jueves, 30 de abril de 2009

Nuevo poema (inédito) de Lucía Estrada, Colombia.


POEMA DE LUCÍA ESTRADA PARA GAJAKA






***


Todas las voces están huérfanas de sí,
y en esa orfandad se asisten, se acompañan.

Ahí está el misterio. El que no podemos tocar,
para el que no existen las manos.
Las manos.
esa región desconocida que nos acerca y nos aleja al mismo tiempo.

Me pierdo en la penumbra de lo que quisiera gritar y no puede.

El deseo es lo que nos rescata del abismo,
pero también se yergue lo que no admite consuelo.

Palabras como pájaros en la soledad del aire.



martes, 28 de abril de 2009

Poema de Rogelio Echavarría, Colombia


LA FELICIDAD

Hay miríadas de seres en el Universo
que son felices —y no te conocen.

Millones de personas en la Tierra
son felices —e ignoran que existes.

Muchos también te han visto
y son felices sin amarte.

Y algunos que te amaron
disfrutan de un feliz olvido.

¿Por qué, pues, soy yo el único hombre
para quien tú eres toda la felicidad en el mundo?


Rogelio Echavarría

miércoles, 22 de abril de 2009

Poema de José María Arguedas (1911-1969), poeta peruano, originalmente escrito en Quechua.





Llamado a algunos Doctores

A Carlos Cueto Fernandini y John V. Murra.

(Fragmento)

Dicen que ya no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor.
Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está lleno de temores, de lágrimas, como el de la calandria, como el de un toro grande al que se degüella; que por eso es impertinente;
Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros; doctores que se reproducen en nuestra misma tierra, que aquí engordan o que se vuelven amarillos.
Que estén hablando, pues; que estén cotorreando si eso les gusta.
¿De qué están hechos mis sesos? ¿De qué está hecha la carne de mi corazón?
Los ríos corren bramando en la profundidad.
El oro y la noche, la plata y la nochetemible forman las rocas, las paredes de los abismos en que el río suena; de esa roca están hechos mi mente, mi corazón, mis dedos.
¿Qué hay a la orilla de esos ríos que tú no conoces, doctor?
Saca tu largavista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes.Quinientas flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el oro, la plata y el día se mezclan. Esas quinientas flores son mis sesos, mi carne.
¿Por qué se ha detenido un instante el sol, por qué ha desaparecido la sombra en todas partes, doctor?
Pon en marcha tu helicóptero y sube aquí, si puedes.

Las plumas de los cóndores, de los pequeños pájaros se han convertido en arco iris y alumbran.
Las cien flores de la quinua que sembré en las cumbres hierven al sol en colores; en flor se han convertido la negra ala del cóndor y de las aves pequeñas.
Es el mediodía; estoy junto a las montañas sagradas; la gran nieve con lampos amarillos, con manchas rojizas, lanza su luz a los cielos.
En esta fría tierra siembro quinua de cien colores, de cien clases, de semilla pode­rosa. Los cien colores son también mi alma, mis infatigables ojos.
Yo, aleteando amor, sacaré de tus sesos las piedras idiotas que te han hundido.
El sonido de los precipicios que nadie alcanza, la luz de la nieve rojiza que, espantando, brilla en las cumbres;el jugo feliz de millares de yerbas, de millares de raíces que piensan y saben, derramaré en tu sangre, en la niña de tus ojos.

Marzo, 1966


viernes, 17 de abril de 2009

Variaciones Goldemberg, poeta peruano.


Isaac Goldemberg (Perú)

VARIACIONES GOLDEMBERG

1. UMBILICUS MUNDI


(Fragmento)


La ruta de la noche de los seres que llegan,
la ruta del día de los seres idos,
el pasado borra.
Odio para el enemigo enemigo,
para el enemigo amigo,
los silencios del pasado y los del futuro,
nada se separa y nada se mezcla.
Los esclavos de la pluma entre el sollozo del perro,
las bienvenidas del aire,
los esclavos al descubierto en pleno desierto,
la sombra de la oscuridad o la vida,
en los ojos del lobo.
Héroes desconocidos de hazañas inútiles,
nada se llevan,
hombres que ruidosamente se quedan
en nuestros otros nosotros,
rota la cadena de aire y fuego,
el pasado todo lo borra.

En la desidia de anquilosar el imperio,
en las ciudades atestadas,
en las ausencias dulces,
un breve hilo nos sostuvo.
Abundaron saqueos de casas y palacios.
Faltó la paz.
De dos o tres letras o sólo de la Alef
pensamos al imperio en su destrucción.

Trepanadores de cráneos en el espacio.
De hombres que hacían la paz y devolvían los reinos
y vivían rezando y suplicando,
los pies cerrados, cerrados los cerebros,
de hombres que no tenían los labios cerrados,
nos parecía alentador su silencio.
El olvido recobra sus huecos de placer,
carecemos de la voluntad de soñar
y callamos en el espacio privado.
Conservamos el fuego apagado,
hemos rechazado preservar el imperio,
sus cuerpos y sus ahogos.
Hemos rechazado el espíritu de los que no sueñan.
El imperio se sosiega
en el paso de pocos segundos.

miércoles, 15 de abril de 2009

Dos poemas de Eugenia Sánchez Nieto (Yuyín), Colombia.

___________________________________
De izquierda a derecha, Yuyin, Juan Manuel Roca,
Gabriel Jaime Franco, Gustavo Adolfo Garcés y,
Gabriel Jaime Caro (Gajaka)






















Yuyin (Eugenia Sánchez Nieto).






















Lazos ocultos

Lazos invisibles hacen que aquellos se mantengan
en su delirio en su doble voluntad terminó recluido
el otro se hizo poseer por un grupo de hombres
descubrió que la felicidad era una joven poseída
ella, figura única de mil matices
celebró nupcias con el amor.
Ellos transgresores, implacables
candentes en un desierto helado
intrincados como si fueran uno, más allá de lo visible.
Amor tan alto que da la libertad y la agonía
extraña paradoja donde los amantes atrapados
se ven arrojados a la fatalidad.




Viento

Le visita en la noche, su presencia es real
se traspasan, se barruntan, se prueban
ella le busca con el tacto, sólo un espacio.
Estará escondido en el armario esperando la noche sin luna
trata entonces de cincelar aquel rostro
le es imposible
su amado parece invisible.
Será el amor un sueño intenso
y luego un viento fuerte golpeando sin dejar huella
sólo un vacío, un hueco,
un hueco por donde sopla el viento.






Eugenia Sánchez Nieto


martes, 14 de abril de 2009

Poema de Mercedes Roffé, de Argentina


La metáfora ha muerto.

Nada se parece a nada.

La más mínima fracción de cada átomo absorbida en la tarea de cumplir su ínfimo mandamiento. Sostenerse en el ser, cada mañana, no importa qué. La anatomía exhausta del ciprés… La terquedad crispada de los pinos… El blanco inocuo del hielo en el dintel.
El orín del perro del vecino traza un surco en la nieve. Minúsculo. No menos
que todo lo demás. No menos
que esta arrebatada voluntad, la inanidad segura de este intento.


Mercedes Roffé

lunes, 13 de abril de 2009

Poema de Roberto Echavarren (Uruguay)


El diablo

La experiencia que no tuve
el diablo en el cuerpo
y mientras el cuerpo expiraba en la página
la página tenía cuerpo de mar
un párpado horizonte
el diablo en el piélago
y mientras yo escribía el pliego
el diablo se desplegaba
y mientras el diablo navegaba
yo lo seguía en mi bote de papel
pero yo no sabía qué era el diablo,
más bien el diablo estaba en otro lado
y yo no conocía ese lado

Un secreto se bebe
sin oír las palabras

y ahora ¿qué haré
sino callar esta barbacana

y calificar de precario
un cruzamiento
de personajes desparejos?

A ojos vista se acoplan jumentos impares
sin hablar a veces
porque no se conocen sino raramente


cada cual aporta un vestigio de vida,

a su hora y todos juntos
estos particulares inconexos enredados

salvo que uno se detenga un minuto más,
salvo que uno quiera filtrar más que flirteo
y en la encrucijada se pregunte:
¿hasta dónde y hasta cuándo doy pistola?

El genio está encerrado en la botella
pero la materia se pervierte
allí dentro

De hecho se diría que uno apenas llega a cumplir once años

Roberto Echavarren

lunes, 6 de abril de 2009

Poema completo del uruguayo Eduardo Espina, de su libro "El cutis patrio".


Lorenzo Lotto, vigilia final
(La vida no puede esperar a que termine)


I
Loa la luz lo que enlentece,
habitar donde derrota rosas.
Torna el ibirapitá por verla
convertir en alud saludable,
viene la herencia enseguida,
está en casa recién arribada.
II
En la costumbre hasta unir
el iris a la nariz por ver así,
sintió como suerte un rasgo,
hizo casi nada para que sea
el descenso esta vez la caída.
Icaro quería decir eso o ser.
Así la plenitud de planicies
hacía como lo supo el cielo,
así el azul siguiente dijo oh.
Mientras menos miraba, el
viento de la voz en su lobo
elevó el limbo ante el timbó.
Tiempo tendría para atraer
al aire herido pudiendo dar
a la edad unos años menos.

III
Cuánta calma de amenazas,
cuánto tiempo que nadie ve:
eran horas aunque quisieran.
En metáfora vista por fuera
encontraba lo que un trébol
con pensamientos de planta,
encontraba abriendo la obra
rumbo al brocal del lóbrego
librado para morir un poco
menos o ahora mucho más.
Y la posteridad, esperando,
y la paz que ahora es pera.

IV
A lo lejos cuando solía el
ángel cabía en la ventaja
acangrejada del graznido.
Aunque debió saberlo, la
niebla del bañado le tocó
el ocultismo con que del
rumor numeroso pasar al
centauro que por uro para.
Respirable a raíz de higos,
feliz como recién llegado,
y cuánto de acacias que sí.
Va la escarcha en su causa,
el manjuarí a sus jaurías.
V
Quiso el pirú que apuraran
la quimera del bosque en el
verano, pero ya no importa.
Murió con los ojos abiertos
para que las imágenes
siguieran saliendo.


Eduardo Espina

viernes, 3 de abril de 2009

Poema Neo barroco del poeta argentino Arturo Carrera.



¿Padre o pared?

Padre maldita parte y padre bonapartista.

Artista, sí. Payaso. Fuiste el dios; te quise como fuiste y ahora lloro: abro un tokonoma en el muro, un pequeño agujero en la pared; celebro y disimulo tu ausencia y tu vacío; sabiduría de la muerte.

Padre muro o rumor de madre feliz al encender lo oscuro. Apicultor en el más puro azul de una noche de danzas: el botín de atronadoras flores sobre la panza de la pequeña muerta: ¿Y estaba yo?

Padre que asiste a la recolección de la miel y asiste al parto: haber nacer.

Hermosa es la aparición del padre en la luz.

Hermosos los niños de bocazas abiertas en un llanto de apiario experimental con zumbantes recolectoras de pólenes milenarios partiendo de la matriz; el hombre al aparecer con sus colores: dedito húmedo: manita que se abre sobre el arroz azul y las abejas dormidas, ebrias, sobre la pintada nariz. Panal del cuerpo feliz.

Hermoso es el hombre que no acaba de nacer.

Padre emparedado.

Padre que muere de risa en la sala de partos.

Algo escuchó en la delicadeza del sueño demerólico, la secreta mujer.

Una cabecita; el champú sebáceo de la mascarita de proa; el pequeño cuerpo de jabón que fácilmente se desliza por la borrachera o el etílico pavor: ¿se acuerda, doctor, que casi se le escapó un niño entre los confitados dátiles de aquella Navidad?

Las candilejas quirófanas; las carcajadas de las estirpe.

El carillón de los muertos latiendo en los cráneos niponizados. El esqueleto y los cuerpos de bultos sonoros, transistorizados: cartilaginosos, siempre,

(blando: las sombras de esos

niños en el vano del

libro,

blandos).


Padre el alba tomando un mate amargo y pelante. Y padre que firma, vagando por oscuros indicios: mis hijos no están a mi lado rosigando las nueces de oro y ardilleando: silencioso es el destino de los padres:

la madre envuelta en el oro de su apariencia, o parto.

Parto, padre.

Padre, no se puede nombrar tu entretenimiento: tu juego: tu caricia sangrienta cifrada en helicoides. Pared de la muerte y único hijo de Pan en el alero deseante. Envoltura y padre de la madre. Único erial y única pureza de lo real. La mano; el pie; brazos.


Arturo Carrera

jueves, 2 de abril de 2009

Poema de José Kozer, poeta cubano.


Impostación


Fui, Graciela Kozer, indiscutiblemente.

Arrolladora y tanto

que José Kozer crepitó bajo mi sello rojo, gota

de la pupila.

Varón, espeso: tieso

a la hora en que vuelco los espejismos.

Lugar

en que yace: yo; la del Pincel la del diente dorado la

Cumbanchera

lo enlazo

aún a la nupcia del apellido.


José Kozer

miércoles, 1 de abril de 2009

poema de Reynaldo Jimenez, poeta peruano-argentino

RETORNO EN CAÍDA DE LA CENIZA AL HUESO,
soltar la guerra quiero: adonde vaya, al paso
en los recuerdos sale, lapsos, sarros de nadie.

dejar atrás todo dominio sin que la súplica
estados de su espuela rija nuestras sangres
mezcladas con tamices hijas de la hoguera.

pero en reinos del tributo una matriz sigue vedada:
ante el propio iluminado, abismo su mirada, dios
de sí absorbe ausencia, ración de alerta cada día.

en campo de minas de un minotauro tropecé, de ira
mostré el colmillo o el escudo. su pupila de anciano
simia era además la de una niña de un año.

con vergüenza pánica escurrí entre los puestos
del mercado: así como el big bang sin el espasmo
no sería, años luz eyaculan, el eco de pasos hace al recinto,

el gesto al destino: la resonancia en el acto, hueca
permanece, lentitud de quien persigue: la duda nada
sin el doloroso dorso del don de parir sabiéndolo:

¡bendita ira que despiertas, en tanto hachazo
de certeza! aún innómine el desierto en que no supe
ante la sacra flora prosternar, guirnalda de apenas ojos

aplacara al Tirano que roe, inseguro comedor
de sus miembros: “cuánto más he de perderte,
paciencia, en la santísima batalla que acapara!”.

pero sumido igual, en ileso hechizo
de costumbres, esta danza
trazo, muerdo el freno.

Reynaldo Jimenez