Alonso Mejía Maya, 1943, Neira, Colombia. Residió en New York por muchos años, y allí comenzó su interés por las artes, la fotografía, y la literatura como oficio de gran lector. Traductor, Melómano, Ha publicado libros de poesía y algunos cuentos, y fue coeditor de la revista Realidad Aparte (Segunda Vida), 1995- 1999,  (N.Y.). 
De su libro Signos errantes (Poesía reunida), de ediciones Los Octámbulos en Medellín, Col. (2016), seleccionamos estos 16 poemas para el blog. Alonso es otro poeta inclasificable. Rimbaud y Kafka lo vuelven vulnerable a la desdicha y a la imaginación. A seguir su ruta de la teoría de las contradicciónes fundamentales, con el conocimiento de la poesía y del pensamiento kafkiano (es un decir, pero que vale la pena). 
G.J.C.
***
Sangre feliz 
             Un éclat de l’âme sur la chair j'espére 
                                               Paul Valery
Tu pubis de colmena palpitante
mantiene viva mi carne, 
mi piel me recuerda tu piel 
y tus cabellos enredados en tu cuello. 
Fuiste una visión de labios explosivos 
y pechos delirantes; 
al verte me volví un peligro desatado, 
un charco de sangre feliz. 
En esos tiempos yo era una paz perdida 
y sentí los pasos de una bestia 
en todo el corazón, 
una caja de pulsaciones 
dinamitó las murallas del país. 
Recorrí las calles, los campos, 
la rabia, los celos, las noches solas 
buscando tus ojos, buscando tu cuerpo 
y todos los sueños los soñé en un día. 
En la despedida te dejaré mi sombra, 
que es luz y sombra. 
Ámala si encuentras que palpita. 
Pactos con la luz
The shadows that I feared so long
                      Are full of
life and light.
                                                             
Alice Carey
Sospecha el cielo que una luz lo guía
y se obstina en seguirla, a su nombre
confía la aventura de sus pasos.
Desfigurado por los golpes continuos de la vida
recurre el hombre a las cadenas y a sus garras
para pulimentar el día
y le encomienda su destino.
Estoy ante un muro, por fin
ante todas mis aspiraciones.
Mañana, el muro demolido, ¿mi corazón perdido
respirará otra vez?
No es mi poesía lo que cuenta,
es mi corazón violento,
y mis manos torpes y calladas
las que embrujan y sorprenden,
es el labio que cuelga del garfio,
la historia del niño perdido
en los pliegues de la demencia.
Los pactos de la luz
dependen de las sombras.
Hábitat
Me reconozco en la playa oscura,
en los susurros de los cuerpos en celo 
que se huelen en el calor del amor, en la piel, 
en el viento ciego que choca contra todo, 
en la esperanza y la muerte unidas 
en su lógica común que me excluye un día 
y me persigue al siguiente con fervor. 
Soy el heredero de todos cuantos mueren,
de ellos he aprendido la suma de mis últimos poderes; 
situándome en la nada destruyo la nada 
mientras mi alma se rompe los huesos 
buscando un balcón para entregarse. 
No me agobian ni me acechan
los esplendores y las ironías 
de la realidad, o de las cosas 
fertilizadas por la realidad. 
El mar de mis
sueños
                    El mar es un sueño sonoro.
                                    Antonio Machado 
Llegó el momento de mi resurrección
así muera de tanta vida y muerte. 
No olvido que aún me quedan las blasfemias, 
siempre inspiradas por Dios, 
y los consuelos de la contradicción 
que, igual que la poesía, es abierta 
plaza verbal por donde pasan 
al azar todas las directrices. 
Aunque la belleza no explique la realidad 
estoy dispuesto a vivir de mis visiones. 
Ningún mar ha superado al de mis sueños.
Las alegrías del exilio
Suelen ser alegrías muy fugaces
las que concede vivir en el exilio 
y aunque también ondea el bosque 
como el mar y un suspiro es un suspiro, 
sea de amor o desaliento, muere 
el derecho a la felicidad 
y sale en su defensa la nostalgia. 
Pero mi lamento no prevalecerá 
por estar condenado a transitar los túneles 
mejor iluminados que tiene la memoria. 
Desde que me senté a cumplir 
con las cláusulas de mi destino 
el exilio es un nuevo orden, 
una fantasía en que elaboro 
melancólicamente el día y sus secuelas. 
Razones de la poesía
Algún día todos llegamos a Delfos
para destruir el oráculo y a la luz 
clarividente de los instintos 
cantamos en coros exaltados 
que está por enloquecernos la razón. 
Pero como al poeta no se le exime 
siquiera de los problemas más toscos, 
y como no puedo cambiar mi vida, 
una realidad cada vez más imprecisa, 
debo trasgredir todo lo que salga a mi paso. 
Cómo corrompen los atardeceres 
y las buenas costumbres. 
Pero la poesía tiene la razón: 
solo basta un poco de agua en los labios 
y será el principio del mundo.
I am not used to Hope.
          Emily Dickinson 
Hay algo que me impide clarificar
mi posición ante el mundo, 
y soy yo. 
Semejante a un paranoico enjaulado 
que persigue sus propios pasos 
que le siguen, o al niño 
abandonado y desnutrido 
frente al afiche comercial, 
intento llegar a un futuro, 
otro de los tantos insospechados 
vertederos de la vida. 
Corro hacia la incertidumbre 
del mañana arrastrado 
sin consideración por la esperanza. 
Todos mis movimientos son en falso. 
Futuro, esperanza, eternidad: 
cómo perturban estos muros 
de arrogante solidez, estas ventanas 
de insoportable claridad.
El absurdo infinito
El infinito es precisamente lo             
que está más cerca de la 
naturaleza humana. 
                             Franz
Kafka 
No debiera ocuparme más del infinito.
Pero he de confesar que al nacer 
pensé en él y no me ha decepcionado. 
Yo, que he pasado la vida discutiéndolo, 
pensándolo, observándolo, olvidándolo, 
imaginando sus puntos de partida, su aurora, 
como una máquina a punto de explotar; 
yo, que no lo concibo como un sueño, 
porque el infinito se vive y no se sueña 
y que llevo una mirada abandonada 
a las ondas inertes de un trigal, 
he llegado a la serena conclusión 
de que al infinito hay que buscarlo 
también en las tinieblas, en los olores 
perversos, en la detonación que enmudece 
el canto de los pájaros, porque también 
el infinito, como el mundo, 
y debemos celebrarlo, es un absurdo.
El poeta colombiano, Alonso Mejía, tercero de izquierda a derecha, en una feria del libro en Hostos, N.Y. con los Neoberracos, León Félix Batista, Noel Jardines, Gabriel Jaime Caro, León Felipe Larrea y Jesús Blas Comas.
San Juan de la Cruz
Ardía tanto tu corazón
como tu cuerpo. 
Tu alma parecía sangrar 
pero en tu celda revoloteaban 
sombras vivas y alegres. 
Pienso en tu espíritu 
encomendado a la luna, como si 
solo ella pudiera fecundarlo, 
habitado por "la música 
callada" y "la soledad sonora". 
En tus oídos germinaron 
veraneras de sonidos encantados 
como si fueses el flautista 
que entretiene a puerta 
cerrada la soledad. Llevas 
siglos de olvido 
y aún te recordamos.
Los duendes de Chikako
Ya son semanas por los caminos de Japón.
El aire es dulce y el paso por las aldeas 
más lleno de misterio para sus moradores 
que para Chikako, la de mirada franca 
y la vivacidad de un cachorro, y yo. 
Quiero ver las cosas que palpo 
en la noche a la luz del día. 
No hay estrépitos ni atardeceres abigarrados; 
solo visos de presencias nocturnas, 
anuncios de felinos de torsos potentes 
que aparecen y desaparecen en segundos. 
Sin embargo, día y noche late 
la ponzoña suscitadora de abismos. 
El bosque nos oculta y todo parece estallar. 
Los pájaros lo advierten y huyen. 
Chikako también. 
Yo, obstinado como una circunferencia, 
prefiero quedarme y esperar el final; 
pero es apenas el principio de cada día. 
8.30 a.m.
Acción de gracias
                     
J’ai vu quelques fois ce que l’homme
                     a cru voir.
                                                         Arthur Rimbaud
Son las tres de una tarde
límpida; de pronto tres chispas y un rayo. 
Por fortuna el viejo tren 
acaba de partir de Benarés 
y me protegerá de la tormenta. 
Es el tren de mi infancia 
con su chuc-uchú, chuc-uchú, 
y su silbido triste porque parte. 
Me arrodillo y agradezco 
a la irrealidad por esa 
cuota de realidad olvidada.                         
9.45 a.m.  
Las angustias del amor
Atravesando el Jiu nació un nuevo amor.
De Bucarest a Timisoara, 
pasando por Craiova, me jugué la vida 
al azar y gané un amor. 
En Leila encontré la luz, 
los rayos delirantes de la vida. 
Me condujo a los grandes depósitos de aceite 
de Urziceni, que ya no existen. 
Cuatro niños desnutridos de ojos grandes, 
como asustados de estar vivos, 
cuidaban una puerta sucia y aún grasienta. 
Dejé que pasaran unos cuantos años, 
en claro desafío a la corriente de mi vuelo, 
y desperté asombrado de nacer y nacer y nacer, 
de que cada noche fuese la última. 
Y la primera. 
9:00 a.m.
En Irlanda
Llevo cincuenta y tres años
de constantes viajes y 
cincuenta y tres de vida sedentaria. 
Ahora mismo emprendo la segunda 
parte de un periplo 
por las costas irlandesas 
desprovisto de égidas, 
de lanzas y de miedos. 
Con la mano haciendo de visera 
miro a la distancia 
y me diviso en la sala 
de mi casa mientras escribo estas líneas.  
¡Soy ubicuo! 
10.45 a.m.
Los signos del silencio
No time to rejoice for those who walk among
noise and deny the Voice. 
                                                     
T. S. Eliot 
Entre Kiniama y Lubumbashi,
en Congo, los Knishu, una tribu 
pequeñísima, dedican horas y horas 
a escuchar el silencio: oyen 
el rugir del mar y del viento 
del desierto que cambia 
el paisaje a cada instante 
y desconocen, el llanto 
de las mujeres ausentes, 
el discurrir del Vístula 
con sus riberas feraces, 
las palabras queridas 
de antepasados muy remotos, 
el ardor de las pasiones, músicas 
que sus oídos jamás imaginaron, 
el rugir del orden y desorden 
de ciudades extranjeras, 
la ternura y los susurros del amor, 
los ritos que reverberan en la oscuridad, 
la sangre que borbotea en el deseo de los hombres 
por las lejanísimas Marilyn y Nefertiti, 
el tiempo que se detiene que es la eternidad, como 
si estuvieran frente a la Esfinge, 
y el silencio mismo.
Alonso Mejía y el poeta cubano, Lorenzo García Vega (In Memoriam). En un lunes de Realidad Aparte en casa de Alonso. Las semanas de la bondad. New York, 1998.
Nueva York 
Me roza un aire templado
que viene de muy lejos. 
Camino por la cuerda floja del tiempo 
y llego a las calles bulliciosas que me persiguen. 
Nueva York, la plenitud 
que también me habla 
de abandono, donde todos 
los semáforos son verdes 
y la suerte depende del destino 
y este de la suerte. 
La Ciudad, Nueva York, 
el castillo que tantas veces 
atropelló a los invasores.
*** 





Nuestro querido Alonso, que nos sorprende con estos poemas, alma, vida y corazón. Libro que me gustaría tener. Lector y conversador relacionable.
ResponderEliminarInclasificable, no ganó el año?
ResponderEliminarEs usted una uribestia señor Anónimo, con la ignorancia.
EliminarInclasificable por ser único, y no pertenecer a ningún movimiento vigente y perdido, como dicen es el barroco, pero que va muchos como los Contemporáneos de México, son búsquedas de lo clásico, poetas mayores y menores, ahí está esa no clasificación a, al surrealismo por ejemplo, y no salir de ahí.
Prosa aburrida, hay pocas metáforas, no hay casi figuras, solo un yo sin alter ego, de ahí a saber que el verdadero artista, Kafka, es el poeta.
ResponderEliminaru.u. como Barba Jacob hay pocos.
EliminarSabiduría
ResponderEliminarNada a las fuerzas próvidas demando,
pues mi propia virtud he comprendido.
Me basta oír el perennal ruido
que en la concha marina está sonando.
Y un lecho duro y un ensueño blando;
y ante la luz, en vela mi sentido
para advertir la sombra que al olvido
el ser impulsa y no sabemos cuándo...
Fijar las lonas de mi móvil tienda
junto a los calcinados precipicios
de donde un soplo de misterio ascienda;
y al amparo de númenes propicios,
en dilatada soledad tremenda
bruñir mi obra y cultivar mis vicios.
Porfirio Barba Jacob
Mira Castelo, arquitecto, que me odia ahora como si quisieras reemplazar a Fassbinder en Kamikaze 89, pero eres el mejor declamador artista de Ricardo Arenales, y este es uno de mis sonetos favoritos de la lengua.
EliminarMe gusta EL MAR DE MIS SUEÑOS, un poema que define la soledad y sus riquezas, para que haya sueño como pulsión para la escritura, o mejor, la palabra gastada.
ResponderEliminarNo arriesga la parola, el difícil contrapunteo no es de muchos, aunque se equivoquen como César Vallejo. Haga la trilceada. Si usted escribe bien, cuál es el miedo?
ResponderEliminarNo se porque me dio por escuchar La chica plástica y el muchacho. Los signos errantes te perseguirán gritándote, pragmático, eso si se hace, eso no se hace.
ResponderEliminarHe dicho.
Amigo del amigo de la admiradora tenaz.
La paja maldita maldita paja.
ResponderEliminarSolo sin el verbo completo, aunque mire.
Provoca llamar a la ambulancia en Bogotá.
Puede ser un año, y otro año, volverás con las oscuras golondrinas.
EliminarTiene razón Alonso, de que no manejo bien el In Memmoriam cuando hago una lista de poetas, y que todos quedan muertos. Aquí parece hice lo mismo, pero ya lo corregí, o talvez siga mal, pero lo que es claro es que la foto es Memorable.
ResponderEliminarMe gusta Neoberracos de la inercia, de que escuela filosófica es esa tesis?
ResponderEliminarDiálogos en el limbo de George Santayana.
EliminarEl concierto para violín, uhmmm, memorable.
ResponderEliminarChacho, has hecho una buena selección de Signos errantes. Yo no hubiera acertado, con mi torpeza, con la cada vez mente en blanco de los bárbaros.
ResponderEliminarYo pienso, creo, en mi humilde expresión, que para llegar a la prosa poética, primero hay que pasar por el soneto, 100% poesía, evitando esos lapsos desprestigiados del verso.
EliminarEnamorate
ResponderEliminarvate
Sueñes
eñes.
Cantores
amores
Equivoco
coco.
Lo unico que me lleva a pensar esta poesía es que es muy narcisista, siempre el yo, bruscamente en primer plano. Ay la fuente de la dicha y de la desdicha.
ResponderEliminarNo entiendo los ataques al yo y al narcisismo en poesía, son connaturales a la inspiración y el sentimiento.
EliminarLe recomiendo leer los prólogos de Borges a sus propios libros de poesía.
Como pueden con tanta carga los neoberracos y los transberracos, lo tántrico los ayuda a soportar. jajajajajaja.
EliminarGajaka te ves de 15!!!!!!!!!!!! no joda, los años no te pasan en vano, y con ese cuarteto único, la guerra del neoberraco está ganada.
ResponderEliminarEl espejo real del calidoscopio, dura lo que dura un guiño del ojo al alma.
ResponderEliminarEl soldado y el oficinista son la misma cosa a las 5 de la tarde, a cualquier hora del día, la noche se hizo para ocultarlos.
Vuelve el guiño y con el el abrazo de la muerte.
Ya no soy más que un trapo viejo para que la vecina limpie el coche de la bebé, también soy yoga térmico.
Las vanas, las certezas homogéneas, grisáceo, con olor a violeta, lo que deja el ser cuando muere al fin y al cabo es una cifra, y quizás un amante de Zeus.
Hilario Aquiles Luna