La foto es impresionante, parece que no se iluminara, a pesar del sol tropical; pero ahí están con Lezama en Cuba: Reynaldo González, Reynaldo Arenas, Lezama, y Emmanuel Carballo. En ese momento no valía gran cosa, como para publicarla, hoy sabe uno que no es el corresponsal de Lexama pidiendo altura dado el paraíto de Arenas, un desgraciado (poeta). Te enteraste que El Ché hizo retirar de la embajada cubana en Argelia, o mejor dicho cogió el libro y lo tiro a un rincón, diciendo: coño, quién de ustedes aquí lee a este maricón?; el libro de teatro de Virgilio Piñera (Tengo mucho miedo, había dicho al comienzo de la revolución).
José Lezama Lima
Pensamientos en la Habana
Porque habito un susurro como un velamen,
una tierra donde el hielo es una reminiscencia, el fuego no puede izar un pájaro y quemarlo en una conversación de estilo calmo. Aunque ese estilo no me dicte un sollozo y un brinco tenue me deje vivir malhumorado, no he de reconocer la inútil marcha de una máscara flotando donde yo no pueda, donde yo no pueda transportar el picapedrero o el picaporte a los museos donde se empapelan asesinatos mientras los visitadores señalan la ardilla que con el rabo se ajusta las medias. Si un estilo anterior sacude el árbol, decide el sollozo de dos cabellos y exclama: my soul is not in an ashtray. Cualquier recuerdo que sea transportado, recibido como una galantina de los obesos embajadores de antaño, no nos hará vivir como la silla rota de la existencia solitaria que anota la marea y estornuda en otoño. Y el tamaño de una carcajada, rota por decir que sus recuerdos están recordados, y sus estilos los fragmentos de una serpiente que queremos soldar sin preocuparnos de la intensidad de sus ojos. Si alguien nos recuerda que nuestros estilos están ya recordados; que por nuestras narices no escogita un aire sutil, sino que el Eolo de las fuentes elaboradas por las que decidieron que el ser habitase en el hombre, sin que ninguno de nosotros dejase caer la saliva de una decisión bailable, aunque presumimos como las demás hombres que nuestras narices lanzan un aire sutil. Como sueñan humillarnos, repitiendo día y noche con el ritmo de la tortuga que oculta el tiempo en su espaldar: ustedes no decidieron que el ser habitase en el hombre; vuestro Dios es la luna contemplando como una balaustrada al ser entrando en el hombre. Como quieren humillarnos, le decimos the chief of the tribe descended the staircase. Ellos tienen unas vitrinas y usan unos zapatos. En esas vitrinas alternan el maniquí con el quebrantahuesos disecado, y todo lo que ha pasado por la frente del hastío del búfalo solitario. Si no miramos la vitrinas charlan de nuestra insuficiente desnudez que no vale una estatuilla de Nápoles. Si la atravesamos y no rompemos los cristales, no subrayan con gracia que nuestro hastío puede quebrar el fuego y nos hablan del modelo viviente y de la parábola del quebrantahuesos. Ellos que cargan con sus maniquíes a todos los puertos y que hunden en sus baúles un chirriar de vultúridos disecados. Ellos no quieren saber que trepamos por las raíces húmedas del helecho –donde hay dos hombres frente a una mesa; a la derecha, la jarra y el pan acariciado–, y que aunque mastiquemos su estilo, we don′t choose our shoes in a show––window.
Chagall
El caballo relincha cuando hay un bulto que se interpone como un buey de peluche, que impide que el río le pegue en el costado y se bese con las espuelas regaladas por una sonrosada adúltera neoyorquina. El caballo no relincha de noche; los cristales que exhala por su nariz, una escarcha tibia, de papel; la digestión de las espuelas después de recorrer sus músculos encristalados por un sudor de sartén. El buey de peluche y el caballo oyen el violín, pero el fruto no cae reventado en su lomo frotado con un almíbar que no es nunca el alquitrán. El caballo resbala por el musgo donde hay una mesa que exhibe las espuelas, pero la oreja erizada de la bestia no descifra. La calma con música traspiés y ebrios caballos de circo enrevesados, donde la aguja muerde porque no hay un leopardo y la crecida del acordeón elabora una malla de tafetán gastado. Aunque el hombre no salte, suenan bultos divididos en cada estación indivisible, porque el violín salta como un ojo. Las inmóviles jarras remueven un eco cartilaginoso: el vientre azul del pastor se muestra en una bandeja de ostiones. En ese eco del hueso y de la carne, brotan unos bufidos cubiertos por un disfraz de telaraña, para el deleite al que se le abre una boca, como la flauta de bambú elaborada por los garzones pedigüeños. Piden una cóncava oscuridad donde dormir, rajando insensibles el estilo del vientre de su madre. Pero mientras afilan un suspiro de telaraña dentro de una jarra de mano en mano, el rasguño en la tiorba no descifra. Indicaba unas molduras que mi carne prefiere a las almendras. Unas molduras ricas y agujereadas por la mano que las envuelve y le riega los insectos que la han de acompañar. Y esa espera, esperada en la madera por su absorción que no detiene al jinete, mientras no unas máscaras, los hachazos que no llegan a las molduras, que no esperan como un hacha, o una máscara, sino como el hombre que espera en una casa de hojas. Pero al trazar las grietas de la moldura y al perejil y al canario haciendo gloria, l′etranger nous demande le garçon maudit. El mismo almizclero conocía la entrada, el hilo de tres secretos se continuaba hasta llegar a la terraza sin ver el incendio del palacio grotesco. ¿Una puerta se derrumba porque el ebrio sin las botas puestas le abandona su sueño? Un sudor fangoso caía de los fustes y las columnas se deshacían en un suspiro que rodaba sus piedras hasta el arroyo. Las azoteas y las barcazas resguardan el líquido calmo y el aire escogido; las azoteas amigas de los trompos y las barcazas que anclan en un monte truncado, ruedan confundidas por una galantería disecada que sorprende a la hilandería y al reverso del ojo enmascarados tiritando juntos. Pensar que unos ballesteros disparan a una urna cineraria y que de la urna saltan unos pálidos cantando, porque nuestros recuerdos están ya recordados y rumiamos con una dignidad muy atolondrada unas molduras salidas de la siesta picoteada del cazador. Para saber si la canción es nuestra o de la noche, quieren darnos un hacha elaborada en las fuentes de Eolo. Quieren que saltemos de esa urna y quieren también vernos desnudos. Quieren que esa muerte que nos han regalado sea la fuente de nuestro nacimiento, y que nuestro oscuro tejer y deshacerse esté recordado por el hilo de la pretendida. Sabemos que el canario y el perejil hacen gloria y que la primera flauta se hizo de una rama robada. Nos recorremos y ya detenidos señalamos la urna y a las palomas grabadas en el aire escogido. Nos recorremos y la nueva sorpresa nos da los amigos y el nacimiento de una dialéctica: mientras dos diedros giran mordisqueándose, el agua paseando por los canales de los huesos lleva nuestro cuerpo hacia el flujo calmoso de la tierra que no está navegada, donde un alga despierta digiere incansablemente a un pájaro dormido. Nos da los amigos que una luz redescubre y la plaza donde conversan sin ser despertados. De aquella urna maliciosamente donada, saltaban parejas, contrastes y la fiebre injertada en los cuerpos de imán del paje loco sutilizando el suplicio lamido. Mi vergüenza, los cuernos de imán untados de luna fría, pero el desprecio paría una cifra y ya sin conciencia columpiaba una rama. Pero después de ofrecer sus respetos, cuando bicéfalos, mañosos correctos golpean con martillos algosos el androide tenorino, el jefe de la tribu descendió la escalinata. Los abalorios que nos han regalado han fortalecido nuestra propia miseria, pero como nos sabemos desnudos el ser se posará en nuestros pasos cruzados. Y mientras nos pintarrajeaban para que saltásemos de la urna cineraria, sabíamos que como siempre el viento rizaba las aguas y unos pasos seguían con fruición nuestra propia miseria. Los pasos huían con las primeras preguntas del sueño. Pero el perro mordido por luz y por sombra, por rabo y cabeza; de luz tenebrosa que no logra grabarlo y de sombra apestosa; la luz no lo afina ni lo nutre la sombra; y así muerde la luz y el fruto, la madera y la sombra, la mansión y el hijo, rompiendo el zumbido cuando los pasos se alejan y él toca en el pórtico. Pobre río bobo que no encuentra salida, ni las puertas y hojas hinchando su música. Escogió, doble contra sencillo, los terrones malditos, pero yo no escojo mis zapatos en una vitrina. Al perderse el contorno en la hoja el gusano revisaba oliscón su vieja morada; al morder las aguas llegadas al río definido, el colibrí tocaba las viejas molduras. El violín de hielo amortajado en la reminiscencia. El pájaro mosca destrenza una música y ata una música. Nuestros bosques no obligan el hombre a perderse, el bosque es para nosotros una serafina en la reminiscencia. Cada hombre desnudo que viene por el río, en la corriente o el huevo hialino, nada en el aire si suspende el aliento y extiende indefinidamente las piernas. La boca de la carne de nuestras maderas quema las gotas rizadas. El aire escogido es como un hacha para la carne de nuestras maderas, y el colibrí las traspasa. Mi espalda se irrita surcada por las orugas que mastican un mimbre trocado en pez centurión, pero yo continúo trabajando la madera, como una uña despierta, como una serafina que ata y destrenza en la reminiscencia. El bosque soplado desprende el colibrí del instante y las viejas molduras. Nuestra madera es un buey de peluche; el estado ciudad es hoy el estado y un bosque pequeño. El huésped sopla el caballo y las lluvias también. El caballo pasa su belfo y su cola por la serafina del bosque; el hombre desnudo entona su propia miseria, el pájaro mosca lo mancha y traspasa. Mi alma no está en un cenicero. |
Mi alma no está en un cenicero, recuerdo que lo leí en el colegio, inaudible, una tremenda estocada del gongorista mal queso, o simplemente Quevedo, simplemente Quevedo. Donde Gracian oficia de cura escondido.
ResponderEliminarE a ve maría, te la comiste pues. Hay ;ezamas en todo el continente. Uno por cada universidad que no logran comunicarse.
EliminarEl buey de peluche, se robó el poema, algo imperdonable.
ResponderEliminarSoy tu otro anónimo, y creo que no entendiste el poema;es como si lo fuera, un oráculo chino, y lo es al final
ResponderEliminarMonstruoso, completamente monstruoso, o terrific.
ResponderEliminarnoticia de última demora:
ResponderEliminarcon Bod Dylan aún en el esófago, el jurado
del premio Loewe de poesía premia a un letrista
de Joaquín Sabina…(José Ramón Ripoll) así anda
de pija lija la poesía española, sin ventoleras en el frente ni cuescos en la retaguardia…
u.u.Sinónimo.
EliminarTengo miedo no es el titulo de un libro de cuentos de Virgilio Piñera, hay que corregir porque esa frase la dijo el poeta en una conferencia de Fidel al inicio de la revolución. No me queda claro cuando El Ché hizo esa barbaridad, en dónde puedo consultarlo don Gabriel?
ResponderEliminar63 Escenario: la embajada cubana en Argelia. Protagonistas: el Che Guevara, de cuerpo presente, y Virgilio Piñera, a través de una edición de su Teatro Completo.
Eliminar"Che Guevara está allí, de vuelta de un largo viaje a la URSS y Jean Daniel tiene la idea de un magnífico scoop: entrevistarle para L'Express sobre esta nueva y sin duda instructiva experiencia. Telefoneas al embajador "Papito Serguera" y os cita en la embajada la noche misma. Acudirás con puntualidad escarmentada, pero os hará esperar a su vez en una sala de muebles modestos y en una cuya mesa central, de patas bajas, rodeada con un sofá y dos butacas, destaca señera la edición barata de un libro: un volumen de obras teatrales de Virgilio Piñera. Apenas el Che y Serguera aparecen, antes de saludaros y acomodarse en el sofá, aquél repetirá tu ademán de coger el libro y, al punto, el ejemplar del desdichado Virgilio volará por los aires al otro extremo del salón, simultáneamente a la pregunta perentoria, ofuscada dirigida a los allí reunidos: ¿Quién coño lee aquí a ese maricón?"
Juan Goytisolo, En los reinos de taifa, Barcelona, Seix Barral, 1986
Cronología
ResponderEliminarhttp://www.fflch.usp.br/sitesint/virgilio/CRON5969.html
Hess?
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar"Nos recorremos
ResponderEliminary ya detenidos señalamos la urna y a las palomas
grabadas en el aire escogido.
Nos recorremos
y la nueva sorpresa nos da los amigos
y el nacimiento de una dialéctica:
mientras dos diedros giran mordisqueándose,
el agua paseando por los canales de los huesos
lleva nuestro cuerpo hacia el flujo calmoso
de la tierra que no está navegada,
donde un alga despierta digiere incansablemente a un pájaro dormido".
O muy avanzado o muy retrógrado, terrible desenlace.
?
EliminarArte Gajakiano, jajajajajajajajajajajaj.
ResponderEliminarOle
EliminarArte Beckettiano? un par de angelitos en una pelicula gay por principios. Esa parte cristiana no la sabía de Beckett para su teatro del absurdo.
ResponderEliminar577 lectores de Lezama, desde el 22 de marzo. Un nuevo récord. yuju!!!!!!
ResponderEliminarTan opionamos
EliminarMe gustan las cejas del Mudo. Que perfección! Leo a Lezama en el cañón del Colorado.
ResponderEliminaruhmm pisando fuerte.
EliminarSi José Lezama Lima era tan grande, por qué Octavio Paz y Julio Cortázar no lo metieron al Boom de la literatura latinoamericana?
ResponderEliminarEllos le publicaron su novela Paradiso en México. Paz no fue del Boom, solo los novelistas. La novela de Lezama fue rechazada en Cuba.
ResponderEliminarTocará socializarce con zeta. Envejecer como tu artista preferida... Y, no tirarse al suelo cuando estés borracha de desinterés humano.
ResponderEliminaru.u.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarComo Petra Von Kant, jamás.
EliminarAlejandra Pizarnik, la mejor poeta de América Latina. He dicho.
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