Gajaka Extramitico hace su reporte a la nueva lectura de la novela Paradiso en forma circunstancial a los hechos. La cultura islámica ha sido derribada, en el aire se siente su dolor.

Poema a un capítulo XII de Paradiso, paradojalmente entramos a su escritorio de textos explícitos, al abrirse sésamo, y el viejo libro y el alma erudita.

Gajaka Extra(s)mitico

Sin Cemí ahora, llegamos al enigmático por historicidad, Capitulo XII de Paradiso. El más difícil (si coño, el transorangután ahora), de la novela paradisíaca, un tal Atrio Flaminio, capitán de legiones, nos transportan a un ojo de cristal, que según deducciones interiores de resultados, es más uno siempre con el espacio, y menos uno en la tierra (Valores númericos imaginarios de Las tribulaciones del estudiante Törless de Robert Musil), el astrolabio pintarrajeado. Va a colgar los Nike. La espada flamígera se avecinaba.

No puede creer que J.L.L., esté contándonos lo rico que alegraba su lectura de los hexámetros del poeta Virgilio, y en Horacio (Granjeras satisfacciones);  haber superado una frustración más, sin haberla expresado nunca jamás, regocijo amateur, hermoso helado de peach.

Ah, es la paráfrasis del capítulo XII, las gavetas tridemcionales de mi primer Lezama. Cuentos, guiones no sabemos, pero es una película. Cómo dirían los críticos abyectos arios, es la mismísima 2001 Odisea del espacio de Stanley Kubrick, con nuestro genio Atrio Flaminio. Todo al horno de Paradiso, cuando la continúo con este capítulo excepcional y de epopeya ensayística. Debió de tener un método, le aconsejaría Cortázar.

Vamos por todo el Mediterráneo, con Ulises y su regreso, y aparece una abuela, bien desalmada, medio romana y vasca. Y todo lo resuelve con el huevo de marfil. A callar con el duelo lunar, como ocurre en menguante, el cabrito lunar, rodaban cabezas.

Los barcos son de porcelana verde. El cronista Lezama de Oviedo, descubre los procedimientos incaicos para reducir el cráneo. Lezama no se detiene, más que en su metáfora, aquellos hechos sangrientos y de evolución forzada.

Es de tal magnitud, las escenas de la muerte de Atrio Flaminio, que al ensancharse, la hipérbole neorrealista en la historia. Los soldados salieron huyendo hacia los barcos, y allí atropellado murió el héroe. Embalsamado, con su espada de Vulcano en el califato de Bagdad, fue presentado como vivo a sus tropas y estás lograron la arremetida, derribar las murallas de la Capadocia. A donde hemos llegado, tres cuatro veces, de acuerdo a mis lecturas.

No se tomó (la sodomía) esa noche de la victoria, el jefe había muerto en el combate final. El físico bizco al fin, es su innombrable.

Quedó faltando el crítico musical, siempre es un personaje de Lezama y de la novela, las 500 orquestas del verano renegado, el aclimatado abrazo de la abuela Mela. Cuando el abrazo sea la última mirada de la muerte.

Gárgola de la catedral de Salamanca.