miércoles, 28 de junio de 2017

La risa Demóstenes, rara, III. Un canto vinculante, en la sobrenaturaleza, del poeta colombiano Gabriel Jaime Caro (Gajaka). Colección poética Ausencia de destino, 2017.



Gabriel Jaime Caro (Gajaka). Washington Square, New York, 2016. Foto de Rafael Urrea Soto.

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Arte del afiche por Juan Betancurth, con foto del autor por Loli Cienfuegos.

Prólogo al libro de Gajaka*

“DESMILITARIZAR EL ALMA” 

 “Es muy raro que, como artista, alguien descubra realmente su subjetividad: la mayor parte la disimula adoptando una manera y un estilo”. Nietzsche 

Por Carlos Enrique Ortiz

 Intentar un acercamiento conceptual a la poesía de Gabriel Jaime Caro, Gajaka, no es tarea fácil precisamente porque esta poesía es, en sí misma, una superación de todo horizonte conceptual. De ahí que diversos acercamientos, quizá apresurados, han resultado sumamente limitados y otros intentos, quizá un poco ampulosos, han terminado más bien en alejamientos verbales que en una provocación de cercanía.

 Así, por ejemplo, no clarifica la esencia de esta poesía el verla como una incitación de la risa, como un elegante ejercicio de buen humor patafísico, porque Gajaka no es un escritor humorístico que se proponga de antemano y mediante cierta genialidad el hacernos reír, sonreír o divertirnos con sus poemas; la risa no es un resultado ni un rendimiento de su poesía que este poeta se imponga de antemano, no es tampoco un presupuesto y más bien diría que es un hallazgo aleatorio que se da para el buen lector, no por la intención previa de quien escribe sino por la naturaleza de estos poemas tan singulares que diluyen nuestro mundo habitual y conocido y nos abocan a lo asombroso, lo inesperado, lo imposible y lo desconocido, volviéndonos víctimas de lo que no sabemos, de forma tal que no nos queda sino la risa como respuesta coherente ante lo desconocido. 

Me parece que esta condición se explica desde el llevarse a sí mismo (Pathos) que Gabriel Jaime realiza, donde la Jovialidad griega y el lúcido humor negro se dan cita poética, iluminando con frecuencia su cotidianidad creativa. 

Tampoco puede asumírsele como un escritor dadaísta tardío, porque no pretende utilizar la ironía, el azar, la intuición o el irracionalismo para elaborar una obra que se contraponga abiertamente a la cultura y al arte tradicionales del canon clásico, entre otras cosas porque Gajaka no se propone nada con su poesía y porque es consciente de que el irracionalismo intencional, aun en el arte, no es más que una trampa que la razón se pone a sí misma y para no caer en ella; una máscara que no enmascara, un artilugio que no engaña ya a nadie. 

Por otra parte no se trata de un poeta surrealista, un representante más del fatigoso surrealismo maicero, no lo es porque Gabriel Jaime no pretende ni necesita liberar a la imaginación, al universo onírico o al subconsciente de los condicionamientos que la existencia servil cotidiana les impone, para que aflore entonces una interioridad verbal no discursiva que funcione como un modelo interno estéticamente expresable, al cual el automatismo psíquico, las asociaciones libres, la exaltación sensorial o los estados alterados de consciencia puedan hacer visible y prevalente. No es así porque aunque a Gajaka le es caro el mundo surreal y la psicodelia, en él ni la imaginación, ni el universo onírico, ni la intuición, ni la fantasía ni el subconsciente están sometidos a los condicionamientos cotidianos del hombre común: lo suyo es una condición psíquica especial, un psiquismo poético, que no necesita de parafernalia alguna ni del estímulo artificial para desatar lo que no está atado. 

Por esto ha dialogado, desde su condición propia y apropiada, con las diversas escuelas, tendencias y tradiciones, sin quedarse en ellas, pero conociéndolas a fondo, sobre todo las de la poesía latinoamericana contemporánea y actual. 




Los poetas, Carlos Enrique Ortiz, y Gabriel Jaime Caro (Gajaka). Al centro, Elmer Restrepo. Foto del documental, La elegía del poeta hermético, de Oscar Mario Estrada, 2011.

Es el caso de su cercanía con poetas tan profundos como Cesar Vallejo, Gerardo Deniz, Carlos Oquendo de Amat o Alejandra Pizarnik, y, en particular, es el caso de su caminar lado a lado con el sabio cubano José Lezama Lima, con quien Gabriel ha viajado, en sentido Lezamiano, como quien anda con el amigo, incluso sin moverse, pues el habla y el pensamiento poéticos les son un espacio común y grato. 

De la mano en las caminatas por la Habana, haciendo alusión sutil al genitor por la imagen, donde la esfera de la vida y la muerte mantiene la fuerza de su rotación perpetua, y en el espacio secreto del tokonoma se hacen posibles los hallazgos mágicos que iluminan la existencia y el camino del creador. 

Tampoco ocurre que esta poesía se haga comprensible al inscribirla, sin más, en un estilo como el neobarroco, con el cual dialoga pero no se le reduce, porque no se caracteriza por una teatralidad afectada, ni por extremar una cierta retórica para conmover al lector mediante el exceso de la metonimia, o el abuso de la comparación imposible que hace estallar la metáfora. No hay aquí una predilección deliberada por lo grandioso, lo aparatoso o por la abundancia decorativa del poema; no se trata de una pirotecnia verbal ni de una búsqueda intencional de la paronomasia, el asíndeton o del cuidado de la forma abigarrada. Igual que en Lezama, lo que hay es un diálogo con esta tradición, un conocimiento de sus senderos más ocultos, pero un caminar propio por la única senda que a cada quien le pertenece. 

Gajaka no es neobarroco, pese a su propia opinión, porque su escritura está, por esencia, más allá del cultivo de un estilo que como éste es un cuidado de la forma en el abuso de la forma. Por el contrario esta poesía es una superación de la forma, se da como una indeterminación exterior de la materia verbal, es el triunfo del Apeiron de Anaximandro del que todo proviene y al que todo regresa tras pagar la culpa y según la justicia del tiempo. La poesía de Caro es una negación de la formas poéticas habituales, para liberar un lenguaje propio, una forma propia, que se oculta o se borra; para decirlo parafraseando a André Bretón: no es el pez soluble, es la solubilidad. 

¿Cómo acercarnos, entonces, a esta escritura que aparece como un ejercicio pleno de libertad? 

Quizá algunos momentos del pensamiento extremo de Georges Bataille puedan ayudarnos en el cometido de conocer lo irreconocible. Partiré de cuatro palabras de este filósofo francés, el más necesario de todo el siglo XX, y de los tiempos aciagos que hoy vivimos. 




El extraterrestre vaca de Gajaka, regresa con su abducido poeta a su III volumen de la Risa de Demóstenes, rara.

PRIMERA PALABRA: “La poesía es el sacrificio cuyas víctimas son las palabras” Esta expresión está tomada de La Experiencia Interior, de la Digresión sobre la poesía y Marcel Proust, y se refiere a la comprensión que tiene Bataille, dentro de su Economía General, del hecho poético. 

Sacrificar es hacer que algo ingrese o retorne al mundo de lo sagrado y éste es el mundo de lo que tiene valor en sí mismo, el mundo de lo inmediato, lo inmanente, lo soberano, esto es, el mundo del Ser, del sentido, de las fuerzas y el valor. Opuesto a lo sagrado está lo profano; lo que no tiene valor en sí; el mundo de lo profano es el de las cosas, lo útil, los fines, la ganancia, el lucro, la dominación, el proyecto, la producción, el consumo, el trabajo. Es el mundo de la naturaleza cosificada en recurso, materia prima, herramienta y alimento y del hombre cosificado en las mil formas de la pérdida de su ser soberano. 

En pocas palabras es nuestro mundo de hoy, el cual ha devorado completamente al mundo sagrado de antaño en el cual era posible la comunicación del hombre con el hombre y con la naturaleza, en el cual era un hecho la vida ardiente y plena y la vivencia de lo divino. No es difícil ver que lo que Bataille llama lo divino es muy cercano a lo que Lezama llama la Sobrenaturaleza; lo que desde si brota y se sostiene, lo que simultáneamente se muestra y se oculta y que otorga sentido desde el misterio. La sobrenaturaleza nos da la fuerza del hechizo que nos otorga el oficio destinal, en este caso el de poetizar, desde la protección del hechizo se vuelve a la naturaleza pero en estado de desnudez. 

La poesía es sacrificio (desnudamiento) de las palabras, porque restituye el carácter sagrado y ritual del habla y del silencio: El poema es el acto y el lugar donde el habla, la palabra y el silencio dejan de ser cosas, superan cualquier utilidad manifiesta y se revelan como comunicación, plenitud, vida ardiente, continuidad del ser, inmediatez y soberanía. 

Si afirmamos que lo sagrado es el Ser y lo que con él comunica, podemos comprender que nuestra voluntad de fijar el ser por la palabra es una voluntad maldita, condenada al fracaso, no sólo porque el ser trasciende plenamente a la palabra, sino porque desde que nuestras palabras son cosas nosotros mismos somos la cosa de nuestras palabras. ¿Qué poesía es capaz de enfrentar esta terrible condición? 

Y esto es justamente lo que los poemas de Gabriel Jaime revelan y atacan; poemas que descosifican el lenguaje, que proponen, por contraste, la intimidad recobrada con el silencio animal del que provenimos, poemas que implican la muerte ritual de las palabras, que invitan a una contemplación siempre nueva e inesperada. Los poemas de Gajaka no son, como quería Heidegger, la casa del ser, son más; son la casa y también el ser desnudo y en el descampado, o lo más próximo al ser sin demora, sin discontinuidad, sin oposición, sin sentido útil y sin duda. 





SEGUNDA PALABRA “El muchacho del establo puede traer el caballo, la señora de la cocina puede hacer mantequilla, pero la poesía desliza lo imposible: presenta un caballo de mantequilla” (La Experiencia Interior).

 La poesía nos presenta lo imposible, lo desconocido, el no saber, nos revela que nosotros mismos hemos devenido imposibles y que somos un enigma sin solución sobre esta tierra. Si saber es siempre fijar el ser y si, como dice Bataille: “El ser es en el mundo tan incierto que puedo proyectarlo donde quiero, fuera de mi-. Fue una especie de hombre torpe que no supo resolver la intriga esencial, quien limitó el ser al yo. En efecto, el ser no está exactamente en ninguna parte y fue un juego percibirlo divino en la cumbre de la pirámide de los seres particulares. El ser es “inaprensible”, no se le “aprehende” nunca más que por error; el error no es tan sólo fácil, en este caso, es la condición del pensamiento” (Lo Sagrado).

 Si la condición del pensamiento es el error de persistir en fijar el ser por la palabra, entonces la poesía de Gabriel Jaime Caro es un lúcido momento que expresa la experiencia de lo indecible, la de la no fijación del ser; es una exploración de aquello que los Griegos antiguos llamaron el A-Logos, esto es; de lo que no se puede expresar en palabras, estos poemas, son la expresión verbal de la experiencia de lo no verbal. Esta poesía no fija el ser, no lo sitúa en parte alguna, por el contrario lo libera, es en sí misma un acto de desasimiento, de soltura, de liberación. El lenguaje mismo resulta así desintegrado, lo cual fuerza al pensamiento del que lee o escucha a una ruptura de la condición discursiva, a partir de la cual se suscita fácilmente el silencio y el no-saber, pero también una contemplación asombrada. 

Lo imposible que somos difícilmente se hace perceptible al sentido común, a la razón operativa, al pensamiento técnico. Pero ese imposible aflora cada vez que queremos reducir al Ser, al ser que somos, a lo que podemos entender y pensar, el fundamento de la razón son las prohibiciones irracionales que fundan la cultura, el fundamento de lo posible es lo imposible que se oculta tras el velo de lo cotidiano y lo dado, la palabra que rasga ese velo, la imagen que nos hace ver “el caballo de mantequilla” es, como la luz, incomparable con nada, quizá esa palabra imantada sea, sin embargo, análoga de la risa, pero esta risa, que ríe por tercera vez, es una risa rara, lo cual nos lleva al siguiente momento. 

TERCERA PALABRA “Pero no hay nada bello, nada grande…que no se encuentre por suerte y que no sea raro” (La Suerte).

 La poesía de Gabriel Jaime es ella misma una suerte escasa, es lo contrario al gran número, al promedio, a la mayoría, a la masa, es la excepción absoluta, lo sui generis mismo, lo otro. Por eso escapa al estado general de ruina y de miseria en que ha caído la poesía colombiana de hoy, convertida en proyecto personal de arribistas, en negocio familiar de tenderos y políticos, en sirvienta de proyectos ideológicos y en farsa de todos aquellos que piensan que es mejor ser poeta a no ser nada, y reducida a la cacofonía y a la repetición de lo siempre ya dicho. 



Primer recital de los neoberracos. Aquí los poetas presentes: Pedro Arturo Estrada, Gajaka, Noel Jardines, J. Blas Comas, Miguel Falquez y León Felix Batista. Foto de Loli Cienfuegos. Museo de Queens, New York, 2013.


Esta poesía no sólo no se parece más que a sí misma, sino que no busca parecerse a nada de aquí o de allá. Acepta la condición de su ser único y de no poder ser referida a nada, acepta la condición de dialogar desde una identidad propia y no desde la identificación con otros Sin embargo hay que decir que Gabriel Jaime es, en sí mismo y como persona y poeta, totalmente filial de todos los poetas auténticos de la historia de la literatura universal, pues entiende y realiza la condición de poeta como una condición trágica de libertad. Se une a ellos desde el erotismo del corazón, en la comunidad de aquellos que no tienen comunidad y dan nombre a lo indecible. 

La belleza, la grandeza, la suerte, la rareza y el erotismo, el destino y su ausencia, el laberinto del deseo, la resistencia espiritual, el amor y su amenaza permanente con dejar de ser, son puntos extremos de lo posible, que Gabriel Jaime va recorriendo en sus poemas. En Especial en la serie que constituyen los tres libros de la serie La Risa de Demóstenes Rara, donde su escritura es como el pulso solar, una palpitación de luz en medio de las sombras, un riesgoso rozarse de universos paralelos, un abrir lo posible a lo imposible. Pero habría que preguntar: ¿Ríe raramente Demóstenes de su Propia Retórica? ¿Qué nos dicen estos tres libros en los que el poeta logra su definición mejor?, es lo que estamos invitados a descubrir aquí. 

CUARTA PALABRA “La vida se Juega”.

 Esta afirmación de Bataille en “El Aprendiz de Brujo”, me sirve ahora para deslizarme fuera de la creación poética de Gabriel Jaime y dirigirme hacia su experiencia vital. 

La esencia de un hombre es su existencia, no lo que él piensa o sabe de sí mismo ni las definiciones que algún otro pueda construir o creer, esta verdad existencial nos arroja, a cada uno, ante sí mismo como ante lo ineluctable. Un poeta auténtico no está escondiéndose detrás de las máscaras de hoy, esperando la aprobación de la posteridad de mañana; la vida se juega y la cara se da, el único privilegio del poeta es decir su verdad y a su manera, pero debe arriesgarse y arriesgarlo todo al hacerlo. 

Gabriel Jaime, puedo dar fe de ello pues me ha honrado con su amistad por más de 30 años, no ha condescendido nunca a hacer de su vida un proyecto, un negocio, un plan, una inversión, una farsa o cualquier otra forma de servidumbre visible o invisible. Le he visto vivir con una libertad desmesurada, entregado sólo a su condición de poeta y de artista, haciendo de su vida, como Nietzsche quería, una obra de arte única e inigualable. Corriendo riesgos, siendo su propio riesgo, no se ha dejado chantajear por el miedo al futuro, al presente, al fracaso, a la pobreza, a la riqueza, a la vida o a la muerte. 

Allí donde la mayoría actúan como castrados por el temor y la prudencia, él disfruta del ritual de sí mismo, de “La libre vida entre el hielo de las altas montañas”, al decir de Nietzsche, y, como nadie, ha vivido sobriamente alucinado y alucinadamente sobrio. 

Se ha jugado la vida en la dolorosa lucidez y el riesgo de ser el que es, y en el mundo de la homogeneidad y la masificación, de la estupidez colectiva y agradable, ha sabido ser individual e irrepetible, por eso le sienta bien decir de sí mismo: “Parezco un ovni, un ovni, un ovni, y no me importa nada” (Show poético, Marilyn Monroe en el cielo del Morocco). 

Quiero terminar esta invitación al encuentro con su poesía y este pequeño homenaje al poeta y al amigo ovni-presente, dirigiéndole un verso de Serrat, más que oportuno en este país de odio y de asesinos, un verso escrito para una encina verde que se resiste al hacha… Un verso que dice: “Que tus contornos te quieran, que te respete la muerte”. 

***



Poemas del libro La risa de Demóstenes, rara, III... de Gabriel Jaime Caro (Gajaka).



I

Las Enlagunadas

(Selección)

1

La estatua que solo habla, tiene sus años de actuación. Ponerle 200 años. Cada país las tiene. Viudas, poetas conformistas, imitadores del espasmo, amanuenses y cristeros arruinados.

La estatua es un avaro que conserva allí las taras que los niños ven a través de su locura mística. La estatua se empolva la cara, aunque le cae la mierda de paloma como tetra, así responde, se le han ido los triunfos de los primeros tiempos.

Parece que danzara, denuesto nos muestra sus dedos renacentistas, pero está casi ciega. Pobre estatua, en bronce soportará el glacial, con sus vínculos fílmicos tiene buen nombre. Luce chamarra gastada de adicto, con la otra a 100 pasos.

La estatua ya vieja a cagandas silba con el viento; es su manera de notar sus desperfectos ideológicos.

2

El hombre, primero que todo camella labura, guarda su salud, mientras prepara el combate de las igualdades remotas. Promiscuo, va de retro junto a ella (contra sonatas), abren los besos en un lugar sonoro.

A la sazón la desazón, entre pasiones, quejas, y el mal sueño. Se gasta el presente, con astrolabios de mano ante el maestro astrofísico, o la lengua del origen que no dejan.

Así al descreste, los años dinámicos, el remolque del gallo de Esculapio o el resucitado. Y si toma whiskey un hijo esquizoide que copia a Munch de escasos lados como un globo.

Arrastra los fardos, mecánico automotriz, clase media, pesado y ligero, escrito en la pared del cuarto. Pero comete la peor infracción para el elegido: no lee y es apolítico.



3

Hace días que no escribo un poema, no es la pose la solución.
Se lo propuso el estómago, hizo chispas, la danza de ese camaleónico ser con una curva demasiado ascendente.

Ha escuchado la oración. ¿Qué clase de carmelita fuí?
Es un ocaso de ese filme cherokee, el templo carmelita, las mil y una noches de visitantes, larga es la vida. Así con la cherokian la vida es un misterio, la prueba fiel de la muerte. Un jazz ahora.

Bill Evans. Tu mano derecha inventó de nuevo el jazz, al encuentro del romántico ciclo  y te despierta del tumultuoso silencio. El asteroide que olvidó su licencia del asombro, crece.

La piel de ternera, harta conocida, el ruido inoportuno de la estufa del sótano, muy de lenguas romances con el canibalismo. Tu equívoco en la prueba de camaleones.

4

La ansiedad no tanto de mirar la cara como de sacudir el dedo del piano.  Tu nombre me sabe a hierba,  a la invención de todos los moldes, la de Rodin de Balzac es la que mejor se acomoda.

Ha  podido nacer de nuevo. Ha dejado caer el llanto, con la aparecida mariposa amaestrada.

Si es un suplicio ocupará toda la página de este poema dedicado a Miguel Servet. Tinte de incrédulas suposiciones. Politólogo místico y elegido.

Amo esa libertad que tengo, aunque no sea la libertad promulgada. La mentira unidad de los obreros, generalizada, muere despreciada, como tú maestro de Salamanca.


5

Una especie de bailarina gordita sin danza del vientre viene hacia mi.  No es terrorismo, y si mintiera, la falta de sombra lo delataría. ¿Pronósticos acertados del cambio climático para cuando vaya a Cuba? Ranún se levanta. No, sobreviven como androides.

El monje no quiere ser sacado de la casa, se volverá un monstruo. Los misteriosos crepúsculos de la primavera, son eso, los misteriosos crepúsculos en la cima del Bóreas.

Hay animosidad, del rito al hecho, del masaje a la bruja, y con el pecho muerto de venganza, la historia repetitiva de que te hago desaparecer las jíqueras por bondadoso.




Modigliani, escultura. Metropolitan Museum, N.Y. Foto de Gajaka.

6

Sin discusión hay algo en la sangre que después no vuelve. Servet bendito, no son las ñoñerías de una a otro, observa el diosecito. ¿Cómo no iba a acordarme de ese emperador?

Los dos son iguales. Hasta aquí cogen vuelo, borrachos en dinamita ¿Y de qué le valió esconderte del achicharramiento de tu amigo? Al miserere de Calvino, Sin la cuarta divinidad ahora del cristianismo. Se mueren los semidioses.

Sala VIP, vino para el miedo, el vuelo cervantino, la ganas igual, un periquito Pin Pin que sale de la zanja a predicar a los derviches enredados en lino, qué el qué la hace, es el editor, otro. A la mano agarrada, el cigarrillo de la paz, manos inertes que apenas saludan.


7

Manos de Frankestein feliz de historiadora. Un Pinot Noir de nuevo al caer la tarde. La pregunta siempre es sobre el buda que acaba de nacer.

Los hijos perdidos de manifiestos poéticos. Néstor
Perlongher de nuevo presidente. Marxistas maldecidos por la falta de lectura del Capital, una deuda. Hitler ni se lo imaginaba, vio el fin del mundo como la lora con el taco armado por el culo, para el salto.

No entiendo los barrocos: no se meten con la política, dejan correr la sangre, y se secan como un afluente inexistente. Muy bella tu frente pero no entraré.




Nicanor Parra, Miguel Grinberg, Allen Ginsberg, y otras. La Habana, 1965.




8

En el aniversario de Ginsberg, en la calle 13, 5 de abril de 1997. Por allá en la Rusia gótica no los quieren. Quizás mienta. Che harto pues te pichoneo. El grande y totalitario Imperio del hambre invita a leer a Hegel en la playa nudista. Una trampa de fe.



La Praga que no es la plaga, acierto entre las preferencias. El príncipe de Lebatov toma su almuerzo de pizza con sus padres. Derretidos como mal helado son los oscuros signos del designio.

Patéele, un temporal de aniversarios, qué es eso, con revueltas en la institución, y el lector circense, manos arriba!  No es esto un temporal, la suerte de la patita negra de la otra cuadra no alcanza para mil muertos de una vez ¿100 mil sepultureros con bocina y bandera, el ocaso de Edgar Lee Master?



9

Con mi alfombra mágica, he curado la fiebre del verde con bacterias. Gana la prosa poética en el vulgo raciocinio de un conde de empaches. Ah, gritaba el padre, sea el soneto y no se diga más.

La lluvia torbellina se burla de mí, no ato en comprender. Un palo le dio a otro palo en forma rectangular, y así os declaro paciente de las 12. Pero yo cerdo de aguas compulsivas, es poco rompimiento. No hay aplausos, con el lloro de la nena es suficiente.

Me salen las mirlas de la mañana, tengo tiesa la panza, mis gajes se burlan de ti. Adrede, la falta de ozono hasta en el cubilete. Tórridos atlánticos frente al deshielo, cura de estos tiempos. Ya ni mira la tienda de consoladores.




Modigliani, escultura, de perfil. Metropolitan Museum. Foto de Gajaka.

10

La derrota viene con la pintura, la pintura viene con el fracaso. Le apuesta a 100 gramos de inteligencia más allá del mono, morirá en un festín de abre bocas. Si la guerra es esquiza, el pintor será Dios en escena, en una perfecta ridiculez, ha quedado el genio.

Padre mio quítame las razones de más, una, enseñarle a mi hijo a bailar el vals. Es negar el hijo por el megasexo. Cada vez  menos, dos, que no empequeñezca la razón de vivir de mi bendita dejazón. Microcéfalo.

No me digas que con acelgas escribiste, o con mucho romero sin laurel, aguas bautizadas al fin, vainilla para ulceros, y al cabo reaniman mi diálogo con la muerte que siempre anda furiosa, obcecado voyerismo para la cita, le digo.

No salen relamidos, han guardado para la cosecha; si lo da no lo sueltan, prefiere chino que converso. Oh valor mio dadme otro, pidió Tiziano.


11

Sembró, oyó algo demasiado fuerte para ser oído varias veces.  El fin de este  mundo, y hablamos de siete mundos, lo perfila el viento frio que viene del polo, o la lluvia de misiles de la dinastía reinante.

Brahmanes tendrá su credo, los cuasi infinitos. Se encuentran en su mala noche con la Waldstein sonata, 21, de Beethoven, con el desespero de las tocatas de Bach. La escena exige más por ejemplo, la limpieza de adiestramiento.

Nuestra luz, la regalada luz de los astros. Traspasas por ahí Alejandra Pizarnik, obua obua. Una tarde cualquiera me comí un dedo, no, jamás podré.

Los lenguajes vibratorios de la locura conservan al ser cómo peso a la calma. ¿Hasta cuánto me aguanta un chamán al cruce, o el sombrío del carnero negro degollado? Un espíritu es un postre de mango.

12

La suerte de las pelirrojas, la envidia de las no amantes casi mamertas. No es noruego, puede ser de California, quién sino el vikingo pero en fassen. Abre la puerta de oro, ni más faltaba la autenticidad.

Los coros del Antiedipo son atrevidos, sílfides de desacato.  De pronto te caes, y pierdes las eles. No la culpes a ella por su escena favorita. Embalse con mosaicos y el baño turco del mistagogo, cuadran para el que huye.

923 gritos de maravilla reconfortan la experiencia ahí sentada, lo repetirá la próxima semana, semana de traición. Bajando por la escalera del college ¿pero yo qué hago en el college? La pista dura, y los 110 metros con vallas. Allá va con el tonito de sinfonía.

  
13

Los sentimientos encontrados, la misma barrera del sonido, Heidegger ni más ni menos. Historias con grandes bloques de acero y piedra. La oportunidad de huir con el sol hacia la trama tauromáquica del último toro de la tarde, o quedarse en la selva Negra.

La sangre, el mismísimo germen se convulsiona, parte de grandes retóricas al banquete del amor. Le queda chiquito el tiempo, es una derogación de la inutilidad de ser animal feroz, pensaban y pensaban los sicólogos del siglo 19.


1011 aplausos, el fin de una época y de una Afrodita. Máximas y Miximies. Un rostro bello lo define la música. La fuerza de la prensada, Miximieses inprudentes.

 14

Hay que ser cazador de imágenes que hipnotizan la variedad inocente del que está perdido. Nadie creería la cacería, cuatro demonios en carne son presentados a la siciliana Aristómaca, una descarga de barriletes, intensa poesía con paciencia, el burro lo mete desde entonces.

Camarones al ajillo en espaguetis, vino a reemplazar al gran pollo pelado. Que colmena que alboroto en el cuarto de máquinas. Irlanda es poderosa, tomemos un amontillado, pero si nunca va a ser de España.

1106 para decirme que he fallado, que follada, ya estás dentro de mi. Como siempre la parte de la moralina deviene en retiros. Desollar con cuchillos helados, estaba escrito en los patibularios.  Solo vale rezar cuatrilingüe o entre las cuatro patas.

Perfectas identidades, cuatro camellos por ejemplo, reunidas en un cuarto de bareque en luna negra (que fatalidad). La amistad con el desconocido vate, que sembró una flor como lo que sabía hacer. El ciego imagina tus pechos grandes, sino queda más, si corriera a diario.






Loli Cienfuegos, preparada para el lanzamiento de la Risa de Demóstenes, rara, II,

en  Terraza Bar, agosto 14 del 2009. Foto de Gabriel del Casal. Volverá a repetirse, este 27 de julio, 2017, en Terraza 7,  7 PM. con el nuevo lanzamiento de La risa de Demóstenes, rara, III.



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*La risa de Demóstenes, rara, III. Gabriel Jaime Caro (Gajaka). Colección poética Sorstalantág (Ausencia de destino). Medellín, Colombia. Mayo y 2017.

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domingo, 4 de junio de 2017

Tiren, hagan el simulacro, no somos anarco sindicalistas. Poema de Leticia Pumarejo Cuartas.




Perséfone en mi mano, pintura de Gajaka

Poema de Leticia Pumarejo Cuartas


Pum, cuando todo el escenario no era más que una cama común de putas.
Que rico, que pesadumbre la mia.
El infierno sin cabezas, hay predominio de guillotinas y de verdugos clonados. No, que dicha, dice el vocero del imán.

Fragmentos a su imán? Que cerca estaba Lezama.
La ira divina se alía con el odio de los mortales. El espía que viajó a la luna, permanece inmutable, la carga ambiental.
Lustre, nene a todo, terrible confusión, la farsa madona es con doble ene siempre?

Ven como se evita una violencia. El fin de una diáspora, no se lleva al marxista periquito pin pin. Quiere es atacar, deconstructivamente hablando. Decidieron darle de alta, muere en su casa con un chupete envenenado.

II

No existe la duda en el matadero de vacas.


III

Pausa, pasa el paisaje, las viviendas son una intencionalidad de las tribus arribistas de Israel por aquellos bosques, donde no pudieron vivir de los huevos y de su hervor.

IV

No hay árboles de naranja en Palestina, memoria cinematográfica. Por fin un yeyo en la cabeza con toda su atmósfera. Pum.

V

Enemigos de luna, paréntesis embrionario, la peste celebra su aniversario. Ahora pueden tener un rinoceronte en la yarda.

VI

Sistemática violencia, que siga el banquete del amor, la baronesa y la campesina de corte latino, hacen cola para el retrete.

VII

Explota el llanto, el odio es acendrado, caustico el hombre, la mujer es otra vaca.

New York, junio y 2017