio, a la que dejamos a solas con su Dios (tan segura de su comunicación) que venía por ella, tan carismática. Tan actriz, ver "La elegía del poeta hermético".
Emilio, Emilio (Emilio, su hijo, su
esposo y su padre), era el llamado constante en su larga agonía. Guillermo y
Hugo no pudieron llegar al funeral, desde Nueva York. Recuerdo que dijo, saquen
los perros del cuarto de baño, y no teníamos perros, no apaguen la luz. La nave
con Caronte la esperaba para el cruce por el Leteo.
Raúl se encargó del funeral en Santa
Teresita, le pedí música clásica, de cuerdas. El alma de mi mamá empezaba a
volar. Mis amigos me acompañaron esa noche (Teresa
María fue la reina de los poetas neoyorkinos,
la crítica exacerbada de mi poesía). Yo seguía absorto, deseoso de una
sacudida, y esa llegó, el poeta Eduardo Peláez me llamaba y me decía, La muerte
de la madre es el comienzo de la vejez del hijo.
Al poeta Tartarín Moreira (Libardo Parra Toro, compositor de tangos para Agustín Magaldi, entre otros), le escribió mi madre: Enfermo estoy cuando pienso loco, inmensa agonía sin sentir padezco.
Al poeta Tartarín Moreira (Libardo Parra Toro, compositor de tangos para Agustín Magaldi, entre otros), le escribió mi madre: Enfermo estoy cuando pienso loco, inmensa agonía sin sentir padezco.
Gabriel Jaime Caro (Gajaka)
N.Y.C.
Teresa María Gallón viuda de Caro, con su gran amiga, Amparo Vargas. He aquí las manos maravillosas de mi madre, lúcida imperfecta ver claro tenía por mente, veía más que Borges, que sus hijos y sus damas de compañia. Foto archivo de Gajaka, 2012.
Virgilio Piñera*
De una vez y por todas: ¡a la mierda la muerte!
Mientras más me acerco a ella o ella a mí,
ni yo sé quién soy ni qué soy, le digo,
pero tú tampoco sabes quién ni qué eres.
El hombre te inventó o te dio nombre al menos,
tan sólo eso, que apenas si es algo,
una manera como tantas de infundir terror.
Pero conmigo eso no va, mi hermana.
Y menos, hacerle el juego a tus ritos.
Con los miles de millones de muertos
que conocemos, nuestra visión de ti
tendría que ser más bien risueña
o tan mecánica como la que ponemos
por ejemplo en el papel higiénico.
Si alguien osara en una noche
poblada de relámpagos, ululante el viento,
y todo el decorado de muerte chopiniana,
si alguien osara, digo, en medio de los suspiros,
coger al muerto por los cabellos
igual que a una peluca inservible,
y decir, con voz muy natural:
ya no es como nosotros, y aquí, señores,
no ha pasado nada, ¡y siga la fiesta!
De modo que en vista de la muerte,
de la muerte natural por supuesto,
mucha naturalidad, tanta
que hasta el muerto se vuelva natural,
tan natural que se entierre o se queme
sin derramar una lágrima.
Tenemos que reservarlas
para cuando nos duelan las muelas.
Y si digo la muerte natural
es porque las provocadas
por la mano del hombre contra otro,
no han de ser lloradas por muerte
sino por vida que la vida
no segó a su hora.
No practiquemos el culto de los muertos,
¿acaso podemos pedirles
que practiquen el culto de los vivos?
La comunicación se ha cortado:
ni nos hablan ni nos oyen.
Hablemos pues con los vivos,
hasta que podamos.
1974
*Colaboración del poeta Jesús Blas Comas.
*Colaboración del poeta Jesús Blas Comas.
*
Teresa María Gallón, la reina de los poetas, en la noche de la celebración de sus 100 añitos, la noche de brujas del 2010. Nicole Fernández, la nieta de Amparo Vargas, allí presente.
Que hermosura, hermoso.
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ResponderEliminarCarísimo Caronte, que buena memoria, así cualquiera escribe una biografía, pero de alguien que valga la pena como tu mamá, de quien recuerdo una noche vendiendo vino en copas de plástico para el mantenimiento de Puerta 10 de Loisaida, allí estaba Ricardo el poe, y toditos fumando marihuana. Menos tu madre, por supuesto.
ResponderEliminarSi tiene tinte para esas manos de la Reina de los poetas. Su inconmensurable vuelo, en esa mirada, la angustia del que se siente amado.
ResponderEliminarMis más grandes condolencias Mr. Caro por esa perdida que es a la vez el ave de compañía.
La grandísima Teresa María, sopesando sus virtudes y promesas, con sus cinco hijos locos como Tartarín Moreira, un poeta y compositor poco conocido, mejor dicho olvidado por las antologías de poesía colombiana.
ResponderEliminarEl poema de Virgilio Pinera sobre la muerte memorable.
ResponderEliminararru ru mi nino, a rru rru
ResponderEliminarSiempre tan derechita, tan mágica de madre. Si hay cielo y paraíso, allí pernocta la gran Teresa María.
ResponderEliminarEl verso que escribió para Tartarín Moreira, es mejor que toda la poesía de Gajaka. jajajajajajaja!
ResponderEliminarLas severisimas neoberracas. Me encanta eso, que de seguro viene despues del neobarroco.
ResponderEliminarAmén. La Vicky de siempre.
ResponderEliminarVicky Paz en sus aristotélicas alturas, es un decir probable de los dudosos.
EliminarCerteros en luxar con la puerta trasera del laberinto.
Tengo en la mano el libro de los seres inútiles, con el poema a tu madre, y veo que se cumplió lo que ella dijo para su muerte. Los asuntos difíciles de solucionar con Dios.
ResponderEliminaru.u.
EliminarGajaloca, fumaste marihuana el día de la muerte de tu madre, este si es mucha gueva.
ResponderEliminarLas dunas de Montauk, dónde queda?, por el faro, es grande Montauk.
ResponderEliminar""Y al fondo canta el mar, nacido de una calabaza"", José Manuel Arango.
ResponderEliminarGajaka y el mudo beckettiano, lo mejor de lo mejor, mejor dicho mejor no se puede. La mano suiza de el nosferatu gordo estuvo por ahí acechándonos.
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