lunes, 25 de febrero de 2019

Pájaros del verano, no es la Roma de Cuarón, es la película que nos ubica en este corrientazo del cine colombiano. Manos abajo.





Pájaros del verano, 2018, de Cristina Gallego y Ciro Guerra.

(El cine colombiano que no deja de hacer pinitos, mientras la Guajira pierde sus mitos de tan terrible debacle, el exterminio de los pueblos míticos para el progreso de los negocios internacionales).
Me quedo con el ciprés de mi hermano o el cultivo de la naranja, de mis ancestros libaneses). 
El café y la mariguana son originarios de Arabia, cállese usted la boca. 

Gabriel Jaime Caro (Gajaka)

I

La esencia del conflicto en la Guajira colombiana, ni el más mínimo respeto por el desierto sagrado de los Waiyuú  familas. Pájaros del verano (Birds of passage), 2018, y por ninguna parte vimos los pájaros, andan nuevamente viudos.
Pero si los pájaros como les dicen a los asesinos del Cartel de Medellín, y ahora por allá, burlándose de todo y de las costumbres de los Wayuú con las mujeres y su matriarcado, Úrsula 100 años de Macondo.

Es inconcebible el desprecio por parte de los carteles de la droga y el paramilitarismo, los ha envilecido. Los gobiernos democráticos los han arruinado (la corrupción infame de la Guajira colombiana)… Hasta vender sus ríos de sustento a las empresas multinacionales. El río Ranchería era sagrado, hoy es caño seco, vendido por la corrupción y la falta de amor y respecto insisto de una vez.

B

No son Pájaros en la playa de Severo Sarduy, sus cuentos de Camagüey, y se va y se va yendo sin la invisible protección insular de carácter ornamental.



C

Lo que vemos es un pueblo peninsular casi insular, pegado e instalado en el desierto, tratando de vivir, y de sobrevivir, cerca de la Sierra Nevada de Santa Marta; en aquel paraíso que ya no lo es. Porque "casi" nadie puede disfrutarlo (claro que si, en vacaciones), ni en que valla de Afganistán, la onda marciana.

El desierto que era nuestro futuro en la creación, siguiendo a Albert Camus, es de unos cuantos mafiosos, con sus cuatro puertas (Miss Bala), camionetas blindadas a crear la zozobra, exhibiendo sus armas para el choque de su predestinación de tipo desechable, ahí no hay ningún dios cristiano, es don paraguachón.

El marxismo y Pasolini. Y taque allí están los gringos, y los noruegos, buscando la mariguana, que allí en la Sierra se producía fácilmente, La punto rojo, que probé en 1976 en la playa Cañaveral, me hacía ver orgías entre las carpas. Si el mundo no fuera redondo, nunca más nos volveríamos a ver. No había llegado el negocio de la cocaína, ad portas.

Es triste para llorar, sin asomo de lo maravilloso que alguna fue esta costa con su teatro y sus mitos, la Guajira por decir algo, del absurdo ante el invasor, y la patada marmórea del porvenir de fuego, viene disimuladamente como a doña Sodoma, la modorra.

Y morir de frente si se ha cometido una falta grave. Ley del Waiyuú y sus negros, otra cosa serán los Arhuacos, en el mantenimiento de su ética, paráclitos yodos.

La mariguana llegaba por bultos y la negociaban con el café; desenvolvimiento de una guerra por la posesión de ese negocio, mientras las victimas van en aumento, y hoy los niños de allá no tienen futuro, ni para Carlos Vives y su familia Pop desnaturalizada.

D

Cristina Gallego, su cocineasta (casi cocina el filme), es tan arriesgada y pagana a voces ciegas, que nos recuerda al brasilero cineasta de los 60s, Ruy Guerra, sin desmeritar la coincidencia, a lo mejor Ciro Guerra (El abrazo de la serpiente) es hijo de Ruy (Cinema Novo), con sus ficciones y su risa de animal reencarnado, el riodeoro, se las trae desde los extractos más surrealistas del cine. Claro, sin poncho. Con Dios y el diablo sin diablo estavez.

E

No tiene la simpleza de Roma, ni la melancolía de Cold War, ni lo apasionado de La favorita, ni de la otra favorita Green Book. Ha habido lio, nadie quiere reconocer cuál cambiaría la historia, y otros como el mexicano Carlos Reygadas, Luz silenciosa, Japón, no ha bajado de su cumbre citadina con la muerte. Tiene suerte Cristina y Ciro por meterse al género Thriller, amerita la acción de los espectadores absortos, y desencantados.



F

La crítica dice, Like an indigenous The Godfather (The Hollywood Reporter). Tanta frialdad para una crónica que ahoga la imagen holística que desea tener, pero una raza paralizada en el tiempo, y un mundo cerrado y asesino que se avecina con la mentira y el engaño, más por la fiebre de riquezas a corto plazo, para eso todo ese pueblo tiende a desaparecer de la faz de la tierra.

La cannabis medicinal que tiene que ser aprobada en Colombia, para disminuir a los numerosos Carteles, que van corrompiendo, sobornando y masacrando como si estuviéramos 40 años atrás o 70 de la mafia italiana.

G (y ahí se queda)

Ciro Guerra tiene su filme inolvidable, La sombra del caminante, que no me canso de ver. Su influencia buñueliana es más fuerte que el froydismo. En sus películas el rey vallenato es gyajiro, la mirada casi pesimista, las presencias pasolinianas, y el cine de los capos, que todo lo contaminan.

Tóxicos vientos para la meditación, pero la madre Úrsula como Maya, es la protectora.



Solo la mujer wayuú aprende con el tiempo a manejar las redes del viento del desierto en la península paraíso de la Guajira. El peregrino y la danza del compromiso, fue en este filme algo hermoso. Solo minutos para adentrarnos al otro, que es el mismo cautivo.

Es tan lineal la historia, dice mi amiga Loli Cienfuegos, Guerra se queda en una exclusiva narrativa tipo narcotráfico, y deja el lenguaje cinematográfico que se pierda en el rodaje (La escasa poesía de los diálogos, Buñuel gruñía). La Guajira tiene nuevamente historia.

El dinero por fin a montones en un día, después del intercambio de las especies, el trueque cómo un caso juzgado. Y dónde están los marihuaneros de ayer de paz y amor (Allen Ginsberg, entre otros), O los nadaistas conservadores progresistas, superando al "marxismo" cubano?

Viva el capitalismo! Gritan los del cartel.